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Relación Imposible por HarukaChan

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Notas del fanfic:

*Los personajes no me pertenecen, son creación del mangaka Tadatoshi Fujimaki y están ubicados en el manga/anime Kuroko no Basuke. 

 

*La historia es ficticia, carece de cualquier relación con la trama del manga/anime. Así que no hay riesgo de spoiler.

 

*No es mi pareja favorita, pero es un regalo para una personita muy bonita a la que espero le guste mucho

 

*Muchas gracias de antemano por leer y estaré encantada si me dejan sus reviews 

Kagami Taiga estaba totalmente aburrido, recostado en el sillón del departamento. Ese día justamente el entrenamiento había acabado temprano para los integrantes de Seirin. Por lo tanto, su temprano regreso a casa fue inminente. Aunque cuando lo veía desde otro punto de vista, era un alivio. Últimamente estaba demasiado distraído; y todos sabían de quién era la culpa: Aomine Daiki.

El pelirrojo suspiró levemente después de girarse sobre sí mismo sobre la tela de cuero. En esos momentos se encontraba totalmente relajado, tanto que su espíritu animal había abandonado por completo el anonimato. De entre sus cabellos rojizos se alzaba un par de orejas con bordes redondeados y con rayas negras. Propias del animal que lo representaba: el tigre.

Por otro lado, de la parte más baja de su espalda una larga y felina cola se movía levemente, expresando la serenidad de la cual era presa en esos momentos. En ese mundo y desde hacía tiempo las personas compartían sus almas con animales. En algunos caso más evidentemente que en otros, pero siempre manteniendo las apariencias. Del mismo modo que había gente apoyando la idea de la libertad entre especies, había otras que lo condenaban como algo antinatural. Cosa que simplemente él prefería ignorar.

 

Desde hacía un tiempo se amistad con Aomine Daiki se había transformado en justamente eso: algo antinatural. Habían descubierto algunos gustos en común, incluso habían aprendido a llevarse bien de alguna manera. Y como consecuencia desde algunos meses habían empezado a salir. ¿Cómo se había dado esa situación? Ni él mismo tenía idea. Simplemente había sucedido y ya.

Un suave ronroneo escapó de sus labios mientras su cola ondeaba suavemente de un lado a otro. Estaba pensando… A esa hora ya el moreno debería estar de vuelta pero aún no llegaba y de alguna manera le molestaba. Como la mayoría de los felinos era impaciente y odiaba que lo hicieran esperar, sobre todo cuando era quien estaba más ansioso por sus encuentros con el otro.

 

—Espero que tengas una buena explicación para llegar tarde, Aomine. —la gruesa voz del pelirrojo resonó con suavidad, debido principalmente a la pereza. Poco a poco sus orbes se fueron cerrando. Estaba cansado, y lo mejor que podía hacer en esos momentos era tomar una siesta hasta que el peliazul llegara a “molestarlo” e interrumpiera su plácido descanso.

 

No muy lejos del apartamento de Taiga, un chico de piel morena con cabellos azul marino caminaba con cara de pocos amigos. Y tenía muchísimas razones para mostrarse tan arisco.

—¡Tsk! Justamente hoy que habría podido saltarme todo ese estúpido entrenamiento, Momoi me hace quedarme a “relacionarme” con el equipo. ¡Grr! —un nuevo gruñido escapó de sus labios. Debía calmarse o terminaría dejando salir a su espíritu animal. Sus quejas y gruñidos atraían alguna que otra mirada curiosa, las cuales ignoró completamente. No tenía ningún interés en mujeres insípidas y mucho menos después de haber probado a su actual pareja. ¿Cómo negar que el hecho de que fuese hombre le gustaba aún más? No tenía que preocuparse por muchas cosas que lo aquejaban al salir con chicas.

Llevó sus manos a los bolsillos del pantalón, empezando a aumentar la velocidad de sus pasos. De verdad odiaba las multitudes, las calles cada vez le parecían un peor lugar para recorrer. Siempre llena de personas que caminaban sus vidas ignorantes de lo que los rodeaba. Un suspiro escapó de sus labios, mientras más rápido llegara al departamento del tigre, más feliz sería.

 

Unos 20 minutos después se encontraba abriendo la puerta del departamento con su copia de la llave. Casi nunca llamaba, ya se había apropiado casi completamente de ese lugar, así que era como un segundo hogar para el peliazul. Se quitó la chaqueta, y cuando entró a la sala se encontró con una agradable sorpresa: A Kagami dormido boca abajo sobre el sofá. ¿Era una invitación sexual? Porque eso le parecía.

