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Pareidolia por Pandora09

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Notas del fanfic:

"Pareidolia" es una de mis palabras favoritas <3

 

Kayz, este OS es para ti, de principio a fin, así que si no te gusta, mala suerte xD

Notas del capitulo:

 

Cuando su móvil vibró en el bolsillo supo que todo había acabado, que las cosas debían estar lo suficientemente mal como para que alguien se molestara en llamarlo a esa hora.

Recibió la noticia con parsimonia mientras su compañero lo miraba con duda. Lo había estado viendo así desde que se encontraron en la mañana, sus ojeras y su falta de entusiasmo era demasiado para cualquier persona que lo conociera por más de una semana.

Cerró los ojos y le dio una calada al cigarro. Exhaló. Escuchó el viento meciendo las hojas de los árboles y detrás de sus párpados se pintó la oscuridad de estrellas titilando de forma incandescente. Estrellas fugaces que se desplazaban por el espacio y creaban la más preciosa de las sonrisas, porque recordaba perfectamente la forma en que sus abultados labios se curvaban y brillaban, como astros en la negrura infinita del universo. Y pensó que él siempre fue así, siempre fue la luz en medio de la oscuridad, como un rayo de esperanza rompiendo la monocromática profundidad de su existencia sumida en sombras y soledad. Pero en ese momento su sentencia estaba dictada y su cuerpo estaba muerto. En ese momento, su corazón no latía y temía que su sonrisa hubiera desaparecido para siempre, temía no tener la oportunidad de volver a contemplarla. Porque pasaron años desde su último adiós, años en los que sus sentimientos se fueron extinguiendo con una parsimonia desesperante, pero él no podía olvidar su sonrisa y los estragos que le causaba en el cuerpo el solo hecho de contemplarla a la distancia. Y ya no recordaba el sabor de sus besos o el tacto de su piel, tampoco recordaba el sonido de su voz ni el tintineo de su risa histérica, pero recordaba perfectamente su sonrisa, porque amaban observar el cielo juntos y él siempre creyó que ninguna estrella brillaba igual, que ninguna imagen fantasiosa creada por los astros se comparaba a su belleza.

Y no se dio cuenta, pero las lágrimas corrían por sus mejillas y los sollozos sacudían su pecho. Porque YoungJae podía seguir viviendo con el conocimiento de que, en alguna parte del mundo, bajo el mismo sol, DaeHyun seguía viviendo, respirando, riendo. ¿Pero qué se suponía que debía hacer si él no estaba, si ya no respiraba ni su corazón palpitaba? ¿Qué vida debía llevar ahora que esa sonrisa se había apagado tan trágicamente?

Recordó la primera vez que lo vio, recordó el estremecimiento que lo sacudió con violencia y le erizó la piel, como si un giro del destino estuviera despertando a su alma, la que se estaba marchitando con cada respiración.

Tenía apenas dieciséis años y era el típico adolescente emocional hundido en el mar de la angustia y el miedo infundado a la existencia. Estaba cansado de la nada, de la falta de emoción que él mismo le había dado a su vida, por lo que se obligó a seguir los pasos de sus amigos a través de los oscuros callejones de Seúl en una noche sofocante de primavera, quienes lo llevaron hasta un bar bohemio oculto en la oscuridad bajo los rieles abandonados de una vía ferroviaria.

El humo llenaba el lugar y sentía que moriría asfixiado por la falta de oxigeno, odiaba el aroma del cigarro y la idea de que su ropa se impregnara con las cenizas simplemente le repugnaba, nunca había fumado y no comprendía las razones por las que las personas decidían matarse poco a poco con esos tubos de cáncer.

Llevaba dos horas en el lugar, y lo sabía con certeza por que había contado cada uno de los minutos que habían pasado desde que atravesó el umbral del lugar hasta que las luces se apagaron completamente y solo pudo ver frente a sí la imitación más fiel y perfecta de un cielo estrellado. La pared estaba cubierta de pequeñas luces LED que hacían de estrellas titilando, suavemente cambiando de colores, mientras que iluminaban la pared pintada con tinta fluorescente que simulaba nebulosas en el fondo, formando pareidolias fantasiosas de objetos preciosos en medio de la predominante oscuridad del espacio, frente a aquella maravillosa imagen, la figura a contraluz de un hombre se iluminaba etérea y tenuemente. En ese momento YoungJae sintió que su corazón comenzaba a latir, pero no de esa forma desenfrenada en que se supone que debe latir cuando una persona conoce a la que posee la otra mitad de su alma; YoungJae sintió una calma desesperante, porque el humo se convirtió en oxigeno puro y la noche se volvió día, porque ese ser evanescente parecía un sol fulminante, una aurora boreal o una especie de estrella arrancada del firmamento para iluminar el camino que el adolescente debía seguir si quería sentirse vivo. Por unos segundos, YoungJae dejó que su voz escapara de su garganta, aunque tenía un nudo que le succionaba todo el aliento, salvo para replicar la letra de esa canción preciosa que el desconocido interpretaba con una pasión que YoungJae anhelaba sentir en sus propios huesos.

Demasiado pronto para su gusto, las luces de fondo se apagaron, la figura fantasmagórica desapareció en la oscuridad y YoungJae sintió, por primera vez en sus dicaseis años de vida, que por unos minutos estuvo vivo.

Los siguientes minutos pasaron como un angustioso suspiro en el que solo pudo pensar que había perdido algo demasiado preciado que nunca tuvo realmente.

- ¿Quién es él? -preguntó de forma temblorosa cuando encontró los rastros de su voz en algún lugar incierto de su pecho.

- Se llama DaeHyun -respondió YongGuk rellenando su vaso de cerveza y haciendo un gesto desconocido sobre su cabeza.

Las luces habían vuelto a su habitual tenue resplandor, por lo que pudo ver perfectamente aquella figura deslizándose a través del alcohol y el humo del lugar como un espectro tenebroso.

DaeHyun, ese era el nombre de aquel desconocido de voz angelical que se acercaba a pasos agigantados a su lado.

Tal vez YoungJae era demasiado ingenuo para sobrevivir al mundo, porque cuando vio su rostro y aquella sonrisa deslumbrante se abrió paso por las sombras y despertó al mundo de su letargo (o solo a él mismo) sintió que no podía reconocer dónde terminaba él y dónde comenzaba el mundo, o dónde terminaba DaeHyun y dónde se abría la infinidad del espacio.

Un deslumbramiento, diría años más adelante, un alunizaje y la colisión de cientos de estrellas sedientas, catástrofes naturales y milagros divinos. Aquella noche se convirtió en el comienzo de su vida y DaeHyun en el ideal que la dirigía.

Obsesivamente, YoungJae volvió cada fin de semana a ese lugar y cada semana ató uno hilo de su vida a la de DaeHyun. Fueron pasos pequeños, como caminos de hormigas en tierras de gigantes, pero con cimientos lo suficientemente fuertes como para despertar el interés de ese extraño.

Poco a poco se fueron conociendo, YoungJae supo que DaeHyun estaba en Seúl tan solo por una temporada, aunque no tuviera definida la fecha de su partida, y aunque la idea resultaba ciertamente desmoralizante, le fascinaba saber que DaeHyun era tan solo un ente viajero que se dejaba llevar por las corrientes de viento y las estrellas fugaces. También supo que su comida favorita era el cheesecake; que cantaba porque su padre lo había hecho mientras vivía; supo que le aterraban las alturas pero que alquilaba un departamento en uno de los edificios más altos de Seúl tan solo porque tenía una vista vertiginosa de la ciudad; el mayor le contó, en un ataque de sinceridad extrema y casi dolorosa, que le encantaban los peluches, pero que había un pequeño conejo negro que atesoraba más que a su propia vida y que era el único objeto que se llevaba consigo en cada viaje que emprendía.

DaeHyun representaba todo lo que el concepto "libertad" significaba para YoungJae y estaba ansioso por conocer de cerca esa misma libertad.

Fue una noche de calor húmedo y sofocante que DaeHyun, deslumbrado por la inocencia de YoungJae se decidió a mancillar, con un tímido y vergonzoso primer beso, esa ingenuidad para comenzar un camino de persecuciones que, en el verano del año siguiente, lo llevarían a apoderarse de la preciada primera vez del menor.

