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It's calm on the surface por Dagi

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Notas del fanfic:

SPN y sus personajes pertenecen a CW.

Esta historia esta centrada en Dean, después de ver como sobrepasaba la temporada 10 y parte de la 11. Se habla de la depresión y todo transcurre desde el punto de vista de Dean.

Como siempre decimos, no beta.

Notas del capitulo:

Necesitaba ayuda...

“Si sólo pudiera… haría un trato con Dios y conseguiría que intervenga en nuestros lugares…”

Kate Bush/Running up that hill

 

Parte 1

Dean terminó de embalar la última caja con provisiones y cerró de un golpe seco el maletero de su Impala.

—¿Estás seguro de esto, Dean?— la voz de su hermano denotaba preocupación. — quiero decir… ¿Por qué no te quedas unos días más con nosotros? Amelia no tendrá problema en que-

Dean levantó una mano, cortando abruptamente a Sam. No queriendo escuchar más palabras.

—Gracias por la oferta, Sammy. Pero en estos momentos necesito estar solo.

Él quería que Sam entendiera el por qué de su partida. Su vida se estaba desmoronando y todo era por su maldita culpa.

Estaba jodido. Lo sabía.

Pero eso no impidió que arruinara su felicidad.

Sam asintió con resignación. Carraspeó por unos segundos y retomó la conversación.

—Bien, Dean. Como tú digas. Sólo… sólo hazme saber que estarás bien.

Dean realizó una media sonrisa y dejó envolverse en uno de los abrazos de su hermanito. Lo necesitaba.

—Lo haré, perra.

—Idiota— susurró, Sam. —. Cuídate, por favor.

Arrancando a su babe, se dirigió al último refugio que le quedaba para salvar sus mejores recuerdos y tratar de comenzar a crear nuevos.

***

Decidió hacer una parada rápida y obligada a causa del clima. El día nublado parecía darle ese toque sombrío al paisaje, provocando que la carretera fuera una boca de lobo.

El cuarto de motel no era lujoso y a Dean no le interesaba en lo absoluto. Se recostó en la cama y sintió con sus manos la aspereza de las sabanas viejas y desgastadas. El olor del ambiente se aferraba en sus fosas nasales y su mirada se posaba en el ventilador de techo sin usar.

Un ruido constante lo sacó de sus pensamientos y se dio cuenta que provenía del baño.

Glic... glic... glic...

El sonido de una gota cayendo en la rejilla del lavatorio.

Parpadeó varias veces y resolvió encender el televisor. Parecía ser que la señal solamente sintonizaba canales de ciudades cercanas. El noticiero se encontraba dando el resumen del mediodía.

¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Seis horas? No se había dado cuenta en el viaje.

En ese instante, su estomago hizo acto de presencia gruñendo y avisando que era el momento indicado para alimentarse. Refregó su rostro con las manos y antes de salir del cuarto, tomó sus medicamentos.

***

A pocos kilómetros se situaba una cafetería que por su fachada había visto días mejores, Dean se adentro al lugar y se ubicó en una de las mesas del fondo. Pidió un almuerzo que sólo constaba de café negro, tocino y unos huevos revueltos.

Esperando por su comida, Dean decidió mandarle un mensaje a Sam para hacerle saber que estaba a mitad de camino. Sin embargo, su dedo pulgar lo traicionó y apretó otra aplicación. La galería de imágenes se abrió antes sus ojos y varios cuadros se mostraban apilados uno al lado del otro.

¿Qué estaba haciendo?

Maldita sea. No podía negar que tenía una vena masoquista. Siguió deslizando su dedo y se detuvo en una foto. El hombre que estaba sonriéndole a través de la imagen se veía feliz. Radiante.

Su esposo había sido feliz.

Castiel Novak había interrumpido en su vida con una fuerza tan potente y chispeante que Dean pensó que estaba viviendo en un sueño o en una locura.

En un comienzo, él había tratado de ignorarlo. Pero la verdad era que tenía miedo de aquel hombre. Miedo de caer cada vez más en esos ojos azules. Un día dejó de luchar y se dio por vencido. Dean admitió que le agradaba su compañía y se hicieron amigos.

Nunca cambies, le había declarado una noche de otoño y Cas le sonrió como respuesta.

Todo marchaba a la perfección como si su encuentro estuviera destinado a ser. Algunos dirían que eran almas gemelas y en varias oportunidades, Sam se burlaría de su conexión profunda.

Dean llegó a creer en todas esas tonterías y las personas más cercanas también.

