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Wondering por Yoru Eiri

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Notas del capitulo:  Hola! Que bueno que estas leyendo esto, me hace muy feliz! Primero que nada quiero decir que todo esto está bajo el derecho de libre expresión y algunos personajes (Yoru y Ran) pertenecen a sus respectivos dueños y todo eso. Esta historia extraña sucede incluso antes de que Sora y Sunao se conozcan; es el pasado de Yoru y Ran; así que disfruten. PD: Los títulos de los capítulos son canciones de Vampire Princess Miyu, y los que no son, les puse de que artista o caricatura son (Si escuchas la canción concuerda más, si tienes el disco escúchalo!)
Miraba el cielo, como estaba acostumbrado a hacerlo en las mañanas. El viento que soplaba a su alrededor hacía que sus cabellos se alborotaran.
 Todo era perfecto, tranquilidad, paz absoluta, cómo le gustaba.
 Cerró los ojos e imaginó que no era más que un simple campesino
-Señor- interrumpió una criada- el emperador lo llama.
 Abrió los ojos, aunque se imaginara que no era más que un campesino, jamás dejaría de ser el hijo del emperador, el que sucedería el trono, después de casarse con la doncella Ikuko.
 Caminó hacía donde su padre lo llamaba, abrió la puerta y entró. Allí lo esperaba su doncella y su padre, quien estaba feliz por la boda futura.
-Que bueno que te veo, hijo mío- mencionó el emperador- Ikuko te ha estado esperando, no seas descortés y salúdala.
-Hace tanto que no te veía, Yoru.
 Yoru hizo una reverencia hacía Ikuko, se veía hermosa con su kimono real, la cara maquillada y esa bella sonrisa. Pero, eso no era suficiente para impactar a Yoru, él solo la veía como un compromiso, tal vez el más grande.
-Bueno, porque no van a caminar al jardín- el emperador hizo una seña y los dos salieron.
 Cuando estaban en el jardín, Ikuko miró a Yoru y se puso nerviosa, hacía mucho que no lo veía, y en ese tiempo se había convertido en un muchacho muy apuesto.
-Dime algo- Yoru la sacó de sus pensamientos- ¿te gusta esta idea de que nos casemos?
 -Claro que si- Ikuko se puso roja- porque te amo.
 Yoru sólo sonrió sin mirarla. “Amar” no era una palabra que existiera en su vocabulario, no quería hacer sentir mal a Ikuko, pero en realidad no la amaba como ella a él.
-¿Crees que nos llevemos bien?- preguntó Ikuko.
 Yoru la miró a los ojos y sonrió.
-Claro que si...- dijo simplemente.
 Los dos se quedaron viéndose a los ojos por unos minutos. Parecía un momento romántico para Ikuko, pero para Yoru parecía que su vida se desperdiciaba en esos ojos, que sabía, jamás llegaría a amar.
-Es hora de que se arregle para la fiesta de esta noche- llegó una criada a avisarle a Ikuko.
 Ésta se levantó y se fue sin decir palabra.
 Yoru se metió al palacio, también tenía que arreglarse, irían a una fiesta, más bien un banquete de parte de un noble, sería allí donde el emperador anunciaría a la prometida de su hijo, algo que Yoru no quería que sucediera.
 
