Capítulo: ZERO.
– ¡Enciérrame! –Le ordenó en un grito el comandante cuando escuchó las sirenas policiales fuera del departamento. Era consciente de que no contaban con mucho tiempo, tan sólo serían pocos minutos antes de que los efectivos policiales forzaran la entrada y dieran con ambos en la casa. Él no le importaba, él podía seguir viviendo como hasta el momento había estado, conociendo únicamente la vida de un ser inanimado pero no por ello sin sentimientos. Extraño quizá, pero así sentía.
– ¡No lo haré! –Replicó JunHong derramando lágrimas observando a Himchan parado enfrente de él. Se negaba rotundamente a mencionar la frase, se negaba a dejar de verlo. Desde que el comandante llegó a su vida, ésta se había vuelto completamente distinta. Desde la primera vez que lo vio en el viejo almacén, hasta ese preciso momento. Los policías gritaron desde el exterior con intenciones de derribar la puerta forzosamente, y esto intensificó el llanto en el menor–. ¡No lo haré! ¡Sabes que prefiero pasar el resto de mi vida en prisión, a perderte!
– Por favor Zelo… –el mayor se acercó de inmediato y capturó el rostro de su dongsaeng entre sus manos. Odiaba verlo llorar, odiaba saber que se sentía mal y por culpa suya, pero no había vuelta atrás, lo que le pedía que hiciera causaría mucho más dolor, sin embargo era inevitable–. Enciérrame. Buscaré la forma de regresar, pero por favor, enciérrame de nuevo.
Los golpes del departamento comenzaron a resonar en todas partes, la puerta cedería en cualquier momento y en cuestión de segundos los agentes federales llegarían hasta la habitación. No quedaba más tiempo, no había margen de error, si no lo hacía ahora, sería demasiado tarde.
El estruendoso ruido de la puerta abriéndose de golpe asustó a los dos habitantes, ya era hora, tenía que hacerlo.
– Prométemelo –susurró el menor desbordando más lágrimas.
– Te lo prometo. –Afirmó Himchan. JunHong se acercó hasta su rostro y a un centímetro de sus labios, dijo finalmente:
– Tatsmato.
Fue la última vez que sintió sus labios.
Fue la última vez que vio sus ojos intensos y oscuros.
Fue la última vez que sintió su calidez cerca de él.
Porque al instante en que mencionó la palabra específica, un brillo rosado iluminó la habitación y enfrente de él apareció un pequeño objeto situado en el suelo. Un conejo negro con forma singular apareció a sus pies, inamovible.
El comandante había vuelto a su forma de matoki, en la forma en que no podía comunicarse con nadie del la Tierra.
Y JunHong lo último que vio tras tomar el pequeño objeto, fue al primer efectivo que ingresó por la puerta iluminándolo con una linterna y un arma en sus manos. Segundo después, cayó desmayado al suelo como la primera vez.
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