Prólogo
Me estoy apagando. Lo noto. Lo siento. Tantos años juntos. Tantos partidos luchando codo con codo. Tantos ratos en su casa, escuchándole tocar, simplemente por verle la cara y pensar lo apasionado que es con su música; por oírle festejar que una nueva pieza le ha salido y estar delante; por estar a su lado en las baladas tristes, en sus peores momentos.
Le amo. Lo sé. Está ahí, no se va, y me gustaría que se fuera, que me abandonara. Pero sé que en el camino perdería una parte de mí. Es siempre tan amable, tan solícito, siempre me pide a mí primero la opinión de algo, siempre es a mí a quien espera después de clase y de los entrenamientos, pero ¿qué es lo que significa todo eso para él? Yo estoy feliz cuando lo hace, me da la impresión de sentirme querido como algo más que un amigo pero… es como si estuviera encerrado en mi propia niebla. Si doy un paso en falso podría echarlo todo a perder.
Sé que me comprendería. Él es un caballero, es un príncipe, es educado, modesto, es el capitán. ¿Y yo qué soy? ¿Un escudero? ¿Le guardo las espaldas, como buen defensa que soy? ¿Qué piensa él de mí? Mi cara dice “Estoy bien, te respaldaré en lo que hagas, sé que me respaldarás a mí”. Pero mis ojos dicen “¿No ves que necesito saberlo todo? ¿No ves que te amo?”. Si solamente tuviera el valor para decirle todo eso… Fuera para bien o para mal, tendría mi respuesta y la incertidumbre no me carcomería.
Por eso sé que me apago. Le necesito. No puedo seguir su ritmo ya. No puedo ver su sonrisa sin alterarme, es tan difícil a veces sostener su mirada… No sé si me quiere. Y mi cuerpo me dice que se está rindiendo. Que no quiere incertidumbre. Enferma con facilidad. Pierde las ganas de moverse, excepto cuando se trata de él. Necesito un cambio. Pero no sé cómo conseguir que se dé cuenta de eso.
Por favor, Shindou… ayúdame.
* * *
En algún punto de la ciudad, un chico de pelo gris estaba durmiendo. Su sueño distaba mucho de ser aburrido. Era divertido, entretenido, era muy realista, en el fondo, era un deseo y, por encima de todo, era un sueño húmedo.
Se despertó de golpe, entre asustado y caliente, intentando controlar sus latidos violentos. Estaba sudando. “¿Pero qué me pasa? ¿Qué es esto?”, pensó Shindou. Nunca había tenido un sueño parecido a ése.
No pudo dormir más. Esperó a que se hiciera de día, metido entre las sábanas, intentando concentrarse en la música, y en que cuando fuera hora de levantarse se iría a relajar un poco a tocar el piano.
Pero el sueño había sido potente, era una tontería, pero no se lo quitaba de la cabeza. Y no podía abrir los ojos sin verlo, pues la gran mayoría del sueño había pasado en su propia casa. En la sala del piano, en el comedor y… bueno… en su habitación. Que era lo que más alterado le tenía.
—Se me pasará cuando llegue a clase —pensó en voz alta.