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Volcán De Chocolate por Bloqued 1

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Notas del fanfic:

Los personaje de Kuroko No Basuke no me pertenecen, son propiedad de su autor Tadatoshi Fujimaki.

Yo solo los tomo prestados para que hagan cosas indecentes entre ellos.

Este fanfic está hecho por fans para fans, sin fines de lucro.

Notas del capitulo:

Chocolate, dulce chocolate.

De todas las personas que tuvieran las mínimas destrezas al cocinar, ¿por qué él? ¿Por qué tenía que venir a pedirle ayuda justamente a él? En su equipo había una persona que, según había oído por parte de Kuroko, era casi tan bueno como él en la cocina, hasta podría decirse que mejor. Entonces, ¿por qué tenía que aceptar a la petición de aquel joven de cabellos azules y con tan mala educación?

Si no me ayudas, te destrozaré todo lo que se llama cara.”, le había dicho ese día que llegó a su departamento sin avisar.

-Oh, ahora ya recuerdo porque dije que si.- murmuró alzando las cejas.

-¿Dijiste algo?- indagó el joven a su lado.

-No, nada. Nada.- dijo negando levemente con la cabeza.- Recuérdame por qué quieres aprender a cocinar, Ahomine.

El peliazul frunció el ceño al ser llamado de esa forma, sin embargo no se quejó.

-Para enseñarle a Satsuki.- dijo serio.

-¿No hubiera sido más fácil que le enseñara directamente a ella?- le preguntó intrigado por la incoherencia que el moreno estaba diciendo.

-¡¿Estás loco?!- exclamó molesto el de Touou.- Con la poca paciencia que tienes, seguro ya la estarías matando a cuchillazos.

-¿Poca paciencia?- dijo Kagami frunciendo el ceño. Admitía que tenía un pésimo carácter, pero cuando se trataba de mujeres, intentaba mantener la compostura. Además, él le había enseñado a cocinar a su entrenadora, Riko, así no los mataba en uno de esos campamentos de entrenamientos que hicieron el invierno pasado.- ¿Cómo crees que te estoy aguantando, Ahomine? Tengo paciencia de sobra, si no ya te hubiera sacado a patadas de aquí.

-Sí, sí. Claro.- contestó la pantera con superioridad. Taiga refunfuñó por lo bajo pero decidió terminar la conversación allí o seguramente cometería homicidio en su propia cocina.

Para sorpresa del de Seirin, el moreno aprendía bastante rápido asi que no era tanta molestia como él pensaba que sería. Con tan solo dos días de prácticas ya podía hacer curry, sushi, pollo teriyaki, yakisoba, tortilla de huevo y una variedad de comidas occidentales como un omelette, paella, pizza casera y cerdo a la parrilla. De verdad que el idiota tenía talento, pues Kagami había probado cada uno de esos platillos y todos sabían delicioso, como si él mismo los hubiera preparado. Por un lado se sentía orgulloso, pues su “alumno” estaba superando al “maestro”. El último platillo del día fue una cacerola de mariscos y, a pesar de que sentía que estaba a punto de reventar por todo lo que había comido, no pudo evitar terminarse su plato pues los sabores hicieron que su lengua llegara a un sutil orgasmo que solo se notó con su sonrisa embobada, la cual mostraba cada vez que comía un bocado de aquello.

-Bien, ¿qué sigue?- preguntó entusiasmado el peliazul, sacudiéndose las manos. Se sentía satisfecho con todo lo que había aprendido a cocinar. Si Bakagami podía hacer una cara así al probar un platillo suyo, seguro que Satsuki y el resto del equipo también se sentirían de la misma forma.

-¿Quieres seguir? ¿Estás loco?- exclamó el pelirrojo con los ojos completamente abiertos.- ¿Qué no ves la hora que es?- volvió a decir señalando el reloj, que indicaba que eran las once de la noche.

-¡Diablos! Perdí el último tren.- dijo chasqueando su lengua con disgusto. No quería volver a su casa a pie y tampoco tenía dinero para pedir un taxi, y tampoco iba a pedirle dinero prestado a Kagami, su orgullo estaba en juego.

-Está bien, puedes quedarte aquí.- le dijo Taiga recostándose sobre la alfombra de su living. Aomine lo miró con incredulidad, no se esperaba eso.

-¿Hablas en serio, Bakagami?

-Si lo prefieres, te dejo dormir en la calle. Tú decides.

Aomine refunfuñó pero no acotó nada más. El As de Seirin se levantó y fue a su habitación para buscar alguna remera y pantalón que pudiera entrarle al moreno, aunque tampoco era mucha la molestia, ambos tenían la misma talla.

