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El último beso por Kokoro Yolotzin

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Notas del fanfic:

¡Hola!

 

Esta fue una de mis primeras historias de amor. Espero que sea de su agrado. 

Notas del capitulo:

¡Hola!

Espero que esta historia sea de su total agrado. Fue una de las primeras que escribí en esta plataforma pero decidí editarla porque me di cuenta que tenía muchos fallos en la narración y ortografía. Disfruten de la lectura. Nos leemos abajo. 

Veo como sujeta su mano mientras una tenue sonrisa se dibuja en su rostro. Demuestra una gran felicidad con este momento tan amargo para mí. No importa como lo vea la sociedad, estoy enamorado de mi mejor amigo… siendo un hombre. Se supone que debería estar acompañándolo en su gran dicha; ¡es su boda y mi cara es la más miserable entre todas!

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Lo conocí cuando éramos estudiantes de secundaria. Yo no era muy social, es más, trataba de alejarme de la gente. Recuerdo ese día en la hora del almuerzo. Su voz sonaba suave, tan cálida que cautivo mi atención. Me saludo y se sentó a mi lado. Al principio nada de lo que me decía. Trataba de ignorarlo para ver si así se alejaba. Pero hizo todo lo contrario. Era el tipo más persistente que hubiera conocido. Todos huían de mí al notar mi personalidad mezquina. En cambio él trató por semanas sacarme una sonrisa… hasta que lo logró. Desde esa vez algo me conectó a él. Tal vez fue el destino. O tal vez mi propia desdicha. No importaba lo que fuera, mi vida estaba unida a la suya. Existía un tipo de química entre nosotros. El tiempo paso velozmente, llevándose aquellos alegres días de secundaria. El siguiente nivel llegó, haciendo que nuestras mentes maduraran aunque no del todo. Aún quedaba mucho por aprender. Las lecciones de la vida nunca terminan. Para nuestra maravillosa suerte tomábamos clase juntos. Un día fuimos a su casa para hacer un proyecto. A mitad del trabajo comenzó a platicarme acerca de una chica muy hermosa que lo había dejado perplejo. Sin sentido alguno un enorme enojo se apodero de mí. Empecé a reclamarle. Ni siquiera sabía la verdadera razón de porque me había enfadado. Él trato de calmarme pero era inútil en esos momentos era una bestia que no entendía de razones.

-No era para tanto. Solo te contaba mis intimidades.- su voz era tan suave como siempre y su mirada penetrante.

-Pues entonces no me comuniques lo que haces ni con quien lo haces. Al fin y acabo ¡es tu vida!- grite con todas mis fuerzas hasta quedarme sin aliento. Sin previo aviso tomó mi mano y me acerco hacia él. Iba a quejarme de nueva cuenta pero sus labios tenían apresados a los míos. Una corriente eléctrica recorría cada parte de mi ser, dejándola inmune ante todo. En un momento determinado pensé que iba a soltarme pero me equivoque. Cada vez profundizaba más el beso. Estuve a punto de morir asfixiado. Poco a poco despego sus labios hasta tenerme de frente. Seguramente lucia sonrojado y sorprendido por la acción de este.

