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Escarlata por Topo

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Notas del fanfic:

c:

 

Corría, mirando hacia atrás cada pocos pasos.

Como una sombra, una figura sigilosa le vigilaba desde las sombras. Fue cuestión de apenas décimas de segundo para que el lop embistiera al blase desde un costado, lanzándolo de inmediato al suelo.

Todo intento de lucha y huida fue borrado cuando, brillando débilmente a la luz de las farolas, los dientes afilados del depredador sacaron de combate a la aterrada presa con una certera mordida en el lugar correcto.

 



Su abuela era una partidaria tenaz del optimismo. Solía decir que todos iban por un camino casi infinito, lleno de puertas y ventanas por donde mirar, y que aunque una puerta o ventana se cerrara, habían millones de puertas y ventanas abiertas esperando por alguien que se asome, y que el camino nunca termina porque a las personas les falta tiempo para llegar al final.

Siempre le creyó a su abuela, y solía buscar el lado positivo a todo, porque innumerables puertas y ventanas le esperaban.

Y solo en ese momento entendió que no era así. Que las puertas y ventanas no estaban en todo el camino. Y que su camino había llegado a su fin a pesar de que ni siquiera pudo usar ese genial argumento que preparaba para sus padres por quedarse hasta tarde jugando con la consola, ni pudo ver su graduación en la universidad que hacía poco empezaba y enseñarles el dedo corazón a esos profesores crueles que tanto detestaba, a pesar de que no hizo nada que quería hacer desde niño.

Nada. No estaba preparado. El tiempo no le faltó para llegar al final de su camino. El tiempo le sobró.

Y eso era peor.

Llegó al final de su camino, sin puertas ni ventanas, demasiado rápido.



Solo.

Estaba en penumbras en un lugar desconocido, sin nada que le diera una idea de donde estaba. Sus débiles ojos castaños, apenas acostumbrados a la oscuridad, no dejaban de manar lágrimas tibias que se deslizaban por su rostro; su garganta no paraba de emitir leves sollozos quebrados y poco audibles; sus rodillas, raspadas levemente, no paraban de manar muy ligeras cantidades de sangre escarlata; su espalda, delgada, estrecha y algo encorvada hacia adelante, dolía, marcada con cortaduras sangrantes y moretones oscuros; sus brazos, delgados y débiles, dolían por mantenerlos mucho tiempo en una posición tensa; sus oídos, con los lóbulos de sus orejas marcados con mordidas y succiones, acostumbrados al silencio y a los débiles sonidos, estaban atentos a su alrededor; sus piernas, su único soporte, temblorosas y dobladas sirviéndole de asiento, estaban marcadas con hematomas en forma de dedos, haciéndose más oscuros y visibles en la cara interior de sus muslos; su oreja izquierda, enrojecida y resentida por todos los piercings arrancados con poca delicadeza, goteaba sangre hasta un hombro delgado; en un lateral de su cuello, una mordida de bestia era visible, y la sangre que manaba bajaba por su clavícula, pecho, costillas, ombligo, y se perdía entre sus piernas.

Su cuerpo desnudo estaba cubierto de su sangre, moretones, saliva, cortaduras, sudor, lágrimas y fluidos que no eran suyos. Bajo su anatomía se escurrían fluidos y su propia sangre, saliendo lentamente desde un punto al final de la línea de su espalda. Le dolía todo el cuerpo y desistió de moverse. Sus muñecas y antebrazos, atados a su espalda, se sentían entumecidos, su abusado cuerpo dolorido, su garganta casi destrozada, sus cuerdas vocales desgarradas.

A veces, tenía la sensación de escuchar al otro chico llorar a cierta distancia, pero no podía estar seguro. Él, al menos, ya no gritaba, lloraba o se resistía. Solo esperaba que ese que lloraba no fuera aquel chico que cayó antes que él.

Estaba exhausto, rendido, y sabía que pronto sería devorado cuando el lop cambiase de forma humana a su verdadera naturaleza.





Caminaba tranquilamente con las bolsas de compras. Después de hacer una rabieta con su madre, su padre metiéndose en la discusión, fue obligado a ir a la tienda abierta las 24 horas que quedaba a varias cuadras de casa a esas horas de la noche, todo por un antojo de su fastidiosa hermana menor, embarazada, cabe destacar.

La marca de ser un blase en el dorso de su mano derecha oculta por una guantillas de cuero, más por costumbre que por cautela. Después de todo, aun aparecían un par de estúpidos de la clase beta que molestaban a los de clase omega.

Su ira por ser sacado despóticamente de su cama y estar fuera a plena 1 de la mañana se vio aplacada con una tableta de Toblerone y otra de Hershey's, regresando de vuelta a casa.

De un callejón salió un muchacho, evidentemente huyendo de algo, y corrió hasta él, sujetándolo de la mano con muestras de desesperación.

-¡Vamos, corre, corre! ¡Tienes que correr! ¡Ellos vienen!

