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Oscuridad por Topo

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-¡Pero es que va a venir si apagas la luz!

-¡Nada! ¡Las luces se quedan apagadas! ¡Y como se te ocurra encenderlas...! -el resto de la amenaza del padre fue comprendida a la perfección cuando el niño se encogió en su camita, los ojos llorosos muy abiertos.

Kyungsoo lloraba bajito, no fuese que su padre volviera a su cuarto y le diera una azotaína con el cinturón.

Era comprensible, era aún un niño y temía a la oscuridad. Aunque no, no le temía a la oscuridad, ni a lo que podía estar en ella, sino a lo que venía con ella.

Las hojas dibujadas pegadas en la pared fueron testigo de la violencia con que la puerta de la habitación que estaba pintada de un bonito azul claro fue azotada por un padre frustrado que llevaba semanas esperando un momento a solas con su amada esposa después que se durmiera su hijo, pero este se había empeñado en ir a dormir con ellos, en llamar una y otra vez a su madre o dormir con las luces encendidas, cosa que desbarataba todos los planes románticos que teniía la pareja, porque el niño despertaba al mas mínimo ruido.

Y, después de varias cenas caseras románticas arruinadas por un tercero que sobraba, media docena de encuentros tórridos que fueron vilmente congelados en el punto más caliente con el llamado de su hijo cayendo sobre ellos como una cubeta de agua helada y cubitos de hielo, dos reservaciones en un lujoso hotel con arreglos de rosas incluidas en la suite echados a perder por un niño que lloraba como un poseso al momento de partir, y un pasional caliente arrebato en la cocina enfriado por un par de ojos a medianoche que “no puedo dormir porque las luces estaban apagadas, mamá, papá”; el virtuoso matrimonio padeció una recaída en la virtud de la paciencia, quien frustrada con tanto esfuerzo, tomó sus maletas y se marchó en busca de unas muy merecidas vacaciones que no parecían querer darle.

En conclusión, Kyungsoo debió quedarse en su habitación, la puerta cerrada, en medio de la oscuridad, escuchando a sus padres en su habitación vestirse y hablar a murmullos.

-Cariño, tu padre y yo te dejaremos con la niñera, volveremos a la mañana, ¿bien? -la suave voz de su madre de dejó escuchar desde el otro lado de la puerta- Te amamos, cariño.

Los tacones de la madre se escucharon, y una conversación en baja voz entre su padre y la niñera fue apenas audible. Minutos después, la puerta frontal se escucho cerrarse y el rugido del auto de su padre se perdió en la distancia.

Kyungsoo cerró los ojos con fuerza, temblando. Estaba solo, a merced de la oscuridad. Nadie podría escucharlo.

La oscuridad envolvente se hacía cada vez más pesada.

La niñera nunca le hacía caso, y solía encerrarse en el cuarto del servicio a chatear con los cascos puestos. Y Kyungsoo se quedaba solo.

Hubo un silencio opresivo, y por ello escuchó claro el sonido del cerrojo de la puerta ser echado, emitiendo un chasquido. Gradualmente, el aire de la habitación se volvió pesado y la respiración del niño se aceleró. Empezó a escuchar susurros muy bajos, llamándolo suavemente por su nombre, y apretó con fuerza las sábanas, cubriéndose la cabeza con ellas.

Sentía algo tirando de las sábanas y las lágrimas de miedo acudieron a sus ojos. Escuchó su risa. Esa risa con una voz tan rasposa como la de papá, burlándose de sus intentos de huir. Se quedo rígido cuando sintió el tan temido tacto que ya conocía ascender lentamente desde sus pequeños pies, recorriendo un camino, sus pantorrillas, sus rodillas, sus muslos, sus caderas, su delgada cintura, su pecho, hasta llegar a su mejilla.

Kyungsoo empezaba a llorar quedo cuando sentía que se volvía como la masilla blanda, manejable, controlable, porque su madre siempre le dijo que aquello era malo, y su padre le dijo serio que nunca debía hacerlo hasta que él no le diera permiso. Y el era un niño malo porque aun así se dejaba y le gustaba.

*

Otra salida, arruinada por una discusión de pareja fue el resultado por el que el matrimonio se dirigía a casa, incómodos y deseando resolver las diferencias en privado, a solas, no en un lujoso restaurante cuatro estrellas.

El amor que ambos se profesaban era impresionante, un amor que nació desde que estaban en un humilde orfanato de monjas. El amor, aunado a las virtudes naturales y aprendidas los hacian complementarse, de modo que eran como uno solo, a pesar de sus diferencias.

Al regresar ambos, la casa estaba a oscuras. Tocaron el timbre un par de veces, pero nadie atendía la puerta. Aquello era extraño, porque la niñera solía esperarlos despierta hasta muy tarde. Preocupados, utilizaron las llaves y entraron.

Lo primero que llegó a sus oídos fue la risa ruidosa de la niñera en el fondo del pasillo. Se miraron entre ellos y se dirigieron allí. Del cuarto de invitados salía la música, alta, estruendosa y pegajosa. Al abrir la puerta, la sorprendieron bailando al ritmo de la alta música que salía de las bocinas del stereo de Kyungsoo mientras reía mirando la pantalla de su celular y tecleando con rapidez.