 Llegada la hora para ir a la fiesta, Ikuko se puso uno de sus mejores kimonos, para impresionar a su futuro esposo. Yoru solamente pensaba en como podría estar así.
 El emperador estaba muy feliz, ¿qué mejor muchacha le pudo haber tocado a su hijo? Una doncella educada y llena de sabiduría, tendría que impresionarlo, aunque no se notase.
 Era noche cuando llegaron al susodicho banquete, fiesta inolvidable para la dulce doncella, fiesta interminable para el noble caballero.
 Bajaron del carruaje e ingresaron al lugar. No había nada que no hubiese visto antes, gente noble, comida y música. Fue entonces cuando algo captó la atención de Yoru. Una larga cabellera pasó a su lado, tan rápido que no pudo ver de quien se trataba.
 Empezó a buscar a aquel ser que le había llamado tanto la atención.
-Yoru, el señor Wong nos quiere ver- Ikuko tomó a Yoru por un brazo y perdió de vista lo que estaba buscando.
-Si, pero, es que...
-Se que estás nervioso, yo también lo estoy- rió.
 Yoru suspiró.
 Pasó el rato y no había señales de otra cosa, más que la persistencia de la gente por ver al hijo del emperador. Entre tanto barullo, Yoru aprovechó la oportunidad para escaparse de allí y tomar aire.
 Se dirigió hacía donde todos estaban bailando y volvió a ver ese cabello largo y rosa, se acercó más, miró el kimono de una jovencita. La tomó del hombro por atrás e hizo una inclinación.
-¿Bailaría conmigo señorita?
-¿Señorita?- La muchacha volteó.
 Yoru se llevó la sorpresa de que en realidad era un jovencito unos años menor que él.
-Entonces mi disfraz funcionó- rió el muchacho.
-Que apenado me siento, lamento haberte confundido.
-No te preocupes, yo solamente quería pasar desapercibido- el muchacho lo miró- pero parece que llame más la atención.
-Solo la mía- sonrió Yoru- ¿Cuál es tu nombre?
-Me llamo Ran- sonrió.
-¿Por qué te escondes?
-Me escondo de mi prometida.
 Yoru pareció desilusionado.
-Yo también tengo una prometida.
 Ran lo miró por un momento y lo tomó de la mano.
-Que tal si vamos a fuera a tomar un poco de aire fresco y nos conocemos mejor.
 Yoru sonrió y tomó la mano de Ran, parecía como hechizado por tanta belleza, Ikuko no logró impresionarlo, pero este muchacho si lo había logrado.
 Salieron al jardín y se sentaron a ver las estrellas, Yoru adoraba perderse en el cielo infinito y olvidarse de que existía, pero esta vez era diferente, esta vez quería perderse en aquel muchacho tan interesante.
-Entonces, el hijo del emperador ya tiene prometida.
 Yoru se exaltó al escuchar eso, después de pensar un poco, no le sorprendió, ¿Quién no sabía sobre el hijo del emperador?
-Si, lamentablemente, tendré que casarme.
 Ran lo miró como desconcertado.
-¿No amas a tu prometida?
-No- dijo simplemente.
-Yo tampoco la amo, es por eso que no me quiero casar, para no hacerla sufrir.
 Yoru miró a Ran con cierta curiosidad, estaba hipnotizado por aquel hombre, sus ojos rojos y sus cabellos largos, todo era perfecto en él.
-Que curioso que no dejes de observarme.
 Yoru salió de sus pensamientos, y se apenó un poco.
-No quería hacerte sentir incomodo, pero es que...- Yoru se acercó a Ran y tomó su rostro entre sus manos- me llamas mucho la atención.
 Ran no se inmutó, al contrario, le siguió la corriente a Yoru y se acercó más a él.
-Tú también eres muy apuesto, si fuera mujer, estaría enamorada de ti.
 Los dos sonrieron ante ese comentario, era una locura, y más en aquella época, que no dirían si la gente hubiese escuchado eso.
-Realmente me gustaría conocerte mejor- mencionó el futuro emperador.
-A mi también me gustaría- sonrió.
 Se acercaron hasta que pudieron escuchar sus respiraciones, se acercaron un poco más hasta alcanzar a rozar sus labios.
 Yoru sabía que lo que estaba haciendo estaba mal, pero ese impulso, el cual lo guiaba, era más grande que todo lo demás. Besó al muchacho que tenía enfrente, sin importarle nada más, sin importar que fuera el futuro emperador y su prometida estuviera allí dentro en la fiesta; nada de eso importó. Solo se fundió en el beso más apasionante que jamás había dado, uno que recordaría por siempre.
-¡Yoru!- Se escuchó la voz de Ikuko.
  Ese grito los sacó de sus pensamientos, de su dulce beso apasionado.
-Espero que no nos haya visto- Ran volteó al lado opuesto al que estaba Yoru.
-No lo creo.
 Yoru se puso de pie y volteó a su alrededor; Ikuko estaba muy lejos.
-No nos pudo haber visto- sonrió, pero cuando volteó a ver Ran, ya no estaba, había desaparecido, como si hubiese sido una ilusión.
 Al rato llegó Ikuko y se abrazó de uno de sus brazos.
-Te estaba buscando, ¿Por qué te fuiste?
 Yoru no respondió, solo siguió mirando a su alrededor, para ver si lograba ver al muchacho que le había arrebatado algo mas que su atención.
-Yoru, ¿te pasa algo?
-No es nada- miró a su prometida y le sonrió cariñosamente- nada.
 Ikuko sonrió. Se volvieron a meter dentro de la fiesta; pero por más que Yoru buscó, no pudo encontrar a su querido. No volvió a ver a un muchacho tan deslumbrante.

 


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