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Déjame ser tus alas por Thirteen Wilder

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Notas del fanfic:

Bueno, ya volví despues de un retiro espiritual como el buen señor Kurumada :D

Espero que hayan tenido felices fiestas y se encuentren bien todos!

Y como  no puede ser un fic mio sin decirlo, tengo que recordarles que los resumenes siguen sin ser mi fuerte.

Esta historia será mas larga, y claro, tendra mas personajes que la complementaran! :D Los voy a agregar conforme vayan apareciendo.

 

 

 

 

 

El mpreg aparecerá tarde o temprano, asi que favor de no presionar, hago cosas horribles cuando eso sucede jaja.

Notas del capitulo:

Como siempre, hay que aclarar que los personajes no me pertenecen a mi sino al gran señor Masami Kurumada.

El titulo del fic está basado en la cancion "Let me be your wings" de Thumbelina  y lo traduje de la peor manera posible porque...¿si?

Suficiente charla, comencemos :D

-Hyoga, tienes que ser fuerte- lo tomó de los hombros-Tienes que escapar de aquí

-¡Pero maestro, lo van a matar!- gritó aquel dulce niño

-No importa, debes alejarte de aquí, evita que alguien te vea y regresa con los otros- lo cubrió con una capa.

-¡No quiero irme sin usted!-

-¡No te estoy preguntando!- la silueta de ese hombre se puso de pie- Tan solo obedéceme una vez más…Quiero que vivas, pequeño-

Las frías manos de aquella silueta de mayor estatura tocaron al más pequeño, haciéndolo caer de espaldas en un camino de hielo que lo arrastró hasta lo más profundo de un bosque, desapareciendo en las sombras de los arbustos. Miró por última vez la imagen de su maestro siendo apresado por una decena de hombres armados, quienes señalaban a otros para ir tras el faltante. Pudo escuchar un grito de dolor proveniente de su maestro, acompañado de este alarido, pudo escuchar un sonido similar al de una rama quebrarse. Sus ojos se abrieron de par en par al oír ese sonido repetirse un par de veces más. Se cubrió el rostro lleno de lágrimas y tierra mientras su propio peso lo iba guiando por ese camino de hielo que se desvanecía a su  paso.

 ¿Cuántos días habían pasado desde aquello? Había deambulado en aquel lugar sin un rumbo fijo, asustado por cualquier sonido que llegase a escuchar. El bosque lo había protegido tal y como su maestro había prevenido, pero nada le pudo hacer saber que ese pequeño no supiera como guiarse usando las estrellas, como le había enseñado antes, o tratar de hablar con los demás animales. Las pequeñas criaturas se habían vuelto traicioneras con los de su especie, no les querían ni ver, solo pensaban en la paz que traería al bosque la destrucción de todos esos monstruos que solamente perturbaban la buena vida que solían tener. Tuvo suerte de haberse encontrado varios arbustos con bayas y un pequeño riachuelo, el cual decidió seguir para ver si podía toparse a uno de los suyos.

Las fuerzas iban abandonando ese pequeño y adolorido cuerpo, tan solo quería llegar a casa, quería que salvaran a su maestro. ¿Por qué los humanos adoran hacer todo tan difícil? ¿Por qué la avaricia los domina de manera tan fácil? La excusa que ponían siempre era la de ser más poderosos. ¿Qué harían con todo ese poder? ¿Para qué pretenden usarlo? ¿Poder ser? ¡Pero si ya son unos seres vivientes empoderados y cegados por sus bajos deseos y enfermas ambiciones! Ellos no saben lo que quieren y quizá ese sea el motivo por el cual están desprovistos de increíbles capacidades como la curación, la creación de energía y elementos puros, en fin, un montón de cosas que su gente tiene como una habilidad innata.

Otra noche más se hizo presente, una sin luna, la consideraba como la más peligrosa de todas, tenía que dormirse encima de los árboles, cubierto de ramas y hojas, después de llenarse de lodo en caso que pudieran rastrearlo. Caminó desesperado buscando un árbol lo suficientemente grande para esconderse, pero su búsqueda fue interrumpida por el brillo de una fogata, cálido y seductor que lo invitaba a pasar y recostarse a su lado. No parecía haber nadie más ahí, pero el fuego se veía recién encendido…

-No puedo pensar claramente- susurró, frotando sus manos, sentándose poco a poco junto a la llama.

-¿Quién eres?- la voz de un hombre interrumpió su relajación.

-¡Aléjate de mí, humano!- se puso de pie con debilidad, adoptando una posición de batalla.

-¿Humano?- inclinó la cabeza, tuvo que bajar los leños que traía en sus manos- No voy a hacerte daño

-¡Estas mintiendo!- afiló su mirada, logrando crear una ligera capa de hielo en la nariz de este.

-¡Oye!- dejó caer su carga y se restregó la nariz un par de veces- Niño entiende

-¡Eres uno de esos cazadores! ¡Viniste por mí!- gruñó con un par de lágrimas en los ojos.