-Tomaré una ducha primero. Luego puedes hacerlo tú, si quieres.- le dijo Kagami luego de entregarle una muda de ropa. El de ojos azules no contestó y se limitó a sentarse en el sillón negro de cuero para echar la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos por unos minutos. Tal vez no era mucho ejercicio físico, pero cocinar te dejaba exhausto; el estar pendiente de que el fuego no este ni muy alto ni muy bajo, de que las verduras no se quemen y de tener cuidado de no cortarse al estar picando algo, era una cosa que merecía el 100% de su concentración y su cerebro no estaba diseñado para eso.

Sin darse cuenta, se quedó dormido, con la cabeza hacia atrás y la boca abierta. Kagami salió del baño envuelto en una toalla que solo cubría su cuerpo de la cintura para abajo y una toalla más pequeña sobre sus hombros con la que secaba sus rojos cabellos. Y en cuanto descubrió el dormido cuerpo de Aomine sobre el sillón de su living, no pudo evitar reírse por lo bajo, la imagen era demasiado graciosa, pues un hilo de baba salía por la comisura de los labios del moreno. Disfrutó de la vista un poco antes de acercársele y sacudirlo para que el otro se despertara.

-¡Diablos, Satsuki! Que molesta eres. A veces me dan ganas de…- pero el monólogo de dormido que estaba dando se detuvo en seco cuando divisó frente a él un bronceado y enorme pecho trabajado que tenía pequeñas gotas de agua que lo recorrían. Definitivamente, ese no era el pecho de su amiga. Alzó la mirada un poco más y se encontró con la divertida mirada de Kagami que se estaba riendo a expensas de su situación.

-Estabas soñando con tu amiga de la infancia, que pervertido.- dijo el pelirrojo con una sonrisa, burlándose de él.

-¡Maldito Bakagami!- exclamó furioso el moreno, levantándose de su asiento.- ¡Jamás tendría ese tipo de sueños con Satsuki!

-Pues eso no era lo que parecía.- le contestó el tigre dándose medía vuelta mientras secaba sus cabellos con la toalla pequeña que tenía sobre sus hombros. Al posar su mirada sobre su espalda, Aomine no pudo evitar sonrojarse. Ese pelirrojo estaba bastante bueno. Más que bastante, estaba buenísimo.

Meneó su cabeza para deshacerse de aquellos pensamientos que vaya a saber Dios de donde habían venido y con el ceño fruncido se dirigió al baño, sin siquiera mirar a Kagami, quien estaba apoyado en la encimera de la cocina, mirándolo divertido.

Aunque Alex no estuviera en su casa, pues se había ido a visitar a Tatsuya, Kagami le preparó un futón a Aomine, cerca de su cama, en su habitación. El moreno no reclamó y eso llamó sorpresivamente la atención del tigre quien al apagar las luces de su cuarto comenzó a hablar en voz baja como si alguien más estuviera durmiendo en la casa.

-Deja susurrar, idiota. No escucho una mierda de lo que estás diciendo.- le dijo Aomine con molestia. Kagami rió por lo bajo.

-Te estaba preguntando por qué nunca tuviste esos pensamientos hacia Momoi. Pensé que te gustaban los pechos grandes.

-¡Maldito! ¡¿Le miraste los pechos?!- gritó Daiki enojado, enderezándose sobre el futón, ayudándose con sus codos.

-¡Oye! Apareció en la piscina de mi escuela con una bikini, ¿qué esperabas que hiciera? Soy hombre después de todo, Ahomine.

El peliazul no contestó y se dejó caer sobre el futón nuevamente. Un silencio de velorio se formó en la habitación y Daiki podía escuchar con claridad la respiración del otro, era lenta y pausada, tranquila pero potente pues de verdad el tigre hacía ruido al respirar. Pensando que el pelirrojo se había dormido, hablo en voz baja.

-Oye, Kagami.

-¿Mmm?

-¿Tú has tenido ese tipo de pensamientos con alguien?

-¿Qué tipos de pensamientos?

-Ya sabes… esos.- le decía Aomine avergonzado. No le interesaba hablar de esos temas pero le había picado la curiosidad.

-Si no hablas claramente, no podré entenderte.- le contestó el pelirrojo con diversión. Estaba disfrutando el hecho de que el moreno se sintiera incómodo.

-¡Maldito!- farfulló Daiki para darse vuelta, dándole la espalda a la cama del de Seirin. Kagami se rió por lo bajo para luego continuar con la conversación.

-Si hablas de tenerlos con Alex o Momoi, no.- contestó tranquilo.- Pero si los he tenido con respecto a la persona que me gusta. Es más, los sigo teniendo.

