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Quiero vivir en ti por Pandora09

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“Huyo ahora la tierna presión de vuestra mano,

No os devuelvo cual antes el ósculo de hermano.

No os enojéis, amigos; no os ofenda

Que siga a solas mi lejana senda;

Mirad primero mi alma,

Juzgad luego con calma.”

Mi ideal ~ Friedrich Hölderlin

 

Zelo mostró su tarjeta de identificación al guardia que custodiaba la puerta de aquel pub estilo americano y entró casi corriendo para encontrarse con sus hyungs, mientras una mezcla de rock y pop salía de los parlantes y hacía temblar los cristales de las ventanas por el volumen.

JongUp e HimChan compartían una botella de cerveza. Fue el menor de los dos quien levantó una mano para que Zelo los reconociera y se sentara a su lado.

- ¿Y YongGuk-hyung? -preguntó antes incluso de saludar a la feliz pareja.

- Viene en camino -respondió HimChan desviando la mirada hacia la puerta mientras se bebía todo el contenido de su vaso y le hacía una seña al mesero que los estaba atendiendo para que les llevara otra botella.

El menor solo frunció el ceño, no era común en YongGuk llegar tarde a algún lugar, él era siempre el primero, pero no se molestó en hacer comentarios, pues el mesero llegó en seguida con dos botellas y un vaso para él. HimChan rellenó su propio vaso y le sirvió al menor. Zelo no era gran fanático de la cerveza, pero de todas formas aceptó y, luego de ver al mayor beber, le dio un gran sorbo a su propia bebida.

Pasaron unos cinco minutos en los que ninguno de ellos dijo nada, lo que era extremadamente raro considerando que HimChan siempre tenía algo que decir.

Zelo había bajado casi la mitad de su vaso cuando una figura masculina pasó por su lado y se sentó en la silla contigua. YongGuk se veía pálido y estaba incluso más delgado de lo que recordaba, pero su sonrisa abierta y preciosa seguía impresa en su rostro moreno. Le sacudió el cabello con la zurda y se sentó entre él e HimChan. El mesero se acercó nuevamente al grupo y le preguntó al recién llegado qué se serviría. Zelo esperó que el mayor pidiera más cerveza, pero en lugar de eso, tan solo pidió un agua mineral sin gas.

Repentinamente la tensión en el lugar creció, como si la simple presencia del mayor fuera algo molesto, Zelo casi podía tocar la incomodidad con que HimChan miraba a YongGuk.

Durante los minutos en los que esperaron la llegada de DaeHyun y YoungJae, Zelo fue el único que intentó hacer conversación, pero sus hyungs parecían más interesados en mirarse las caras que en decirse algo, por lo que terminó dándose por vencido. El menor sentía que en cualquier momento se volvería loco, ¿desde cuándo eran tan jodidamente silenciosos?

Y todo empeoró cuando la última pareja llegó de forma igual de sigilosa. 

Generalmente Zelo rogaba por silencio cuando se reunía con sus hyungs, pero esa noche todos parecían demasiado sumergidos en sus pensamientos como para compartirlos y el menor sentía que no podía soportar la prolongación de aquella situación.

Fue Bang YongGuk, el mayor de todos, quien rompió el silencio, luego de abrir ruidosamente su botella de agua mineral y tomarse la mitad con dos sorbos. Repentinamente, el mayor tomó la mano de Zelo y la posó en medio de la mesa, gesto que llamó la atención del resto, quienes miraron a YongGuk con curiosidad.

Para ninguno resultaba extraño ver esas muestras de afecto entre el mayor y el maknae del grupo, pues desde que se conocían que eran así de cercanos, siempre preocupándose de estar uno al lado del otro, abrazándose disimuladamente, tocándose los hombros, como si siempre necesitaran ese contacto para probarse que no estaban solos, que se tenían, eterna e indudablemente. Fue el mismo Zelo quien entrecruzó sus dedos con los morenos, buscando en ellos la fortaleza de la que él siempre había carecido.

YongGuk no solo era el mejor amigo del menor, su protector y el único que conocía su vida de principio a fin, YongGuk era la piedra angular en la existencia de Zelo, cada vez que se había sentido perdido, el mayor había sido su brújula. Cada vez que había sentido miedo, el mayor había sido su refugio. Cada vez que Zelo estuvo solo, YongGuk se encargó de llenar cada rincón oscuro y vacío de su vida. Incluso cuando Zelo se imaginaba el futuro, con YongGuk casado y con todos los hijos que siempre había deseado, el menor se veía a sí mismo a su lado, como una sombra fiel y constante... no podía imaginarse la vida sin el mayor, aunque tuviera que tragarse todos sus sentimientos para verlo feliz.

YongGuk los observó a todos en silencio y estrujó la mano de Zelo entre la suya antes de aclararse la garganta y hablar mirando a HimChan.