Una sonrisa amplia y ladina se formó en sus labios, dejando ver las puntas de sus afilados colmillos. Incluso el mal humor anterior había pasado, y ahora solo tenía ojos para su pareja. La vista de la espalda desnuda del pelirrojo era sumamente atrayente, cada uno de sus músculos bien marcados y definidos; por supuesto consideraba que su cuerpo era mucho más desarrollado. Pero la diferencia entre ellos no era la gran cosa tampoco.

—Vaya, vaya, qué sorpresa tan interesante me he encontrado aquí… —dos pequeñas orejas negras aparecieron sobre su cabeza, al igual que la cola en la parte baja de su espalda. Era obvio que encontrarse a su pareja de una manera tan “atrevida” iba a disparar su instinto animal. Sin reparo se apresuró a saltar sobre él, sentándose sobre sus caderas.

El sobresalto del pelirrojo no se hizo esperar. Casi de inmediato un gruñido escapó de sus labios e intentó voltearse pero el peso del contrario sobre sus caderas se lo impedía. Maldito sea el momento en que había decido acostarse en shorts nada más. —¡Bájate Aomine! Estás pesado, imbécil. —se quejó casi de inmediato el de orbes rojizos. Ni siquiera podía tomar una siesta relajada sin ser abordado por el moreno.

—El gatito se levantó de mal humor ¿Qué debería hacer? —una risa gruesa escapó de sus labios, y con lentitud tomó la base de la cola de su amante, apretándola con suavidad. —Creo que voy a castigarlo un rato… —por supuesto que no pensaba dejar a Taiga escapar de sus garras, ya había logrado llegar así que debían recuperar todo el tiempo perdido.

—¡Grr! ¡No comiences con tu estupidez! —fue inevitable que su cuerpo se estremeciera ante el agarre en su cola. Y era evidente que si se movía no iba a lograr escaparse nunca. Después de todo el peliazul conocía muy bien sus puntos sensibles, y su cola era uno de los más efectivos. Un mordisco sobre su nuca lo empeoró todo, provocando que un gemido de molestia escapara de sus labios. —¡Aomine! —.

—Jajaja~  ¡Vaya qué me has extrañado! Si me lo hubieses dicho antes habría venido antes. —en realidad le divertía en demasía molestar al pelirrojo que ya de por sí era bastante altanero y terco. Cosas normales para las personas que mantenían un espíritu animal de tipo felino. Con lentitud se levantó, permitiéndole al pelirrojo incorporarse, y pocos segundos después él se sentó, recostándose sobre el regazo del contrario.

—Tardaste demasiado. ¿No se supone que “el gran Aomine Daiki” no necesita entrenar? —el tono de evidente sarcasmo causó el fruncimiento del ceño en el moreno, lo que causó una sonrisa en los labios del pelirrojo. Aquella relación se desplegaba de una manera extraña, pero ambos se entendían entre ellos o eso quería creer por lo menos.

—Momoi me atrapó intentándome escapar y me arrastró con el resto del equipo. No te creas, yo no necesito nada de eso. El único que puede vencerme, soy yo. —una sonrisa arrogante apareció en sus labios. No había comparación, su talento estaba a un nivel inalcanzable para los “mortales” que nada podían hacer para frenar el avance de un talento tan grande.

—Tú ego te llevó a la derrota, por si no lo recuerdas. —con suavidad empezó a acariciar una de las orejas del contrario, provocando que éste ronroneara con suavidad. —Bueno, no hay nada que pueda hacer si te arrastraron a regresar. Pero odio esperar, lo sabes mejor que nadie. —y es que en verdad se impacientaba cuando las personas no llegaban con puntualidad.

—Fue un error. Nada más eso. —un nuevo gruñido escapó de sus labios, de verdad odiaba que le estuviese restregando eso cada cierto tiempo. Se volteó hacia el firme abdomen del contrario y sin ningún miramiento lo mordió, asegurándose de dejar la punta de sus colmillos marcada sobre la piel del pelirrojo. No se sorprendió al sentir un pellizco sobre su oreja, y terminó buscando con su mano la larga cola de Kagami, presionándola nuevamente.

—¡Ah! ¡Grr! ¡Deja de apretarla a tu gusto!—se quejó el tigre mientras sin cuidado se quitaba, dejando al peliazul sobre el sofá. Era un alivio que éste no se hubiese colgado de su cola. —Voy a irme a cambiar, no vayas a destruir mi departamento mientras no estoy.  —sin prestarle más atención al arrogante felino con melanismo se retiró hacia su habitación. Como siempre la cama estaba hecha un desastre. El armario por suerte estaba en mejores condiciones, también la mesa de  noche… Sí todo estaba “presentable”.