El peliazul se quedó pensativo, ahora quería saber quién era la persona que le gustaba al pelirrojo. Pero eso era algo que no iba a preguntar, no quería invadir más la privacidad del otro. Suficiente vergonzoso era el estar hablando de esas cosas.

-¿Y tú, Aomine?- indagó el pelirrojo rompiendo el extenso silencio que se había formado entre ambos.

-Mmm, pues… ¿Por qué crees que compro esas revistas?- dijo algo sarcástico, cosa que hizo reír a Taiga. Aquella sutil risa hizo que el moreno se sonrojara, no sabía que el tigre podía reírse de esa manera tan tierna y despreocupada.

-Una Idol no cuenta, tonto.- dijo aun entre risas.- Me refiero a si tuviste ese tipo de pensamientos con alguna persona cercana a ti, alguna compañera de tu escuela, tal vez la hermana de Kise.

-Nadie podría tener esos pensamientos con la hermana de Kise.- dijo el moreno con tono de disgusto.

-¿Por qué? Es linda y tiene un buen cuerpo.

-Sí, pero es hermana de ese idiota. Asi que eso resta encanto.

Nuevamente se quedaron en silencio y ahora parecía que duraría hasta que alguno se durmiera primero. Efectivamente, cuando Aomine estaba por preguntarle otra cosa al pelirrojo, este ya estaba roncando levemente, con la boca semi abierta, dejando escapar un poco de saliva. No era para nada atractivo, pensó el moreno, como si él mismo no se hubiera visto dormir antes; había fotos de eso. Con desgano se dio media vuelta sobre el futón e intentó dejarse llevar por Morfeo pero unos pensamientos lo estaban poniendo intranquilo, por alguna razón que él no podía explicar, necesitaba saber con quién tenía ese tipo de pensamientos el tigre. Ya sabía por parte del mismo que aquella rubia americana y su amiga estaban descartadas, pero entonces ¿quién quedaba como opción? Tal vez fuera su entrenadora, aunque lo dudaba; no era una chica fea pero le faltaba feminidad, además de ser casi tan plana como una tabla de madera. No, definitivamente esa chica quedaba descartada también. ¿Tal vez alguna compañera de salón? Aunque tampoco estaba seguro, no sabía si Kagami tenía relación con otras mujeres dentro del ámbito escolar, tampoco era que le importara tanto.

‘Entonces, ¿por qué estoy pensando en esto?’, pensó enojado consigo mismo por darse cuenta de que se estaba contradiciendo como el idiota que era. Suspiró con resignación y cerró los ojos para intentar dormir. Y lo logró, después de unos quince minutos, pero lo logró al fin, y asi comenzó a soñar. Comenzó a soñar que se encontraba en aquella cancha de básquet donde solía jugar uno-a-uno con Kagami y que estaba jugando con el mencionado, teniendo casi dos puntos de diferencia; el próximo que encestara ganaría aquel encuentro y no iba a permitir que fuera el pelirrojo.

Los pies y piernas de ambos se movieron con agilidad sobre el asfalto, rechinando la suela de sus zapatillas, mientras uno dribleaba y el otro intentaba detenerlo. Taiga hizo rebotar el balón hacia atrás y luego de un giro ya estaba corriendo hacia la canasta, listo para encestar con un tiro de tres cuando Aomine, de forma brusca se lanzó para detener aquel tiro. Y lo logró. Pero a expensas de terminar cayendo encima del tigre, enviando la pelota hacia una esquina de la cancha.

De repente se encontraba sacudiendo su cabeza, apoyándose en sus manos para intentar levantarse cuando notó como el cuerpo debajo de él se revolvía incómodo. Mientras Taiga se quejaba en voz alta, vociferando varias maldiciones por el golpe que le provocó el moreno, Daiki se dedicó a observar con detenimiento al de Seirin, sus hombros tensos, su pecho sudado, con sus tetillas resaltando debajo de la tela. Su nuca, con algunos cabellos pegados a ella, su barbilla pequeña y redonda, sus labios rosados y finos.

Sus labios.

Un pensamiento se enterró en lo más profundo de su mente y sin darse cuenta, ya estaba probando aquellos carnosos labios que tanto le habían llamado la atención, rozándolos con su lengua, como pidiendo permiso para invadir aquella cavidad que estos labios estaban resguardando. Sin resistirse a tal acto, Kagami rodeó su cuello y entreabrió su boca para dejar pasar el musculo húmedo del más alto, creando una danza de calidez exquisita, una conexión lujuriosa entre ellos.