DaeHyun cumplía veinticinco años y YoungJae no podía imaginarse lejos del mayor, no necesitaba que alguien se lo dijera, él tenía claro desde la primera noche que se vieron, que estaba perdidamente enamorado del mayor, que su vida se convirtió en la búsqueda incesante del momento en que su camino se cruzaría y anudaría con el que el cantante estaba recorriendo de forma incierta. YoungJae no había sabido qué regalarle a DaeHyun en ese día que, a sus ojos, debía ser la noche más importante. Muy equivocado estaba, pues no existía en el mundo cosa que DaeHyun aborreciera más que su propio cumpleaños y, entre lágrimas y sollozos desconsolados abrió su corazón al menor y le confesó la culpa con que cargaba su alma desde el día de su nacimiento, pues su existencia se había cobrado la vida de su madre aquella noche. YoungJae comprendió que esa era la razón de la vida nómada del mayor, que su miedo a asentarse en algún lugar se debía a que todo se le había sido arrebatado en el pasado, comenzando en el momento de su primer respiro. Y YoungJae deseaba tanto ser el norte del mayor, demostrarle que el sacrificio de su madre al parirlo valía la pena por el amor que ella le había profesado, que no encontró un regalo más perfecto que entregarse a sí mismo, en cuerpo, alma y espíritu, y demostrarle que siempre habría un lugar al que podría volver, un destino que nunca le rehuiría porque lo amaba más que a sí mismo, y que ese lugar se encontraba entre sus brazos.

Lo que YoungJae no sabía, después de tantas emotivas confesiones, era que todo lo que él amaba de DaeHyun no era más que una idea construida por su mente con los retazos que el mayor le había compartido para hacerlo sentir parte de algo. DaeHyun era tan inefable para YoungJae que el adolescente, hundido en un mar de emociones y hormonas demasiado violento para controlarlo, no era capaz de darse cuenta de que tan solo era una idea, un ideal de perfección que un día, sin piedad ni contemplación alguna con sus sentimientos transparentes, el mayor se dio el trabajo de destruir desde su propio centro, para que YoungJae se sintiera como una estrella implosionando en el espacio.

Llevaban dos años de relación, uno de ellos viviendo juntos.

DaeHyun había estado cansado de la soledad absoluta que consumía su vida cuando abría la puerta principal de su departamento cada vez que llegaba y YoungJae era tan solo un ser humano abandonado, rondando los rincones obscuros del mundo, ¿qué mejor solución a todos sus problemas que compartir techo, mantas y calor? A diario el menor esperaba a DaeHyun con un plato de comida recién preparada sobre le mesa y una sonrisa deslumbrante en los labios, mientras que en las noches era el mayor quien enterraba el rostro en el cuello de YoungJae y se dedicaba a pasar las madrugadas demostrándole que el cielo estaba más cerca de lo que él pensaba.

Pero había ciertas ocasiones a las que YoungJae, asumiendo como la diferencia de edades, se vio obligado a acoplarse. Eran citas frías de conversaciones unilaterales las que el menor debía soportar cada vez que DaeHyun comenzaba a asfixiarse al interior de su departamento y decidía sacarlo al mundo exterior. YoungJae conocía perfectamente al mayor y sabía que DaeHyun le tenía un miedo irracional al compromiso e intentaba transmitírselo al él y convencerlo de alejarse definitivamente, pero YoungJae era más terco de lo que DaeHyun esperaba o deseaba, también tenía una paciencia infinita que le permitía volver a intentarlo, una y otra vez, sin cansarse, sin desgastar sus sentimientos.

YoungJae tuvo paciencia, de la siempre creyó carecer y contra la que no podía pelear. Se dormía pensando en las infinitas posibilidades, en los secretos ocultos tras la mirada de DaeHyun que él realmente no lograba decodificar y se convencía a diario de que solo sería un día más de intriga, un día más de esperar algo que no tendría, un día más de desear, porque DaeHyun lo quería, lo veía en sus ojos cuando el mayor lo miraba fija e intensamente. Pero fue una noche de otoño la que confirmó sus sospechas, hacía un frío glaciar y YoungJae no podía dejar de pensar en la noche en que huyó de casa, en los gritos de sus padres y el aroma a alcohol impregnado en sus ropas cuando el dueño del bar donde comenzó a trabajar limpiando baños decidió darle un techo a cambio de su trabajo. DaeHyun le recordaba a la seguridad inexistente con que había vivido en su antiguo hogar, porque ahí donde YoungJae se sentía absolutamente a salvo, había algo en su mirada, que variaba de un vacío insondable a una tristeza desgarradora, que el mayor ocultaba que le estremecía el alma.

Pasaban las tres de la mañana cuando el mayor se levantó al baño y lo encontró acurrucado en el sillón de la sala con la mirada fija en la nada.

- Me gusta acurrucarme -dijo de repente luego de haber pasado una hora sumido en un absoluto silencio, cuando ya las confesiones del pasado fueron dichas y ninguno tuvo palabras que agregar porque no había consuelo en los brazos del otro más que la mera compañía de sus cuerpos cuando una brecha comenzaba a crecer entre sus almas.

DaeHyun tomó su mano y lo arrastró a la habitación principal, donde una cama king size era iluminada por la luz de las estrellas.

YoungJae se recostó de lado encarando a la ventana, con la mirada fija en el cielo oscuro y las estrellas plasmadas en él. DaeHyun había corrido las cortinas, pues bien conocía al menor y su fascinación absoluta con el firmamento y los misterios galácticos.

El mayor le recorrió la cintura con un brazo y lo obligó a recargar la espalda sobre su pecho, como queriendo convencerlo de que ahí, en aquel lugar al que las estrellas se esforzaban por hacer llegar su luz, estaban ellos, juntos. Contra su nuca, YoungJae podía escucharlo tararear una suave nana que le mecía el alma hacia un sueño pacífico. Pero la calma de la inconsciencia no llegó, porque pasados unos minutos frunció el ceño al darse cuenta de que no importaba cuanta atención o imaginación pusiera, las estrellas estáticas en la lejanía no formaban ninguna imagen. Y con una sonrisa deslumbrante en el rostro, se dio vuelta bajo las mantas y se aferró con fuerza al pecho ajeno, recibiendo como respuesta esa preciosa sonrisa que buscaba entre las estrellas, porque no debía ser algo meramente terrenal tanta perfección. Fue una conexión metafísica la que sellaron con un beso casto aquella noche, un enlace que unía sus almas de la forma en que sus cuerpos intentaban cada vez hacían el amor, pero lo que YoungJae no sabía, era que esas mantas tibias y ese cuerpo musculado no eran más que una fantasía.

- A veces miro el cielo y… pienso que te amo, DaeHyun.

Y al día siguiente, todo ese sueño fantasioso en que el menor se había sumergido, acabó y despertó.

Esa tarde hizo frío, YoungJae lo recordaba porque estaba cubierto por cientos de capaz de ropa cuando abrió la puerta del departamento y le impidieron ver a la pareja que se besaba en el sillón cuando pasó de largo a su habitación. Minutos después, más liviano de ropa y confortado por la calefacción interior del departamento, salió de su habitación con destino a la cocina, dispuesto a preparar algo para cenar y se vio en la obligación de detenerse a mitad del pasillo cuando escuchó los excitados gemidos femeninos acompañados de graves "No te detengas, Dae. No dejes de tocarme".

- ¿Hyung? -la mujer detuvo sus ruegos cuando escuchó la voz temblorosa del menor, pero el mayor solo sonrió contra su boca y enterró el rostro en su cuello, ignorando olímpicamente la presencia de YoungJae.

Con el corazón contrayéndosele dolorosamente y el alma resquebrajándose, YoungJae deshizo sus pasos y volvió a su habitación para encerrarse en ella hasta que su vida hallara un anhelado final, convenciéndose a sí mismo de que aquello había sido una alucinación, que estaba tan acostumbrado a las decepciones que su cerebro lo quería convencer de que esa era otra más.

Pero sus ojos no se equivocaban, todo lo que había presenciado había sido una de las tantas muestras de afecto de DaeHyun con SuMin, su novia. A los tres días después, tres días en los que ignoró los llamados del mayor y el hecho de que tenía una vida fuera de esas paredes, se atrevió a salir de su habitación solo para encontrarse a DaeHyun solitariamente sentado en la alfombra de la sala.

