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El Guardián del Fénix por carina_mew12

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Notas del fanfic:

ONE PIECE Y TODOS SUS PERSONAJES PERTENECEN A EIICHIRO ODA-SAMA

FANFIC HECHO DE FAN Y PARA FANS

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Notas del capitulo:

Hola a Todos/as!! pues vengo a compartirles esta pequeña historia que escribí para el concurso de fanfics de LunaPieces Fansub (LPF); y si entendí bien, dejo aquí los datos:

Título del Fanfic: El Guardián del Fénix

Pareja: MarcoxAce

Escritor: Alessa D. Yami; carina_mew12

Parejas preferidas: LawAce, Zosan, KidLaw

Género: AU, Fantasía, Romántico

Resumen:

Escondido entre las interminables dunas del desierto y los abrumadores rayos del sol de Medio Oriente se encuentra el reino de Fucsia. Con su padre recién fallecido y un anciano abuelo, el joven príncipe Ace es el heredero legítimo del reino, aunque mucho interés en ello. A sabiendas de que su nieto no será capaz de llevar el peso de un sultán sobre sus hombros, su abuelo decide prepararle para ser un buen gobernarte sin imaginar que tiene un destino más prometedor…

El Guardián del Fénix

Escondido entre las interminables dunas del desierto y los abrumadores rayos del sol de Medio Oriente se encuentra el reino de Fucsia, un reino pequeño pero bastante próspero gracias a sus abundantes recursos y al gran estratega militar que era el sultán en turno; un hombre que, pese a longeva edad, podía hacerse cargo del reino que le había dejado su fallecido hijo. Sin embargo sabía que no podía gobernar por siempre y tarde o temprano su nieto tendría que tomar su lugar, y para desgracia suya, aquel chiquillo melindroso estaba por cumplir los diecisiete años, dejándole sólo un año más para prepararlo como el siguiente sultán de esas tierras.

Y no había nada que desease más que enseñarle a su nieto a usar una espada, a batirse en combate… a ser un hombre en el campo de batalla como lo fue su su propio hijo. En cuanto las doncellas del palacio le avisaron que el príncipe había sido lavado y vestido, el anciano subió deprisa a sus aposentos, quería ser él mismo quien le dijera sus planes para ese día. A pesar de lo pesada que era la puerta de la habitación de su nieto, tanto como para necesitar dos sirvientes para abrirla, él la empujó con el sólo uso de sus manos, abriéndola de forma tan escandalosa que seguramente se escuchó en todo el palacio.

—¡Ace!— Le llamó de la misma forma estridente con la que había entrado — ¡Anda Ace, vamos! ¡El capitán de la guardia y yo te enseñaremos todo para pelear en el campo de batalla!— mas se quedó en silencio al percatarse que el muchacho no le respondía, por lo que le buscó en la enorme habitación… y de pronto lo vio que las finas y costosas telas del lecho de su nieto habían sido atadas como una cuerda que bajaba por el balcón; ese mocoso se había escapado de nuevo—¡¡ACE!!

*****

En otra parte del reino de Fucsia, un joven destacaba entre la multitud a causa de su colorida ropa en blanco y naranja y las piedras preciosas con las que estaban hechas las joyas que adornaban su cuello, sus brazos e incluso su calzado, pero lo que le hacía brillar más era esa gran sonrisa entre sus mejillas llenas de pecas. El joven príncipe era una persona por demás amable pero bastante melindroso a la hora de comer y recibir órdenes de su abuelo; cuando el anciano le decía que hiciera algo, el príncipe hacía exactamente lo contrario, lo que le llevó a huir esa mañana del palacio. No tenía ganas de tomar otra de las inútiles clases del anciano, lo único que deseaba era salir a conocer ese reino que, según su abuelo, sería pronto de su propiedad.

Al ir caminando entre las calles se dio cuenta que mucha gente le miraba de más; si comenzaban a hablar de él era cuestión de tiempo para que los guardias del palacio le encontraran, por lo que decidió disfrazarse un poco. Compró un pliego de tela, el más viejo y desgastado de todos los rollos que le ofrecía el comerciante, y con éste se improvisó una capucha que le cubrió completamente a excepción de los zapatos. Una vez que su identidad estuvo cubierta decidió seguir explorando el mercado al que había llegado… ese lugar donde convergían mercaderes de todas partes ofreciendo productos exóticos y jamás vistos por esas tierras; era un sitio excelente para conocer otros reinos sin salir del propio.