Los labios del pelirrojo se sentían tan bien bajo los suyos, tan suaves y, ¡demonios!, el tigre sí que sabía cómo besar. Era embriagante, la forma en que sus labios encajaban de forma perfecta, era simplemente excitante para el peliazul. Con descaro, levantó la camiseta bordo del más bajo y comenzó a acariciar el abdomen del mismo con las yemas de sus dedos, tanteando el terreno, dejando una línea de fuego sobre el cuerpo del otro que se estremeció ante el tacto pero siguió sin otorgar resistencia.

Esto no es real.

Las manos del de Seirin lo imitaron y comenzaron a acariciar su espalda, provocando que Daiki ronroneara de placer al sentir aquella calidez viajar desde su cintura a su cadera. Intensificó el beso, ahora encerrando uno de los pezones de Taiga entre su dedo pulgar e índice.

Esto no es real. Detente.

Se despojó de su musculosa negra y atacó el cuello del pelirrojo mientras este había posado una mano sobre su erección, masajeándola por encima del short deportivo, provocándolo, calentándolo. Bajó sus labios hasta la clavícula del de piel bronceada y dejó una marca con sus dientes, Taiga gimió ante aquella acción. Siguió bajando hasta el abdomen del más bajo.

¡Detente, idiota! ¡Que no es real! ¡Detente!

Después de lamer cada extensión de piel del abdomen, bajó hasta el elástico del blanco short blanco, deslizándolo hacia abajo, sintiendo como Kagami empujaba su cabeza, incitándolo a que siguiera desnudándolo. Se encontró con el negro bóxer y el erguido miembro del tigre; lo lamió por encima de la tela. Luego se dedicó a bajar el bóxer también y una voz en su interior gritó con todas sus fuerzas.

¡TE DIJE QUE TE DETUVIERAS! MALDITO PERVERTIDO. ¡ESE NO ES KAGAMI! Y SI SIGUES ASI, TERMINARÁS POR MANCHAR SU FUTÓN, IDIOTA.

Se despertó con el corazón acelerado. Ya era de día y cuando intentó sentarse para cerciorarse de que Kagami siguiera en su cama, algo en la entrepierna le envió una punzada de dolor. Observó entre sus piernas y un bulto enorme resaltaba por debajo de las sabanas del futón. Había sufrido una erección soñando con Kagami.

-¡Maldición!- masculló por lo bajo y como pudo, con cuidado de no despertar al otro que roncaba como morsa, se levantó para dirigirse al baño y relajar aquella zona. Presurosamente le puso el seguro a la puerta y se colocó frente al espejo, posando su mirada en los ojos azules que el objeto reflejaba. Estos emanaban lujuria y pasión desenfrenada junto con deseos carnales incontenibles. Inconscientemente comenzó a deslizar su mano sobre su bien formado abdomen, cerrando los ojos en el acto y viendo mentalmente que su morena mano era de un tono canela que lentamente rompía las barreras de su bóxer, brindándole asi, sensaciones inimaginables que no creyó tener jamás en los incontables actos que había realizado con las revistas de sus Idols.

Terminada su labor, salió de la minúscula habitación luego de lavarse las manos. Cuando se asomó por el pasillo, pudo sentir un leve aroma a tocino con huevo. Para su sorpresa, Kagami ya estaba levantado parado frente a la cocina con un delantal rosa tapando su pecho pero dejando al descubierto su redondo trasero cubierto únicamente por la fina tela de su bóxer negro. Inevitablemente sus ojos se posaron en esa zona, generando miles de fantasías que estaban amenazando con despertar su pene de nueva cuenta. Meneó su cabeza para deshacerse de esas ideas, jurándose a sí mismo que no volvería al baño, pues el hambre era más fuerte.

-Buenos días.- dijo Taiga con un bostezo pero dejando ver una amable sonrisa, mientras se giraba para colocar los platos con comida sobre la encimera de la cocina.- ¿Descansaste?

-Uhm.- asintió el moreno, evitando todo tipo de contacto visual con el pelirrojo. La vergüenza se había apoderado de él, no podía mirar a Kagami a la cara, no después de haberse masturbado pensando en él.

Se sentó en una de las banquetas y se dedicó a comer sin intentar comenzar una conversación pues, por más que lo intentara, no se atrevía a hablar con la causa de su erección. Mientras masticaba los huevos junto con la carne frita, su mente comenzó a divagar en las imágenes que recordaba de su sueño; el pecho de Taiga, sus hombros suaves, su cuello bañado por el sudor y sus labios hinchados después de haber sido devorados por los suyos. De repente un trozo de huevo intentó pasar al lado contrario y se ahogó, tosiendo con fuerza y golpeando su pecho para que la comida se fuera por el camino correcto.