Nada podia salir mal. Excepto… excepto en aquellas ocasiones donde sus emociones negativas resurgían. Un mismo patrón que se reiteraba.

Su hermano menor lo reprendería por su bien.

Necesitas ayuda, Dean.

Nah, Sammy. No es nada que no pueda resolver.

Pero no fue así.

Dean pensaría las cosas dos veces y creería que sus esfuerzos nunca valdrían la pena. También juraría que no era merecedor de lo que Cas le brindaba. Amistad y algo más que veía en su mirada. Una revelación que tenía temor de no corresponder como se debía. Ya que el poseía el mismo sentimiento.

Cas era alguien inalcanzable.

Así que no tuvo más remedio que volver a sus tácticas viejas. Intentar rechazarlo. Ponerse una venda en los ojos y no ver al elefante en la habitación.

De nada sirvió, porque el hombre lo conocía como la palma de su mano. Dean maldeciría más de lo acostumbrado, ya que la obstinación de Cas le traía más consecuencias que soluciones.

La confesión de sus sentimientos fueron expuestos a través de una escena de celos por su parte. Cas se quedó en silencio tratando de asimilar la situación y a los pocos minutos se abalanzó sobre él, dándole un beso que quitaba el aliento y hacia que sus piernas temblaran.

Ellos se elegían mutuamente por segunda vez y sin ninguna restricción.

El cuento siguió con un compromiso en la víspera de navidad y una ceremonia de casamiento acompañado de su círculo más intimo.

Dos años de pura dicha y la creencia que nada ni nadie podía separarlos.

Claro que Dean se equivocaba otra vez.

—¿Algo mas, señor?

La voz de la camarera lo arrastró a la realidad. Aun sostenía su teléfono celular, pero la pantalla se había oscurecido. Se sentó más derecho y negó con la cabeza. Su apetito se había esfumado al igual que sus recuerdos.

La mujer se dio la vuelta y fue con otro cliente.

Dean sacó unos cuantos billetes y salió. Todavía no era de noche, pero el cielo estaba cubierto por una masa negra que anunciaba su llegada a cada paso. Tal y como lo había sido su vida hace meses atrás.

***

Más tarde, Dean prendió el limpiaparabrisas al ver que el vidrio se empañaba de una fina capa de lluvia. Calculó que en tres horas se encontraría en su guarida. En su único lugar de confort: la casa que había heredado de su abuela Deanna. La casa donde Cas y él tuvieron sus mejores momentos y el inicio de sus peores. Era su cielo e infierno personal.

Una pequeña voz susurraba en su interior burlándose de su fragilidad.

¿Los recuerdos te embargan, Winchester? Eres patético.

Era su voz. Era el remordimiento.

Las discusiones que una vez fueron aisladas y tontas, se volvieron continuas y profundas. Nunca sabía el por qué de las mismas, hasta que Cas le dijo en un tono poco calmado que estaba boicoteando su matrimonio.

¿Cómo? ¿Qué estaba haciendo de mal?

Creer, Dean. No crees en nosotros.

¿Qué?

¿No te das cuenta? Piensas que lo nuestro es una ilusión. Buscas la más mínima excusa para probar que lo nuestro nunca podrá ser. Tus problemas… son cada vez más frecuentes. ¿Qué puedo hacer? ¿Dime que podemos hacer? Déjame ayudarte.

Dean no era consciente del dolor que le provocaba a Cas hasta que fue demasiado tarde. Su separación fue difícil, pero lo aceptó con pesar en su corazón. No era justo para Cas irse de su hogar con los hombros encorvados, sintiéndose derrotado.

No. No era justo.

Quédate. Yo me iré.

¿Acaso su distanciamiento seria por pocos días? ¿Semanas? ¿Se darían una nueva oportunidad?

Su amiga Charlie le diría que era una crisis que podían superar. Era un obstáculo que cada pareja sorteaba en su vida de casados. Dean creyó en esa posibilidad, pero los meses se sucedían y su teléfono no recibía llamadas ni mensajes del hombre que amaba.

Un día se rindió y todo a su alrededor se derrumbo.

Era una piltrafa humana. No dormía bien o directamente se quedaba en su cama, porque no tenia fuerzas ni ganas para levantarse. Se salteaba las comidas y se pasaba las noches bebiendo para olvidar.

Al final, todos tenían razón.

Necesitaba ayuda.

Señor, Winchester. ¿Conoce los síntomas de la depresión?, resonaba en su mente las palabras de su médico psiquiatra.

Notas finales:

Gracias por leer.


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