- Cuando nos conocimos, les hice prometer que siempre nos protegeríamos uno a otro, que nunca nos dejaríamos solos pasara lo que pasara -HimChan asintió ante esa afirmación, al igual el resto.

La mano de Zelo comenzó a sudar pero no fue capaz de alejarla, en ese momento sentía, sin saber la razón, que se desmoronaría completamente si perdía el contacto con el mayor, como si fuera el cable que lo ataba a la tierra y lo mantenía vivo en medio de esa desconocida e infundada angustia que estaba carcomiendo su mente.

- Les hice prometer que cuidarían a JunHong siempre, al igual que yo lo estaba haciendo.

Repentinamente, Zelo comenzó a temblar violentamente, como si su cuerpo ya supiera qué era lo que YongGuk iba a decir, pero su mente fuera incapaz de volver la idea un pensamiento coherente.

- Quiero que siempre recuerden esa promesa, que nunca olviden que están juntos en esto -sin soltar la mano de Zelo, YongGuk se llevó ambas manos al rostro y suspiró. Un suspiro tan pesado y lleno de emociones que el menor sintió en su propia garganta el nudo que oprimía y ahogaba las palabras del mayor-. Zelo siempre fue mi prioridad y... quiero que, ahora que yo no estaré, por favor... -lo último apenas salió en un suspiro grave, un susurro desesperado que le impidió al menor escuchar y comprender las palabras, porque aunque YongGuk sonrió abiertamente, con esa mueca dentada que le quitaba la respiración porque era demasiado perfecta para ser real, su semblante estaba plagado con una tristeza desoladora que el menor no podía soportar.

- ¿De qué estás hablando, hyung? -fue JongUp el que vocalizó la pregunta que estaba pugnando por salir de la boca de Zelo, pero este se sentía incapaz de decir algo porque la respiración no le llegaba a los pulmones ni la vida al cuerpo.

Zelo no era un erudito en temas médicos, pero tan solo escuchar aquel nombre, supo que no era algo simple y fácil de curar.

- Fibrosis intersticial de pulmón -muy bien podía estar en griego o ruso y ninguno de ellos lo habría comprendido, pero cuando YongGuk, con esa sonrisa preciosa y deslumbrante, comenzó a describir los síntomas y el pronóstico, Zelo comprendió porqué su cuerpo había reaccionado con tal pánico cuando el mayor comenzó a hablar. Él había notado los cambios, la fatiga, el cansancio, la pérdida de peso del mayor, los dolores de sus articulaciones, incluso estar ahí sentado parecía desgastarlo a sobremanera-... el trasplante dejó de ser una opción hace mucho tiempo.

Con un movimiento violento y mal calculado, Zelo se levantó de golpe, botando su silla y chocando con la mesa de pasada. Las cervezas se cayeron, al igual que el agua de YongGuk, pero su mano seguía sujetando con fuerza la extremidad del mayor. El menor respiraba pesadamente, como si estuviera escapando de la policía en una carrera mortal, frente a todos sus hyungs, quienes tenían los ojos rojos y se esforzaban por contener el llanto desesperado, porque ninguno estaba dispuesto ni quería perder a YongGuk. Ninguno podría soportarlo.

Zelo se estaba asfixiando, incluso cuando el aire entraba y salía de su organismo con regularidad, incluso cuando su corazón latía con fuerza en su caja torácica, incluso cuando era capaz de observarlos a todos, de sentir el calor de YongGuk a su lado… Incluso cuando estaba vivo, Zelo sentía que moría. Él le daría sus pulmones a YongGuk, el corazón ya no podía entregárselo porque siempre le había pertenecido, pero le daría sus pulmones, su hígado y sus riñones de ser necesario, porque él mismo no podía existir en un mundo donde la sonrisa de Bang YongGuk se hubiera borrado.

- No puedes -se las arregló para gruñir con una mano sobre el corazón, como si lo estuviera obligando a latir-, no puedes...

- JunHong...

- ¡No puedes! Tú prometiste -Zelo no se había percatado de que estaba llorando hasta que sintió la mano de YoungJae acariciando la que él tenía libre y vio las lágrimas correr por su rostro, al igual que Himchan, DaeHyun y JongUp. Inconscientemente se soltó y tocó su rostro, sintiendo el calor húmedo de las lágrimas que recorrían sus mejillas. No recordaba la última vez que había llorado, pero por unos segundos odió a YongGuk por ser siempre la razón de su tristeza-, tú prometiste nunca abandonarme...

¿Por qué todos debían irse?

- Y no lo haré, Zelo, nunca te dejaré solo -gruñó el mayor abrazándolo por los hombros enterrando el rostro en su cuello.

Zelo siempre había amado esos abrazos, cuando YongGuk lo encarcelaba con sus brazos y lo estrujaba hasta quitarle las respiración y casi romperle las costillas, amaba sentirse tan cerca al mayor que sus corazones latían al unísono, pero el corazón de YongGuk estaba latiendo más lento, de una forma casi dolorosa, como si estuviera rogando por unos latidos más, unos segundos más. Y Zelo replicaba esas plegarias en su mente.