-Jamás pensé que fueras tan celoso.- dijo antes de soltarme por completo. Yo quedé mudo ante sus palabras. Lo único que podía hacer en ese momento era verle. Me perdía completamente en sus ojos marrones. Eran tan hipnotizan tés que todo lo que estaba a mi alrededor desaparecía. Los latidos de mi corazón se aceleraban con cada exhalación que daba. Él prosiguió con el proyecto nuevamente. Me sentía en el limbo que no tenía consciencia propia. Seguí sus movimientos sin pronunciar palabra alguna. Toque secretamente mis labios. No podía dejar de pensar en ello, porque aunque él no lo supiera, había dado mi primer beso. Lo raro del asunto es que había sido con alguien de mí mismo género. No hablamos de eso nunca más. Era un secreto entre nosotros. Pero cada vez que estaba junto a él no podía evitar sentirme nervioso. Una sensación extraña producía su presencia causándome ligeros cosquilleos por todo el cuerpo. Desde aquella vez del beso, él rozaba mi mano o algunas veces mi cadera accidentalmente, o al menos eso pretendía que creyera. Solo con esas sutiles caricias pude darme cuenta de que estaba perdidamente enamorado de mi mejor amigo. A pesar de sentir eso nunca me le confesé ya que siempre una incógnita rondaba por mi cabeza: ¿Qué era, exactamente, lo que él sentía por mí? Tal vez todo era una fantasía mía. Al principio pensé que solo trataba de jugar con mis sentimientos pero eso era prácticamente imposible. Él no era el tipo de persona hipócrita. Por esa razón deseche esa idea velozmente. Decidí esperar a que las cosas se aclararan por si mismas… ¡Grave error! Durante toda la preparatoria nada cambio entre nosotros. Las dudas aumentaban cada vez más y ninguno de los dos las aclaraba. Preferimos consumirnos antes que dejar al descubierto nuestras emociones. De esta terrible manera terminamos nuestros estudios. Él se graduó como arquitecto y yo como diseñador gráfico. En ese tiempo solicitaron mi trabajo en el extranjero. Era una oferta única e inigualable y no podía darme el lujo de rechazarla. Me despedí de mis padres, familiares y amigos, en especial de mi amor no correspondido durante siete años. Después de eso fui a tomar mi vuelo. Cuando estaba a punto de abordar cuando unas manos sujetaron mis hombros obligándome a voltear. De un momento a otro mi amigo se encontraba besándome. No le importaban las miradas descaradas que nos daba la gente. Por ese pequeño instante solo existíamos él y yo. Con mucho cuidado rodee su cuello con mis manos. Quería sentirlo, saber que era mío. Repentinamente se apartó de mí.

-Cuídate mucho.- susurró a mi oído mientras mi piel se estremecía. Solo asentí. No pude verle más a los ojos y baje la mirada. Posiblemente mis mejillas ardían. Pero no era un calor sofocante, más bien reconfortante. Tenía ganas de sujetar su mano, entrelazar nuestros dedos. Pero no lo hice. Aborde sin ni siquiera volver a verle. Sabía que si lo hacía no me iría. Su mirada era una cadena larga que me sostendría si solo volteaba una vez más. Sus palabras, casi como cuchillos, no me permitirían ir ya que el dolor causado por ellos me lastimarían el corazón. Esa fue la razón porque ya no volví atrás.

El tiempo paso velozmente pero los recuerdos seguían muy frescos en mi mente. Aun podía sentir el sabor de sus labios en los míos. Aunque concluyera un milenio mi amor por él jamás acabaría. Fue entonces cuando recibí tan cruel invitación. Tocaron a mi puerta desesperadamente. Tenía sueño y no quería abrir pero los golpes eran tan exigentes que me obligaron a ver de quien se trataba. Era el cartero. Preguntó mi nombre y yo asentí. Era un sobre color vino. Me despedí y entre de nueva cuenta a mi departamento. Abrí el sobre y comencé a leer. Era una invitación. Las palabras caían sobre mí como baldes llenos de agua helada.

“La ceremonia de bodas y la fiesta duran unas cuantas horas pero representan un matrimonio que durará por toda la eternidad, ven y comparte este momento con nosotros”

Tenemos el gusto de invitarlo a la ceremonia civil que se llevara a cabo el sábado del presente, a las 13 horas en el salón “Casa Blanca”. Avenida Hidalgo.

Estaba en shock. Era invitado a una boda. Y no a cualquier boda; era la del amor de mi vida. Mis piernas no aguantaron mi peso y caí al suelo. Comencé a llorar. No me importaba lo ridículo que me viera en ese momento. Lo único que quería era desahogarme. Lo maldecí mil veces hasta que me quede sin voz. Ese día no fui a trabajar. No conteste los mensajes que llegaron a mi celular y no recibí visita alguna. Estuve hundido en mis pensamientos que no me di cuenta como transcurrió el día. Tan solo faltaba una semana para la boda. ¡Una maldita semana! No podía evitar que se casara. Pero no me cabía en la cabeza como se había podido olvidar de mi tan rápido. Solo habían pasado dos años desde la últimas vez que nos vimos. De pronto me di cuenta de lo egoísta que había sido con él. Desaparecí de su vida y jamás lo contacte. Era normal que se enamorara de otra persona. Él y yo solo éramos amigos. No había nada profundo entre nosotros. Pensé en su felicidad, tome el teléfono y encargue un traje de gala. Iba asistir a su boda y le desearía lo mejor.

