Capítulo único
El viento sopla en mi rostro haciéndome temblar de frio, te necesito a mi lado, tu calor, tus caricias, tus brazos en mi cintura, tu voz susurrando en mi oído.
Te extraño y te necesito, la sangre de mis venas quema al recordarte, Te amo, Te amo, Te amo.
Grito al viento.
Te sueño cada noche, te pienso cada minuto, te lloro cada hora. Miro al cielo preguntando ¿Qué he hecho mal para tener este castigo?, ¿Acaso amarte fue un pecado?, le pregunto a los cielos que mal hemos hecho para merecer tal castigo.
La casa se siente sola, triste y vacía sin tu voz, sin tu risa sin tus gritos al pelear, sin tus suspiros y gemidos al hacer el amor. Hoy acostado en lo que un día fue nuestra cama siento frio y soledad ,mi cuerpo necesita tu calor, tu presencia a mi lado, las sabanas son frías y rasposas, tu olor me ha abandonado al igual que tú lo hiciste.
Mis lágrimas caen de nuevo con tu recuerdo. No puedo más, siento fuego arder por mi piel. Quiero gritar en tu nombre pero no sale mi voz. Quiero correr por las calles con la esperanza de encontrarte, pero no hay fuerza en mis pies. Intento levantarme pero fallo al sentir temblar y doblarse mis piernas, mi cuerpo no quiere dejar nuestra cama.
—Siempre juntos, hasta la muerte y más allá de ella. —Lágrimas caen de mis ojos con aquellas palabras que susurraste después de hacer el amor en nuestra primera noche viviendo juntos— Te amo Rin —Escucho decir al viento acompañado de una caricia reconfortante, sonrió al pensar que pueden ser tus manos quien acaricia mi cabello y tu voz que me llama.
Miro a mi costado donde se encuentra la mesita de noche, miro con una sonrisa y lágrimas aquella foto donde estamos los dos abrazados, tú con tu característica sonrisa aquella que odiabas por mostrar tus dientes, sin en cambio, que yo tanto amaba, mis brazos alrededor de tu cintura entrelazando nuestros dedos, recostando tu cabeza en mi pecho, ambos sonriendo como bobos enamorados.
—Te amo Makoto. —Por primera vez me dijiste después de hacer el amor en la playa, llevándote mis miedos y prejuicios, entregándote en cuerpo y alma a mí- Te amo Rin- sonreíste por mi confesión, abrazándome sintiendo todo el amor el uno por el otro y fue ahí cuando el Clic de la cámara se escuchó, fue ahí cuando nuestros amigos tomaron aquella foto.
Miro al lado de ella y encuentro un potecito de pastillas para dormir, miro de nuevo nuestra foto, sonrió y con mi mano tomo aquel potecito de pastillas y nuestra foto, sonrió al recordar aquella tarde en la playa y lloro al recordar aquel día tan degradante en mi alma, aquel día donde te alejaron de mí.
—No llores Makoto. —Estas entre mis brazos con el rostro y cuerpo lleno de sangre. —Nos encontraremos en su momento —Mis lágrimas caen en tu mejilla— Esto no es un adiós. —Dices tan despacio, niego con mi cabeza aferrándote más a mis brazos, creyendo que así podría detener algo tan inevitable.
—Te amo. —Aun con toda aquella sangre en tu rostro puedo ver los rastros de tus lágrimas, con dolor subes una de tus manos acariciando mi mejilla— Te amo Makoto, recuerda. —Me acercas más a ti respirando el mismo aliento— Siempre Juntos, más allá de la muerte. —Dices con una sonrisa, aquella que tanto amo, pero que en ese momento odiaba.
¿Por qué?, ¿Por qué tenías que protegerme y terminar así?, ¿Por qué no me dejaste ir a tu lado?, ¿Por qué detuviste mi muerte dando tu vida?. Quiero preguntarte tantas cosas pero mi voz no sale, solo te aferro más a mi llorando no queriendo ver la realidad, negando que aquello solo es una pesadilla.
—Te esperare toda mi eternidad. —Juntas nuestros labios, con delicadeza, te correspondo, pero de repente siento un frio rodeándonos, abro mis ojos mirando tu rostro, tus labios han quedado pegados a los míos, tus manos aferrándote a mi camisa, dejo de sentir tu calor, tu respiración se ha calmado. Has muerto.