- Quiero que, ahora que yo no estaré, por favor, no permitan que Zelo se desmorone.

¿Cómo se atrevía a pedirles algo así? ¿Cómo se atrevió a dejar esa carga sobre los hombros de sus amigos cuando él era el único capaz de mantenerlo con vida, de juntar y mantener unidos sus pedazos?

Todo lo que Zelo amaba, deseaba y soñaba estaba relacionado con YongGuk, desde su gusto por el hip-hop hasta sus deseos de unirse a un cuerpo de paz y viajar a ayudar a los niños más necesitados, incluso todos los voluntariados en que se había inscrito durante la escuela. La vida de Zelo giraba en torno a YongGuk desde que tenía uso de razón propia. Incluso en esa época en que habían estado distanciados porque Ji Eun, la ex novia del mayor, había sentido celos de su relación. Incluso cuando Zelo había estado destrozado, solo y desesperado, se había aferrado a YongGuk con uñas y dientes para sobrevivir, ¿qué se suponía que debía hacer si era el mayor quien se marchaba?

Durante la siguiente media hora, todo lo que se escuchó fueron los sollozos dolorosos del menor y uno que otro sorbeteo de los mayores, quienes no solo tenían que lidiar con la idea de ver al maknae así de destrozado, sino que debían aceptar que YongGuk, el pilar fundamental de sus vidas, se iría para siempre más temprano que tarde.

- Hyung -lo llamó DaeHyun cuando sintió que ya no podía más con la angustia-, ¿realmente es tan malo el pronóstico?

YongGuk estaba cansado, no solo porque su cuerpo no podía tolerar el estrés y los tratamientos que solo podían desgastarlo, sino que en su vida ya había probado todas las posibilidades, había intentado con todas las opciones, había escuchado cientos de opiniones y ninguna de ellas era remotamente alentadora. Sin soltar a JunHong, que seguía llorando en su pecho, sacó de su bolsillo un montón de hojas corcheteadas y se las pasó a DaeHyun, quien leyó cada una de ellas con atención clínica antes de pasárselas a HimChan que las compartió con JongUp.

- ¿Por qué esperaste hasta ahora para contarnos? -ahora fue JongUp quien tomó la palabra. El segundo menor estaba estudiando enfermería y, aparte de dar clases de baile en una academia, cursaba su segundo año de carrera, por esa razón era el único que podía exigir alguna explicación de ese tipo, porque era el único que habría tenido las facultades para ayudarlo en caso de ser necesario, pero YongGuk nunca dejaría de verlos a todos como sus hermanos pequeños, ¿cómo podría haberse atrevido a dejar sobre sus hombros la responsabilidad de cuidarlo? Ese era su trabajo, no el de ellos.

- Porque debía encontrar una solución... y no la hay.

HimChan, que no había dicho palabra alguna en toda la noche, se levantó y tomó a JongUp de la mano para arrastrarlo hacia la puerta luego de apenas haberse despedido de los demás.

Rápidamente, la pareja del medio los imitó y se marchó, sabiendo que quien más necesitaba de YongGuk en ese momento era Zelo, porque siempre había sido de esa manera.

- ¿Vamos a casa? -preguntó el mayor cuando los sollozos del menor se extinguieron, no así sus lágrimas ni el dolor en su mirada y JunHong simplemente asintió sin soltar su mano.

El camino a casa fue silencioso y frío, tan solo sus manos sujetándose y estrujándose con fuerza, como si ninguno quisiera dejar ir al otro. Zelo sentía que la vida se le estaba escapando, que todo a su alrededor se estaba pudriendo y apagando. No podía ni quería vivir sin YongGuk.

El viento de fin del verano los golpeaba con fuerza y Zelo comenzaba a temer la llegada del invierno. El mayor siempre había estado a su lado en las noches frías, siempre con un abrazo cálido y una taza de chocolate caliente. Incluso, cuando las noches eran demasiado frías y no podía soportar el entumecimiento de sus manos, se escabullía de su departamento hasta el del mayor y se escurría por debajo de las mantas hasta encontrar la única fuente de calor existente para él.

Zelo vivió con sus padres hasta que cumplió los diecisiete años, cuando decidió irse de casa a vivir en el departamento vecino de YongGuk. Esa idea realmente no hizo gran diferencia en su vida, pues siempre había vivido prácticamente solo. Sus padres habían pasado su vida trabajando, buscando darle a sus hijos todo lo que estos quisieran salvo lo que realmente necesitaban, afecto. Su hermano mayor se había desligado de su vida cuando Zelo era apenas un niño, pero tampoco fue algo que le importara porque nunca habían sido unidos como verdaderos hermanos. YongGuk siempre fue testigo de la tristeza del menor, la sensación desoladora de abandono con que Zelo había cargado toda su vida. Y JunHong no se podía imaginar a alguien mejor para rellenar todos los vacíos emocionales de su existencia, porque YongGuk era todo lo que deseaba y más, mucho más. El moreno desbordaba cariño y preocupación, incluso con su mirada intimidante y su voz rasposa, era la persona más amorosa y cálida que Zelo conocía.

