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Inteligencia Artificial por Sickactress

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Un superhéroe atravesaba la ciudad llevando su capacidad de velocista al límite. Alrededor de él, los individuos sólo veían pasar un distorsionado cuerpo amarillento, seguido de una ráfaga de viento volar en la misma dirección. Saitama, por otro lado, no perdía de vista los detalles del noticiero que se transmitían en vivo en algunas vías públicas.


– ¡¡Genos, obedece!! – Advirtió Saitama, sorprendido por el repentino sentimiento de impotencia que acababa de experimentar al notar los graves daños de su discípulo en las pantallas.


– Déjemelo a mí, Sensei... – Replicó Genos inexpresivamente mientras localizaba inútilmente al invasor con sus, ahora, pulverizados rastreadores. – Esa porquería... limitó mi visión... – recordó.


Completamente a ciegas, el cyborg se encontraba en el ojo de un devastador tornado de tierra y rocas que rebotaban sobre su, aún, resistente estructura hecha de distintas aleaciones metálicas. Pese a su actual situación con el tornado, la comunicación con su maestro se veía irremediablemente limitada y Saitama, desde el otro lado, no estaba de humor para conformarse con los disturbios que alcanzaba a oír entre todas las distorsiones; Genos estaba en problemas.


– ¡¿Quién sabe cuánto tardaré en llegar hacia ti, Genos...?! – Insistió impaciente mientras atravesaba las afueras de la ciudad Z. – ¡Tienes que retroceder esta vez, no pienso repetírtelo! –


– Sé que... puedo... – Refutó. Sus ojos se encendieron al instante y con ellos, el blindado que tanto lo caracterizaba comenzó a expedir un calor devastador encendiéndose en llamas.


Un enorme torbellino de fuego y rocas candentes se extendió hacia el cielo y el lamento agudo de una mujer se oyó en lo alto. El temblor en la planta de sus pies le dio a entender que el tornado había sido debilitado. Antes de que pudiera darse cuenta de lo que pasaba, debido a los daños recibidos en sus globos oculares, Genos acababa de perder una de sus extremidades.


– ¡No, maldición! ¡¡Te romperán en pedazos!! – Los talones de Saitama desgarraron el concreto evitando colisionar con un tren en movimiento. – Estuvo cerca... demasiado cerca – tartamudeó sintiendo el frio metal deslizándose rápidamente sobre el borde de su nariz.


El héroe retrocedió unos cuantos pasos intentando asimilar lo cerca que estuvo de destruir un tren junto con todos sus pasajeros; el típico ruido del metal quebrado, al otro lado del teléfono, había sido inconfundible para él y sólo podía pensar en las reparaciones que Genos necesitaría después de esto. Saitama agitó su brillante cabeza y brincó sobre el tren sin ningún esfuerzo.


– ¿Genos...? ¡Genos, responde! – vociferó frustrado mientras observaba la pantalla del teléfono; la comunicación se había perdido y su discípulo se encontraba completamente sólo, ahora.


Todo había comenzado con una llamada de emergencia a horas de la madrugada. Uno de los casos más inusuales en cuanto a desastres naturales se refería, estaba desbastando ciudades enteras en cuestión de minutos. Alertas sobre tifones, inundaciones, tormentas eléctricas y huracanes, resonaban en distintos puntos del país. Sin mencionar los terremotos, incendios forestales y las inesperadas actividades volcánicas en otros continentes.


Héroes de la clase S, más poderosos, fueron enviados a las zonas más afectadas del planeta, con el fin común de prevalecer la supervivencia humana ante esta aglomeración de desastres; ignorando, como siempre, ante la desesperación del caso, que el epicentro de todos los desastres naturales se aproximaba a ciudad Z. El cyborg, por supuesto, declinó la oferta de trabajo, permaneciendo en la ciudad al suponer que un gran peligro se aproximaba.


Ahora, Genos, hacía frente a cuatro misteriosas criaturas cuyas formas justificaban su destructivo poder. Un monstruoso pedregoso en forma de perro, el cual desprendía lenguas de magma de entre sus grietas. A su lado, luciendo un cuerpo femenino y rastas en el cabello, una mujer se trasparentaba en un tornado desde sus caderas hacia el suelo. A sus espaldas, una criatura deforme y fangosa, una masa contaminada, grotesca y ácida, burbujeaba liberando un venenoso gas. Genos lo tenía en la mira, aquel mutante fue el causante de los corrosivos daños a su visón.


