Se movió sobre la cama, tapándose con la almohada para acallar el sonido de un reloj despertador cuyo sonido le parecía ajeno. Justo cuando le pareció que había cesado, un estrepitoso ruido de algo rompiéndose y el desgarrador grito de una mujer, lo hizo sentarse en la cama de un salto. Sintió su corazón golpeando con tanta fuerza dentro de su pecho que esperó a que el silencio se hiciera presente una vez más. Con mucho más sueño que ganas de levantarse, optó por hacer lo primero, pero al hacer unos cuantos pasos fuera de la cama, miró para todos lados, sin reconocer para nada el lugar donde estaba, pero al tiempo, sintiendo que ciertas cosas sí le resultaban extrañamente familiares. Salió de la habitación y se encerró en el cuarto de baño. Abrió la ducha y se aseó, pero al enjabonarse el cabello, se dio cuenta que dos pequeñas y peludas protuberancias sobresalían del mismo, y que eran bastante sensibles al tacto.
— ¡Ah! — Dijo, simplemente, interrumpiendo su aseo para acercarse al espejo y darse cuenta que tenía un par de orejas de gato y hasta una cola, de la cual se dio cuenta al sentir su roce enrollándose entre una de sus piernas —. ¿Qué está sucediendo aquí…?
Con más preguntas que respuestas, sin siquiera saber por qué, salió de esa casa y caminó en cierta dirección, como si sus piernas se movieran por voluntad propia.
— ¡Shota-kun! — Un chillido a sus espaldas lo hizo girarse. Una muchacha de poca apariencia de ser una estudiante de primaria, llegó corriendo hacia él. De un cabello extrañamente de un color rosa natural y expresivos ojos verdes, la recién llegada le habló tan rápido que lo único que Shota pudo hacer, fue asentir con la cabeza.
— Shota, buen día.
Pudo sentir un fuerte agarre alrededor de su cuello. A sus espaldas, alguien lo estrechaba contra su pecho con amor más allá que el fraternal. Nuevamente, sintió su corazón latiendo con fuerza, pero esta vez, a causa de aquella voz y aquel contacto.
— Maruyama-san, buenos días — Saludó la muchacha.
Shota intentó levantar su cabeza para poder ver quién estaba haciendo que sintiera tales cosas en su corazón, pero una mano enredando sus cabellos se lo impidió.
— ¡Ryuhei! — Exclamó, sorprendiéndose por su reacción unos instantes. Cuando hizo media vuelta, ya no estaban cerca de una escuela, sino, en medio de un parque cuyas hojas doradas iban de un lado al otro siendo arrastradas por el viento. Ryuhei tenía un tapado de un violeta tan oscuro que llegaba al negro, una modesta camiseta y unos pantalones grisáceos. Lo que le llamó la atención a Shota fue que él tenía puestos un par de anteojos redondos —. ¿Qué está sucediendo?
— Aquí estoy. Me habías llamado, ¿no?
Definitivamente, o se estaba enloqueciendo o aquel juego ya era bastante para él.
— Yo no te llamé.
— Sí lo hiciste, y aquí estoy — Le dijo, extendiéndole la mano para agarrar la suya.
Una vez más, el escenario cambió por completo, pero Shota, ahora sin comprender el cambio de imagen de Ryuhei, recién se dio cuenta al sentir el suave tacto de un colchón sobre sus espaldas y un dulce beso sobre sus labios.
—Espera, Ryuhei — Le susurró el más bajo, intentando que nada pasara a mayores antes de atar todos los cabos que estaban sueltos, pero el aludido, lejos de oírlo, hizo caso omiso a sus palabras y se sentó a su lado, sin soltar ni el agarre que tenía sobre su cuerpo, ni el que mantenía sobre sus labios. De una forma completamente dulce, besó una de las orejas nuevas que había adquirido Shota, acto que ocasionó que perdiera la noción del tiempo, del lugar, y de todo lo que le resultaba extraño.
Volvió a abrir los ojos pero, esta vez, estaba en un lugar muchísimo más familiar que todo lo anterior: el departamento de Ryuhei. Se sentó con lentitud sobre el suelo y miró a sus alrededores. A su lado, el dueño del lugar dormía plácidamente, sin enterarse de lo que había acontecido. Shota le sonrió, y lo tapó lo más que pudo con la manta que cubría el cuarto de ambos. Poco a poco intentó encajar todas las piezas de aquel extraño rompecabezas, pero una caja de DVD vacía a su lado, le dio todas las respuestas que quería: habían estado haciendo una maratón de un anime, el cual aún estaba en pausa en el televisor, enseñándole el título de la serie en cuestión.
— Así que fue eso — Susurró, con una sonrisa.