Cuando llegaron a la calle de su edificio, JunHong vio, por primera vez, las luces del departamento de YongGuk, apagadas.

Recordó las primeras semanas de vivir en ese lugar. El cambio no había sido grande, incluso viviendo con su familia había tenido que llegar a diario a cocinar, a limpiar y hacerlo todo solo, pero vivir en aquel edificio había tenido un solo detalle que lo diferenciaba de su casa anterior y convertía ese estéril departamento en un verdadero hogar. Cada día, cuando llegaba de sus clases y se paraba frente a ese edificio gris sin un detalle alentador, veía en un juego de ventanas en el tercer piso, justo en medio de todo el edificio, luces blancas encendidas. Lo primero que YongGuk hacía al llegar a su departamento, era encender las luces, al menos las que daban al balcón e iluminaban el lúgubre camino que el menor debía recorrer hacia su nuevo hogar. Pero ver aquellas esperanzadoras luces apagadas por primera vez, fue la prueba desgarradora de que todo estaba a punto de cambiar.

- ¿Quieres pasar? -preguntó el mayor cuando estuvieron frente a sus puertas vecinas y Zelo estuvo tentado a decir que sí, porque necesitaba el resguardo de sus brazos, necesitaba escuchar su voz diciéndole que todo estaría bien, necesitaba la seguridad que siempre había encontrado a su lado, pero muy en el fondo, ahí en ese lugar de sí mismo donde había madurado siendo tan solo un niño necesitado de cariño, sabía que debía ser fuerte y permanecer junto a YongGuk hasta el fin de los tiempos, pero que en ese momento, tan solo por unos segundos, debía sumergirse en la agonía si esperaba sobrevivir.

Tan solo negó con la cabeza y se escabulló a su departamento.

Adentro todo estaba igual de oscuro a como él se sentía. Las sombras se apoderaban de todo a su alrededor, el frío entraba por los resquicios de las ventanas y le erizaba la piel. Y todo le parecía tan fuera de lugar, porque ahí mismo, incluso en medio de tanta oscuridad, todo parecía desprender vida. Y él estaba odiando la vida en ese momento.

Casi corriendo se dirigió a la cocina y tomó lo primero que vio, que fue un plato, y lo arrojó contra la pared, al igual que los vasos y todo lo que encontró en su camino. Dio vuelta la mesa, utilizó los cuchillos de la cocina y apuñaló los cojines del único sillón de su vacía sala. Arrancó y desgarró las cortinas marrones que le impedían a la luz exterior entrar. Y al final, cuando no hubo cuadros que destrozar y ninguna pulgada del piso estuvo libre de algún objeto punzante, comprendió que no importaba si destruía el mundo entero, porque ningún objeto roto podría curar su corazón sangrante.

Descalzo, sin haberse dado cuenta de que un par de trozos de loza habían cortado la planta de sus pies, tomó el juego de llaves que estaba tirado frente a la puerta del baño y se dirigió al departamento vecino. Él y YongGuk habían intercambiado llaves la primera noche que JunHong durmió en ese departamento, porque ambos conocían los temores del otro y los compartían, ocultos bajo el cielo nocturno, ambos encontraban refugio en el otro.

Cuando entró al departamento de YongGuk creyó haberse equivocado de puerta, pues al interior todo estaba igual de destrozado que en el propio, incluso la figura humana acurrucada sobre los restos de alfombra se veía rota, con trozos sangrando en cada pulgada de piel visible parecía haber sobrevivido al golpe de un huracán.

- Lo siento -susurró YongGuk con la voz más rasposa que de costumbre, como si hubiese estado gritando hasta desgarrarse la garganta-, yo nunca quise esto, nunca quise tener que irme y abandonarte.

Zelo cerró la puerta y se acuclilló frente al mayor antes de obligarlo a estirar las piernas y recorrerle las caderas con las propias para sentarse a horcajadas sobre su regazo.

- Lo único que debes sentir es no darme el tiempo suficiente para demostrarte cuánto te amo realmente.

No esperó a que el mayor respondiera, porque no tenían tiempo para rechazos ni para enjaular sus sentimientos, no había tiempo para nada más que para amarse. Zelo ni siquiera quería cortar el beso para tomar aire, porque en ese momento todo lo que importaba era sentir a YongGuk, sentir su calor, los estremecimientos de su piel, la humedad de su boca; escuchar los gemidos y suspiros que escapaban de sus labios cuando toda la ternura con que el menor llegó se convirtió en pasión y lujuria, en el deseo desesperante de unir sus cuerpos de la misma forma en que estaban sus almas.