El mar de gente iba y venía entre puestos de frutas, especias, animales, trastos y cuanto se pudiese imaginar, intercambiando unas cosas por otras y comprando a elevados precios dependiendo de qué tan lejano estuviese el origen del artículo en cuestión. Ace miraba curioso puesto por puesto, comprando algunas cosas que lucieran deliciosas y comiéndolas apenas tocaban sus manos… esos sabores únicos cosquilleándole la garganta eran toda una delicia. Un ligero golpe a sus espaldas llamó su atención, por lo que el joven se giró de prisa a la vez que daba un paso hacia atrás, alejándose de lo que sea que hubiese hecho contacto con él. Cuál fue su sorpresa al ver que, a sus espaldas, un hombre regordete y de sucio aspecto estiraba una de sus grasientas manos hacia él, intentando alcanzarle. En cuanto el hombre se vio descubierto por el chico no hizo más que dedicarle una sonrisa burlona antes de salir corriendo, perdiéndose rápidamente entre la multitud.

— ¿Pero qué le pasa a ese tipo?— se preguntó a sí mismo mientras se revisaba, asegurándose de que todo estuviese en su lugar. Y cuando sus manos llegaron a la faja naranja de su cintura se puso completamente pálido, su preciado cuchillo de hoja curva y funda verde, regalo de su padre, no estaba— ¡Maldito ladrón! — gritó a la nada y enseguida emprendió carrera tras el sujeto, siguiendo el camino que, según él, el tipo había tomado.

Esquivó personas y puestos, buscando con la mirada al ladrón… no debía ser difícil encontrarle, le había visto lo suficiente para guardar su imagen en su memoria; regordete, con las manos cubiertas en joyas, una túnica negra, y lo más importante, esa espantosa sonrisa que mostraba sus dientes faltantes.

Al distinguir una figura negra entre la gente con un costal de tela a sus espaldas, Ace apresuró el paso para no perderle pero manteniéndose a una distancia prudente para no ser descubierto. Entraron por algunos pequeños callejones entre los edificios hasta llegar a una tienda construida con andrajos y cuerdas, levantada gracias al tronco de una palmera. El hombre de la túnica negra entró en aquella pequeña tienda sin percatarse de que el pecoso le miraba a la distancia. Estuvo dentro varios minutos hasta que volvió a salir, esta vez con su saco vacío, sólo para regresar al pueblo, seguramente para robarle otras cosas a los pobre pueblerinos.

Ace gruñó para sus adentros, en cuanto regresara al palacio haría arrestar a ese hombre, pero primero debía recuperar su cuchillo. Se quedó mirando la tienda a distancia un rato más sólo para asegurarse que el sujeto se hubiera ido, y cuando sintió que era seguro, se animó a entrar a la misma. El olor en el aire no era precisamente agradable, mas las riquezas en su interior lo compensaban; había varios rollos de tela fina, baúles con joyas, objetos de oro y enormes sacos que seguramente también estaban repletos de cosas que había robado ese sujeto. No, no tenía tiempo para distracciones, debía encontrar su cuchillo. Comenzó a buscar entre las cosas que había, tirando varias de ellas al piso para despejar el sitio, hasta que, detrás de una caja de madera, vio la inconfundible funda verde de su cuchillo. Se estiró sobre la caja hasta alcanzarla, mas al levantarla del piso, golpeó un bulto ovalado junto a él cubierto por una manta, produciendo un sonido metálico que llamó su atención. A juzgar por el pequeño aro saliendo desde arriba, seguramente era una jaula. Temeroso por cualquier criatura que ese hombre pudiera haber capturado, le quitó la manta de encima… como lo había sospechado, era una jaula que llevaba en su interior a un ave acurrucada entre sus plumas y la cabeza metida bajo sus alas.