Algo que YoungJae había adorado perdidamente del mayor había sido su tranquilidad, la forma calmada en que siempre había lidiado con los problemas, nunca perdió la compostura frente a sus ojos y esa no fue la excepción, provocando que una ola de dudas emergiera del interior de YoungJae. ¿Alguna vez habrá sentido algo tan intensa y profundamente que fuera capaz de destrozar todas sus barreras? Porque ni siquiera cuando el menor rompió en llanto y le reclamó el haber jugado con sus sentimientos pudo ver algo más que una calma impasible en el rostro del cantante.

- Tú y yo solo somos amigos, Jae. SuMin es mi futura esposa -y aquello era cierto, su relación no se basaba en nada más que acompañarse en noches solitarias y saciar el hambre de sus cuerpos, YoungJae siempre lo supo, pero también siempre temió aceptarlo. Por esa razón, aceptó lo que DaeHyun le estaba ofreciendo, continuar esa relación sin futuro ni certezas, con migajas de cariño enjauladas en paredes de concreto, cielo estrellado y noches de invierno. YoungJae no podía aspirar a nada más que alimentar ese amor unilateral y vivir con él oculto en su alma, porque era incapaz de ver su vida lejos del mayor, aun si tenía que convertirse en el amante, deseaba permanecer a su lado sin importar lo que el futuro deparara.

Con el tiempo se enteró de que, aunque DaeHyun nunca fue capaz de entregarse completamente a su relación tránsfuga, había puesto un porcentaje incluso menor de sus sentimientos en la que compartía con SuMin.

El cantante era el heredero del conocido Grupo Jung, por lo tanto, era dueño de empresas que abarcaban desde constructoras ambientalistas y navieras de negocios internacionales, hasta la cadena de restaurantes más cotizada de Corea del Sur. Cuando su padre murió, cuatro años antes de que ellos se conocieran, dejó todos sus haberes a su único hijo, pero con la condición de entregárselos cuando este fuera capaz de sentar cabeza y contraer matrimonio con la heredera de la familia Ji, un grupo de economistas demasiado cercano a convertirse en la competencia principal del Grupo Jung. Mientras esto ocurría, los padres de Bang YongGuk, quien no se molestó en comentar esta información con YoungJae hasta que lo vio absolutamente destrozado por el futuro matrimonio de DaeHyun, eran quienes tenían en el deber de cuidar los intereses Jung hasta que el verdadero heredero estuviera dispuesto a hacerse cargo de lo que su casta exigía.

Esta noticia trajo un poco de paz al alma de YoungJae, pero una paz que le sabía amarga cada vez que veía al mayor demasiado acaramelado con su prometida.

DaeHyun le había prometido no obligarlo a acercarse a SuMin ni a relacionarse con ella si se quedaba a su lado, no pensaba mezclar sus mundos y provocar colisiones catastróficas en la vida del menor, quien estaba comenzando su vida adulta como un estudiante de periodismo, aun cuando el verdadero sueño de YoungJae había sido siempre la astronomía.

- ¿Estás seguro de que esto es lo que quieres? -había preguntado DaeHyun cuando completó los formularios de inscripción para postular a la carrera-. ¿No querías ser astrónomo?

Con una sonrisa triste, el menor abrazó al mayor y depositó un casto beso en sus labios antes de contestar:

- Hay misterios que nunca resolveré por más que pase la vida entera observando el espacio.

 

YoungJae siempre pensó que el amor todo lo podía y no porque fuera una fuerza sobrehumana capaz de apoderarse de su espíritu y controlarlo a su antojo, él creía en el amor como una fuerza motivacional y él mismo era quien le daba el poder de dirigirlo. YoungJae creía que el amor le daría fuerzas para sobrellevar el peso de una relación unilateral y reclusa dentro de un departamento cuyas paredes estaban pintadas de secretos. Pero nunca antes contó con que no podía cargar con el peso de DaeHyun, nunca antes consideró que no importaba si el mayor lo quería o no, porque nunca estaría dispuesto a poner esos sentimientos en primer lugar y nunca pelearía por él.

Fue entonces que YoungJae abrió los ojos y comprendió que todo lo que había amado de DaeHyun había sido una mera idea, fue el mismo cantante quien quitó la venda de sus ojos y le masculló una verdad tan cruel como esperable.

Con lágrimas no derramadas en los ojos, YoungJae decidió hacerse cargo él mismo de sus sentimientos y no responsabilizar ni culpar más a DaeHyun por ellos, así que los tomó y los acunó en su pecho por unos minutos antes de dejarlos libres en el espacio con la pueril esperanza de verlos desvanecerse en la bruma de nebulosas y galaxias en la lejanía del cielo alguna vez, como una esperanza hecha de aire jurándose a sí mismo que sería fuerte, que resistiría y no se dejaría llevar por los deseos profundos de su alma. Aunque una espina quedó clavada en su pecho, una espina que poco y mucho tenía que ver con sus sentimientos y fue arrancada la última vez que compartió alguna palabra con el mayor.

YoungJae llegó al departamento después de haber estado todo el día en la biblioteca de la universidad ocupado con una investigación y se encontró con la poco agradable escena de DaeHyun y SuMin acomodándose en el sofá marrón de la sala luego de lo que debió ser una fogosa tarde de amor. Se sentó en un uno de los sillones individuales junto al ventanal y encendió el televisor, aunque no le prestó atención al mismo, puesto que tenía la mirada fija en la pantalla de su Smartphone, mientras ignoraba ambos saludos y escuchaba cada una de las palabras que salían de las bocas de la pareja como si las estuvieran susurrando con intensidad sobre sus oídos.

- Podrías decir hola -masculló el mayor con la voz burlona y YoungJae solo pudo devolverle una sonrisa igual de burlesca y cruel, pero no dejó que las palabras salieran de su boca-, aunque sea por educación.

Y eso último, fue demasiado para el menor, que rápidamente se puso de pie y se sacudió el cabello.

- Si tanto te gusta, métete la educación por el culo, hyung -y les dedicó la reverencia más sarcástica y grotesca que pudo realizar antes de caminar campante a su habitación, rogándole a los astros porque los ruidos que haría la pareja más adelante no traspasaran los muros y pudiera sumirse tranquilamente en la miseria. De todas formas, como precaución, se puso los audífonos y se enterró en las mantas de su cama para esconderse del mundo.

Odiaba tener que comportarse como un hijo de puta, porque muy en el fondo quería derretirse frente a DaeHyun y arrastrarse en el piso que el recorría, pero su orgullo y la promesa que se había hecho a sí mismo le impedían dejarse llevar por los sentimientos que le estaban consumiendo el alma.

Sin darse cuenta, la música retumbando en sus oídos y ahogando sus pensamientos lo llevó a caer profundamente dormido, tanto que no se dio cuenta de cuando la pareja se separó y la mujer se marchó, dejando a los ex amantes completamente solos bajo ese techo que tantos secretos ocultaba.

Y tampoco se dio cuenta, cuando abrió sus preciosos ojos almendrados, de que DaeHyun llevaba más de una hora velando su sueño.

- Nunca me he enojado contigo, YoungJae -fueron las primeras palabras que escuchó antes incluso de haber abierto los ojos completamente-, pero debes estar agradecido porque no me haya enojado por esa pendejada frente a SuMin.

Se sentía mareado y cansado, las piernas le temblaban sin razón alguna y la cabeza la palpitaba. No quería atribuir esas sensaciones a las palabras de DaeHyun, a la idea de que él debería estar defendiendo a su novia.

- Tal vez ese sea el problema, hyung -por unos segundos se preguntó  si su cuerpo estaba somatizando, si su mente y su corazón estaban enviando señales dolorosas a sus órganos y miembros para que estos dejaran de funcionar con normalidad, tal vez se estaba muriendo, muriendo de amor, qué hermosa y dolorosa forma de morir.

- ¿Que no te hice un escándalo frente a SuMin por faltarle el respeto de esa manera?

- ¿Crees que es posible morir de amor, hyung?

YoungJae siempre quiso ver al impasible y psicodélico Jung DaeHyun explotar, ya fuera de ira, de alegría, de deseo, quería que su hyung sintiera en lo más profundo del cuerpo y el alma algo, lo que fuera y por quien fuera. No importaba si no lo amaba, si su corazón no se aceleraba al punto de golpear su pecho con fuerza cuando sus miradas se cruzan, como le ocurría a él. No importaba que fuera por SuMin o por HimChan o YongGuk o la hija del portero del edificio, él solo quería que DaeHyun sintiera, que dejara de ser ese cascarón vacío como la excusa de un hombre y se convirtiera en un ser humano.