- Siempre hay tiempo para amarnos, Zelo -susurró YongGuk acurrucándose contra el cuerpo del menor cuando la euforia del orgasmo se hubo apagado y solo dejó detrás de sí un tibio océano de calma, como si por fin ambos hubieran encontrado la paz que siempre los había esperado en el cuerpo del otro-. Siempre.

Zelo le dio la razón pero no agregó palabras a su razonamiento, su atención estaba centrada en la pared yerma frente a la cama. Todas las fotografías que YongGuk había juntado con los años y pegado en ella, todos los recuerdos de viajes y sueños que habían compartido alguna vez, ya no estaban ahí. Como si YongGuk hubiera dado por vencidas todas sus metas, como si estuviera botando toda su vida a la basura junto a todas esas fotografías.

Zelo tenía tantas ganas de llorar y de gritar por algo de piedad y tiempo, porque YongGuk se estaba yendo y no había forma de detener su partida.

- Te amo, hyung -susurró a la nada apoyando la cabeza sobre el pecho del mayor solo para escuchar su respiración trabajosa y los apagados latidos de su corazón.

 

Al día siguiente, YongGuk volvió a encontrarse con sus amigos, quienes al igual que él, tenían ojeras y ojos de haber llorado toda la noche. Aunque él, por su parte, sentía que la felicidad se desprendía de su cuerpo como rayos de sol después de haber pasado esa noche repleta de amor junto al maknae, porque él siempre supo que Zelo lo amaba y él correspondía sus sentimientos, cada parte de ellos.

- No deberías sonreír como un idiota en este momento -gruñó HimChan apenas lo vio llegar al café en que decidieron reunirse.

Zelo, a pesar del dolor y el cansancio de la noche anterior, decidió acompañarlo porque no estaba dispuesto a perder un segundo de la compañía del mayor.

- Debes ir a clases, pequeño conejo -había dicho YongGuk esa mañana mientras despertaba al menor con delicados besos sobre su espalda.

Zelo se había volteado sobre la cama para encontrarse con la fascinante sonrisa que tanto amaba y negó rápidamente. Ir a clases significaba perder toda la mañana escuchando a gente hablar, compartiendo con personas que no le importaban y fingiendo felicidad que no sentía, no podía permitirse perder los minutos que ahora le parecían tan preciados en hipocresías superfluas.

YongGuk se disculpó con todos, no solo por haber ocultado su condición por tanto tiempo, sino que también por haber soltado la bomba de esa forma tan inesperada y desconsiderada, en especial con el menor.

Y en ese momento todos decidieron (más bien obedecieron las órdenes del mayor) seguir viviendo como si toda la vida transcurriera con normalidad, aunque no faltaron los momentos de tristeza en que alguno de ellos se quebró y lloró hasta desprenderse de su alma en gimoteos patéticos y desesperados.

El primero fue HimChan.

Una tarde a mediados de verano, con el sol sofocante y una briza fría meciendo los árboles. Hacía frío e HimChan recordaba la primera vez que vio a YongGuk y ambos estaban cubiertos de barro por estar jugando en la tierra durante una lluvia torrencial. El menor lloraba porque sus ropas estaban sucias y su padre lo regañaría por eso, pero YongGuk lo arrastró hasta su casa y rebuscó entre sus cosas ropa que le quedara pequeña y se la dio para luego invitarlo a tomar chocolate caliente. YongGuk se equivocó de frasco y tomó un frasco de café en lugar del que contenía cacao, lo que provocó que desde ese día, incluso cuando ambos apenas tenían unos diez años, HimChan se volviera adicto a la cafeína.

- ¿Y se supone que yo cuide a los demás? -gruñó secándose con rabia las lágrimas mientras YongGuk lo miraba con una sonrisa triste.

- Siempre has sido la madre, Channie, solo debes seguir haciendo lo que hacías hasta ahora.

HimChan no respondió. Él no se sentía capaz de tomar el lugar de YongGuk, no se sentía capaz de cargar con el peso del mundo como el mayor siempre había hecho. No se sentía capaz de vivir si no era bajo su ala protectora.

- Nunca quise crecer, Gukkie.

El segundo fue YoungJae y arrastró consigo a DaeHyun en un torrente de sollozos y gemidos lacrimógenos que no acabaron hasta que ambos se sintieron exhaustos de tanta tristeza.

