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In your room por NaranjaMorada

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Notas del fanfic:

Batman y todos sus personajes pertenecen enteramente a DC Cómics... Bueno, actualmente. Para mí son y serán eternamente de Bob Kane y Bill Finger. Son usados aquí con meros fines de entretenimiento y no se lucra de ninguna manera.

Notas del capitulo:

¡Hola! Yo de nuevo. Esta historia es un tanto especial para mí, ya que jamás la he publicado en otro lado más que en mi cuenta personal de Facebook como regalo para una amiga. ¡Así que si la han visto en alguna página de fics, es un plagio y espero que me lo hagan saber! Hice un par de moficaciones para hacer más amena la lectura, espero que se noten lol. Mi modo de escribir ha cambiado tanto desde entonces...


Dedicada como siempre a Eva, alias la Yeik. Si lees esto, te quiero, princesa, y te doy las gracias por todas las noches donde fangirlemos al pensar en Bruce, Jason, y ese sentimiento complicado llamado amor.

Las noches en Gotham siempre eran frías, sin importar la época del año. Bruce terminó de colocarse la camiseta para dormir con toda la calma que el cansancio le permitía, ese día se le había figurado muy largo entre trabajo y patrullaje. Necesitaba descansar pero ante todo lo deseaba, algo raro en su persona. Reprimió un bostezo, apagando la lamparita del buró para luego recostarse sobre la cama, mirando fijamente al techo de la habitación: En ocasiones se sorprendía de lo bien que veía en la oscuridad. ¿Se debería a la costumbre, tal vez? Cerró los párpados.


Sería una buena noche para dormir, calmada y tranquila. Habría algo, nada más, que perturbaría su descanso: La presencia de pesadillas. Los recuerdos volaban entre el aire nocturno y el cielo sin estrella, estrellas ausentes que le rememoraban a las perlas caídas del collar de su madre, estrellas titilando hasta que dejaron de brillar, cubiertas con sangre. Tendría malos sueños, estaba seguro de eso. Pero era tanto el agotamiento…


Se cubrió con la cobija y se dispuso a caer en las manos de Morfeo, cuando de pronto escuchó claramente cómo se abría la amplia ventana, haciendo que se estremeciera por una brisa helada y repentina que duró apenas unos segundos. Una figura se deslizó silenciosamente hacia él. ¿Dick, Selina? El colchón se hundió bajo el peso  de otro cuerpo. Bruce suspiró.


— ¿Jason? —pronunció el nombre mientras dirigía su vista por encima del hombro. El menor estaba ahí, los grandes ojos contemplándolo con sorpresa mientras se acurrucaba debajo de la manta.


— ¿Cómo supiste que era yo? —fue la pregunta. Bruce tuvo que hacer un esfuerzo por no reír.


—Era obvio. ¿Por qué no entraste por la puerta?


—No era tan divertido como colarme por la ventana y ver tu cara de susto —Se burló, aunque sabía que con acciones de ese tipo era prácticamente imposible asustar al mayor. Pese a todo, Bruce le dedicó una sonrisa diminuta.


—Pudiste haberte lastimado —lo reprendió — ¿Qué haces aquí? ¿No puedes dormir? —Bruce volteó a verlo, quedando cara a cara con el más pequeño Robin. Pudo notar el mohín de disgusto que apareció en su semblante ante lo último.


—Hace frío —respondió sin añadir más, no era necesario: Bruce había entendido. Suspiró resignado, empezando a arroparlo con la cobija en silencio.


—Está bien, no hay problema: Dormirás conmigo, ¿contento? Pero únicamente por hoy.


La sonrisa que iluminó el semblante de Jason fue la más que clara respuesta.


— ¡Perfecto! —dijo mientras se apegaba al cuerpo contrario, pasando los brazos alrededor de este. Bruce terminó de colocar las mantas.


—Buenas noches, Bruce —la voz infantil lo sacó de sus pensamientos. Bajó la vista para observarlo, pero no pudo hacerlo: Jason tenía escondido el rostro en su pecho, arrullándose con los latidos de su corazón. El mayor llevó la diestra a sus cabellos, entrelazando los dedos.


—Buenas noches, Jason —respondió, ahora sí dispuesto a dormir. Jason se apretó contra su cuerpo instintivamente.


Quizá, tan sólo quizá, esa noche las pesadillas se irían.