- Estoy hablando en serio, YoungJae.

Incluso pronunciando esas palabras su voz sonaba como habría sonado diciendo una confesión de amor, plana y sin vida.

- Entonces hablemos en serio, hyung -se puso de pie con la vista borrosa, sentía que en cualquier momento se desmayaría y esperaba que eso ocurriera después de decirle todo al mayor-. Y hablemos del verdadero problema, ¿cuál crees tú que es?

DaeHyun se cruzó de brazos y recargó su espalda contra la puerta.

- ¿Qué te has convertido en un hijo de perra de un tiempo hasta ahora?

- Al menos te percataste de eso, nunca te escuché hablar con tanta emoción antes.

- Te conozco mejor de lo que tú mismo, ¿crees que no me daría cuenta?

- No, hyung. Te darías cuenta, pero no harías nada, porque nunca haces nada. Nunca sientes nada ni reaccionas a nada -tambaleándose, se acercó al mayor hasta que sus miradas estuvieron al mismo nivel y casi pudo respirar el aliento del otro-. No te enojaste, no dijiste nada cuando sabías que debías reprenderme por mi falta de respeto. Yo pensé que eras perfecto, hyung. Te veía y eras lo que mi concepto de perfección representaba. No solo tu apariencia, sino que tu mente y tus sentimientos, las letras que cantas y las cosas que dices, todo lo que me has enseñado. Pero a veces parece que no hay nada en ti.

- ¿De qué estás hablando?

- De que me enamoré de una idea, pero te conocí y comprendí que no eras más que una ilusión, que todo eso que yo veía en ti, que amaba con locura, no era más que el producto de mi propia sedienta imaginación. Porque ahora te veo y estás vacío, estás seco, como si fueras materia oscura desplazándote en el espacio sin un centro gravitacional… como si hubieses nacido marchito. Ahí donde yo veía vida, inspiración e intensidad no hay más que pareidolias. No eres una figura inmensa de astros brillantes dándole forma a sueños y fantasías, eres tan humano... ¿Y sabes qué es lo peor de todo esto, de haberme quitado la venda de los ojos y haberme decepcionado de ti? Que te sigo amando, DaeHyun. Cada parte de ti que está hueca, porque no puedes decir, no tienes el derecho de atreverte a decir que estás enamorado de SuMin ni de nadie, cada parte de ti que es incapaz de amar, yo la sigo amando. Y lo que era una ilusión infantil de sentimientos idílicos, es una especie de ente maligno que me carcome por dentro, porque creí ser capaz de aceptar esto –con el índice de su mano derecha golpeó el pecho del mayor, pero en lugar de causarle algún daño, sintió que todo en su interior se revolvía-. Cuando fuimos esa excusa de pareja que hoy te avergüenza, fui tan jodidamente feliz, incluso cuando solo quería llorar porque me ignorabas, incluso cuando cancelabas nuestras citas o las dejabas a medias, incluso cuando no me permitías acercarme, yo era feliz... pero ya no puedo –vagamente pensó que debería estar llorando, tal vez gimiendo en agonía porque se estaba desprendiendo de una parte sí mismo, pero todas esas explosiones nucleares como partículas chocando en el espacio que debía estar sintiendo, estaban silenciadas y apagadas, relegadas a la más miserable nada, porque a eso se reducía su vida si se atrevía a volver a la época antes de conocer a DaeHyun, tristemente-. Porque creí tener amor suficiente para los dos, para ti y para mí, pero no me voy a inmolar por ti, no me voy a sacrificar y darte todo lo que soy para que tú lo dejes a un lado como un vaso de agua vacío junto a tu cama. No me voy a permitir olvidar esto porque tú eres incapaz de corresponderme, pero tampoco lo voy a desechar. Así que lo siento, hyung, pero toda esa seguridad, todo ese "ser amado" del que podías jactarte de mi parte ya no estará, porque yo te seguiré amando, pero en silencio y para mí solo, no habrán más emociones dedicadas a ti. Y esto pasará porque todo pasa, porque la felicidad que tuve a tu lado pasó fugazmente y dejó una cicatriz que atesoraré por siempre, pero no me quedaré esperando por tus migajas. Eres libre de mí, Jung DaeHyun, como siempre quisiste.

Y cuando el aire acabó con las palabras, cuando las lágrimas no arrancaron de sus ojos como reos en una prisión con las puertas abiertas, YoungJae se desvaneció como espuma en el mar y desapareció.

 

Lo siguiente que recordaba es haber despertado en una habitación blanca en un hospital, con la solitaria compañía de un durmiente YongGuk, porque DaeHyun había desaparecido de la faz de la tierra por tres días solo para luego anunciar, con bombos y platillos, su magnífico matrimonio con Ji SuMin. YoungJae estuvo una semana en el hospital con un cuadro de estrés y principios de pulmonía debido a lo bajo de sus defensas y todo lo que obtuvo del amor de su vida fue un recado a través de YongGuk que le decía que podía permanecer en el departamento tanto tiempo como creyera necesario.

DaeHyun se casó con SuMin dos meses después y, en su primer aniversario anunciaron la feliz noticia de la llegada de su primer vástago, cumpliendo su sueño de casarse y ser padre joven.

Para ese entonces, YoungJae seguía viviendo en el departamento que compartió con el mayor, seguía perdidamente enamorado y estudiando una carrera que no llenaba el alma más que el estómago. Lo bueno de todo aquello era que había ingresado a una especie de club de música donde había logrado estrechar los lazos de amistad que tenía con un alegre muchacho llamado Choi JunHong, mejor conocido como Zelo, el novio de YongGuk.

A través de Zelo, quien terminó conociendo su triste historia de amor luego de una distorsionada noche de borrachera donde ambos lloraron hasta el amanecer, podía vivir sin perderse detalles del progreso de la vida del cantante. Porque, a pesar de haber conocido a más gente en los años siguiente, a pesar de haber tenido relaciones significativas, YoungJae seguía atesorando el recuerdo de DaeHyun como su posesión más preciada, porque aunque el mayor le había destrozado el corazón de la forma más dolorosa en que su existencia se lo permitió, seguía siendo su primer amor y seguía representando todos los sueños de libertad y felicidad que alguna vez tuvo.

Fue a través de Zelo, quien en contra de todas las cosas dichas por YongGuk respondía a todas sus preguntas referentes a DaeHyun, que se enteró de la llegada del siguiente retoño a la familia Jung. El primer bebé había sido una niña cuyo nombre YoungJae nunca conoció, el segundo también resultó ser niña y Zelo no dejaba de comentar la desesperación con que DaeHyun deseaba tener un varón, un heredero.

Fue a los seis años de haber visto a DaeHyun por última vez que el sueño del mayor se hizo realidad.

Había sacado su carrera y tenía un orgulloso diploma de Licenciado en Comunicación Social colgando sobre la cama king size del dormitorio principal de su departamento. Por el momento estaba preparando su tesis para el grado de Magíster en Comunicación y su vida había tomado un rumbo lleno de logros y reconocimientos de los que podía hacer alarde orgullosamente cada vez que quisiera.

Gracias a Zelo había conocido a JongUp, uno de sus compañeros con quién estudiaba Danza Contemporánea y a JB, un apuesto muchacho con quien logró tener algo más que una amistad y a quien YoungJae realmente llegó a querer, pero las circunstancias de la vida les impidieron seguir juntos cuando la compañía de teatro musical dirigida por los padres de JB decidió mudarse indefinidamente a las tierras lejanas de Estados Unidos.

JB no fue el único afortunado a quien YoungJae se permitió entregarle algo de sus sentimientos, pero en su corazón, en el fondo marchito de él, su alma seguía atada a DaeHyun y no existían razones, motivos ni circunstancias que le permitieran cortar ese lazo que los unía por siempre en el éter del universo.

Lo único que realmente había cambiado en la vida de YoungJae era que ya no buscaba imágenes fantasiosas formadas por los astros coloridos rompiendo la monocromática invariabilidad del espacio infinito. Aprendió a fijar su mirada en la tierra, donde la imaginación y los sueños se resumían a noches de desvelos y arrepentimientos al día siguiente. Ya no buscaba consuelo en forma de sonrisas en las estrellas.