Al padre no le gustó eso. A la madre tampoco. Los regaños y gritos empezaron a la par que el stereo fuera apagado con brusquedad y la joven niñera se detuviera, sorprendida y asustada. El ruido de un despido poco amable, la puerta principal azotada y un furioso padre de familia hablando en voz bastante alta por teléfono exponiendo su queja con furia a la agencia de niñeras llegó a su fin, y se hizo el silencio.

Escucharon unos débiles ruidos en el fondo del pasillo. La madre, como toda madre preocupada y abnegada, se dirigió a la habitación de su hijo, con un débil latido de miedo que empezaba a intensificarse a medida que se acercaba a la puerta y unos murmullos de la voz de Kyungsoo y otra voz desconocida empezaban a distinguirse.

Con las manos temblorosas, la madre abrió la puerta. La luz cayó sobre la cama de sábanas azul celeste y azul ultramar, iluminando dos figuras menudas que parecían envueltas en una batalla campal bajo las mantas.

-¡...dijiste que ibas a portarte bien! -susurraba la voz de su hijo, reclamando bajo el ovillo de mantas.

-Uh-uh, lo olvidé. -reía una voz, escalofriantemente extraña para provenir de una figura más o menos de la estatura de su hijo.

La madre se quedó petrificada y algo atenazó su garganta.

-¿Soo, cariño? -la voz le salió temblorosa cuando pudo al fin despegar sus pies enfundados en sus tacones negros y caminar vacilante hasta la cama de su único hijo.

Las mantas fueron apartadas, y vio a su hijo mirarla con los ojos muy abiertos, situado debajo de la otra figura que se encontraba a gatas sobre el.

-¡M-mamá!

-Hola, madre. -la figura que se cernía sobre su hijo se aquietó y lentamente se apartó las mantas de la cabeza, dejándose ver al fin.

Bajo un flequillo casi demasiado largo, unos ojos felinos, con pupilas estrechas y los iris de dos colores diferentes, uno totalmente negro y opaco y el otro color platino y brillante, tirando a blanco, se clavaron en ella. Entre el pelo oscuro y revuelto surgían un par de cuernos cortos, oscuros, rugosos y brillantes, curvados ligeramente hacia atrás.

Las sábanas resbalaron cuando Kyungsoo recordó que debía reaccionar y empujó al ser que claramente no era humano. Kyungsoo se abrazó las rodillas, sin saber que hacer o decir, y el ser con cuernos se sentó en la cama, dejando la anterior posición sobre Kyungsoo. Su madre se había quedado con los ojos amplios clavados en los ojos de desigual color que se hallaban fijos en ella. Las mantas se apartaron, resbalando por una espalda que tenía un conjunto de escamas negro brillante tapizando la piel que se hallaba entre los omóplatos y bajando hasta el final de la espalda desnuda, mostrando el elástico de la ropa interior de Kyungsoo en el cuerpo del intruso.

Todo aquello estaba siendo demasiado para la dulce madre, quien, aun con la lengua pegada al paladar y bajo los efectos del shock y el horror, movida por el instinto maternal, se lanzó hacia su hijo, envolviéndolo en un abrazo protector y colocándose entre su hijo y aquello que la miraba a pocos centímetros.

-¿Querida, qu--? -el padre entraba y encendió la luz, encontrándose con una imagen que le empequeñeció el corazón de miedo.

Su amada esposa abrazaba a su hijo con fuerza, colocándose como un escudo entre Kyungsoo y un ser demoníaco. Su reacción de respuesta fue claramente agresiva, y tomó lo primero que tenía a mano, que resulto ser una lámpara de metal, y se dirigió al intruso.

-¡¿Quién eres y qué quieres?!

El ser saltó hacia atrás, esquivando el golpe y aterrizó con gracia a pocos metros. Sonrió y miró a Kyungsoo antes de desvanecerse.

Los padres miraron a su hijo, con preocupación, miedo, duda e indecisión. Kyungsoo se encogió.

-¿Qué era eso? ¿Quién era él? -la voz de su padre intentaba ser calmada.

-Kai. -contestó con simpleza el niño.

-¿Qué quería? ¿Te ha hecho algo? ¿Te dijo algo? ¿Desde cuándo viene? ¿Cómo fue que lo viste por primera vez? -el hombre estaba terriblemente preocupado, y su esposa empezó a llorar muy quedo, abrazando a su hijo como si nunca fuera a soltarlo.

Kyungsoo negó con la cabeza, y eso hizo ante todas las preguntas que le siguieron, a pesar de que sus preocupados padres intentaron todos los métodos para hacerle contarles.

La visita al médico fue extraña, porque los aparatos usados para examinar al niño empezaban a fallar, el examen físico incluyó pequeñas cantidades de electricidad saliendo de la piel del niño cada vez que el galeno intentaba hacer su trabajo y fue imposible dar un resultado determinante; un psicólogo no sirvió de nada, porque Kyungsoo continuó sin decir ni una palabra y no hacía más que mirar al suelo y mover sus pies nervioso; y visitar un médium espiritista solo asustó más a los padres del niño, porque el hombre no dijo ni una palabra y los sacó de su consultorio con evidente nerviosismo y agitación.

Esa misma semana, la familia se mudó a otro país, con la esperanza de dejarlo todo atrás.

Pero Kyungsoo sabía que la oscuridad estaba en todas partes, y que en todas partes Kai seguiría con él, Kai mismo se lo dijo.

Y lo peor es que no sabía si lo quería a su lado toda su vida.

 


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