-¿Cazador?- negó dos veces- No tengo armas ni nada…solo vine de campamento- levantó sus manos como muestra de inocencia.

-Es demasiado conveniente para ti encontrarme-

-¿No debería ser lo contrario? Tu eres quien parece necesitar ayuda- la mirada del niño le dio la respuesta- Puedes confiar en mí, no tengo interés en un niño brujo.

-¡No soy un niño cualquiera!- ese hombre le ponía los nervios de punta, aunque quizá era también víctima del sueño y hambre.

-Bueno, te creeré, pero no te atrevas a apagar mi fuego, me costó trabajo encenderlo- pasó de largo y fue a su tienda, hurgó en su mochila, sacó un par de latas y preparó algo para comer.

El aroma era demasiado atrayente, era evidente que un niño hambriento iba a sentirse curioso por lo que fuera que estaba mezclando en ese sartén. Tras haber jugado un poco con el niño, haciéndole creer que no le iba a dar nada de su comida, sirvió un plato con su preparado, y él comió directamente del sartén.

-¿Cómo te llamas?

-Hyoga- contestó cortante- ¿Tienes nombre, humano?

-Milo- alzó su mano para darle un saludo formal- No tiene nada de malo, toma mi mano.

-Mi maestro dice que el contacto físico puede ser malo- pero de todos modos correspondió el saludo.

-No creo que seas tan obediente- sonrió de lado- ¿Dónde está tu maestro?

-Los cazadores lo atraparon…-miró con seriedad el plato de comida- Habíamos escapado, él me protegió, pero estoy seguro que ellos aún siguen buscándome.

El pequeño grupo de cazadores fue creciendo siglo con siglo, su mercado se había expandido desde las criaturas mágicas más pequeñas, hasta las más grandes, algunas de ellas ya se creían extintas por el exceso de consumo. Las leyendas antiguas no ayudaban a la conservación de esas especies, creencias sobre volverse inmortal con beber la sangre de unos, comerse los ojos de otros, curarse todo mal untándose una pomada creada con los huesos de otras especies. Las sirenas se creían perdidas por siempre, los marineros ya no hablaban sobre la existencia de estas desde que un joven capitán les mencionó una mejor manera de atraparlas, una manera en que podía aprovecharse al máximo sus habilidades, y la había aprendido, según dicen, de un gran cazador cuya pasión por una sirena fue su perdición. Enamorar a las criaturas mágicas parecía ser la mejor opción, pero algunos cazadores no tenían el deseo de tener algo que ver con ellas.

Sus grupos fueron creciendo hasta convertirse en diferentes grupos sociales, los cuales iban creciendo y ramificándose entre otras, poco a poco la crema y nata de las ciudades se veía impresionada con las capacidades de estos valerosos hombres que arriesgaban su vida luchando contra esas bestias que amenazaban la vida de los humanos. Sus fondos alcanzaron niveles extraorbitantes, haciéndolos estar al alcance de las mejores armas y últimas novedades en trampas para animales.

Este crecimiento fue obvio para las criaturas mágicas que podían camuflarse entre los humanos, la voz se corría entre los pueblos, madrigueras, cuevas, parvadas, etcétera. Algunos de estos seres llegaron a convivir, otros a matarse unos a los otros para tener inmunidad ante los cazadores, este último grupo fueron los demonios, quienes por conveniencia los ayudaban a buscar nuevas especies para comerciar a cambio de protección. Podríamos llamarlo una supervivencia del más fuerte, aunque los humanos temían sin duda a los demonios, por tener una religión exageradamente arraigada y por la facilidad que sería para uno solo rebelarse y diezmar una población en cuestión de minutos. Otras criaturas fueron aisladas, confinadas a una especie de esclavitud por favores, estas no hacían ninguna otra cosa que no fuera sobrevivir como servidumbre y adornos para los más ricos.

Perdido en sus pensamientos, con la barriga llena, un fuego caliente y una sensación de seguridad, Hyoga entrecerró sus ojos, cayendo poco a poco en un sueño que necesitaba desde hace ya unos días. Sin importarle nada, dejó caer su cuerpo en ese mismo lugar, durmiendo al instante.

-Vaya- se puso de pie- está agotado- con cuidado se acercó, removió la capa y pudo ver horrorizado lo que esta tenia debajo- ¿Esas son alas?- retiró lo que quedaba del trozo de tela, algunas partes de esta se encontraban totalmente adheridas a la piel del pequeño.

La magia del niño ahora tenía un sentido más racional para Milo, no era alguien con poder mágico, era una criatura mágica escapando de varios. De arriba abajo  observó aquellos pedazos de carne sonrojada y llena de heridas, no había ni una sola pluma en ellas, lo más seguro era que comercializaban por su color. Así funcionaba el mercadeo de criaturas, al ser útiles por la belleza de sus atributos, podían explotarlos hasta la muerte de esta, seguramente por lo coloridas que quizás fueron, o probablemente por ser de una criatura como él.