A los siete años de haber visto a DaeHyun por última vez (sí, la vida de YoungJae se dividía entre tres partes: Su vida antes de DaeHyun, su vida junto a DaeHyun y, por último, la vida después de DaeHyun), cuando el pequeño varón del mayor cumplió un año, YoungJae recibió un extraño paquete.

Dentro de la caja envuelta en un chillón papel amarillo se encontró a un destartalado peluche negro cuya placa en el cuello apenas tenía grabada la palabra Jokomato, mientras que a este le hacía compañía una réplica exacta, solo que en colores gris y rosa, con el nombre Kekemato. Junto a ambos peluches había un sobre blanco que contenía otro sobre pero percudido por el paso del tiempo. Al interior del segundo sobre, había un par de hojas escritas por la mano de DaeHyun.

 

“YoungJae,

Jokomato y Kekemato siempre han estado juntos, de la misma forma en que tu recuerdo quedó tatuado en mi alma y nunca fue capaz de abandonarme. Decidí comprar a Kekemato para entregártelo y que permaneciera a tu lado todo el tiempo que mi cuerpo estuviera ausente de tu vida, pero fui incapaz de entregarlo sin aterrarme a lo que podía significar unirnos de una forma tan metafórica. Espero que, ahora que yo debo partir a responder al llamado del deber, tú le permitas tomar vida a esa metáfora y nunca nos separes, porque mi alma permanecerá junto a la tuya hasta que el universo se contraiga y desaparezca en una implosión catastrófica.

Perdóname si nunca supe decir las cosas, si dejé que el miedo se apoderara de mí hasta el punto de impedirme mirarte alguna vez a los ojos.

Perdóname si tomé la decisión cobarde de abandonarte por seguir el sueño que otros impusieron sobre mis hombros.

Perdóname por no haber tenido el valor de decirte eso que tú realmente sabías, que quería estar a tu lado hasta que estrellas se convirtieran en supernovas y dejaran de brillar en el firmamento.

Perdóname, YoungJae, por haberte amado como un cobarde y haberte entregado los restos inútiles de mi patético e inservible amor.

Perdóname por decepcionarte y haberme convertido en una idea fantasmagórica de lo inmensamente feliz que fui en tus brazos.

Solo espero que nunca no sea mejor que tarde.

DaeHyun.

Pd: Una vez dijiste liberarme y no lamento decir que estuviste equivocado, porque no hay forma bajo este cielo en que yo esté libre de ti, porque cada vez que miro las estrellas estas se reúnen y toman la forma de tus ojos.”

 

La carta estaba fechada seis años en el pasado, por lo que debió tomarle años al mayor el atreverse a meterla en otro sobre y escupir sobre las estampillas para pegarlas y enviarla.

YoungJae siempre supo que su corazón no le mentía, que sus almas se comunicaban de la forma en que sus cuerpos no lo hacían y se decían cuánto se habían amado incluso antes de cruzar sus caminos. Porque YoungJae había estado perdido y aterrorizado mientras que DaeHyun quería ser el hogar de alguien y, cuando sus caminos se juntaron, el universo se alineó conspirando para que los hilos de sus destinos se unieran, anudaran y nunca se separaran.

DaeHyun había peleado con los dictámenes de los astros y había perdido.

- “Solo espero que nunca no sea mejor que tarde” –leyó en voz alta y con lágrimas anudándose en su garganta mientras pensaba que nunca era suficientemente tarde para él.

Buscó rápidamente su celular y marcó el número de YongGuk, quien no se molestó en contestarle, lo mismo ocurrió con Zelo, por lo que asumió que el maknae y el mayor estaban arreglando asuntos que, definitivamente, no eran de su incumbencia.

Necesitaba encontrar la forma de contactarse con DaeHyun, por lo que esperó hasta el día siguiente y salió en busca de alguno de sus amigos en la universidad. YongGuk seguía sin contestarle el teléfono, al igual que Zelo y JongUp. Por lo que, en un arranque de desesperación, se contactó con HimChan, quien vivía en Busan, trabajando mano a mano con DaeHyun, y mantenía una relación a distancia con JongUp.

HimChan le respondió a la tercera llamada y tenía la voz más ronca de lo que el menor recordaba.

- ¿YoungJae? –casi pudo tocar la sorpresa con que el mayor susurró su nombre y escuchó el sonido hueco de pasos al otro lado del auricular.

- HimChan-hyung, ha sido una eternidad –susurró por lo bajo sin querer sonar demasiado ansioso-. ¿Cómo estás?

- Sí, ha sido mucho tiempo.

Por unos segundos ninguno de los dos dijo algo, pero YoungJae podía escuchar a más personas hablando al otro lado aunque no podía procesar las palabras.

- ¿En qué te puedo ayudar?

- No quiero molestar, pero desde ayer no he logrado comunicarme con YongGuk-hyung, Zelo ni JongUp, ¿tú sabes algo?

Durante lo que le pareció una eternidad, HimChan no respondió a su cuestionamiento y, cuando por fin lo hizo, la voz le temblaba y se le cortaba con lo que parecían ser hipos desesperados.

- Los tres están en Busan… DaeHyun tuvo un accidente… él está en cuidados intensivos en este momento… nosotros solo podemos aspirar a un milagro.

 

YoungJae recordó la tarde cuando despertó en el hospital luego de haber descargado todas sus frustraciones en DaeHyun, recordó el dolor devastador que sintió cuando YongGuk le dijo que DaeHyun se había marchado para nunca volver. Recordó el dolor de ver las fotos de su feliz matrimonio… Y nada de eso se comparaba a la idea que la vida de DaeHyun dependía de los dioses maliciosos que debían decidir si concederles o no un milagro.

En seguida, apenas cortó la comunicación, se volteó hacia su compañero y le sonrió, una sonrisa rota y triste, miserable, pero era una sonrisa y pensó que con ella acallaba los gemidos agónicos de su alma.

- ¿Tienes un cigarro?

- Pensé que no fumabas -le respondió el tipo con una ceja alzada, pero de todas formas le entregó un tubo de tabaco como regalo y lo vio sacar el encendedor del bolsillo de su mochila y encender el cigarro con maestría, sin permitir que el viento interrumpiera su ritual.

Tomó una gran bocanada, hasta que todo lo que había en su pecho era humo cancerígeno y desesperación muda para volver a tomar su celular para realizar una llamada que esta vez sí fue respondida.

Al otro lado, una ronca voz adormilada le contestó con parsimonia.

- ¿YoungJae?

- ¡Hyung! -la palabra escapó de sus labios con rapidez desesperante, deseó que el otro no se diera cuenta del nudo que debía desatar su voz en su garganta para hacerse escuchar-, ¿quieres tener una cita conmigo?

Escuchó una risa de diversión y alivio como respuesta y se sintió tentado, porque era esa risa que lo había confortado a lo largo de toda su vida, pero bien sabía que no existía consuelo para la devastación que estaba sintiendo en ese momento, no había forma de ignorar el dolor, no había alegría en el mundo para él. Y que YongGuk fingiera que todo estaba bien solo profundizaba un poco más la herida.

- ¿Una cita?

- Sí, a Busan.

La alegría y la emoción de la llamada se apagaron rápidamente al otro lado y no se sorprendió porque su hyung ya haya sabido la noticia y no se haya molestado en llamar para informarle.

- ¿Qué tipo de cita?

- A un hospital.

Durante los siguientes segundos, donde volvió a intoxicar su organismo con humo, al otro lado solo se pudo oír el ansioso silencio.

- ¿Por qué quieres hacerte eso?

- Entonces nos vemos mañana a primera hora en el aeropuerto, no faltes.

No esperó respuesta, porque sabía que su hyung iría de todas formas, nadie podía no ir a ver al hospital al que fue uno de sus mejores amigos durante gran parte de su vida y YoungJae quería convencerse de que él también irá solo en son de amigo, no con la esperanza de apoderarse de las últimas palabras que su antiguo amor tendría para decir mientras se debatía entre la vida y la muerte.

JB, quien había vuelto a Seúl dos meses antes, lo miraba con el ceño fruncido mientras veía a YoungJae darle una profunda calada a su cigarro.