-N-No Rin no me abandones –Grite y llore, aferrándote más a mí, no, no quería dejarte ir, no podía soltarte de mis brazos, negaba la realidad que estuvieras muerto, escucho la sirena de la ambulancia, los gritos de la gente, el arrepentimiento de aquel hombre que causo tu muerte, te sostengo en mis brazos hasta subir tu cuerpo inerte en mi regazo, enterrando tu rostro en mi cuello, arrullándote como si estuvieras dormido.
—Tu. —Grito señalando aquel hombre que miraba con lágrimas y culpabilidad hacia nosotros— Has destrozado nuestras vidas, por tu maldita culpa él ha muerto. —Aquel hombre borracho culpable de la muerte de Rin miraba hacia ellos llorando y gritándose que es lo que había hecho— ¿Por qué?. —Pregunto el castaño en un susurro— ¿POR QUÉ? —Grito al viento dejando caer sus lágrimas enterrando su rostro en el cabello rojo de su novio, aquel hombre que ahora ya no tenía nada de alcohol en sus venas veía la realidad, había matado a un hombre, destrozado quizá el amor más puro entre esos dos amantes, sin pensar en nada más que la culpabilidad, los policías se lo llevaron.
Makoto sentía como sus brazos eran forcejeados queriendo alejarlo del cuerpo de Rin, él se resistía, no, no quería dejarlo, abandonarlo. Entre golpes por parte del castaño y forcejeos de los paramédicos lograron separarlo de su novio, lo tenían agarrado de ambos brazos, mientras veía a Rin, su alma gemela, ser subido a una camilla tapándole con una manta azul hasta el último mechón rojizo, ahí la realidad le pego, su Rin ya no estaba, ya no serían más un nosotros, su Rin había muerto.
Se dejó caer de rodillas llorando, entrando en crisis haciendo que le inyectaran un calmante mientras era curado de sus pequeñas heridas en su cuerpo, pero en su mente se preguntaba ¿Quién curaría sus heridas internas?, ¿Quién le regresaría a su Rin?, ahí perdió la conciencia.
Después de aquello cayo en depresión logrando alejarse de sus amigos y familia, encerrado en aquel apartamento que era de ambos, añorando el recuerdo de Rin, enfermando por no comer, volviéndose loco por la ausencia de su novio, tirando todo a su paso destrozándolo quedando su hogar en nada más que escombros, hasta el día de hoy.
—No puedo más Rin, te extraño mucho mi amor. —No soportando la ausencia, tenía un puño de aquellas pastillas en su mano, junto con aquella foto descansando en su corazón, respiro, dio una última mirada a su habitación— Te amo.—Le susurro aquel mismo viento que lo acariciaba y rodeaba con protección.
Tomo el puño de pastillas, cerrando sus ojos con una sonrisa, el pecho empezó a arderle, la respiración empezaba a faltarle, antes de dejarse ir por aquella negra luz que lo llamaba recordó aquel día donde el pelirrojizo le confesaba su amor, robándole luego su primer beso, cayo una lagrima de su ojo derecho y con una sonrisa se dejó ir, la luz oscura lo cegó y su mente le susurro— Haz muerto. —Su respiración se detuvo.
—Ven. —Escucho decir, a unos pasos una luz blanca brillante como la luna le hablaba. —Ven Makoto. —Le volvió a decir, cerro y abrió sus ojos viendo una mano salir de aquella luz, poco a poco se acostumbró a ella hasta que logro ver quien era dueño de esa voz tan dulce como una melodía, ahí estaba él, su novio, con aquella sonrisa que tanto amaba, con sus brazos abiertos esperando por él.
—Rin -Grito corriendo a los brazos de su novio
—Makoto. —Lo apretó entre sus brazos.
— Te he encontrado. —Susurro entre su cuello el castaño.
—Has tardado Makoto. — Respondió Rin separándolo de su cuello.
—Siempre Juntos. —Makoto lo miro a los ojos y con sus brazos entrelazados en la cintura de su novio. Con lágrimas el pelirrojo beso sus labios.
—Vamos a nuestra eternidad. —Tomando la mano del castaño entrelazando sus dedos y con una sonrisa caminaron a aquella luz blanca y brillante.
Ahora ni la muerte podría separarlos porque una vez más habían demostrado el valor de su amor tan fuerte y poderoso, rompiendo barreras más allá del mismo cielo, más allá de la muerte.
Porqué su amor iba más allá de la Eternidad.