Aunque no fuera de su agrado el tener responsabilidades, tomó al niño entre sus brazos y lo acomodó en la pequeña tienda que había puesto. No podía quedarse hasta el amanecer, si es que habían cazadores detrás, lo más seguro es que avanzaran más rápido por las noches.
Sacó su teléfono celular, marcó los números necesarios y esperó con ansiedad a que contestaran desde el otro lado.

-Son las 3 de la mañana, animal- una voz gruesa y somnolienta respondió.

-Aioria, necesito tu ayuda

-¿Te volviste a quedar desnudo en casa de una cincuentona? No sé cómo logras hacer eso, ni cómo hacer que te funcione viendo semejante cosa arrugada-

-No tengo tiempo para tus bromas

-Yo tampoco, ve al grano- bostezó

-Encontré un Alado- miró dentro de la tienda- Es uno pequeño y está malherido, escapaba de unos cazadores, al parecer tienen a su maestro atrapado. Quiero que lo ayudes… ¿Eres medico verdad?

-Soy dentista, no veterinario- suspiró- Pero algo podría hacer…tráelo a mi casa, voy a prepararlo todo.

-Te debo un gato-

-Sí, sí, ya, te espero aquí- cortó la llamada.

Bien, allá se iba su día de descanso, su viaje espiritual para encontrarse a sí mismo, como había dicho el terapeuta de su trabajo. “Padeces de un estrés crónico” “Sigue así y te volverás esquizofrénico”. No tenía trabajando en aquel centro de investigación para que lo enviaran de vacaciones después de hacer mal un experimento. No tenía de otra, era eso o debía irse por la puerta trasera.

Con silencio y cuidado de no ser oído ni por una hormiga, recogió sus pocos artefactos del campamento, dejando la tienda como lo último. Subió las cosas a su automóvil y como si fuera un bulto, metió totalmente envuelto en cobijas al pobre niño en el asiento de atrás, con peligro de ser aplastado por un montón de basura que había acumulado orgullosamente a través de los años.

De la peor manera salió desapercibido del lugar, seguramente unos cazadores lo debieron de haber visto, pero al no ver nada raro, no fue interrogado en lo absoluto. Controló su respiración durante todo el trayecto, observando periódicamente por el espejo retrovisor a su pequeño acompañante.
Las luces de la ciudad iluminaron su camino, gruñó de nueva cuenta, despidiéndose de sus vacaciones “soñadas”. Entró a casa de Aioria por la parte trasera, llevando en sus brazos al pobre niño.

-Gato, espero que te hayas cortado las uñas, y que las tengas limpias- lo recostaron en una improvisada mesa de operaciones.

-Es tan solo un niño- se puso guantes, procedieron a retirarle todo lo que dañara sus alas- Mira bien, le arrancaron con fuerza las plumas, con suerte y van a crecerle de nuevo-

-Es un Alado y no tiene plumas…un poco triste, teniendo en cuenta su descendencia- lo mira- A ti siempre te interesó atender a alguna criatura mágica, pero tu padre no lo hubiera aprobado, esta es tu oportunidad-

-¿Quieres que le revise si tiene caries?-arqueó la ceja- Obviamente estoy tan intrigado como tú, será un paciente especial.

-También quiero que se quede aquí, al menos hasta que su maestro venga por él

-Deberías darlo por muerto, es imposible que a un Alado adulto  lo utilicen para usar sus plumas, de no ser uno mágico, no pueden tenerlo con vida.

-Hyoga usó un hielo raro en mí

-Ya le pusiste nombre… ¡te vas a encariñar y lo vas a querer conservar!

-Tan solo…cúralo, con todo lo que sepas

-Estuve leyendo antes de que vinieras, no temas mucho- acomodó un cubre bocas y con una señal le pidió al moreno que saliera de la habitación.

Algodón con alcohol por aquí y por allá, tenía demasiadas heridas abiertas y tenía que coserlas, sus alas presentaban diferentes tipos de lesiones graves, las cuales tomarían un tiempo en sanar, pero quizá su maestro, en caso de ser mágico, pudiera ayudarlo a sanarlo, no sería un gran problema.

Tras dos horas de estar limpiando, suturando, callando a un Milo ruidoso y vendando al pequeño, se lo llevaron con cuidado a una habitación de huéspedes.

-Va a dormir contigo aquí, tu cuchitril es la peor opción de todas.

-¿Crees que vaya a mejorar?

-Ma…maes…maestro…-su adorable voz jadeó de dolor, un poco de sudor hacia que su piel brillara más de lo normal- Sálvalo…sálvalo…-

Notas finales:

Muchas gracias por leer. Espero sus comentarios, como siempre, saben que acepto de todo tipo, menos propaganda religiosa jaja.

Saludos!


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