YoungJae nunca se atrevió a confesarle porqué fumaba en determinadas ocasiones, nunca sería capaz de decirle que todos sus vicios eran consecuencia de su inolvidable primer amor.

- ¿Cuándo partimos? –preguntó JB secando con delicadeza las lágrimas que le recorrían las mejillas y no parecían tener intenciones de detenerse.

- En el primer vuelo a Busan que encontremos.

El viaje fue tenso y silencioso, aunque lo intentó, YoungJae no logró conciliar el sueño y, cuando estuvo frente a la gran entrada del hospital, supo que no podría dormir hasta que DaeHyun no estuviera completamente recuperado.

Los pasillos estaban pintados con colores vivos y llamativos y las paredes cubiertas de cuadros alegres, mientras que la vida escapaba de los humanos, los muros intentaban dar razones para sobrevivir, para continuar. YoungJae quería darle las razones suficientes a DaeHyun para que decidiera resistir y sobrevivir.

Pocas personas transitaban el área de Cuidados Intensivos y ninguna de ellas tenía un semblante esperanzador. YoungJae odiaba sentir que todo a su alrededor se dejaba marchitar por la constante presencia de la muerte, pero mientras no fuera él quien se debatía entre la vida y la muerte sobre una cama blanca no había forma en la que pudiera revertir la situación.

En el último pasillo, donde estaban las habitaciones solo familias acaudaladas podían costear, se encontró con un grupo de personas a las que mayoritariamente llevaba años sin ver.

Estrujó con fuerza a Jokomato entre sus brazos y, con un suspiro largo y pesado, saludó a YongGuk, que era el más cercano, anunciando de esa manera su llegada. Pero antes de que el mayor se percatara de su presencia, antes de que alguno de ellos reparara en la pareja recién llegada, alguien golpeó el rostro de YoungJae haciéndolo tambalear por la fuerza del impacto.

- ¡SuMin! –exclamó YongGuk levantándose de su lugar y despertando a Zelo, quien dormía sobre su regazo.

- ¿Qué haces tú aquí? –preguntó la mujer mascullando las palabras con tono despectivo e ignorando completamente los llamados a silencio del resto de sus acompañantes.

Como había hecho tantas veces en el pasado, YoungJae ignoró su presencia y se dirigió a hablar con YongGuk e HimChan.

- ¡Responde, maldito bastardo! –SuMin gritaba histérica revolviéndose entre los brazos de YongGuk, con lágrimas gruesas recorriendo sus cansados rasgos.

Durante unos segundos, YoungJae solo la contempló en silencio, preguntándose cuánto tiempo había pasado realmente para que se viera de esa manera, con las mejillas hundidas, los ojos rodeados de arrugas y el cabello desaliñado. Apenas recordaba su rostro en el pasado, pero sabía que ella había poseído una belleza despampanante, una que hacía que todos los hombres, incluyendo a DaeHyun, veneraran el suelo por el que ella pasaba. ¿Dónde había quedado todo eso? ¿O al igual que su propio amor no había sido más que una fantasía? ¿El conjunto estroboscópico de todos sus miedos? ¿Qué era SuMin?

- No sé quién es usted, pero nosotros solo vinimos a ver a un viejo amigo de YoungJae –no supo en qué momento las posiciones cambiaron, pero cuando fue consciente de sí mismo, el cuerpo de JB cubría el suyo mientras su amigo encaraba a la mujer.

- ¿Quién demonios eres tú?

- Creo que deberías salir a tomar aire, SuMin –fue HimChan quien tomó a la mujer del codo y prácticamente la arrastró por el pasillo que YoungJae acababa de recorrer pero en sentido contrario.

Fantasías, sueños, ideas, imaginación, imágenes oníricas… Pareidolias, nada de lo que YoungJae veía era real, porque tenía la ligera sensación de que esa no sería la última vez que vería a SuMin por más que su mente le gritara que aquel silencioso adiós era el definitivo.

- ¿Qué han dicho los doctores?

YoungJae miró a YongGuk, luego a un adormilado Zelo, a JongUp que llegaba con dos cafés y le daba uno a la madre de YongGuk y el otro a JunHong, vio a la hija mayor de DaeHyun durmiendo junto a la mujer y a otras personas que no reconoció… Y ninguna de ellas se atrevió a responder, en lugar de eso, fue JB el primero en hablar:

- Yo iré a buscar algo de comer, desde que salimos de Seúl que no pruebas algún bocado, entra a verlo si puedes.

Cuando JB desapareció por la esquina más lejana del pasillo, YoungJae encaró a YongGuk con los labios y el ceño fruncidos.

- ¿Qué ocurrió?

- Iba a exceso de velocidad, nadie sabe si fue un animal u otro auto que se atravesó en su camino, solo sabemos que perdió el control y se estrelló contra una pared de concreto –YongGuk se pasó una mano por el rostro, como si con eso pudiera eliminar de su memoria la sangre en la ropa de DaeHyun, los gritos de dolor cuando llegó al hospital, el llanto de sus hijos, su propia desesperación-. Tiene la espalda fracturada, un par de discos se le movieron, la tibia de la pierna izquierda también fracturada y el peroné de la derecha quebrado. Dos o tres costillas quebradas y el radio izquierdo quebrado en cuatro partes. También se fracturó una clavícula… Y eso no es lo peor. Se golpeó la cabeza contra la ventanilla una vez y otra contra el parabrisas, llevaba cinturón y solo por eso no salió volando –YoungJae había imaginado que la situación era mala cuando habló con HimChan, pero no creyó que fuera tanto, no podía imaginarse a DaeHyun sufriendo tal dolor, él mejor que nadie sabía que el cantante había sufrido lo suficiente en el pasado, su mirada perpetuamente triste lo decía-. El golpe le provocó un derrame cerebral y ahora los médicos están intentando drenarle el líquido antes de que las cosas empeoren… al parecer no lo hacen con suficiente rapidez.

- Él… ¿Él se salvará? –Jokomato en sus brazos sufría las consecuencias de su dolor, ya no había peluche que apretar y YoungJae sabía que no podría volver a respirar hasta no ver la hermosa y radiante sonrisa de DaeHyun.

YongGuk no respondió, simplemente miró el piso y suspiró, porque no tenía certeza de que DaeHyun sobreviviera un par de minutos más, menos podría decir que viviría otro día.

- Quiero verlo –pidió el menor con la voz rota pero sin permitir que las lágrimas escaparan de sus cuencas, no se permitiría llorar frente a nadie, porque ninguno de ellos contempló su sufrimiento en el pasado y solo había un par de brazos cálidos capaces de darle consuelo.

El mayor asintió con la cabeza y le indicó la habitación donde se encontraba DaeHyun.

- Los médicos dicen que… dicen que… hay posibilidades de que no vuelva a despertar. En este momento está en coma inducido, pero si no le drenan el líquido pronto… podemos perderlo definitivamente.

En otras palabras YoungJae solo debía entrar a despedirse, decirle adiós a la persona que nunca pudo dejar ir porque en su mente, en lo más recóndito y oculto de sí mismo, siempre guardó la esperanza de volver a estar entre sus brazos, de volver a esos años de adolescencia donde la única certeza era su amor por el cantante.

- ¡Hyung! –lo llamó Zelo antes de que atravesara la puerta blanca. A pesar de los intentos de YongGuk por detenerlo, el menor llegó a su lado y susurró unas cuantas palabras sobre su oreja antes de alejarse nuevamente.

- Gracias, yo… lo sabía.

YoungJae había soñado tantas veces con volver a ver a DaeHyun, había fantaseado con incontables escenarios para su reencuentro, había deseado que fuera de tantas infinitas formas diferentes, pero nunca pensó que sería así, que el mayor estaría postrado en una cama de hospital conectado a cientos de tubos y con la cabeza envuelta en vendajes blancos. Tal vez alguna vez pensó que se encontrarían en otra vida, en una donde DaeHyun fuera realmente libre, no solo virtualmente; tal vez pensó que la única forma de estar a su lado sería esperándolo al otro lado de la vida, pero tampoco esperó verlo a él, solo a él, con un pie en este mundo y el otro en el féretro, porque DaeHyun fue siempre tan fuerte, tan brillante, tan vivaz que YoungJae lo creyó eterno, inmortal, etéreo, no solo inexplicable con palabras. YoungJae siempre creyó que DaeHyun era el tipo de personas que no solo dejan marcas eternas en la piel y el alma de los demás, sino que son imperecederas, que no mueren ni desaparecen… Pero verlo de esa manera destruía todos los mitos que permanecían vivos sobre el mayor, verlo de esa forma fue como ver caer a un ídolo de lo más alto de su pedestal divino.