Oh… Taiga era sumamente ingenuo si creía que el moreno iba a permitirle escaparse con tanta facilidad. Daiki no había simplemente a pasar un momento romántico con el tigre, había ido por algo mucho mejor. Se apresuró a seguir al pelirrojo, y cuando sintió que le había dado suficiente espacio como para que se sintiera seguro, lo abrazó desde atrás, posando su diestra sobre el miembro aún dormido que guardaba entre sus shorts. —¿Realmente me creías tan apacible? —.

—¡Mmh! N… ¡No me toques ahí!... —sabía muy bien que tendía a excitarse con muy cosa cuando se trataba del peliazul, por eso mismo no quería caer en sus manos. “Shh… ¿Qué van a pensar tus vecinos?” esas palabras fueron lo suficientemente fuertes como para hacerlo sonrojar, y que acallara los eróticos sonidos que amenazaban con salir de sus labios debido a la estimulación que estaba recibiendo.

—Mira, ya estás tan duro… Vaya que eres un mentiroso, queriéndote hacer el fuerte. —una nueva risa escapó de sus labios mientras presionaba la entrepierna del contrario. Simplemente no iba a detenerse por más que el pelirrojo suplicara. Quería tomarlo, y lo haría, así funcionaban las cosas para la pantera.

—E… ¡Espera…! ¡Grr! ¡Aomine! —empezaba a cabrearse. Daiki nunca lo escuchaba y siempre hacía lo que le daba la gana sin pensar en sus sentimientos. Inevitablemente la erección entre sus piernas le empezó a molestar, y como si fuese un libro abierto, el moreno bajó sus prendas completas, dejándolo desprotegido.

—Es increíble que ya esté así de grande, nada más estaba jugando un rato, pero no te preocupes, me haré cargo de inmediato. —la sonrisa arrogante se había vuelto un gesto natural en esos momentos. Sabía que el pelirrojo quería pero no se lo diría, así que simplemente lo haría sentir tan bien como fuese posible. De esa manera no podría quejarse después.

—T… Todo esto es tu culpa en primer lugar… ¡Mmh! —un pequeño jalón de cola lo hizo dejarse guiar hasta la cama, donde fue acomodado por el contrario. Quedando recargado en sus rodillas y pechos. Definitivamente estaba avergonzado, tanto que le gustaría golpear al ojiazul que parecía cada vez más entretenido con su situación.

—Ya te he dicho que me voy a hacer responsable, así que no tiene nada de malo. —con lentitud acarició suavemente los glúteos del contrario, para propiciarle una pequeña nalgada. Le gustaba saber que esos estremecimientos eran por su causa, le encantaba saber que era el único que podía causar tales efectos en el pelirrojo. Y era mejor que las cosas se mantuviesen así.

Si hubiese tenido que expresar con palabras lo que sentía no podría, sencillamente había demasiadas emociones entremezcladas en esos momentos como para decidirse por una en específico. Sus manos se aferraron a las sábanas cuando el primer dedo entró en su interior. —¡Ah!... P… Por lo menos tómate la molestia de avisar… —se quejó el de orbes rojizos.

—Deja de lloriquear, tu interior lo recibió bastante bien. Parece que te he tenido en abstinencia por demasiado tiempo. —sin esperar ni un minuto más, empezó con una suave movimiento. Lo principal era proporcionarle suficiente placer como para hacer que se acostumbrara rápido. Con su boca atrapó la cola del contrario, dándole una pequeña mordida.

—Ahh~ —un sonoro gemido escapó de sus labios. En sus mejillas un leve sonrojo se estaba haciendo más y más notable. Lo peor era que con cada nuevo movimiento que el contrario hacía dentro y fuera de él, su cuerpo se alejaba cada vez más de cordura. El placer era un arma de doble filo muy poderosa. De uno a uno los leves quejidos eran suplantados por suspiros de placer.

—Estamos mejorando, me gusta mucho más ese sonido que el de tus quejas. —sin compasión, introdujo un segundo dedo, el cual empezó a mover casi de inmediato. Lo hacía con parsimonia, estaba disfrutando torturar al contrario y no había mejor tortura que hacerlo lentamente. El placer acumulado haría que el tigre renunciara a su tonto orgullo y pidiese por más. Eso era todo lo que necesitaba.

—E… Eres tan molesto… ¡Ah!... N… No los muevas de esa f… forma… —tenía que mantenerse cuerdo, no podía sucumbir ante las provocaciones del ojiazul. Sabía que en el momento en que tuviese un desliz no habría vuelta atrás. Lo estaba disfrutando de eso no había duda, pero lo menos que quería era demostrarle eso al contrario. Tenía que imponer sus deseos también, así debían funcionar las cosas.

