Metafísica por Kyoko

"¿Qué hay, pues, digno de ser considerado como verdadero? Tal vez una sola cosa: que nada cierto hay en el mundo."

René Descartes.

Momoshiro estaba de espaldas contra la puerta de su habitación. Ojos cerrados y manos entrelazándose en los cabellos de la nuca de Kaidoh, mientras éste iba mordisqueando sus orejas. Sólo pensaba en cómo todo había terminado las ocasiones anteriores y esperaba que esta vez no fuera así, pero sus pensamientos no duraban mucho tiempo en su cabeza. Los labios de su rival que avanzaban devorando su cuello y el sector de la clavícula los hacían desaparecer.

Sus caderas y muslos se rozaban cada vez con más intensidad y Momo dejó escapar un suave gruñido cuando sus labios fueron apartados por la lengua de Kaidoh, quien comenzó a besarlo sosteniendo con ambas manos sus caderas controlando el vaivén de sus cuerpos. Los ojos entrecerrados de la Serpiente estaban clavados en los suyos, aquellos ojos profundos en los que le encantaba ahogarse cada vez que se besaban.

Sólo quería que esta vez no fuera como las anteriores.

El contacto de ambos cuerpos nublaba todos sus sentidos. Momo tenía ganas de decirle a Kaidoh cuánto lo quería, cuanto lo deseaba, cuánto lo amaba, pero su boca solo emitía gemidos mientras la lengua del otro muchacho la invadía.

En un gesto brusco una de las manos de Kaidoh le quitó la remera y luego sujetó las dos muñecas de Momo por encima de su cabeza mientras que la otra se deslizaba por su ombligo e iba bajando por entre sus pantalones.

Momo chilló cuando sintió el contacto del otro muchacho que muy suavemente se deslizaba desde la base hasta la punta de su miembro, acompañando el movimiento con la parte superior de la rodilla que presionaba entre sus piernas. Le costaba dejar de pensar en él aunque fuera por un rato. Si Inui pudiera analizar sus pensamientos diarios diría que el 95% de ellos contenían a Kaidoh de alguna u otra forma. Adoraba estar con él, las sensaciones recorrían su espina como si fuera electricidad y quería que no terminara nunca, pero temía que esta vez fuera como todas las anteriores.

Kaidoh comenzó a apurar el ritmo lo cual hacía que Momo gimiera más fuerte. El temblor de su cuerpo y la temperatura de sus mejillas le avisaban que el clímax estaba por llegar de modo que colocó su frente en los hombros de Kaidoh y una mano sobre la mano del muchacho para acompañar el movimiento.

La vista se tornó negra, y al mismo tiempo en el que acababa gritando el nombre de Kaoru sus ojos se abrieron.

No quería que esta vez fuera como las anteriores, pero por mas que lo deseara siempre era igual. Momoshiro se sentó en su cama con un nudo en la garganta y en la oscuridad de la madrugada se levantó para lavarse.