– Eso estuvo muy bien, niño. – gimió adolorida la mujer de trenzas enmarañadas. Genos no podía visualizarla del todo pero podía estar casi seguro que aquella desnuda piel trigueña recuperaba su color celeste platinado habitual. – Pero me temo que no es suficiente. –


La mujer celestial volvió a extenderse en un gran tornado, arrasando con los edificios más próximos, elevándolos sobre su cabeza como si de cometas de papel se trataran. Falto de una extremidad, Genos se puso en modo de ataque sin importarle ninguna de sus amenazas. Al fin y al cabo, nada de lo que aquellas criaturas pudiesen hacerle le afectaría en lo más mínimo.


Hábilmente recorrió cada uno de los edificios, dejando un notable desperfecto en sus estructuras, sobrepasando los escombros con el único de sus propulsores. Inmensas edificaciones giraron muy alto sobre su cabeza pero ninguno presentó un problema para Genos a pesar de sus limitaciones actuales. Cada vez más cerca de la fémina, procedió a cargar de energía su única extremidad.


– ¡¡INCINERATE!! – Rugió descargando su potente lanzallamas, aniquilando todo a su alrededor. Lo que hacía unas horas fue una prospera población, había quedado lamentablemente reducida a ser un extenso campo abierto de tierra infértil. – Uno fuera... – exclamó – faltan tres. –


Genos caía al vacío en medio del desastre; sin embargo, algo no parecía normal durante su descenso. Cegado por el humo, daba la impresión de que la gravedad había sido incrementada considerablemente, golpeándolo contra el suelo con un poder colosal. Sus intentos por localizar a su próximo objetivo fueron en vano y, tan pronto como intentó ponerse de pie, nuevamente su cuerpo rebotó violentamente contra la superficie. Decidido en liberarse de aquellas garras que lo aprisionaban en el interior del nuevo cráter, Genos activó su único propulsor al máximo, impulsándose a sabiendas de que aquel monstruoso perro lo perseguiría en venganza.


– Debo concentrar mi energía... – razonó. – Sólo necesito cinco segundos y acabaré con él. –


De pronto, un tornado de gas toxico perforó la tierra a escasa distancia y, con ello, el peligroso can tuvo para embestirlo y hacerlo rodar sobre los escombros. Genos se detuvo en pie y frente a él, nuevamente aquella fémina provocadora de tornados y huracanes se aproximaba a velocidad.


– Imposible... – balbuceó enfrentándose a la colisión. – Yo te... destruí. –


– No creíste que sería tan sencillo ¿o sí? – esbozo una forzada sonrisa mientras abría una enorme grieta, arrastrando violentamente el cuerpo del cyborg sobre lo que restaba del pavimento.


Las frustraciones de Genos crecían a medida que sus enemigos superaban todos sus obstáculos. Aun siendo arrastrado entre los escombros, se las ingenió para liberar un brote de energía lo suficientemente fatal para la celestial criatura. Ninguno presentaba ser un problema para él. Pensó que era demasiado fácil al punto de verse demasiado estúpido por esforzarse con tan débiles monstruos. Sin embargo... ¿por qué no conseguía aniquilarlos? Era incomprensible.


– ¡¡¡Uaahh!!! – rabió la desnuda joven; aún no se recuperaba del último golpe y agitaba los brazos escandalosamente. – ¡¿Podrías hacer algo más que sólo dispararme con esa cosa?! –


– Si quieres, ríndete. – objetó dictando una frase extraída de una de las películas que su maestro había compartido con él la semana anterior.


– ¡¡Grrh...!! – Recuperando su tono de piel característico. – ¡Además de eso eres insoportable...! Cuando creí que eras lindo... – dijo desilusionada, cruzándose de brazos.


– Si ya te divertiste jugando con tu nuevo novio... ¿podemos destruirlo? – bramó el monumental perro, un tanto aborrecido por la espera.