No recordaba haber visto un ave así; era una de las más grandes que había visto, casi la mitad de su propio cuerpo, su plumaje era de un brillante color azul exceptuando el copete y los círculos interiores de la tiras de aros que conformaban su cola, las cuales eran de color amarillo. Pero lo que más llamaba la atención era ese símbolo morado en su pecho, una especie de cruz con una media luna en el centro. A juzgar por las cadenas alrededor de la jaula, parecía un ave o muy lista o muy agresiva; cual fuese el motivo, tenía que sacarla de ahí. Levantó la jaula sobre la caja, y con su cuchillo en mano, comenzó a forzar el candado que mantenía las cadenas alrededor de la jaula.

El ruido terminó por despertar al ave, quien enseguida sacó su cuello de entre sus alas tan sólo para comenzar a graznar con fuerza ante aquel intruso mientras agitaba sus alas violentamente, desprendiendo algunas de sus bellas plumas en el proceso.

— ¡Oye, cálmate! ¡Sólo intento ayudarte! — Lo que más temía era que el ruido alertara a alguien, por lo que debía darse prisa. Una vez que el candado abrió, Ace lo dejó caer con todo y cadenas para poder abrir la puerta de la jaula; metió las manos y sujetó al ave por los costados, obligándole a plegar las alas para no lastimarla mientras le sacaba de la jaula— tranquila, no voy a lastimarte— el ave pareció percatarse de sus intenciones puesto que dejó de moverse y se dejó cargar por el muchacho hasta salir de la tienda, en donde le bajó— buena chica, ahora vete antes de que ese sujeto vuelva— el ave le miró unos segundos más antes de batir sus alas y levantarse en vuelo, perdiéndose fácilmente entre el azul del cielo— Espero que encuentres tu hogar...

— ¡Alteza! — al escuchar esa profunda voz, el pecoso se erizó de pies a cabeza; reconocería al capitán de la guardia real a pesar de no estar viéndolo— ¡Alteza, aquí está! ¡El sultán le ha estado buscando toda la mañana!

— Lo sé, lo sé— suspiró, su pequeña aventura había sido tan corta— vámonos antes de que el anciano se enfade más— junto con el capitán y algunos otros hombres, el joven príncipe fue escoltado hacia el palacio, no sin antes ordenar que esa tienda fuera desmantelada y su dueño encarcelado.

— No deberías referirte así al sultán, tenle más respeto. Y por cierto, está furioso, iba a enseñarte algo especial hoy pero creo que ha cambiado de opinión

— Oh, ¿y qué haré ahora?

— Estudiar— al ver que su joven amo se detenía de golpe supo lo mucho que le había afectado la noticia. Sonrió ligeramente y regresó por el pecoso, cargándole cual princesa para poder llegar al palacio.

*****

Ya llevaba varias horas encerrado en la biblioteca o al menos eso sentía, tenía prohibido despegar la vista del papel. Era tan fastidioso tener que estudiar libros que eran más viejos que su abuelo; si tan sólo tuviese algo de compañía sería más divertido, pero no… las únicas personas que tenía cerca eran los guardias que vigilaban la entrada principal, por lo que no tenía oportunidad alguna de salir… aunque, haciendo un poco de memoria, recordaba una ventana en la habitación. No había nadie vigilando lo que hacía, por lo que Ace se animó a dejar su forzada lectura e ir hacia donde estaba la ventana. Abrió las puertas de madera de la misma, dejando entrar un poco de brisa fresca para diluir un poco el polvoriento aroma a viejo de la biblioteca. El cielo oscuro y los astros brillantes eran evidencia suficiente de que había pasado demasiado tiempo encerrado ahí, y nadie se había tomado la molestia de llevarle algo de comer, tenía que salir y comer algo o seguramente moriría de hambre.

Se sujetó de ambos lados de la ventana para saltar de ser necesario, pero se detuvo al ver que, debajo de él, a unos cinco o seis metros, estaban los guardias haciendo vigilancia, seguramente una medida de seguridad de su abuelo para que no escapase otra vez. Fastidiado, el joven príncipe regresó al interior y se sentó de piernas cruzadas en el suelo, tratando de pensar en cómo escapar… el suave sonido del viento al ser empujado llamó su atención, y al ver a la ventana, pudo percatarse de un par enorme de ojos azules que le miraban fijo mientras el dueño de éstos se posaba grácilmente en el alfeizar de la ventana.