 


II


Las noches en Gotham siguen siendo frías, muy poco ha cambiado: Tal solo quizá el decorado de la habitación.  Otra cosa que ha cambiado son la clase de pesadillas que tiene Bruce. Ahora no sueña únicamente con sus padres, también lo hace con muchos de sus conocidos. Sus sueños están poblados por las caras de aquellos que no logró proteger cuando se supone tenía la capacidad de hacerlo: Bárbara, Alfred, Tim, Stephanie, Jason. Bruce se retuerce entre las sábanas de la cama, frunce el ceño, la frente le suda, murmura disculpas entre susurros ininteligibles y pese a todo, no despierta. Su misma consciencia lo castiga, condenándolo a aquella tortura que parece no tener final.


Se termina de colocar la camisa para dormir, ha sido un día muy largo y lo único que desea es descansar. Apaga la lamparita de noche a tientas y se recuesta sobre la cama: Sigue sorprendido de lo bien que ve en la oscuridad, a pesar de que en un tiempo a la fecha tiene que fruncir el entrecejo para enfocar bien la visión. Cosas de la edad, supone. Se estira perezosamente y entrecierra los párpados, cuando escucha claramente cómo se abre la amplia ventana, dejando colarse la brisa nocturna por un momento, y una figura se desliza hacia él, no tan silenciosamente como se supone debe ser: Al parecer, su visitante inesperado desea ser percibido. ¿Dick, Selina? El colchón se hunde bajo el peso de otro cuerpo, y una mano enguantada se posa en su pecho, otra en su entrepierna.


—Jason.


Aún no voltea, pero sabe que el rostro ajeno no muestra más que sorpresa y tal vez enfado.


— ¿Cómo supiste que era yo? —pregunta el menor mientras se apega al cuerpo contrario. Bruce escucha su corazón bombear a través de su pecho, en su espalda. El golpeteo lo relaja y ante la pregunta hace un esfuerzo por no reír.


—Era obvio. ¿Por qué no entraste por la puerta?


— ¿Bromeas? No es tan divertido como colarme por la ventana y esquivar a tus chicos —susurra burlón a su oído. Bruce se queda en silencio por unos segundos, antes de hablar.


—Pudiste haberte lastimado —lo reprende — ¿Qué haces aquí? ¿No puedes dormir? —Los dedos del más joven pasean con lentitud por la zona más delicada de su anatomía. Bruce suspira y voltea  a verlo, cara a cara. El rostro del menor luce el dejo de molestia de siempre, pero hay algo más, algo intraducible entre la frontera del odio y el deseo. No lleva antifaz, y alcanza a vislumbrar sus azules pupilas, contraídas por alguna no tan inexplicable razón. Jason entreabre la boca para hablar.


—Hace frío —es la respuesta, y no hace falta añadir más: Bruce ha entendido, y en un arrebato impropio en su persona, lo toma de la nuca para atraerlo a sus labios.La boca de Jason lo devora, sus manos dejan de tocarlo para prácticamente arrancarle la ropa, enterrando las uñas por encima de los rasguños sin cicatrizar de la última vez que se encontraron en esa habitación. Bruce se lo permite y de igual modo marca esos labios como suyos, los muerde con la fuerza suficiente para romperlos, los muerde hasta que saborea el óxido de la sangre entre su saliva, hasta que Jason gime su nombre como un animal herido. Es entonces cuando Bruce se da cuenta que lo está lastimando y se detiene, agitado, preocupado, para ser atraído al cuerpo contrario de nueva cuenta… En ocasiones se olvida de que nunca podrá romper a Jason más de lo que ya lo ha hecho en el pasado.


—Viejo estúpido —farfulla el menor, cada beso equivale también a un insulto, unos indescifrables entre suspiros, algunos claramente audibles y densos, otros que le suenan a palabras pronunciadas por la voz de un niño, una voz cálida y cantarina, palabras fuertes que suenan graciosas por el hecho de quién las entona. Jason vuelve a maldecir, a insultarlo, insulta a su padre y a su madre, a sus protegidos, a todo aquél que ha sido tocado por la sombra del murciélago, insulta también a Gotham. La existencia de ambos es en sí la mayor ofensa para esa ciudad, para ese infierno de contradicciones y de dolor. Bruce lo sabe, lo sabe y no le importa. No le importa nada más que pasar las yemas de los dedos por aquellas zonas conocidas exclusivamente por él, ahí  donde siente como la piel de Jason se eriza y se calienta, donde lo escucha atragantarse con gemidos que pugnan por salir de su garganta, donde aquél corazón que dejó de latir por tanto tiempo bombea con más fuerza que nunca.


Las pesadillas volverán la próxima noche. Pero eso, ahora, no interesa.

Notas finales:

Espero les haya gustado, si fue así, un review será más que bien recibido. ¡Gracias por leer!


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