Extrañado, lo miró, pero el otro no parecía ebrio, ni drogado, sino desesperado y asustado.

-¿Pero por qué? ¿Quiénes vienen? -preguntó, curioso.

El otro muchacho era bastante atractivo para ser un loco. Bajo, ojos grandes, labios gruesos pero no en exceso; una monada con quizá un tornillo suelto, pensó. Pero ni siquiera parecía estarlo. El muchacho tironeó de él, y miró atrás.

-Ellos... ¡son monstruos! ¡Se suponía que no existían! ¡Pero sí existen! -se desesperó, tirando de él con más fuerza.

Se dejó arrastrar por el muchacho, porque iba en dirección a su casa. Así, si el otro intentaba algo extraño, solo tenía que zafarse y correr a casa. Echó a correr con el otro.

-Me llamo Baekhyun. ¿Y tú? -intentó hacer conversación, y el otro lo miró incrédulo.

-Estamos huyendo de unas bestias que pueden alcanzarnos y destriparnos cuando les dé la gana solo por el gusto de hacerlo, ¿y me preguntas mi nombre?

-Si vamos a morir mejor lo hacemos sabiendo cual es el nombre del otro. -se encogió de hombros, medio divertido.

-Kyungsoo. -se rindió y volvió a mirar atrás- Pero eso no viene al caso. No quiero morir. Tengo un proyecto que entregar la semana que viene y luego podre hacer mi tesis en paz.

Asintió. Ambos corrían por las calles desiertas. Por detrás de ellos hubo un bufido y Kyungsoo se alarmó, acelerando y tirando de él con fuerza.

-¡Más rápido, están muy cerca! -cuchicheó, mirando atrás repetidamente y acelerando el paso.

Se le estaba haciendo difícil seguir el ritmo a Kyungsoo, porque nunca tuvo resistencia en esos esfuerzos físicos, y las bolsas de compras que llevaba le dificultaban ir más rápido. Sentía punzadas en el costado por la insuficiencia de oxígeno y empezaba a cansarse.

-Espera, espera, no puedo seguir tu ritmo. -jadeó, tirando para recuperar su mano.

-Aguanta un poco más, por favor, espera a que nos metamos en aquel bar, solo así estaremos a salvo. -rogó suplicante, apretando su mano.

Ambos corrieron por las calles desiertas hasta lograr colarse hasta un bar que seguía abierto a esa hora. El lugar estaba más abarrotado de lo que parecía, y algunos los miraron extrañados y divertidos por llevar bolsas de la tienda a un bar.

Kyungsoo tiró de su mano con suavidad hasta la barra, y ambos se sentaron. Pidieron dos botellas de agua y las bebieron ávidamente.

-Bueno, ya que estamos aquí, creo que es un buen momento para que me cuentes quién eres, y cómo, por qué, y qué son los que nos perseguían. -empezó, mirando a Kyungsoo, y este sonrió débilmente.

-Es muy probable que me tomes por loco. No lo estoy, de hecho. Soy estudiante casi de tesis de la Universidad Central, me llamo Do Kyungsoo, de la clase blase, como tú. Lo otro para responder sera algo extraño y loco de verdad. -suspiró- Mira, padezco de insomnio por el estrés excesivo, y salí a dar una vuelta para relajarme. Doblando por una vereda, vi un par de tipos muy extraños. Los dos se giraron a verme y, créeme o no, tenían los ojos de un amarillo que daba miedo. Incluso de lejos brillaban mucho, y me pareció aun más extraño que fuera lo único que se veía de sus caras porque tenían las capuchas de las sudaderas por encima de la cabeza. -suspiró otra vez- Y, bueno, soy un friki de las leyendas callejeras, qué se yo, son mitos pero me gustaban. Hasta ahora. El punto es que apenas vi esos ojos así y una hilera de dientes demasiados afilados para ser hechos con cirugía estética cuando uno de ellos me sonrió, me llegaron a las cabeza las descripciones de los lops. Ya sabes, esa clase alfa metamorfa de las leyendas urbanas que se extinguieron hace muchísimo tiempo, donde cazaban a los blase en la ciudad. Una leyenda cavernícola, por cierto. Y, apenas escuche un sonido raro cuando se giraron hacia mí, empecé a correr. Te encontré caminando solo y simplemente no quise dejarte de carnada por si algo malo pasaba. Y sí, ellos iban corriendo detrás de mí, no iba a dejar de correr por nada del mundo ni aunque me dijeran que me gane una lotería sorpresa y querían darme un premio. No, gracias. -terminó con sarcasmo, tomando un respiro hondo.

Al terminar, Kyungsoo tomó un largo sorbo de su botella, y Baekhyun no supo qué decir. Se quedaron ambos en silencio, hasta que a Kyungsoo le entraron ganas de ir al baño y así se lo comunicó al otro.