La pareja vivía junta desde que el menor descubrió los sentimientos del mayor hacia él y decidieron darse una oportunidad para compartir sus vidas. YoungJae no podía soportar la idea de que solo gracias a YongGuk ellos estaban juntos, porque fue él quien los presentó cuando aun eran unos críos y el padre de DaeHyun solía golpearlo cuando llegaba ebrio a su casa. YoungJae nunca podría agradecerle lo suficiente por haber mantenido a DaeHyun con vida. Nunca encontraría las palabras adecuadas para hacerle entender que le había dado una razón para vivir. Y DaeHyun no podía estar más de acuerdo, porque YongGuk no solo lo había protegido desde que se conocieron, sino que ahora cuando ya todos eran adultos, los mantenía unidos. YongGuk seguía cuidando a cada uno de ellos, cansado y abrumado como estaba por su enfermedad, seguía pendiente de ellos como si fueran niños pequeños temerosos del mundo que los rodeaba.

- ¿Quién nos mantendrá juntos? -preguntó YoungJae acurrucado en los brazos de DaeHyun mientras YongGuk le sobaba la espalda y sonreía con tristeza, ¿qué debía hacer para que comprendieran que no era él lo que los mantenía unidos, sino que eran sus sentimientos los que obraban esa magia?

El que más se resistió fue JongUp, él siempre fue de temple más calmado y reflexivo, aunque generalmente parecía estar en las nubes.

Fue un día lluvia y viento que YongGuk cayó al hospital por una insuficiencia respiratoria que comprendió que el mayor realmente estaba muriendo.

El grupo entero había asistido a una competencia baile donde participaba un grupo de adolescentes a los que JongUp les daba clases en la misma academia donde HimChan enseñaba música (razón por la cual el menor decidió volverse maestro incluso mientras estudiaba enfermería). Cuando el grupo de JongUp recibió el premio del primer lugar, todos sus amigos se pusieron de pie para aplaudirlo, entre vítores y silbidos, pero todo se sumergió en un silencio tétrico y doloroso cuando vieron al mayor de todos desvanecerse entre la gente de las gradas.

Una insuficiencia respiratoria y dos semanas conectado a un respirador artificial. Dos semanas de contemplar los llantos silenciosos de Zelo y los ataques de histeria de HimChan. Dos semanas en las que volvió a sentirse tan perdido como la primera vez que vio al mayor.

Recordó que su primer encuentro ocurrió la primera vez que estuvo en el centro de Seúl con sus padres y sin darse cuenta se separó de ellos hasta no encontrar el camino de vuelta. Recordó haber llorado en una esquina desierta mientras el sol caía en el horizonte y ningún alma deambulaba en la calle hasta, que un muchacho moreno de unos quince años lo encontró y le preguntó qué le pasaba hasta obligarlo a contarle sobre sus padres. YongGuk también lo obligó a acompañarlo a una escuela que JongUp no conocía, donde estudiaba HimChan, y luego, los tres se dirigieron a la estación de policía. Y fue el simple recuerdo de lo desorientado que se había sentido esa tarde lo que desató un mar de llantos desesperados que solo fueron acallados cuando su cuerpo no soportó tanto estrés y cayó rendido sobre los brazos de HimChan.

- No quiero perderme de nuevo -susurró apenas con las últimas fuerzas que le quedaban.

Después de esas dos semanas en que todos lloraron hasta desgastar sus almas, YongGuk fue dado de alta, pues no había necesidad de quedarse en el hospital cuando ya estaba desahuciado y todos decidieron que era tiempo de disfrutar al mayor tanto como este pudiera soportarlo.

A YongGuk nunca le había gustado ser el centro de atención, nunca había soportado tenerlos a todos tan pendientes de él, así que un día de invierno bajo la lluvia, en un arranque de rebeldía y desesperación, convenció a JunHong de tomar su motocicleta y llevarlo las afueras de Seúl y un poco más lejos, a un pueblo precioso sobre un acantilado. Sus abuelos lo habían llevado ahí cada verano durante su infancia y no podía imaginar un lugar más pacífico que ese. Recordó haber llevado a Zelo cuando él era más pequeño y, sentados sobre la roca más alta de un cerro, Zelo le había contado su sueño de vivir en la ciudad, en medio de las luces, la algarabía y la vida que desprendía. El menor incluso había construido un modelo a escala de la ciudad y lo tenía guardado en el closet de su departamento, ese era uno de los tantos sueños que el mayor le ayudó a hacer realidad.

Veía embelesado al menor apuntar a las luces de la ciudad, lejana e irreal, casi fantasiosa, y encontrar patrones de figuras invisibles a sus ojos.

A pesar los años, del sufrimiento, de tener la edad suficiente para poder beber, Zelo siempre sería la persona más hermosa, pura e inocente que YongGuk conocía y, si no fuera porque lo amaba demasiado, nunca se habría permitido mancillar esa pureza con sus sentimientos egoístas. Pero Zelo lo amaba, correspondía a sus sentimientos casi con la misma intensidad y él no podía encontrar un final más sublime que morir en los brazos amorosos de JunHong.

- No me abandones, hyung -susurró JunHong por lo bajo, ahogando su llanto en suspiros sonoros y desesperados.

- Nunca te abandonaré.

- Y yo nunca te olvidaré.