- ¿Qué es lo que nos ha hecho la vida? –preguntó en un susurro tomando la mano llena de costras y magulladuras del mayor, preguntándose si le causaba algún dolor su tacto o su cercanía, porque él mismo se sentía morir de solo tenerlo a su lado.

Recordó una noche lluviosa donde el cielo caía en forma de relámpagos que rompían la tierra y hacían temblar los cimientos del mundo. Recordó haber estado aterrado del azul con que se pintaba el cielo y opacaba las estrellas cuando la energía de la tierra y el espacio se unían persiguiéndose. Recordó haber deseado con toda su alma poder acurrucarse entre los brazos de DaeHyun y que él acallara los truenos con su voz celestial, pero el mayor había estado tan enfermo que su voz era solo un agudo pito que se abría paso entre la tonelada de mucosidad que se acumulaba entre su nariz y su garganta. YoungJae había estado aterrado esa noche, pero los infantiles e inútiles intentos del mayor por animarlo y quitarle el miedo lo habían distraído de la tormenta.

Aun con 39 grados de fiebre DaeHyun se las había ingeniado para cuidarlo.

- Despierta –rogó con la voz en un hilo-. Despierta, despierta, despierta, despierta, despierta…

Repitió la misma palabra hasta que la voz le falló, hasta que las sílabas perdieron sentido en su mente y ya no supo de qué estaba hablando.

- Despierta, DaeHyun. No te atrevas a abandonarme de nuevo.

Durante los siguientes minutos, todo lo que se escuchó fue el constante latido de su corazón en alguna de las máquinas que leía sus signos vitales, pero no había consuelo en ese sonido, solo una triste melodía interpretada por un corazón herido aferrándose a sus últimos retazos de vida.

- Te traje a Jokomato, él dice que prefiere estar contigo –acomodó delicadamente al peluche a los pies del hombre inconsciente.

Jokomato, al igual que Kekemato, era una especie de conejo espacial. Cuando eran jóvenes, YoungJae vio por primera vez un video animado sobre un grupo de matokis despegando de su planeta natal hasta la Tierra. Recordó el imperfecto plan que ambos conejos idearon para unirse a su equipo luego de que los otros cuatro ya hubieran despegado en una nave espacial. Nunca creyó que la pareja lo hubiera logrado, así que prefería imaginárselos a ambos recorriendo el espacio hasta el fin del mismo, como estrellas fugaces, cometas olvidados y meteoritos abandonados; recorriendo galaxias lejanas, atravesando nebulosas, estacionando en satélites y sorteando asteroides… de alguna forma, siempre juntos, tomados de la mano, unidos en la eternidad. Entonces ahí estaban ellos, unidos en alguna realidad paralela en el cuerpo de dos conejos aventureros. Y así, decidido como había partido desde Mato alguna vez, estaba el peluche de rostro blanco con amarillo, con la mirada decidida entregándole toda la fuerza de las estrellas a DaeHyun, para que despertara y los volviera a unir como en el pasado, Jokomato y Kekemato; YoungJae y DaeHyun… hasta que las estrellas se apagaran en el cielo.

- Cuando despiertes nos marcharemos, desapareceremos de este lugar y nunca te permitiré volver junto a SuMin, ella tiene a sus hijos para que la hagan feliz, tiene tu fortuna… Yo no tengo nada, nada más que sueños e ideas fantasiosas de lo que se supone el amor hace por las personas. Tengo esa idea estúpida de que no necesitamos nada más que amarnos para vivir –volvió junto al mayor y tomó su mano derecha, sintiéndola inhumanamente fría, no se molestó en secarse las lágrimas porque estas no dejaban de correr, y depositó húmedos besos en cada uno de sus dedos, comprendido que su cuerpo siempre había anhelado volver a sentirlo, que su piel siempre lo había extrañado y siempre lo haría si DaeHyun no despertaba-. Así que no me importa que hayas dicho que no te gustan los hombres o si tan solo quieres escapar a Ceres, a Fobos, a Oberon o a algún país de África, yo iré a dónde vayas y nunca me arrepentiré de seguirte. Eres mi estrella polar, DaeHyun, sin ti yo no sé qué se supone que haga, no sé qué vida he llevado ni quién soy por mí mismo, solo sé que tú eres todo lo que amo, que siempre te he esperado… Que nunca no es mejor que tarde.

Entonces, por primera vez desde que YongGuk le dijo que DaeHyun estaba felizmente casado, rompió a llorar amargamente, dejando que sollozos desgarradores irrumpieran desde su pecho hacia el exterior, rompiendo todas las barreras y fortalezas que los años le permitieron construir, dejándose ver débil frente a la única persona que alguna vez logró consolarlo. Y estaba aterrado, como nunca antes. Porque había sobrevivido esos años alimentando los sentimientos que tenía por el mayor, porque nunca dejó de amar a DaeHyun, nunca lo intentó siguiera, porque ese amor, esa idolatría, ese cariño, todas esas emociones lo convertían en la persona que era, lo hacían ser más él mismo que cualquier otra cosa, más que su fascinación por las estrellas, más que los cigarros fumados y olvidados, más que los sueños enterrados en el baúl de sus frustraciones. DaeHyun era el pilar de su vida, como la piel de su cuerpo y los latidos erráticos de su corazón, como explosiones de energía en medio del espacio, como el principio y el fin desconocido de su existencia.

- Así que tienes que despertar, para que cuando lo hagas podamos recuperar todo el tiempo perdido. Para que viajemos por el mundo, para que vuelvas a cantar. Para que observemos las Leónidas, y las Perseidas en medio del desierto, para que busquemos figuras en el espacio cuando la luna no esté y para leer las historias que nos cuenten las nubes en noches de otoño. Debes despertar porque aun hay demasiados misterios en el cielo que debo descubrir, que debemos descubrir…

- DaeHyun-hyung iba a buscarte. Estaba decidido a volver a Seúl por ti.

Zelo solo había confirmado las sospechas con que YoungJae había tomado el vuelo a Busan, entonces él solo debía decirle al mayor que estaba ahí, por él, que no debía buscarlo en el éter porque él mismo había encontrado el camino a casa.

- Somos piezas del azar –dijo con la voz un poco más firme-, consecuencia de explosiones cósmicas, productos de reacciones químicas azarosas, somos casualidades y por alguna de esas incomprensibles fatalidades nos encontramos una vez… puede que seamos juguetes del espacio, material nuclear moviéndose de un sitio a otro, pero de cualquier forma y aunque desafiemos todas las leyes físicas, permaneceremos juntos eternamente, solo debes despertar y yo estaré a tu lado hasta que dejemos de existir. Te estoy esperando, DaeHyun, nunca he dejado ni dejaré de hacerlo.

Afuera de la habitación de DaeHyun, cuando salió después de llorar una eternidad, se encontró a Zelo dormido nuevamente entre los brazos de YongGuk, mientras que HimChan y JongUp se susurraban por lo bajo lo que debían ser las cursilerías más grandes del universo debido al rostro adorablemente sonrojado del menor y YoungJae decidió que ellos eran una especie de asociación estelar, como el grupo de matokis que soñaban con tocar la tierra, con alcanzar una estrella. Solo faltaba que el sexto despertara.

 

Entonces ahí estaba, tres días después de haber vuelto a Seúl. Tres días después de haber visto por última vez el cuerpo de un moribundo DaeHyun. Sus tres últimos días.

Según las palabras de Zelo, el líquido que los médicos no lograron drenar se condensó formando un edema que rápidamente impidió el paso de la sangre al cerebro de DaeHyun, provocando a su vez, una embolia, isquemia o hipoxia entre otros términos que no podía comprender en ese momento, pero acababan de una forma bastante clara, fatalmente en un infarto cerebral que tomó lo último que quedaba de su vida.

DaeHyun estaba muerto, como una estrella fugaz que recorrió el firmamento hace siglos. DaeHyun estaba muerto, su espíritu recorría los lugares del espacio a los que YoungJae no podía llegar.

