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Slowly por BlackBaccarat

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Notas del fanfic:

Hacía mucho que no publicaba nada. Es más, acabé esto hace tiempo, pero no tenía demasiadas ganas de subirlo. Bueno, parece que voy mejorando.

En fin, ojalá os guste. Es cortito y no es gran cosa, pero yo creo que es bonito, al menos.

           Había días en los que era complicado levantarse de la cama y pensar en todo el pasado, todas esas cosas que habían sucedido antaño y que seguían dando vueltas en mi cabeza sin descanso, una tortura. Aquella mañana desperté con la sensación de que ese era uno de dichos días. Y no me equivoqué.

           La cama era tan alta que al dejar caer las piernas por el borde, mis pies no llegaban a rozar el suelo. Quizá que yo no fuese muy alto tenía algo que ver.

           Con una rápida mirada a un lado, pude verme los ojos rojizos y llorosos en mi propio reflejo en el cristal de la ventana. Un suspiro acabó emanando de mis labios, aquellos que no tardé en terminar mordiendo.

           —¿Otra pesadilla?

           Despertando de mi ensimismamiento a causa de aquella voz que llegaba de pronto a mis oídos, llevé mis ojos hasta la puerta, donde un Aki no vestido con más que una toalla enrollada a la cintura, con sus cabellos todavía mojados, parecía mirarme con su frialdad habitual. Sin embargo, en medio de esos oscuros ojos pude apreciar al menos un ápice de preocupación.

           —No —respondí, llevándome con mis dedos aquellas lágrimas que bajo mis párpados amenazaban con escaparse.

           No. No había tenido ningún tipo de pesadilla. Es más, incluso si la hubiese tenido, habría querido quedarme en ella.

           ¿En qué momento había acabado así? Ya no era un niño, debía dejar de comportarme como tal, pero incluso de esa manera no podía cambiar el pasado, no podía fingir que no existía, no podía intentar creer que la culpa era de otro. Se me daba demasiado bien y, sin embargo, de tanto en cuando, una voz en mi cabeza me abría los ojos y era como estrellarse contra el suelo tras haberse lanzado de un quinto piso.

           Me había equivocado y en esos instantes me arrepentía y de qué manera de lo que había acabado haciendo por error la noche anterior. Haber anunciado una pausa de las actividades de la banda nos había afectado a todos, pero en especial, supongo, a mí y a Mao. O quizá éramos nosotros quienes lo demostraban más abiertamente. Había tratado de hacer ver que no ocurría nada, me había perdido la noche anterior en un intento de despejarme, tanto que me habían dado las tantas de la madrugada y yo seguía sentado solo en un banco en medio de un parque en mitad de la noche.

           Supongo que por casualidad Aki había terminado encontrándome, y tras avasallarme a preguntas terminé sin remedio echándome a llorar; y obligándole, dadas las circunstancias, a consolarme.

           Había bebido demasiado y en un impulso terminé por besarle. Me sentía tan y tan avergonzado…

           No era que se tratase de un error, o que lo hubiese hecho solo por la necesidad que tenía de sentir a alguien o por la borrachera. Lo cierto era que yo quería a Aki, desde hacía tiempo, y la situación había acabado por hacerme estallar. Pero me arrepentía. A pesar de las circunstancias, Aki seguía siendo mi compañero de banda y, además, no me correspondería.

           Se acercó y se sentó a mi lado, posando una mano sobre mis cabellos para revolverlos.

           —Eh, gatito —murmuró. Hacía tantos años que no le oía llamarme de esa manera que terminé mirándole con curiosidad—, ¿estás bien? —con simpleza, asentí.

           Su frialdad era tan dolorosa… incluso cuando se estaba preocupando por mí, seguía manteniendo esa expresión abúlica, seria, que tanto miedo me daba. Nuestra diferencia de edad era tan mínima que casi podía pasar inadvertida en cuestión de número y, mas sin embargo, yo era tan crío a su lado… Me sentía diminuto, y no se debía ni mucho menos a los diez centímetros que me sacaba. Era algo más. Respeto, miedo, quizá intriga. Aki era intransigente, inalcanzable.

           —Creo que debería irme a casa —dije—, gracias por dejarme dormir aquí.

           —¿Estás seguro de querer irte? Puedes quedarte todo el tiempo que quieras.

           Negué. No era como si estuviese haciendo algo productivo allí aparte de estorbarle e invadir su espacio; además de hacerme sentir incómodo. No iba a tener una oportunidad con él, sentía que estaba abusando de su amabilidad. Como si el bajista no hubiese tenido suficiente con cargarme hasta su casa y dormir en el sofá para que yo pudiese hacerlo en su cama ebrio y llorando como un bebé. Ya había causado demasiadas molestias.

           Me levanté con algo de prisa. Necesitaba salir de allí como fuese antes de terminar diciendo algo fuera de lugar, antes de arrepentirme y tener la necesidad de declararme o algo similar. No podía evitarlo, era mirarle y sentir que no deseaba separarme de él, que quería volver a estar entre sus brazos. A veces me preguntaba si pedía demasiado pero… siempre supe que nunca sería tan sencillo.

           Me acompañó hasta la puerta e incluso se adelantó para abrirme la puerta.

           —Oye… —murmuré entonces, mientras me colocaba los zapatos antes de salir de su apartamento—, ¿podemos fingir que lo de anoche no pasó?

           Por un instante, tras haber pronunciado aquella pregunta, sentí que titubeaba, fue tan extraño y tan efímero que realmente pensé que había sido producto de mi imaginación. Que Aki perdiese esa aura tan seria y segura que le rodeaba aunque fuese por milésimas de segundo era una total anomalía. Aun así, lo sentí, sentí que por un momento dudaba, que mi pregunta le dejó desconcertado y sorprendido. ¿Por qué? No lo sé.

           —Estaba frágil y borracho —proseguí—, estabas allí ayudándome y… no sé qué debió pasarme por la cabeza. No era consciente de mis actos.

           —No tienes que darme explicaciones —me interrumpió. Tenía intención de seguir hablando pero él no me dejó. Supuse que no quería oír más.

           —Está bien… entonces me marcho.

           No fui capaz de decir nada más. No fui capaz de preguntarle siquiera a qué se debía aquella actitud tan cortante (más de lo habitual) que había tomado de pronto conmigo. Él, que siempre había estado allí para escucharme a pesar de lo poco que parecía soportar a la gente y a pesar de lo poco que hablaba, en ese momento pareció preferir que me callase.

           Hiriente.

           Suspiré asintiendo y me di la vuelta, con intenciones de marcharme de allí, mientras él se mantenía apoyado en el marco de la puerta, mirándome de una forma que hubiese jurado que tenía intención de decir algo más, algo que, obviamente, no llegó a poner en palabras.

           Cuanto más pasa el tiempo, cuantos más días terminan y empiezan otros, repitiendo esa escena una y otra vez en mi cerebro, comienzo a pensar que, quizá, incluso solo por probar, incluso a riesgo de llevarme un durísimo golpe difícil de superar, debí ser algo más valiente y confesarme.

           Quizá, el tiempo, la manipulación que mi cerebro ha ido haciéndole a mis recuerdos con el tiempo, distorsionándolos, ha logrado que vea e imagine cosas que nunca fueron.

           Aun así, de una forma u otra sé que desperdicié la oportunidad perfecta y que no se repetirá.

           ¿Hubiese sido capaz de corresponderme?

           De alguna forma sé que, como siquiera lo intenté, la pregunta seguirá dándome vueltas hasta el día en que me olvide, incluso, que amé tanto a un hombre al que sacarle una sonrisa era casi misión imposible.


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