—Ya te dije que voy a hacerme responsable de esto, no te preocupes por nada. —él mismo ya empezaba a sentirse excitado, por lo que quería terminar de prepararlo lo antes posible. No tendría piedad con el ojirrojo. —Mira esto de aquí también está húmedo. Me encanta como tratas de negar el placer que te está inundando. —con su mano libre había empezado a juguetear con el prepucio del tigre, que cada vez se retorcía con un poco más de intensidad. Quería escuchar más y más de él.

Un gemido tras otro se escapaba de sus labios, parecía que el deseo le ignoraba completamente la poca cordura que le quedaba. Instintivamente elevó sus caderas, queriendo sentir con mayor intensidad los movimientos sobre su cuerpo. Su cola también se había elevado, dejando totalmente expuesto su trasero. —G… ¡Grr! A… Aomine, espera… —.

Por supuesto no pensaba escuchar ninguna de las peticiones del contrario. No se detendría y la amplia sonrisa en su rostro era prueba clara de ello. En vez de menguar sus acciones, las hizo aún más rápidas, buscando que el pelirrojo alcanzara el clímax. No le molestaba, lo haría correrse nuevamente después. —Vamos, deja de contenerte. Tú lo disfrutas tanto como yo. —

—Ahh…~ N… No v… Viene al caso… ¡Ah! —un mordisco en su espalda lo hizo estremecerse, realmente era increíble cómo su cuerpo entraba en calor. Sus gemidos iban sincronizados con los movimientos de las manos ajenas. Y cuando el orgasmo lo invadió, tuvo que aferrar sus manos a las sábanas al igual que mordió la misma, ahogando el gruñido que con tantas ganas quería escapar. —¡Mmhh! —.

—Qué gatito tan malo, ensuciaste las sábanas… —en un jugueteo cariñoso propició una mordida en uno de los glúteos del pelirrojo. Sacó sus dedos y retiró su mano, lamiendo algunos restos de la esencia del contrario en ella. Se levantó de la orilla de la cama para poder retirar sus prendas: la camiseta fue lo primero que cayó, seguida de sus zapatos, pantalones y por último su ropa interior.

Suaves jadeos escaparon de su boca mientras intentaba recuperar el aliento. Su cola se movía levemente, estaba atento pues sabía muy bien que su pareja no iba a satisfacerse con solo observarlo. Debía admitir que cada vez que lo hacían se acostumbraba más a ello y empezaba a disfrutarlo. Después de relajarse lo demás era simplemente dejarse llevar. —Toma la responsabilidad y deja de hablar tanto. —

—Tan poco paciente como siempre. Ya te dije que lo haría, incluso si no me lo pidieras. —Se acomodó detrás de él, sujetándole las caderas con suavidad. Y después de un par de roces, se introdujo de una sola estocada dentro del pelirrojo. El fuerte gemido que escapó de los labios ajenos lo hizo sentirse aún más arrogante. Su oscura cola se entrelazó con la ajena, y pensaba mantenerlas así, en un constante roce hasta que terminaran.

Sus manos estaban fuertemente aferradas a las sábanas mientras el pelirrojo intentaba sobreponerse a la sorpresa que había recibido al ser penetrado con tan poca delicadeza. Jadeó nuevamente, dirigiéndole una mirada de reojo. —M… Maldición ¿Por qué no puedes ser más considerado? Grr… —de verdad a veces quería golpear a Aomine,

—¡Oh vamos! No es para tanto —una nueva risa escapó de sus labios mientras agachaba su rostro para poder depositar algunos besos sobre la nuca ajena, dando posteriormente pequeñas mordidas a la zona. No necesitaba ser meloso, sabía que Taiga sabría entenderlo. Después de todo estaban juntos, y eso ya era mucho. El moreno siempre había dicho que no necesitaba de nadie, y de todas formas allí estaba.

Los mimos por parte del peliazul le sirvieron para relajarse, si es que en esa posición tan vergonzosa algo así era posible. Su gatuna cola se frotaba suavemente contra la ajena. Estaba muy seguro de nunca ver en la naturaleza a un tigre siendo sometido sexualmente por una pantera, pero contra Daiki no tenía ni una sola oportunidad de dominar. Lo sabía ben.

—Grrr…. —un suave gruñido cariñoso escapó de sus labios apenas empezó a moverse. Como siempre el interior del contrario era mejor que el de cualquier hembra. No había comparación, no sabía si era debido a sus sentimientos o la simple sinergia entre sus espíritus, pero tener relaciones con el pelirrojo era la experiencia más satisfactoria que pudiese tener.