DaeHyun estaba muerto y el mundo había perdido algo precioso.

- ¿Me venderías un cigarro?

Su compañero lo miró con una ceja alzada y sacó una cajetilla de su bolsillo, regalándole sin dudarlo un tubo de cáncer.

YoungJae lo aceptó y encendió frente a la fija mirada del otro tipo para luego tomar su celular y enviar un mensaje que fue rápidamente respondido con una llamada preocupada.

- ¿Qué ocurre? -preguntó su interlocutor antes de que YoungJae pudiera terminar de botar el humo y dijera hola.

- ¿Quieres tener una cita conmigo? -el tipo a su lado frunció el ceño, pero él lo ignoró.

- ¿A dónde piensas llevarme esta vez?

- A Busan, a un ostentoso funeral.

La línea permaneció en silencio mientras él sentía el calor de las lágrimas recorrerle las mejillas y arder en su piel. Quería morir también, porque todo lo que una vez había amado estaba esfumándose de su mundo. DaeHyun era polvo estelar.

- ¿Por qué te haces esto?

- Fuimos amigos, después de todo.

- No es necesario...

- No es mi féretro ni mi cadáver, pero es la última oportunidad que tengo de decirle adiós, joder, es todo lo que me queda.

En el pasado, cuando YoungJae solo sabía sonreír abiertamente y sin reparos, conoció lo que sería la luz más brillante de su existencia, la que al apagarse lo sumiría en la oscuridad más fría y abismal. Se sentía como un pequeño planeta compuesto completamente de materia oscura.

- ¿Cuándo partimos? –preguntó JB secando con delicadeza las lágrimas que le recorrían las mejillas y no parecían tener intenciones de detenerse.

- En el primer vuelo a Busan que encontremos.

El viaje fue tenso y silencioso, aunque lo intentó, YoungJae no logró conciliar el sueño y, cuando estuvo frente a la gran entrada del cementerio, supo que nunca más podría dormir.

JB lo acompañó cada paso del camino hasta el mausoleo donde descansarían los restos de DaeHyun, incluso saludó a los amigos del cantante, pero YoungJae sabía que no había forma en el universo en que llenara el vacío inmenso que dejaba la ausencia del mayor.

YongGuk se acercó a él y le tendió a Jokomato, quien a pesar de ser un extraterrestre tampoco podía acompañar el alma de DaeHyun a donde fuera que se haya marchado. En cambio, YoungJae le entregó un sobre con el nombre Bang YongGuk impreso sobre él.

- ¿Dónde está SuMin?

- Se llevó a los niños a casa, así que puedes ir a despedirte tranquilamente.

YoungJae intentó sonreír, pero era tan difícil hacer el amague que prefirió inclinarse levemente y entrar al mausoleo, agarrando con fuerza la mano de JB, porque en ese momento sentía que se desmoronaría.

Adentro se encontró con la imagen de un sonriente DaeHyun, una fotografía tomada en alguno de los meses que vivieron juntos, YoungJae reconocía perfectamente el que había sido su sweater rosa, pero solo pudo pensar que el cantante tenía la sonrisa más hermosa del universo, incluso cuando su mirada solo variaba entre una vacía y una absolutamente triste.

JB, a su lado, hizo la dos reverencias protocolares y le regaló una sonrisa triste.

- Debes despedirte –pero antes de que pudiera marcharse, YoungJae lo sujetó de la manga y lo detuvo.

No puedo.

Todo lo que YoungJae anhelaba en ese momento era algo de silencio, silencio y paz, tal vez algo de entumecimiento emocional y olvido. Dejar de sentir y desaparecer parecía una buena idea, volverse polvo de estrellas y fundirse en el espacio inexplorado. Ya no quería existir ni ser eterno ni recordar. Porque la vida le dolía como el infierno cuando el motor de la misma se había apagado y no tenía la más remota idea de qué debía hacer ahora que la fuente de todos sus sueños y deseos había dejado de respirar, cuando el secreto más oscuro y celoso de su alma estaba muerto.

- DaeHyun, él es JB… Nosotros estamos juntos, no pudiste conocerlo en el hospital ni él a ti, así que aquí estamos… No estoy solo, yo… no estaré solo.

JB sonrió ligeramente y depositó un suave beso en su frente antes de salir y concederle la tan esperada privacidad.

YoungJae permaneció en silencio lo que pareció una eternidad, estrujando a Kekemato entre sus brazos y bañándolo en lágrimas hasta que sus ojos se secaron y comenzaron a arder. Debía despedirse de DaeHyun, debía decirle adiós para siempre, pero era incapaz de dejarlo ir.

¿Cómo se deja ir algo que se ama tan profundamente que es parte de ti como cada una de tus extremidades?

Fuera como fuera, DaeHyun nunca se marcharía realmente, porque su inconmensurable y rotatorio amor se convirtió en un conjunto de ideas, imágenes y deseos que conformaban lo que el concepto perfección significaba para él, nada más que formas irreales cuyo objetivo era darle sentido lógico a estímulos visuales sin orden aparente. Su amor era solo una pareidolia que adoraba la sonrisa perdida del cantante.

- No importa a donde vayas, DaeHyun, siempre serás la sonrisa que busque entre el brillo de las estrellas.

 

 

TRECE AÑOS ANTES (Incluso antes de que YoungJae conociera a DaeHyun)

- Debes tener cuidado con él –dijo YongGuk mientras los tres amigos contemplaban una solitaria figura que se movía como un espectro por las calles de Seúl.

El mayor conocía perfectamente bien a su amigo como para saber que su naturaleza nómada y bohemia le impediría permanecer en un sitio para alimentar su corazón cuando su alma se volviera sedienta, así que podía estar perdidamente enamorado, pero sus fantasmas no le permitirían abandonar su espíritu solo por tener la idea de que amar significa algo más que perder. Porque DaeHyun estaba aterrado de quedarse, de pertenecer a un lugar y querer permanecer ahí por la eternidad, temía que sus alas fueran arrancadas de su espalda si encontraba eso que comúnmente llaman hogar. Estaba tan aterrado de perderse en la monotonía y el tedio de la vida que, cuando sentía que los lazos comenzaban a fraguarse en las cálidas llamas de la amistad, tomaba lo que más estaba amando y lo destruía sin piedad con sus propias manos.

- Él es el tipo de personas que te hacen soñar con imposibles, desear infinitos y contemplar eternidades –DaeHyun lo sabía, sabía perfectamente qué significaba relacionarse con el pequeño Yoo YoungJae y, aunque tuviera la certeza de que todo terminaría jodidamente mal para el menor, quería intentarlo por una vez-. Lo peor de todo es que él hace posibles todas esas cosas. Incluso si lo destruyes hasta volverlo espuma, su espíritu te perseguirá y permanecerá contigo por toda la eternidad.

No sabía de dónde sacaba YongGuk todas esas palabras, tal vez estuviera enamorado o tuviera el corazón roto, pero tenía tanta razón que no le importaba el origen de sus consejos.

Para DaeHyun, YoungJae se convirtió en una fantasía, pero no en una fantasía erótica o algo como un sueño húmedo en una noche de verano. Era una fantasía con todo el peso que la existencia onírica conlleva, con el pánico ciego a la realidad y, al mismo tiempo, con el halo plateado de sueños y esperanzas desprendiéndose de su cuerpo, como océanos de luz y montañas de esperanza. Incluso con la corona de rayos cósmicos desprendiéndose de su cabeza como espectros divinos queriendo refugiarse en la humanidad.

Eso era Yoo YoungJae para Jung DaeHyun, una fantasía tan perfecta y al mismo tan real que resultaba dolorosa la sola idea de contemplarlo de cerca. Y lo deseaba solo para él, quería que le perteneciera, convertirse en su amo y señor, en el dueño de su vida, su pureza y toda su magnificencia. Sabía que solo a su lado sería libre.

Y era una idea tan fantástica, tan inverosímil, que cuando se volvió real solo pudo causar caos y devastación ahí donde sus almas se tocaron. Destruyó todo lo que era y todo lo que había construido, pero al mismo tiempo le entregó una felicidad tan absoluta, autentica y pura, que aun en la nada lúgubre de la muerte y el espacio infinito, nunca murió.

 

 

FIN

Notas finales:

El amor verdadero realmente tiene más de dolor y decepción que de amor...


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