Kagami se levantó de su asiento y se acercó preocupado por el repentino accidente del peliazul que no dejaba de toser e intentar respirar al mismo tiempo, provocando que, en vez de mejorar, empeorara la situación, preocupando más al pelirrojo al ver el rostro rojo del moreno que competía con su cabello. En una fuerte gárgara, Aomine logró deshacerse del trozo de comida que lo estaba asfixiando y Taiga, al notar qué era lo que había expulsado el otro, no pudo evitar levantar una ceja con cierta ironía.

-¿En serio?- le dijo de forma seria.- ¿Te atragantaste con un huevo? Eres un idiota.

Daiki no contestó y se limitó a fruncir su ceño, aun intentando normalizar su respiración. Empujó de forma brusca al tigre y se volvió a sentar en la banqueta, sin levantar la mirada hasta terminar de comer. Una vez los platos estuvieron limpios, Kagami se dirigió a su habitación para ponerse una remera blanca y un pantalón holgado color gris. El moreno consideró la posibilidad de volver a usar su ropa pero al recordar que hoy sería otro día de práctica en la cocina, prefirió quedarse con la ropa del de Seirin para no manchar la suya.

-Bien, ¿qué quieres cocinar hoy?- le preguntó Kagami cuando volvió de su habitación. Aomine no le contesto, ni siquiera lo miro, seguía con vergüenza.- Mmm… ¿Tal vez deberíamos pasar al menú de dulces?

El peliazul no era amante de las golosinas, mucho menos de los postres como pasteles y flanes con chocolate, pero si hacer eso lo distraería e impediría que pudiera pensar en lo que había hecho en el baño esa mañana, se desgarraría las manos batiendo la crema y amasando la masa de galletas. Asintió y se encaminó a la cocina junto con el pelirrojo a su lado que luego le tendió un delantal color rojo.

-No permitiré que manches mis ropas.- le dijo con una sonrisa al ver la cara de confusión de Daiki cuando tomó el trozo de tela. Él aludido se encogió de hombros y se colocó el delantal, atándolo con un sutil moño detrás de su espalda.- Comencemos con un mousse de chocolate.- volvió a decir el pelirrojo alcanzándole un bowl de vidrio y un batidor de mano.

Como los días anteriores, el moreno acató las órdenes que el otro le daba para que pudiera preparar a la perfección la receta. Nuevamente lo hizo mejor de lo que Kagami lo esperaba y eso lo motivó para seguir haciendo el resto de platillos dulces que el tigre le imponía, desde soufflé hasta un suculento tiramisú. Cada postre pasaba por la boca de Taiga, quien actuaba como juez de competición y degustaba con increíble profesionalismo el mar de sabores que danzaban sobre su lengua.

El último platillo había sido un volcán de chocolate y Aomine no pensó que luego de eso se iba a arrepentir toda su vida por haber dejado aquel empalagoso dulce como último esfuerzo, ya que al ser degustado por su juez por excelencia y mentor en el área, aquel postre había dejado un bello mapa y camino hacia los labios del pelirrojo -o era lo que veían los ojos del moreno, más que un simple rastro de chocolate dejado por el postre-.

Con mano temblorosa, posicionó su dedo pulgar sobre la comisura de los finos labios del de Seirin para acariciarlos sutilmente, con la intención de limpiar la zona que estaba inundada en chocolate caliente y líquido. Luego miró la yema de su dedo y la lamió bajo la atenta mirada del pelirrojo.

-¿Q-Qué… haces?- le preguntó Kagami con confusión en su rostro.

-Tenías chocolate, solo la estaba limpiando.- le contestó con una sonrisa.- ¿O pretendías que hiciera algo más?

Kagami se levantó del sillón y se posicionó frente a la pantera con una mirada llena de diversión.

-Algo como esto.- susurró y sin avisar devoró la boca del moreno con suma desesperación, enterrando a la fuerza su lengua en aquella cavidad. El beso fue lento, pausado por momentos y arremetido por otros, logrando que ambas bocas encajaran a la perfección como si de dos piezas de rompecabezas se trataran. Por obvia falta de aire se separaron y el de ojos rojos volvió a posar su mirada en los zafiros que tenía en frente.- O algo como lo que hiciste esta mañana.- volvió a decir con una sonrisa arrogante, logrando que, a pesar del oscuro tono de piel, el rostro de Aomine se encendiera en una obvia demostración de vergüenza, algo que le causó cierta ternura a Kagami, que lo volvió a besar.