- No me olvides y seré eterno, viviré por siempre en tus recuerdos.

Debió decirle que lo amaba aquella noche. Debió decirle que lo amaba la primera vez que lo vio. Debió decirle que lo amaba cuando lo vio llorar por Ji Eun. Debió decirle que lo amaba cuando sus abuelos murieron. Debió decirle que lo amaba cuando llegó a vivir como su vecino. Debió decirle que lo amaba cada vez que hablaron, cada vez que se vieron, cada vez que se respiraron y se amaron. Debió decirle que lo amaba con su alma, con su cuerpo, con su vida, con todo el peso de la palabra amor y con todas las consecuencias de su existencia terrenal, y la divina también. Debió decirle que era todo lo que amaba. Simplemente debió decirle que lo amaba una y otra vez hasta que su voz se desgastara y perdiera sentido. Debió hacerlo antes, porque ahora, cuando Zelo se acurrucaba en el piso y ahogaba su llanto abrazando sus piernas flexionadas en medio de un desierto pasillo de hospital, ya era demasiado tarde.

El funeral fue horrible, porque YongGuk había sido una persona tan amable y sonriente que todo el mundo lo había amado y todo el mundo lloraba su muerte como la tragedia más épica en la historia de la humanidad, incluso el cielo dejaba caer lágrimas miserables en forma de goterones incansables.

Zelo nunca había visto a tanta gente llorar y se preguntó si tanto dolor era posible, si realmente toda la familia de YongGuk debía sufrir de esa manera, si todos sus amigos, sus compañeros de trabajo, sus vecinos... si el mundo merecía tanto dolor, porque a sus ojos las personas como YongGuk no debían morir.

Y los meses siguientes fueron parte del invierno más frío que Zelo vivió en su existencia, ya no habían brazos protectores en los que refugiarse en las noches de tormenta y ni siquiera todas las mantas del departamento del mayor eran suficiente para hacerlo entrar en calor porque no era su cuerpo lo que se estaba congelando, era su alma que había muerto y solo dejó en él un agujero desolador de recuerdos y la necesidad de volver el tiempo atrás.

La vida como JunHong la conocía se redujo a pasar todas las horas del día en una especie de limbo emocional, donde todos sus sentimientos estaban apagados y la vida la parecía una secuencia neutral de necesidades biológicas compensadas, desde comer cuando estaba famélico a dormir cuando su cuerpo colapsaba exhausto en algún lugar del departamento. Las lágrimas ya no corrían, pero habían dejado grietas indelebles en su piel pálida y reseca, toda la vitalidad de la que su cuerpo había hecho alarde en el pasado, pasó a estar encerrada en una vasija con los restos terrenales de YongGuk. Estaba decepcionando a su hyung, lo sabía y no solo porque DaeHyun o HimChan fueran cada día a dejarle comida y obligarlo a comer, lo estaba decepcionando y no tenía fuerzas suficientes para resistirse a la tristeza inevitable.

Fue una tarde a finales del invierno que recibió la visita de las otras dos parejas que la vida tomó un rumbo un tanto desconocido pero algo más optimista de lo que estaba viviendo, porque esta vez fue una llama de esperanza la que se encendió en su interior.

DaeHyun y YoungJae llegaron con un pastel para celebrar su cumpleaños de forma bastante atrasada, mientras que HimChan y JongUp llevaron tantas cervezas como sus brazos pudieron cargar. Comieron y bebieron hasta que Zelo comenzó a llorar como un bebé porque quería tener a YongGuk a su lado, así como los otros se tenían entre ellos.

Zelo nunca había compartido sus sentimientos con alguien aparte de YongGuk y le rompió el corazón a todos la primera vez que se atrevió a hacerlo. HimChan terminó llorando en los brazos de JongUp mientras que YoungJae ahogaba sus sollozos en el pecho de DaeHyun y Zelo caía inconsciente por el alcohol y el llanto sobre la alfombra de YongGuk.

Al otro día, cuando la resaca los golpeaba a todos con violencia y les recordaba que YongGuk había sido el único capaz de soportar la bebida, un molesto cartero se atrevió a tocar el timbre y despertarlos de su letargo. Llevaba un paquete inmenso a nombre de Choi JunHong cuyo remitente no era más y nada menos que Bang YongGuk. Con la emoción a flor de piel y lágrimas recorriéndole las mejillas, Zelo no se detuvo a mirar las estampillas que cubrían el paquete que iban desde Corea del Sur hasta Israel, pasando por Sudáfrica, España, Alemania, Bélgica y República Checa entre otros tantos lugares que no reconoció.

Adentro de la caja se encontró, para su sorpresa, con todas las fotos que un día estuvieron pegadas en la pared frente a la cama del mayor y un regalo para cada uno de sus hyungs.

El paquete rosa con la palabra Tatsmato escrita sobre él era para HimChan y contenía un lindo gorro de lana negra con una H gris bordada al costado, un gorro que la madre de YongGuk le había tejido antes de morir pero que el mayor nunca le entregó.

