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Palabras de amor por Shinjimasu

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La alarma de la enorme joyería se activó demasiado tarde, pues ellos ya estaban afuera y se disponían a escapar en el deslumbrante automóvil negro que los esperaba a pocos pasos de donde se encontraban. El atraco había sido un éxito rotundo: esa misma noche se dedicarían solo a festejar y Konoe Akira lo sabía, no por nada era el mejor en eso.

Entraron al auto con rapidez y perfecta coordinación, siendo él quien llevara las valiosas piedras en la bolsa atada a su cintura; se sacudió su cabello negro después de haberle caído un poco de polvo y se sentó tranquilamente en el asiento trasero junto a sus compañeros. En total eran cuatro hombres.

Akira  era el segundo más joven con veinticuatro años de edad. Solo eso bastaba para ser reconocido por todas las personas con las que trabajaba y ser catalogado como uno de los mejores, a tal grado, que su habilidad se comparaba a la de los grandes que ya se habían logrado jubilar, aunque aún le faltaba mucha más experiencia.

-No sé cómo lo haces Konoe- dijo el sujeto que conducía –Pero creo que cada vez eres más rápido-

-No quieras hacerme un engreído- respondió Akira con una sonrisa.

-Tú ya eres un engreído-

-Eso es solo un alago para él- comentó el que iba en el asiento del copiloto, el más chico de todos.

-Si Konoe sigue así va a hacer que nos despidan a todos nosotros- respondió su compañero de atraco sentado a su lado.

-Aún no soy tan perfecto como para robar una tienda como aquella yo solo- contestó Akira con calma –Cuando pueda hacerlo seré yo mismo quien los saque a todos ustedes de mi camino-

-Gracias por el aviso- rio el conductor poco antes de llegar a la fábrica donde tenían su base lejos de la ciudad.

Bajaron del vehículo después de haber entrado por la cochera y la pesada cortina se cerró tras ellos. Avanzaron un tramo para entrar a una zona despejada con la misma  maquinaria vieja que cientos de veces se dijo que retirarían para tener más espacio, pero pese de ello seguía ahí. Recorrieron algunos metros hasta llegar a la puerta con acceso a la sala principal en la base de la escalera y cuando por fin llegaron fueron recibidos por sus demás compañeros. Unas treinta o cuarenta personas aproximadamente, quienes siguieron al mítico grupo con la mirada sin perderlos de vista.

Akira sacó de su cinturón la pequeña bolsa negra que hacía juego con toda su vestimenta y la alzó sobre su mano de manera triunfante. Una ovación se escuchó después de eso por parte de los presentes.

Entonces, de entre la parte más oscura, salieron un par de hombres fornidos y de expresión seria. Akira los miró e hizo una mueca de desagrado mientras sus compañeros aún celebraban. No tenía otra alternativa y los siguió mientras en la sala principal ya comenzaban a abrirse las botellas de alcohol para la celebración obligada.

Caminó delante de esos enormes sujetos por un tramo oscuro mientras se metía una goma de mascar a la boca y no se detuvo hasta que le abrieron la puerta de una oficina y le hicieron una seña para pasar. Él no necesitaba esa aprobación y solo entró.

-Para la próxima vez debes dejarme gozar el momento un poco más- dijo mientras se sentaba en un sillón frente al escritorio y colocaba el botín sobre la mesa.

-Si te consiento de esa manera te volverás un malcriado- respondió la voz ronca del hombre sentado del otro lado.

-Ya me he malcriado lo suficiente yo solo- respondió de manera retadora cuando hizo una bomba con el chicle.

El hombre guardó silencio por unos segundos mientras tomaba la pequeña bolsa, ignorando la actitud infantil de su mejor hombre. Solo por eso le pasaba todo ese tipo de cosas.

La desagradable sonrisa iluminó el oscuro lugar, haciendo notar su dentadura amarilla a causa del cigarro –Si no me fueras tan eficiente ya te habría mandado cerrar la boca para siempre-

-Se te hubieran acabado los hombres para ese entonces- sonrió Akira jugando la placa militar de su cuello –Te los habría mandado uno por uno en cajas de regalo-

-Eres muy impertinente-

-Lo soy-

Hubo un silencio.

-Ya estás al tanto de tu siguiente misión ¿Cierto?- preguntó Ito, el jefe y líder de todo el cuartel.

-Sí, lo estoy- contestó Akira cambiando su actitud –Y supongo que esa estupidez de que yo soy el segundo al mando es solo una broma tuya ¿Verdad? Siempre con tu mal sentido del humor-

Ito rio -¿Acaso te molesta eso?-

-Me irrita más que nada-

-Entonces tendrás que bajártelo de alguna manera Konoe, porque es en serio-

-Bien- respondió Akira poniéndose en pie –En ese caso no me interesa, consíguete a alguien más- dijo dispuesto a salir, pero los mismo dos sujetos se interpusieron en su camino.

-No te pongas así- intentó calmarlo de forma sarcástica –Siéntate y escúchame, platiquemos sobre ello-

El chico no tuvo otra opción y regresó de mala gana.

-El muchacho no es nuevo en estas cosas, yo mismo puedo constatar su eficacia. Es joven, pero sabe lo que hace- le dijo –Incluso puedo decir que es tan bueno como tú… quizá un poco más-

Aquello molestó a Akira. No necesitaba escuchar ese tipo de cosas a sabiendas de sus propios límites.

-Además- continuó Ito –Los hombres con los que me estoy asociando para este trabajo solo aceptaron mis términos si ese chico se unía y comandaba la misión…- pausa –Yo no confío en él completamente, por eso te necesito a ti a su lado, vigílalo y haz que todo resulte como quiero-

-Si digo que sí, comenzarás a malcriarte-

-Solo es un pequeño gusto Konoe, solo eso- respondió con una sonrisa –Sé que puedes manejarlo-

Akira lo pensó un momento, aunque sabía que no le quedaba otra opción salvo aceptar la orden, tenía un mal presentimiento: algo le advertía sobre posibles e inevitables complicaciones innecesarias.

-Te traeré lo que quieres… pero no me hago responsable de él ¿Entendido? Si regresa con vida o no dependerá de él-

-Las personas mueren, eso es inevitable- contestó –Todos pueden morir excepto tú. Encárgate de que sea así-

Akira sonrió y salió de la oficina sin ser detenido esta vez. Odiaba cuando Ito se ponía en ese plan, pero debía aceptar y cumplir con las órdenes.

Regresó a donde estaban sus compañeros y tomó una de las botellas de alcohol que ya habían abierto. Mañana tendría un largo y muy pesado día, así que por esa noche se divertiría todo lo que quisiera.


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