Solo faltaban dos días cuando recibí una llamada de un amigo mío. Me sorprendió el motivo; me estaba invitando a la despedida de soltero del amor de mi vida. Mi voz estaba a punto de quebrantarse. En un principio dije que no pero tanta fue su insistencia que termine por asistir. Arregle mis maletas y en ese mismo momento reserve un boleto para viajar.

Durante todo el trayecto estuve nervioso. Mi estómago se contraía y mis manos temblaban. Sentí muchos nervios cuando vi que estaba cerca de mi destino. Baje del avión y ahí estaba mi amigo. Lo abrace y él me condujo a un taxi.

-Todos te esperan con mucha emoción.- me dijo. Tenía una sonrisa radiante. –También…- menciono su nombre y fue entonces cuando me perdí en mis pensamientos. Con tan solo escuchar hablar de él me hacía imaginar una vida juntos. –Su novia está bastante guapa.- esa palabra rompió todos mis sentimientos. Junte mis manos y recargue mi cabeza contra el respaldo del asiento. Jamás me imagen que la palabra “novia” me disgustara tanto.

Llegamos a la gran casa. Era muy bonita y lujosa. Pero pronto estaría ocupada por una pareja de casados. Bajamos rápidamente del vehículo y mi amigo pagó. Nos adentramos al interior. Caminamos por un amplio jardín y al final de este había una alberca enorme, donde se encontraban todos mis amigos y él en el centro.

-¡Miren a quien traje!- gritó mi amigo. Yo me ruborice al ver que él levantaba la cabeza para observarme mejor. Sus hermosos cabellos marrones cubrían su frente y le daban un aspecto atractivo. Mi corazón se aceleró a tal punto que creí que saldría de mi pecho. Todos caminaron hacia donde estaba y me dieron fuertes abrazo pero cuando él lo hizo sentí que iba a morir. Me estrujaba tan fuerte que no quería que se alejara nunca de mí. Tenía ganas de decirle en el oído un “Te amo” pero me detuve.

-Qué bueno es verte de nuevo.- dijo sin ninguna expresión en la cara. Esto me partió el corazón. ¿Cómo fue posible que cambiara tan rápido? ¿Acaso todo fue mi culpa? Las lágrimas querían brotar de mis ojos. Pero no lo haría. No me rebajaría que me vieras llorar para que me tuvieras lastima.

-¿Y la novia?- preguntó un joven al que nunca había visto en mi vida.

-También está de fiesta con sus amigas.- dijo.

Me arrepentí de haber ido a buscarlo. Lo mejor hubiera sido haberle mandado una grata felicitación por Facebook o correo. Pero ahí estaba yo viéndolo con rostro triste y él como si nada.

Pasamos a la sala y platicamos durante horas todo lo que habíamos vivido. En ese rato me entere como era que había tenido cinco novias pero a la vez graves problemas. Hablo sobre su trabajo y la gerencia a la cual lo habían ascendido. Me sentí muy feliz por él. Todos sus logros se habían cumplido.

-¿Y tú que has hecho de tu vida?- me pregunto con la voz más indiferente que podía hacer. Me sentí nervioso. Sus ojos mirándome fijamente hacia que descargas eléctricas recorrieran cada parte de mi cuerpo.

-Pues… pus soy diseñador gráfico. No he tenido ninguna relación amorosa y creo que mi vida es aburrida.- dije. Pude notar como se burló de mi comentario. Me sentía en verdad como un idiota. Parecía una jovencita enamorada esperando a su príncipe azul.

La tarde llego pintando el cielo de naranja y amarillo. Mis amigos esperaban con ansia la noche. Habían contratado a unas bailarinas exóticas. Por supuesto que yo no estaba interesado en ello. Pero no podía hablar sobre mi preferencia sexual. Todos se burlarían o al menos me rechazarían. Aunque… que más daba en ese momento. Mi vida era un completo desastre. Y más porque no tenía a mi lado al amor de mi vida.

-Soy un idiota.- pensé. Desaproveche todo lo que valía la pena por mi estúpida carrera. Si tal vez me hubiera quedado a su lado las cosas serían diferentes. Sin previo aviso las bailarinas llegaron con sus diamativos atuendos. Todos aplaudían y hacían bullicio. Entonces él se levantó de su asiento y se dirigió a la cocina. Después volvió y dijo que no se sentía bien, que se iba a retirar ya que mañana era el verdadero compromiso. Todos lo miraron con fastidio. Uno de ellos toco mi hombro y me dio un té.