Luego de unos segundos que parecieron ser eternos, el moreno salió de su estado de shock volviendo a su clara expresión de arrogancia que también lo caracterizaba, con una sonrisa de lado y por demás lasciva, abandonó su asiento y acorraló al tigre como si de un omega se tratara, dándole por sentado que ya poco le preocupaba el hecho que notara lo que su cuerpo manifestaba.

-Me importa tres mierdas quien es la persona que te gusta.- le dijo en tono demandante, acercándose al lóbulo de su oreja para morderlo.- Vas a ser mío ahora.

-¿Cómo sabes que no la conoces?- le respondió Taiga con tono burlón y sonriéndole socarronamente.- ¿Acaso me negarías que tienes gente que te importa? ¿Qué tal si una de esas es aquella a la cual pongo toda mi atención? ¿Te atreverías a traicionarla?

Aomine se alejó del más bajo y lo miró con genuina incredulidad, aquellas preguntas habían tildado su cerebro, dejándolo con la imposibilidad de generar alguna respuesta coherente e irónica a la vez tan característica de su persona. Frunció el ceño, como todo idiota que se enoja primero porque es más fácil, antes de pensar una solución o una respuesta un tanto más lógica o compleja, y por ende más difícil. Con suma molestia se dio media vuelta, dándole la espalda a Taiga y se encaminó a la habitación del mencionado para cambiarse, estaba decidido a irse de allí pues no iba a perder su orgullo mientras le rogaba al pelirrojo, eso no era parte de él. Detrás de sí, Kagami lo siguió, entre confundido y divertido, pues suponía en su mayoría lo que había causado la molestia del peliazul y lo siguiente que haría el mismo para escaparse de la situación, sonrió con ternura, a veces podía ser más inmaduro de lo que aparentaba.

Mientras Aomine se cambiaba de forma rápida y desordenada, dejando expuesto la mitad de su cuerpo, Kagami cerró la puerta de su habitación y la aseguró con la llave para luego esconderla en un cajón que tenía cerca, entre su ropa interior. Sin permitirle que lograra colocarse la remera, lo abrazó por detrás y acercó sus labios a la oreja del de Touou para susurrarle de forma insinuante.

-¿Nunca pensaste que la persona que me gusta la conoces más de lo que imaginas?

-¿De qué mierda estás hablando?- bramó enojado el moreno.- ¡No es necesario que juegues conmigo! Suficiente con la escena del sillón.

En tanto que el moreno escupía colérico sus palabras, no notó el momento en que el tigre lo fue guiando hasta su cama, sentándolo y acorralándolo contra la pared, sin despegar su mirada, sentándose sobre él y rodeándolo, para luego susurrarle sobre sus labios:

-¿Qué escena?- le dijo divertido.- Tendrás que ayudarme a recordarla porque yo no puedo hacerlo.- decía delineando con su dedo la línea media de su pecho, dirigiéndola en un camino muy poco sinuoso hasta el límite de los pantalones propios para jugar con el elástico de los mismos.

Con una sonrisa lasciva se dejó hacer por las manos bronceadas que lo recorrían y colocó las suyas sobre los muslos del pelirrojo, apretándolos y acariciándolos, demostrando el exceso de excitación del que estaba siendo víctima en ese momento. Taiga se removió ansioso sobre la pelvis del más alto, con la intención de acercar más sus cuerpos pero encontrándose con un bulto que se lo impedía.

-¿Prefieres que te ayude?- le dijo mirando hacia la erección del peliazul con una sonrisa y apoyando su mano sobre la misma.- ¿O me muevo para que puedas ir al baño?

Sin contestarle, empujó al pelirrojo de encima de él y con agilidad se sacó los pantalones holgados para luego deslizar su bóxer y quedar como Dios lo trajo al mundo. Volvió a jalar a Kagami y tomando la cabeza del mismo entre sus manos, la colocó entre sus piernas, frente a su miembro, para demandarle con voz ronca:

-Acepto tu oferta. Chúpamela.

El As de Seirin sonrió de lado y con gula introdujo aquel palpitante y oscuro miembro dentro de su boca, succionándolo entre sus mejillas y dibujando círculos con su lengua sobre la punta del mismo. Se relamió los labios para luego saborear toda la longitud del falo, deteniéndose por momentos para excitar el orificio del glande, llenándolo de saliva y presionándolo, esperando que aquel jugo deseado saliera e inundara sus papilas. El peliazul soltó el aire despacio entre los incisivos produciendo un largo silbido acompañado por un ronco gruñido cuando el pelirrojo comenzó a masajear sus testículos a medida que aumentaba la velocidad de la felación. Enredó sus dedos entre aquella cabellera de fuego y con movimientos suaves de cadera, ayudó al otro a seguir el ritmo que él quería, el ritmo con el que había fantaseado tanto tiempo.