Lo vio levantarse en dirección a los baños y lo esperó sentado en el banco, bebiendo su botellín de agua a cortos sorbos y dando vueltas a lo que había contado Kyungsoo. Frunció en ceño, los ojos clavados en una lámpara de soporte que colgaba del techo por encima de la barra.

«No tiene mucha lógica, que digamos.» pensaba, frunciendo mas el ceño «Los lops se extinguieron. Demonios, es como si alguien asegurara que los dinosaurios aun existen. De hecho, no tiene nada delógica.»

El tiempo pasó sin que se diera cuenta, y solo se percató de lo mucho que tardaba el otro cuando volvió en sí. Miró a su alrededor y se levantó. Caminó hasta los baños y entró con cautela. De alguna manera, la paranoia que se cargaba Kyungsoo se le había contagiado.

Los espejos de los lavamanos le mostraron su pelo azabache algo alborotado por la carrera de antes, su expresión cautelosa, su tic nervioso de mordisquear las esquinas de su labio inferior. Y mas allá, en la parte más alejada, el reflejo de Kyungsoo le saludó.

Contuvo un grito y se acercó al muchacho. Los ojos de Kyungsoo estaban cerrados, su cabeza, echada hacia atrás, daba la vista de su cuello manchado con hematomas oscureciéndose y una mordida salvaje justo sobre la yugular manando ligeramente sangre que bajaba hasta manchar su camiseta. Su cuerpo, despatarrado con la pared como soporte, resbalaba poco a poco hasta el suelo, sus brazos, caídos a los lados, tenían surcos de arañazos, sus labios, partidos y llenos de sangre, temblaban.

-Kyungsoo... -susurró, corrió alarmado a su lado para ayudarle. Las pestañas del otro se sacudieron y dejaron ver sus ojos desenfocados.

-Corre... hay otro... vete... es una trampa... -gorgoteó con dificultad al abrir uno de sus ojos y enfocarlo en él.

Una de las puertas de los cubículos se abrió, y de allí salió un hombre joven. Los ojos de Baekhyun se abrieron de puro horror cuando el hombre caminó hasta Kyungsoo y las piezas encajaron.

Sus ojos tenían cierto rasgo bestial, felino. Sus pupilas eran dos rendijas negras contrastando con un iris amplio de color amarillo brillante. Su sonrisa, amplia y rematada con dientes afilados como los de un animal salvaje, era de pura socarronería. Su cuerpo, era alto, proporcionado, de espalda ancha, brazos musculosos pero no en exceso, piernas fornidas que imprimían peso en cada pisada, piel de un tono acaramelado. Pelo salvaje y alborotado color castaño. Casi inhumano. Eso era un lop, un mito en carne y hueso. El hombre se agachó junto a Kyungsoo y sonrió mirándolo con satisfacción.

-Tú -dijo con voz ronca, mirando a Baekhyun con una sonrisa abyecta-, eres el siguiente. Corre cachorrito, Chanyeol no tiene piedad. -rió ronco y giró la cara hacia el blase derribado que emitió un quejido de miedo y súplica.

No necesitó más. Lo único que hizo que su cuerpo se pusiera en automático y que sus piernas se movieran velozmente fue el instinto de supervivencia, quien dictaba a gritos órdenes que eran seguidas en piloto automático. Baekhyun retrocedió y echó a correr hacia la puerta, escuchando apenas la risa ronca del hombre tras él.

Como un borrón, todo pasó demasiado rápido, y para cuando volvió en sí, corría por la calle desierta, las bolsas de la tienda emitiendo chasquidos a pesar de que no recordaba haberlas tomado.

A pesar de todo, el miedo le hacía continuar corriendo, aunque sus piernas temblasen y el oxígeno no llegara correctamente a sus pulmones. Jadeaba, pero continuó tenaz, acercándose a su casa, su lugar seguro.

Dobló por un recodo, la imagen del otro muchacho torturando su cabeza, y amainó el paso, exhausto. Las lágrimas acudieron a sus ojos, y apretó los dientes con frustración. Miró varias veces hacia atrás, sin detener su carrera, jadeando por el esfuerzo y por el nudo en su garganta.

Tres décimas de segundo después de voltear hacia atrás por última vez fue derribado por algo duro como una pared que lo dejó sin respiración; seis décimas después una fuerte anatomía se cernía sobre él, ojos amarillos relampagueando en la penumbra, sonrisa socarrona llena de afilados dientes. Una décima de segundo para que la adrenalina y la noradrenalina se dispararan al mismo tiempo y la lucha por vivir se volviera más cruda y violenta. Un segundo y una décima después una mordida letal en su cuello expuesto por una mano que mantenía su cabeza hacia atrás acabó con la lucha. Ocho décimas de segundo más tarde, sangre escarlata manchaba su camiseta, al lop de pelo rojo, y goteaba al suelo, dejando un rastro mientras el lop llevaba su presa a su guarida, satisfecho con aquella caza.

Doce segundos después, Baekhyun dejó de saber nada de sí mismo.



Notas finales:

Well... chau


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