-Llévaselo. Me encargo que le preparara uno y se llevara. Pero apenas se está poniendo lo interesante.- señalo el baile. –Dáselo tú por favor.- asentí. Tome la taza entre mis manos y me encamine hacia su habitación. Ese era el pretexto perfecto para no presenciar tan barata diversión… y para verlo a él.

Toque la puerta varias veces hasta que me abrió. Arqueó una ceja cuando me vio. Yo entre sin pedir permiso y le deje el té en la mesa de noche. Observe el cuarto; todo estaba impecable.

-Gracias.- dijo y se sentó en la orilla de la cama. –Ahora que tenemos privacidad quisiera hablar contigo.- su mirada era lúgubre. Yo tomé asiento al lado de él.

-¿De qué quieres hablar?- pregunte con nerviosismo.

-De nosotros.- contesto. Mis mejillas se pudieron coloradas.

-No hay nada de qué hablar. Nosotros no hemos sido nada… ni siquiera amigos.- dije con la voz quebrada. ¡Maldición! Las lágrimas amenazaban con volver a salir. Agache mi cabeza. No iba a permitir que me viera.

-Hay mucho de qué hablar.- dijo tomando entre sus manos mi rostro y acercándome hacia él. Intuí lo que iba a hacer y me levante furioso reclamándole. -¡¿Crees que puedes besarme cuando sé que mañana te vas a casar?! No soy un juguete.- grite indignado. No me importaba que los demás escucharan nuestra pelea.

-Tú fuiste el que se te largo de mi vida… ahora regresas y me reclamas. Es algo injusto.- dijo furioso.

-Tal… tal vez tengas razón. Yo fui el que causo todo. Es por eso que ya no quiero seguir atado al pasado. Te dejare libre para que hagas tu vida con toda tranquilidad.- pequeñas y cristalinas gotas de agua salpicaron mis ojos recorriendo mis mejillas. Entonces sentí unos labios posándose sobre ellas limpiándolas. Iba a apartarlo pero necesitaba sentir su calor. Lo añoraba… añoraba su cuerpo, sus ojos, su boca, su piel… todo de él lo deseaba.

-Te amo.- susurró en mi oído estremeciendo mi cuerpo al frio contacto con el lóbulo.

-Perdóname.- dije. –Si hubiera luchado por nosotros estaríamos juntos. Fui un cobarde. Siempre preocupado por lo que dirían los demás. Pero ahora que no tengo miedo ya es demasiado tarde.- mis brazos rodeaban su espalda con verdadera fuerza.

-No hay nada que perdonar.- dijo y me beso. Y deje que siguiera. Su lengua recorría todo mi interior. Solo dos veces había probado esa boca pero esa sería la ocasión que no la dejaría hasta haberme saciado por completo. Con sumo cuidado recostó mi cuerpo en la cama. Sus besos invadían toda mi piel. No sé cómo sucedió pero nuestras ropas estaban tiradas en el suelo. Me ruborice al ver su pecho. En verdad que mi mente no tenía remedio. Volvió a sujetar mi rostro y beso la punta de mi nariz. Hice un puchero pero tal caricia no me desagrado. Quería que se comportara así conmigo. De pronto sentí sus dedos tocar esa parte tan sensible. Lance un gemido de dolor. Pude sentir como mi piel se expandía.

-Tranquilo.- me susurró. Yo solo asentí. Me sentía mareado de tanto placer. Le no dejaba de besarme en todo momento. Entonces lo sentí dentro de mí. Tome la sabana con mis manos. La estruje todo lo que pude hasta que termino y nos liberamos. Mi respiración era entrecortada.

-Te amo.- le dije después de tanto tiempo. El solo me miro y sonrió. Estábamos tan cansados que nos quedamos dormidos.

Al día siguiente desperté. Me exalte cuando no lo vi a mi lado. Mis caderas dolían y apenas si podía levantarme. Lo vi salir del baño en una toalla blanca.

-Buenos días.- dije. Él deposito un casto beso en mis labios.

-Tengo que alistarme.- dijo viéndome directamente a los ojos.