Juzgando por los rasgos endurecidos en su rostro y su mirada neutral, podría decirse que Genos también lo estaba mientras analizaba el daño en su amputada estructura.


– Haz lo que quieras con él. – Dijo, irritable – ya no me interesa... –


– Bien. Porque esto ha durado más de lo deseado gracias a ti –


De las grietas encendidas de su cuerpo pedregoso, estallaron lenguas de magma ardiente. Genos midió sus posibilidades contra aquel monstruo; concentrándose en los detalles del poderoso azote que le había propinado durante la caída, además de su velocidad con la que había sido imposible identificar su presencia. Sin embargo, la molesta fémina y el burbujeante ser, se unieron en un torbellino de desechos corrosivos. Genos retrocedió, enfrentar otro golpe de éstos dos podría causar un daño aún mayor a su acorazado, sobre todo en su actual condición.


– Tres criaturas misteriosas, dos de ellas fusionadas. – Observó despreocupado – Dos presentan un peligro para mis dispositivos y el tercero presenta un peligro para mi blindaje. – Reconoció – No hay remedio, sólo si consigo de alguna manera atacarlos por separado, podre derrotarlos y...


En su distracción, un extraño estruendo proveniente del cielo lo aturdió de repente. Su única parte humana, su cerebro, se vio afectada por primera vez en tanto tiempo, produciendo en él una extraña sensación de pánico, o al menos eso creía haber experimentado. Sobre su cabeza, literalmente pisoteándolo sobre lo que vendría a ser su mejilla izquierda, un sujeto musculoso el cual desprendía electricidad de su cuerpo, lo mantenía inmovilizado sobre el terreno.


– No puede ser... – se dijo frustrado por descuidar su guardia y, a causa de ello, recibir el golpe de gracia. – Por supuesto... eran cuatro criaturas... no tres... – Nuevamente un rayo cayó sobre su sólida coraza, obligándole a desprender un rugido debido al penetrante dolor en su cabeza.


– Vaya, vaya... – dijo despreocupadamente mientras se inclinaba a ver los ojos encendidos del cyborg. – No pareces ser tan fuerte después de todo – dijo atrayendo otro potente rayo sobre la cabeza de Genos, éste volvió a vociferar muy adolorido.


– ¡¡gaahhh!! Ah... ¿Qué sucede conmigo...? – Desvarió agotado por la inesperada aglomeración de pensamientos contradictorios sobre su existencia. – Yo... no debería... –


– Ya veo que soy una amenaza para ti – celebró ante la debilidad del cyborg imponente debido a la energía que corría por sus venas. – Electricidad estática – continuó – Podría arrasar con todo el planeta con un simple chasquido de mis dedos.


Chasqueando los dedos frente al rostro de Genos, una serie de rayos descendieron del cielo, uno tras otro, alimentando su sistema al borde de la colisión. Gritar era inútil. Genos no podía asegurar que aquellos lamentos anteriores fueran una reacción propia o sólo se obligaba a sí mismo a hacerlo. Un último rayo atronó sobre la tierra muy cerca de su rostro.


– Sólo imagina todo ese nivel de destrucción en todo el mundo – aclamó elevando los brazos.


El cielo se oscureció sobre sus cabezas y relámpagos se hicieron presentes entre los grisáceos cúmulos de nube. Estaba perdido. Las limitaciones del cyborg, al haber sido sometido a tan poderosa energía eléctrica, imposibilitaban su capacidad motora luego de que los rayos derritieran gran parte de su circuitería vital. Ahora, éste monstruo amenazaba con acabar con él.


De una patada, Genos fue obligado a recostarse boca arriba para, de esta manera, ver a sus atacantes por última vez. Si alguna vez llegó a creer que estaba perdido en ocasiones anteriores, estuvo muy equivocado. Podría creer que se sentía agradecido por el último placer humano, pero no; sólo se trataba de la ardientemente amargura de morir insatisfecho por no concretar ninguna de sus más crecientes aspiraciones en la vida.


– Usted siempre tuvo la razón, Sensei – dijo con una debilitada sonrisa – Ahora un... "¿En qué estabas pensando?" o tan sólo otro de sus... "Ok" estaría bien... supongo... –


Ignorando si sus últimas palabras habían sido del todo articuladas, Genos concentró sus últimas energías en su brazo, expidiendo un estallido que impulsó a la fémina a varios metros de distancia. El cyborg sonrió ante su última ocurrencia y resignado, observó avecinarse el último rayo que acabaría con su vida definitivamente.