Un papel gris envolvía la caja transparente de un casete negro. DaeHyun lo reconoció como el casete que contenía las grabaciones que el mayor había hecho de las canciones que ambos habían interpretado, YongGuk rapeando y el menor cantando las partes melódicas de las letras que el mayor había escrito para ellos. Y donde debían ir los nombres de las canciones, solo había dos palabras escritas Kekemato/Shishimato.

En un pulcro sobre amarillo, con la palabra Jokomato escrita por la mano del mayor, había una hoja de cuaderno media amarillenta con un precioso dibujo en blanco y negro de él mismo. Un dibujo que DaeHyun había hecho la primera vez que vio a YoungJae y quedó prendado de su inocencia. DaeHyun recordó con nostalgia que Jokomato era el nombre de un conejo de Zelo que le recordaba a YoungJae antes de haber conocido su verdadero nombre. Esa fue la razón de que todos decidieran adoptar a uno de los animales y sus nombres cuando estos murieron. Un juego divertido cuando el resto de la gente los escuchaba sin poder comprender de qué demonios hablaban.

El último paquete, el más grande y verde, iba dirigido a Dadamato y contenía una colección dorada del manga favorito del menor. Una colección por la que había rogado a sus padres cuando era menor pero ellos nunca quisieron comprarle y que, actualmente, estaba fuera de circulación. Incluso tenía un autógrafo del mangaka en la primera página del primer tomo.

Finalmente, bajo todos los regalos y las fotografías, Zelo encontró una carta azul con los bordes rojos dirigida a Totomato. Y, cuando terminó de leer las palabras que meses antes YongGuk le había escrito, seguía congestionado llorando ahogado en hipos y sollozos que le nacían en el alma, pero por primera vez no eran lágrimas de tristeza. Se sentía irrealmente tranquilo, porque aun después de haber muerto, de que su cuerpo fuera consumido por las llamas eternas y sus últimos alientos hubieran desaparecido en el olvido y la nada, Bang YongGuk seguía a su lado, protegiéndolos como siempre, dándoles motivos para seguir adelante incluso en su ausencia.

 

“Amado Zelo,

Asumo que ha pasado tiempo desde mi partida y espero que, para este momento, sepas que durante todos estos años te amé con mi vida.

Esta no es una carta de despedida y comenzó de esta manera porque fui un cobarde todo este tiempo y espero que al menos mi muerte haya servido para irme habiendo cumplido mi más grande sueño: Haberte amado.

Esta es una carta, simple y llano como eso. No es una despedida ni es mi forma de ayudarte a superar mi muerte, es una carta y una promesa, pero una promesa que tú debes cumplir, porque yo ya no puedo.

Quiero que hables con HimChan, que le digas que no importa lo que ocurra de ahora en adelante, siempre estaré orgulloso de él. Dile que debe cuidarlos siempre, pero como toda madre amorosa, debe permitirles abrir sus alas y buscar su destino, tal vez el suyo realmente esté escrito junto al de JongUp.

Dile a DaeHyun que vuelva a cantar, que no le tema al ridículo, porque un día se dará cuenta de que su voz se acopla perfectamente a la de YoungJae.

Dile a YoungJae que no importa el tiempo que pase, siempre estará acompañado porque no hay forma en el mundo en que DaeHyun encuentre a alguien que haga mejores cheesecakes que él.

Dile a JongUp que le tenga paciencia a HimChan, porque no importa cuán histérico él sea, siempre será el hogar cálido al que puede volver cuando ya no hay razones por las que vivir.

 

Diles que no me extrañen, pequeño conejo, porque mientras viví, les di todo de mí, todo el cariño y la atención que podía entregarles. Y me voy sin arrepentimientos, sin sentir que me quedaron temas pendientes con ninguno de ellos. Me voy feliz de haberlos conocido, de haber vivido a su lado. De haber crecido y construido una familia llena de cariño con todos ustedes.

Y tú, mi pequeño conejo, recuérdame. Recuérdame siempre como la persona que te amó con cada pulgada de su existencia. Recuérdame como al calor del hogar en una tarde de invierno y la briza fría en un día de verano. Recuérdame, simplemente recuérdame. Pero vive, Totomato. Toma la guía que está en algún lugar de esta caja y sal de mi departamento a recorrer el mundo. Cumple mis sueños, cumple mis metas. Cumple la promesa de estar a mi lado siempre, permíteme permanecer a tu lado por toda la eternidad. Cumple todo lo que yo ya no puedo cumplir y permíteme vivir a través de ti, de tus experiencias y recuerdos.

Quiero vivir en ti, pequeño conejo, eternamente.

Con todo el amor que un alma puede poseer,

Bang YongGuk-.”

 

Y Zelo sonrió, porque en sus recuerdos, el mayor viviría eternamente.

 


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