-¿Para qué?- pregunte.

-Para mi boda.- un nudo se me hizo en la garganta. A pesar de haber hecho el amor él planeaba casarse todavía. Era un cínico. Me levante demasiado furioso y estuve a punto de caerme por la falta de equilibrio. Trató de ayudarme pero lo empuje bruscamente. No quería verlo. Me encerré en el baño. Llore con todas mis fuerzas. Había entregado mi cuerpo en vano. Pensé erróneamente que tal vez existía la posibilidad de que se fugara conmigo y disfrutar nuestro amor al máximo. Pero no. Él ya tenía sus planes trazados y en esos planes no entraba yo. Me sentía como un tonto. Él toco varias veces la puerta pero la abrí.

-Lárgate.- fue lo único que salió de mis labios. Y lo hizo. Después de unos segundos ya no escuche ningún sonido proveniente de la habitación. Todo había sido un engaño de parte de él para embaucarme en su pervertido juego sexual. Desgraciadamente caí. Estaba en el fondo de un abismo y no tenía escapatoria.

Me di un baño. Limpie todo el sudor de mi cuerpo. Quería que su esencia desapareciera. Salí y me vestí con el traje formal que compre. Mis parpados estaban hinchados por tanto llorar. Eran las doce. Tenía que irme al salón donde nos habían citado. No quería tomar taxi así que me subí a un camión. Todos estábamos muy amontonados.

Llegue a la Iglesia casi corriendo. La ceremonia había comenzado ya. Me escabullí entre la gente para ver de cerca a la pareja de novios. Y ahí estaban. Ella era en verdad muy hermosa. Su piel era blanca y sus labios rojizos. El cabello rubio le daba una entonación celestial. Y él no se quedaba atrás. Siempre había sido muy guapo pero este día sí que le había puesto empeño en su imagen. Lo amaba y lo amare siempre… siempre.

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Sí, es su boda y sé que está a punto de contraer nupcias con su querida novia pero no puedo evitar amarle. Lo miro una y otra vez. Siento una gran envidia de la chica rubia. Mi corazón se parte al escuchar las palabras “Los declaro marido y mujer. Lo que Dios ha unido que no los separe el hombre”. Soy un sentimental. Veo como se besan. Voy a la parte trasera de la pequeña capilla mientras escucho aplausos. Vuelvo a llorar. Doy lastima, soy patético.

La gente comienza a celebrar. Todos se dirigen a dentro del salón a comer. Yo no tengo ganas de seguir. Lo mejor será irme. Pero entonces, siento una mano sujetando mi hombre. Volteo y lo veo. No da tiempo de que diga nada porque me besa. Y se siente tan bien.

-Se feliz.- le digo con una sonrisa fingida.

-Tú también se feliz mi amor.- jamás pensé que usaría ese término para mí.

Y nos volvimos a besar. Este fue más duradero y lleno de sentimiento. Sé que será el último. Puedo sentirlo. Me aparto de él. Oigo pasos atrás de nosotros. Es la esposa de mi amor eterno. Ella nos mira con una sonrisa.

-Cariño… ¿No vas a presentarme con tu amigo?- pregunta felizmente la mujer.

-Claro mi amor.- eso me solio en el alma. –Él es Gabriel, mi amigo desde la infancia.- amigo… dijo amigo… una palabra que me lastimara hasta la muerte. –Gabriel, ella es mi esposa, Denis.-

-Mucho gusto Denis.- digo aguantado las lágrimas.

-Te esperamos en la comida. Nosotros tenemos que saludar a los invitados.- dijo mi amor… corrección; Arturo… desde el momento en el que se casó se convirtió en algo imposible. Aunque tenga ganas de gritare “Mi amor” no lo podre. Ahora él pertenece a alguien más. Arturo se va con Denis y yo me quedo solo. Mi pecho se oprime. No voy a quedarme a la celebración. Me iré a comprar un boleto y regresare a casa. Amare siempre a Arturo aunque no estemos juntos. Y siempre recordare el último beso. Por que como dice un pensamiento “El más difícil no es el primer beso, sino el último…”

 

Notas finales:

Gracias por darle una oportunidad a esta historia. Le tengo mucho afecto porque, como ya dije, fue de las primeras que subí a la plataforma. Sin más que agregar, me despido. 


¡Besos!


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