— Maru, Maru, Maru, Maru, Maru.
— Ya cállate, Yasu — Le pidió Ryuhei, cubriéndose la cabeza con la almohada para callar los gritos de su compañero.
— ¡Maru! ¡Levántate!
Ryuhei estuvo a punto de golpearlo con algo, pero al ver su sonrisa cuando se sentó sobre la cama, se sobresaltó un poco.
— ¿Por qué estás tan feliz? — Le preguntó el morocho.
— Vamos.
— ¿Adónde?
— Afuera.
— ¿Para qué?
— Ya vístete y vamos — Le pidió Shota, al darse cuenta que no iban a llegar a ningún lado si seguían con ese juego de palabras.
De muy mala gana por haberse despertado más temprano de lo que pensó, Ryuhei se aseó y vistió lo más rápido que pudo hasta seguir a su compañero, quien lo esperaba en las escaleras del hotel.
— ¿Y bien?
A modo de respuesta, Shota le extendió la mano. Pese a estar rodeado de gente, Ryuhei la tomó y siguió sus pasos hacia fuera del recinto, y lo único que vio, a excepción del color entre gris y negro del asfalto, fue el blanco de un colchón de nieve que parecía estar reflejando los débiles rayos del sol que querían atravesar las nubes.
— ¿No es hermoso? — Le preguntó Shota, sin haber soltado su mano ni por instante. Cuando Ryuhei volvió su vista hacia él, halló su mirada curiosa.
— Eh… Sí.
— ¿No crees que fue mejor haberse levantado en vez de perderse un espectáculo como este?
— Tú anoche no dormiste, ¿cierto?
— Ni un segundo — Respondió el aludido, sonriéndole.
— ¡Yasu! ¡Tenemos una presentación a las seis de la tarde!
— ¿Y qué hay con eso?
— ¡Que no puedes pasar tanto tiempo sin dormir! Vamos, vamos, vamos. Vamos a tu cuarto — Le dijo Ryuhei, empujándolo puertas adentro.
— Pero, pero, pero…
— Pero, ¡nada!
— ¿Vas a perderte esta hermosura por mí?
Ryuhei se quedó unos momentos pensando y posó su palma abierta sobre su cadera, torciéndola un poco hacia uno de sus laterales.
— Si es para que duermas bien…, por supuesto que lo haré.
Shota sonrió antes de encaminarse hacia su habitación. Mientras tarareaba una canción desconocida para los oídos de su compañero, Shota fue despojándose de su ropa hasta terminar vistiendo una yukata liviana, propiedad del hotel. Levantó las frazadas y miró a Ryuhei.
— ¿Así está bien?
— Perfecto. Acuéstate, ¿qué esperas?
Shota sonrió por la preocupación que su amigo tenía por él.
— ¿Vas a venir o no?
— ¿Eh?
— Dijiste que ibas a estar a mi lado hasta que me duerma.
Ryuhei no podía creer lo que estaba oyendo. Atinó a sonreír ante su propuesta.
— Yo dije que iba a perderme la nieve, no que iba a quedarme a dormir…
— Te obligué a levantarte, lo lógico es que tú aproveches la situación y también vayas a dormir.
— Pero no aquí.
— ¿Qué tiene? Cuando éramos más chicos hasta éramos más personas durmiendo en una misma cama.
Resignado, Ryuhei se desvistió y, en ropa interior, se acostó junto con Shota, quien empezó a reírse a los pocos segundos.
— ¿De qué te ríes?
— Date la vuelta.
Ryuhei accedió al pedido del pelirrojo y giró sobre su cuerpo para quedarse ambos uno frente al otro. Hasta que el pelirrojo abrió la boca, Ryuhei no podía caer en cuenta de lo peligrosamente cerca que estaba de él. Aunque lo que sentía por él distaba mucho de ser algo sexual, podía sentir todo su cuerpo contrayéndose por la tensión del momento.
— Maru…
— ¿Mh?
— ¿Me abrazas? Tengo frío.
No hacía falta que Ryuhei intentara leer entre líneas, lo que le había dicho Shota era exactamente lo que quería. Por debajo de las sábanas, dejó que uno de sus brazos pasara por sobre el del pelirrojo y, atrayéndolo hacia él, lo abrazó con fuerza, acariciando su espalda para que tuviera algo más de calor. Cuando intentó agachar un poco su cabeza para ver si Shota aún estaba despierto, lo halló profundamente dormido. Ryuhei besó con dulzura su frente y volvió a apoyar su mentón sobre su cabeza.
— Que descanses, Yasu.