Porque si, aquella amenaza de romperle la cara si no le enseñaba a cocinar eran solo palabras dichas por decir, aquella confusión que había sentido al razonar que estaba pensando demasiado en la persona que le gustaba al pelirrojo había aclarado sus dudas, aquel sueño en el que intentaba adueñarse del cuerpo ajeno era el reflejo de su deseo, un deseo que intentó reprimir por meses hasta que no pudo contenerlo más. Le gustaba el de piel cobriza, le encantaba su sonrisa y su forma de ser tan sencilla y amable, aquellas manos enormes que eran tan delicadas a la hora de hacer cosas meticulosas como un pastel, aquellos labios que tanto había deseado probar y que ahora estaban su erección, degustándolo como él quería hacerlo también.

El sexo oral era su debilidad, pero el sexo oral practicado por Kagami era su perdición. Sentía que su pene iba a derretirse en aquella boca, uniéndose con su saliva, volviéndose uno, creando un chocolate líquido que solo el otro sería capaz de disfrutar, pues esto no pensaba hacerlo con nadie más. Jaló con fuerza el rojo cabello y dejó estática la cabeza del tigre para comenzar a dar estocadas a su boca, dejando salir jadeos de desesperación. Su miembro le estaba dando punzadas y tirones que le daban la advertencia de que estaría cerca de clímax más rápido de lo que pensaba, y eso era lo más certero que su cuerpo le decía, pues después de varias estocadas contra aquella boca, dejó salir su semen, llenando por completo la cavidad ajena, marcando todo el lugar como suyo.

-Eso… fue… increíble…- dijo Kagami alzando la cabeza aun entre las morenas y musculosas piernas, relamiéndose los labios para no dejar escapar ni una sola gota de aquel elixir que había inundado su boca con calidez y amargura.- Ahora es mi turno.

Aomine lo observó entre encendido y confuso, el orgasmo que había sufrido recientemente no lo dejaba pensar con claridad, supuso que el tigre también quería una felación para sentirse bien pero sus conjeturas, como siempre fueron erradas, pues Taiga se colocó a horcajadas sobre él y mientras se masturbaba frente al moreno se lamía un par de dedos para dirigirlos a su entrada y prepararse para lo que pronto vendría.

Daiki, relajado, colocó sus manos en su nuca y disfrutó del espectáculo, aquel tan bien trabajado cuerpo de bronceado natural moviéndose ansioso sobre él mientras era masturbado por la mano del tigre y preparado por la mano libre. Kagami en ningún momento se contuvo, dejando salir sonoros gemidos mientras se auto penetraba con sus dedos y suplicando con locura, llamando el nombre del moreno en el proceso. El peliazul se mordió el labio inferior con notoria excitación, dando a entender que no podría esperar mucho más para penetrar aquel escultural cuerpo pues, a pesar de haberse venido hacía no más de un par de minutos atrás, su miembro volvía a ponerse duro detrás de las nalgas del pelirrojo, golpeando la mano del mismo que estaba preparando la entrada que tanto deseaba desvirgar.

-Déjame entrar de una vez.- le dijo el de Touou con tono demandante mientras detenía la masturbación del otro y acariciaba su glúteo con la mano libre.- Quiero hacer que te corras conmigo dentro tuyo. Quiero darte duro hasta que no puedas soportarlo más y me pidas que pare.

La sonrisa maliciosa que se dibujó en el rostro de Taiga fue el ‘si’ que estaba buscando y sin avisar, tomó las caderas del más bajo para sentarlo sobre su erección, penetrándolo de una sola estocada, llenado todo su interior, haciéndolo gemir de placer y, tal vez, un poco de dolor. El de Seirin no esperó a acostumbrarse y con agilidad comenzó a cabalgar sobre la pelvis ajena, auto penetrándose de nueva cuenta, gozando con cada entrada y salida de aquel trozo de carne que ahora estaba en su interior. Daiki no quería quedarse atrás, pues ya había disfrutado lo suficiente de las atenciones de Kagami, y con fuerza empezó a arremeter contra los glúteos del otro, ayudando a que las estocadas fueran más profundas, más certeras y más rápidas.

La habitación del tigre rápidamente se llenó de gemidos y jadeos junto con un espeso olor a sexo y lujuria, las manos del moreno pasaron de sus caderas hasta su abdomen, dibujando minuciosamente cada línea que delimitaba cada abdominal marcado por el arduo ejercicio que demandaba el básquet. Siguió subiendo, rozando todo con las yemas de sus dedos, hasta toparse con aquellos botones rosados que estaban casi tan erectos como el pene de su dueño y con diversión presionó uno de ellos entre su pulgar e índice para tironearlo levemente.