— ah, eres tú de nuevo— el príncipe no esperaba ver a esa majestuosa ave de nuevo, mucho menos en su propia ventana— ¿Qué te trae de vuelta? ¿Te has perdido? — aunque sabía que un pájaro no iba a responderle, de alguna manera sentía que podía entender sus palabras. Y esto se confirmó cuando el ave hizo un ligero movimiento de cabeza, como si estuviese negando… ¿Sería una coincidencia? El ave dio un salto hacia abajo, entrando finalmente a la biblioteca sin dejar de mirar al príncipe, como si quisiese decirle algo… o tal vez había pasado demasiado tiempo ahí y comenzaba a alucinar— oye, te saqué de esa jaula para que regresaras a donde quiera que pertenezcas— con un gracioso caminar, el ave azul avanzó por las habitaciones hacia los estantes, parecía estar buscando algo ahí— ¿Quieres… que te lea un cuento o algo así?— el ave se levantó ligeramente, tirando un libro con sus patas. Con el pico se las ingenió no sólo para abrirle, sino también para hojearlo— vaya, eres muy lista…— se acercó por curiosidad, asomándose desde arriba para ver qué era lo que buscaba el ave, o si es que buscaba algo.

Cuando el ave pareció encontrar lo que buscaba, se hizo a un lado y miró al pecoso. Ace entendió el mensaje, por lo que se inclinó un poco más para ver mejor aquella imagen que el ave quería mostrarle… se trataba de una imagen plasmada en todo el papel, un ave que extendía sus alas al sol mientras sus plumas parecían ondear por alguna razón; más que plumas, parecía estar cubierta en llamas. Y justo debajo de aquella magnífica imagen, había un pequeño texto:

“El fénix es un ser mitológico, un ave envuelta en llamas que simboliza la resurrección y la inmortalidad… cada quinientos años, renace de las cenizas para convertirse en un nuevo fuego…”

— ¿Un fénix? — el muchacho arqueó la ceja confundido, ¿Por qué un ave quería que viera eso? No, simplemente no podía ser— ¿Eres un fénix? ¡Ja! Imposible, esos seres no existen— el ave graznó contra el pecoso, obviamente furiosa, y se levantó en vuelo sólo para tumbar al pelinegro de espaldas contra el piso— ¡No tienes por qué enfad…!— el ave se posó sobre el pecho del joven, y antes de que éste terminase de hablar, colocó su delicado pico sobre sus labios, rozándole con suavidad.

El ave comenzó a irradiar una intensa luz que le rodeó completamente, obligando al príncipe a cerrar los ojos por ese destello repentino. Ace no pudo hacer más que cubrirse los ojos con las manos y esperar a que ese sofocante calor no le consumiera… sin embargo, a pesar del calor que había sobre su cuerpo, no sentía dolor alguno, era más bien un calor reconfortante… sanador… una sensación agradable que estimulaba cada una de sus células. Cuando esa deliciosa sensación pareció desvanecerse, abrió las manos para mirar entre los espacios de sus dedos, topándose de frente con unos intensos ojos azules…

— ¿Lo ves? Te dije que lo era­— la voz de un hombre en la habitación lo puso en alerta, ¿alguien había entrado cuando no miraba? Asustado, Ace apartó las manos sólo para comprobar que en efecto había un hombre con él, o mejor dicho, sobre él. Su piel era más lechosa de lo que lo era la suya; su cabello era dorado, brillante, como si se tratasen de rayos de sol, y esos ojos azules eran tan pacíficos como las aguas del río. Por un momento creyó que era un forastero, pero acababa de hablarle en su lengua, sin mencionar que sus ropas eran como las de cualquier persona de la nobleza… unos pantalones de telas finas de un único color morado, chaleco azul con hilos de oro en los bordes, y en su frente, una pañoleta enredada del mismo color que los pantalones, con cuentas de vidrio azul colgando de cada extremo— ¿No me reconoces así?