– ¡Soy inminente! – Alardeó el humanoide con una sonrisa diabólica – ¡¡¡SOY UN DIOS!!! –


Un estallido sobre la superficie, seguido de una onda expansiva, cegó al resto de las criaturas que los rodeaba. La desnuda joven, quien se oía muy irritada por haber sido enviada a volar dos veces en una sola, se dispuso a recuperar sus fuerzas y despejar el área con un torbellino. Las tres criaturas misteriosas observaron anonadados a un sujeto desprovisto de cabello, aunque con una quemazón sobre la piel, y disfrazado con un traje amarillento muy ridículo.


– Ahora no eres más que basura. – refutó Saitama con una mirada muy seria, luego de haber traspasado con su antebrazo el pecho de quien estuvo a punto de asesinar a su discípulo.


Del otro lado de la piel platinada del sujeto, una latente pero electrizante esfera estalló aplastado en un puño, debilitando todas las esperanzas de vivir del monstruo frente a sus ojos. Saitama aventó el cuerpo inerte a un lado y giró a ver al resto, sólo para formular una pregunta decisiva.


– Díganme... – consultó mientras se quitaba la cerilla de un oído. – ¿Ustedes vienen con él? – Los tres monstruos se miraron mutuamente. – Porque... de ser así, estarían en graves problemas. –


Tan pronto como Saitama se deshizo del resto de las criaturas misteriosas sin ningún remordimiento ni sensación de adrenalina, desvió su atención al cyborg. Aún sumergido en su aturdimiento provocado por los potentes rayos, Genos veía la sombra de su maestro acercarse a pasos decisivos, inclinándose frente a él, propinándole un contundente puño en la mejilla.


– ¡¿En qué demonios estabas pensando, Genos?! – agitó al cyborg, más para exigir una explicación que para ayudarle a reaccionar. – ¡¡Desaparecer para luego encontrarte muerto!!


– Me disculpo... Sensei... – tartamudeó Genos que, a pesar de su inestable condición, seguía sorprendido por el vago recuerdo de su maestro intersectando el rayo que lo pulverizaría.


– Maldición. No vuelvas a desobedecerme de esa manera o será lo último que hagas. – reposó la espalda del cyborg sobre un apoyo rocoso, para luego ponerse de pie y frotarse el cuello.


– Entendido... – acató avergonzado por su falta de respeto hacia su maestro.


Saitama suspiró sin verle, no recordaba cuándo fue la última vez que se había sentido así de enfadado; sin embargo, no podía negarse que se sentía aliviado por haber llegado a tiempo. Resignado, regresó sobre sus pasos a inclinarse nuevamente frente Genos quien, al verlo, imaginó avecinarse otro sermón de su maestro.


– Por supuesto que siempre tengo la razón. – advirtió mientras extendía ambos brazos, aferrándose al cuerpo metálico de su discípulo en un amistoso abrazo de bienvenida. – Es bueno que lo creas, eso significa que no estás tan chiflado como imaginaba. – dijo separándose de él.


– Lo siento... no fui lo suficientemente... fuerte. – dijo sintiéndose avergonzado de sí mismo.


– Oye, no quiero escuchar esa desconfianza de ti mismo. – Dijo poniéndose de pie y envolviendo el cuerpo de Genos con su blanca capa – Además, sólo estaba un poco preocupado. – llevándose el pesado bulto a la espalda. – Esta vez seré yo quien te lleve con ese doctor; parece que algo muy feo está pasando en tu cabeza después de todo. – bromeó.


Los cuerpos desmembrados de las criaturas misteriosas estaban esparcidos sobre los escombros de los edificios mientras Saitama atravesaba el deshabitado terreno. Definitivamente nadie volvería a vivir en ese lugar. Luego de aquel contratiempo con los desastres naturales y un puño más de lo necesario, la paz volvió instantáneamente para la humanidad.


– ¿Sabes? No estarían de más unas mejoras luego de esto. ¿No has pensado en poder volar? –


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