-Mmm… Aaah… Ao-Aomine…- gemía el de cabellera roja sin dejar de cabalgar y tirando su cabeza hacia atrás demostrando lo mucho que estaba disfrutando de aquel encuentro sexual.

-Llámame por mi nombre.- le dijo, volviendo a pellizcar, ahora el otro pezón.- Di mi nombre.

Aomine apresuró las embestidas con la intención de encontrar aquel punto junto a la próstata del más bajo y lo logró, provocando que el otro dejara salir un placentero gemido.

-Aaah… Aaah… Da… Daiki…

-Dime.

-Aaah… A… Ahí… De nuevo…

-¿Aquí?- preguntó divertido mientras presionaba el punto dulce del tigre, provocándolo.

-Aaah… Aaah… S-Sí… Ahí… Más…

-¿Más qué?

-Aaah… Ahí… De nuevo… Más… Más fuerte… Daiki

Apretó los dientes intentando mantener su auto control pero aquellas suplicas acompañadas por el pronunciamiento de su nombre entre jadeos habían sido la gota que rebalsó el vaso. Enterró sus dedos en las caderas ajenas y luego de acomodarse sobre el colchón de la cama, movió sus propias caderas en fuertes y rápidas embestidas, haciendo que el pelirrojo literalmente saltara sobre él, gimiendo y disfrutando de sus penetraciones. Las paredes de Taiga aprisionaban de forma violenta su miembro que no dejaba de entrar y salir de forma frenética, sin piedad, empecinado en hacer llegar al clímax al otro más de una vez. Despegó su mano de la piel cobriza y la colocó sobre el miembro del tigre que palpitaba ansioso por atención, comenzando a masturbarlo al mismo ritmo que sus arremetidas, presionando en todo momento para provocar al más bajo.

-Aaah… Aaah… Aaah… Daiki… Ahí… Si… ¡Maldita sea, si!- gemía el pelirrojo enterrando sus uñas en el pecho del moreno intentando calmar las olas imparables de placer que recorrían su cuerpo con cada movimiento de la cadera ajena. Hicieron falta solo unas cuantas embestidas más para que ambos llegaran al orgasmo dejando salir entre dientes un fuerte y gutural jadeo que los dejó inmóviles y con las respiraciones aceleradas. Taiga se dejó caer sobre el pecho ajeno y su espalda fue acariciada por las yemas morenas.

-¿Ahora ya adivinaste quién me gusta?- preguntó divertido el tigre aun sin lograr regular su respiración, sintiendo como el moreno reía con arrogancia debajo de él.

-Creo que tendrás que darme más pistas.- contestó Aomine acariciando la espalda baja del otro.

-Te daré todas las que quieras pero no vuelvas a ensuciar mi futón como hoy en la mañana.

Daiki se quedó en silencio con el rostro encendido a causa de la vergüenza. Taiga rió con ternura y lentamente se acercó a los labios ajenos para depositar un beso que de nueva cuenta encendió el motor de la pantera para iniciar una nueva ronda de lujuria

En la cocina, el volcán de chocolate se derretía sobre el plato, así como el cuerpo del moreno se derretía sobre el del pelirrojo.

Notas finales:

Ohaio Minna-san!! Nuevamente escribo un AOKAGA, aun que esta vez más corto. Pero es que me es imposible no shippear a estos dos, son tan distintos y parecidos a la vez, sin mencionar que estan buenísimos y una no puede dejar de imaginárselos haciendo cosas chanchas!

Este fic surgió cuando mi madre intentó enseñarme a cocinar, obviamente fallando en el intento. Por supuesto, mi parecido con Riko y Momoi no deja de asombrarme cada día.

Quiero agradecerle de todo corazón a mi senpai que vino a mi casa el sábado y se quedó hasta el domingo, ayudándome a escribir esta historia, a veces dictándome y a veces solo diciéndome sugerencias. ARIGATOU GOZAIMASU MILO-SENPAI! Sé que vás a leer esto porque eres una pervertida como yo, podría decirse que más y porque también querrás ver lo linda que quedó nuestra creación! HONTOUNI ARIGATOU!

Espero les haya gustado este fic, que la trama les haya parecido interesante y divertida, y que el lemon haya cubrido todas sus espectativas. Me encanta complacer a la gente asi que, si algo no es de su agrado por favor dejénmelo saber en sus rw así puedo mejorar.

Sin nada más que decir, les agradezco que se hayan tomado el tiempo de leer esto! Nos vemos en otro fic! Nos leemos pronto! Matta ne!


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