— ¿Reconocerte? — le examinó de nuevo con la mirada, notando hasta ese momento el mismo símbolo que el ave azul tenía a la altura del pecho— ¡¿Eres… Eres el ave?!

— Gracias por liberarme— los musculosos brazos de aquel hombre rodearon al joven príncipe en un abrazo tan cálido como aquellas llamas. Ace no supo cómo reaccionar, aún estaba en shock porque aquel pájaro acababa de convertirse en un ser humano frente a sus narices. Era tanta su distracción que no se dio cuenta que ese hombre rubio acercaba su rostro al suyo hasta que sus labios se encontraron nuevamente en un suave beso.

­—  ¿Q…?— Al principio no lo notaba, pero en cuanto fue consciente de la invasión a su espacio vital, empujó al “ave” y prácticamente se arrastró por el piso para ponerse fuera de su alcance— ¡¿Qué estás haciendo?!

— Un pacto. Como fuiste tú quien me ha liberado, he decidido que cuidarás mi secreto hasta el día en que tu llama se apague

— ¡Alteza! — Los guardias entraron escandalizados a la biblioteca, abriendo la puerta de un solo golpe y con las espadas desenfundadas— ¡Alteza, lo escuchamos gritar! ¿Ha ocurrido algo?

— Yo…— miró a donde el sujeto, el cual para su sorpresa no sólo había vuelto a ser un ave, sino que se había convertido en una versión más pequeña; una pequeña bola de plumas azules que cabía perfectamente en la palma de su mano— fue… fue sólo el ave… me tomó por sorpresa— y en parte no mentía

— Ya veo— los guardias guardaron sus armas, todo había sido una falsa alarma— ¿Quiere que la saquemos? ¿O prefiere que la llevemos al cocinero para ver si puede hacer algo con… eso? — era una criatura muy pequeña, tal vez apenas y alcanzaba para un cuenco de sopa

— No, yo… he decidido cuidarla— el príncipe extendió su mano a la pequeña ave, la cual se subió enseguida a su palma— quiero que se quede conmigo— acarició al ave con lentitud por temor a aplastarla y se levantó del piso con ayuda de los guardias, quienes no pusieron objeción a sus órdenes; después de todo era un príncipe y su capricho era tan pequeño comparado a otras cosas que les hubiese pedido antes— mañana a primera hora quiero que consigan un cojín de terciopelo y un soporte de oro para que Marco pueda descansar

— ¿Marco, alteza? — los guardias se miraron confusos

— así he decidido llamarle, ¿algún problema con ello? — los hombres tan sólo negaron y siguieron al príncipe de cerca, guiándolo hasta sus aposentos.

Una vez dentro de su habitación, dejaron a Ace a solas con su ave recién nombrada Marco y aseguraron la puerta. El pecoso bajó a la pequeña ave en la cama y se acomodó a su lado, acariciándole su cabecita; sin pensarlo había prometido cuidar a aquella ave legendaria, la imagen misma de la inmortalidad, aunque no estaba seguro de qué debería protegerla o cómo hacerlo.

— Es bastante amable, “alteza”— el rubio había vuelto a su forma humana y ahora se dejaba acariciar el muslo mientras le sonreía al chico— será un placer quedarme a su lado y dejar que me mime

— ¡Avisa cuando hagas eso! — había sufrido un mini infarto al ver qué parte de la anatomía del otro le acariciaba— ¡No puedes andar cambiando así como así Marco!

— Entonces Marco… me agrada…- estiró una mano para acercar al pecoso a él, recargando ambas frentes la una a la otra. A pesar de que el joven príncipe era ingenuo e inclusive algo infantil, estaba seguro de que había hecho la elección correcta. Ahora tenía un nuevo guardián, y permanecería a su lado aun cuando ambos se volvieran cenizas— entonces estemos juntos Ace, hasta la eternidad…

 

Notas finales:

espero de todo corazón que les haya gustado y me puedan dejar sus opiniones, no importa si gano o no el concurso uwu

Creo que la historia tiene potencial para ser un longfic, pero el MarcoAce no es muy popular y no sé si les gustaría la idea, así que siéntanse libres de decirme si les gustaría leer más o no

gracias por leer!!

Feliz Navidad y Feliz Año 2016!!


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