—Ahh… Ahm… —como siempre las embestidas del peliazul eran suaves pero marcadas, lo hacían estremecer y a medida que aumentaban en intensidad también subían de tono sus gemidos. Cuando el moreno se mostraba cariñoso, lo hacía sentir mucho más seguro. Era eso lo que necesitaba de vez en cuando. No pedía que todo fuese rosa, porque hasta él se empalagaba, sin embargo, un poco de cariño de vez en cuando estaba  bien.

Con cada nueva embestida que daba, el interior del ojirrojo se sentía aún mejor. Quería más y más de él; y eso se reflejaba en la fuerza con la que se movía contra él. Sus manos se encontraban firmemente sujetas a sus caderas. No dejaría que las bajara ni que se intentara alejar de él. Debía soportar todo el amor que tuviese para darle.

Poco a poco su voz subía de tono, sincronizándose con los movimientos del mayor. Un estremecimiento recorrió su cuerpo al sentir una mordida en su nuca. Conocía cuán posesivo podía ser el moreno, pero aquello aumentaba su morbo a niveles que él mismo no conocía. Incluso si quería contener, su cola se retorcía contra la ajena. No podría negar que lo estaba disfrutando aunque quisiera. —¡Mhm!... Ah…. —

—Eres tan lindo cuando intentas contenerte. —la sonrisa en el rostro del peliazul no parecía desaparecer nunca y ¿por qué lo haría? Estaba mostrando su poder sobre Taiga, estaba imponiéndose sobre él y marcándolo para que nadie osara si quiera mirar lo que le pertenecía. Aomine Daiki era inesperadamente celoso, posesivo y dominante.

—M... Mantén la boca cerrada… ¡Ah! —inmediatamente se llevó las manos a la boca, no quería dejar que más sonidos vergonzosos abandonaran sus labios. Ya debía verse bastante lamentable en el estado de placer en el que se encontraba. Era increíble, pero cierto. Kagami Taiga estaba totalmente atrapado en las garras del moreno y no tenía ninguna intención de liberarse de ese fuerte agarre que posiblemente lo asfixiaría.

—No quiero… —un leve jadeo escapó de sus labios. El sonido de su pelvis chocando contra los glúteos ajenos era sumamente erótico, le gustaba y por ello no hacía más que aumentar la fuerza de sus movimientos. La abstinencia era mala, y más para un macho joven como lo era él. Aun así pensaba llevar al pelirrojo nuevamente al clímax.

—¡Mh! ¡Mhh! —su cuerpo estaba al límite, a pesar de que normalmente podía soportar bastante tiempo ya no podía más. Tanto tiempo huyendo de los brazos del contrario, le estaba pasando factura. Cuando el orgasmo lo alcanzó, no pudo contenerlo ni retrasarlo, por lo que se aferró fuertemente a las sábanas mientras volvía a mancharlas con su esencia. 

Al sentir cómo el interior del tigre se contraía no pudo soportarlo más y también alcanzó el clímax; llenando el interior ajeno con su espesa esencia. Lentamente se recargó sobre la amplia espalda del pelirrojo, queriendo reponerse y recuperar el aliento. Las caderas del menor bajaron, provocando que saliera de su interior.

—Ah… Estás pesado, acomódate… —se quejó casi de inmediato Taiga. Por primera vez en todo el día el peliazul lo obedeció, acomodándose a su lado. Fue entonces cuando notó que sus colas senguían totalmente entrelazadas, lo que provocó un leve sonrojo en sus mejillas. Con lentitud buscó acurrucarse en el amplio pecho del moreno, dejando que desde su garganta se escuchara un suave ronroneo. Estaba cómodo.

—¿Quién diría que tú y yo terminaríamos compartiendo la cama? —era algo que incluso él no creía del todo todavía. Ellos que eran como agua y aceite podían llevarse bien.  Con suavidad besó los labios del pelirrojo, para poco después lamer una de sus orejas.

El suave ronroneo en su garganta no se detenía, al contrario parecía hacerse más grueso. —Nadie, esta es definitivamente un relación imposible. —sonrió relajadamente y mordió cariñosamente la barbilla del moreno.

—Claro que lo es. —una suave risa escapó de los labios del peliazul. Ante el mundo esa relación era totalmente imposible. Pero eso no los afectaba a ellos como pareja. Porque una pantera y un tigre definitivamente estaban juntos en algún lugar de ese mundo. 

Notas finales:

*Gracias por leer <3


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