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Creep por Thelovearesick

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Notas del fanfic:

¿Qué puedo decir? He tenido esta idea rondando mi mente desde hace meses. Apenas estaba tomando forma y cada día empiezo a ver más detalles sobre la trama y demás situaciones, llegando a un climax gracias a este fan art: http://pikadoodle.tumblr.com/#137736494410

De nueva cuenta le agradezco a Pica por estar presente en muchas de mis ideas extrañas xD especialmente durante la madrugada, en donde las ideas y la locura fluye más. Está historia es muy importante para mi al poder usar una de mis canciones favoritas ever, encontrando además inspiración ante un cover realizado por Postmodern Jukebox. Les recomiendo que escuchen todas las canciones posibles de esta agrupación.

 

Notas del capitulo:

No tienen idea de la cantidad de cosas que se me ocurren para esta historia, sintiendo incluso nostalgia y tristeza ante las imágenes mentales que se me vienen a la mente con el sólo escuchar la canción y comparar la letra con las situaciones experimentadas por Eddie. Realmente esto lo hago enteramente por mis ideas y sentimientos, espero disfruten tanto como yo disfrute el escribir y por fin liberar estos demonios.

 

Enteramente basado en la canción de Radiohead: Creep.

“When you were here before I couldn’t look you in the eye.
You’re just like an angel, your skin makes me cry. / Cuando estabas aquí no pude verte a los ojos. 
Eres como un ángel, tu piel me hace llorar.”

 

El parque era su lugar favorito en todo el mundo. No era que esperara algo en particular, ya que no tenía amigos con quien jugar realmente. Estaba acostumbrado a pasear en los columpios mientras miraba fijamente algún punto indefinido. Casi podía olvidarse del mundo por un momento, intentando aparentar esa normalidad propia de un niño de su edad. Había cumplido los 4 años hace poco, teniendo una estatura un poco más elevada para un niño de su edad.

Su ropa siempre resultaba muy formal, siendo elegida por su madre, portando incluso un pequeño moño en el cuello, resultando un motivo de burla para el resto de sus compañeros. Llevaba una pequeña bandita adhesiva sobre su mejilla derecha, ya que Eddie siempre había sido un niño un tanto conflictivo, sobre todo ante sus maestros. Era común para Eddie que terminara por pelearse con algún otro niño casi a la menor provocación. El pequeño Eddie nunca medía su fuerza, logrando hacer llorar y lastimar algunas veces a sus compañeros, sin poder contener la rabia impropia que aparecía a su corta edad, siendo esto motivo de suspensión y regaños en la escuela, sin mencionar la cantidad de problemas que tenía en casa.

Si era sincero consigo mismo, no había nada a lo que tuviera más miedo que ir a casa después de aquellos particulares días en la escuela. Eddie tenía un genuino miedo por enfrentar lo que le esperaba, especialmente ante su padre. El hombre era intimidante  no sólo para él, sino para el resto del mundo en realidad ante su estatura tan prominente y semblante intimidante, siendo de carácter fuerte y marcado que recaía mucho en lo temperamental.

A Eddie no le agradaba para nada su padre. No le gustaba como trataba a su madre, no le gustaba la forma en la que le gritaba o las ocasiones en las que perdía los estribos, siendo capaz de golpearla hasta tirarla en el piso. No sabía a ciencia cierta de donde era proveniente el valor que le surgía ante esos ataques, logrando en algunos casos interponerse en su inútil intento por salvarla, siendo merecedor según su padre de aquellas golpizas que eran impropias para alguien de su edad y complexión, logrando con ello que el pequeño Eddie permaneciera días en cama al recuperarse de las heridas y marcas. Había tenido suerte durante esa semana.

Su padre apartemente estaba ocupado con alguna especie de proyecto, por lo cual el ambiente dentro de casa era relajado al momento. Solía ayudar a mamá a hacer la cena, a limpiar y hasta incluso le ayudaba a acomodar las cosas en su pequeño taller de costura. Algunas otras señoras iban y venían de la casa de los Gluskin, siendo clientes frecuentes de los diversos arreglos y ropa elaborada por Helena, la cual siempre había sido muy detallista en la elaboración de detalles y en la confección de sus diseños. Eddie no entendía como alguien tan talentosa y buena como su madre había terminado con alguien como su padre, quien bebía hasta desfallecer, que parecía siempre oler a alcohol y quien estaba la mayor parte del tiempo ausente, dejando a veces a la familia a su suerte ante los gastos y el mantenimiento de la casa.

“Nada refleja más calidez en un hogar que una casa limpia y bien arreglada” había dicho Helena a su hijo en una tarde, posando sus increíbles ojos azules sobre su rostro al acariciar lentamente su negro cabello. A Eddie le gustaba mucho tener la misma mirada de su madre y parecerse en todo lo que fuera a ella, lamentando únicamente que su estatura fuera el reflejo de los genes de su padre, no queriendo poseer nada que fuera proveniente de ese hombre. Helena siempre había hecho hasta lo imposible por mantener a su hijo y por sacar adelante su hogar. Era una mujer joven, habiéndose casada a muy temprana edad, teniendo un carácter demasiado dócil y frágil en ocasiones, no sabiendo muy bien cómo lidiar con las diferentes situaciones que le rodeaban.

Había decidido llevar a su hijo al parque durante esa tarde en recompensa a su excelente semana en la escuela, ya que Eddie no había tenido ninguna suspensión y regaño, había hecho todas sus tareas y había participado de manera constante en las actividades del salón. Eddie se sentía orgullo de ser reconocido por esto, estando muy contento de poder darle gusto a su madre en todo lo que pudiera, caminando con entusiasmo mientras tomaba su mano, mirando de reojo como el semblante de su madre le regresaba la sonrisa.

Y era por eso que estaba aquí ahora, paseando en los columpios, dirigiendo su azul y curiosa mirada en todas direcciones posibles. Su madre permanecía sentada en una de las bancas más cercanas a los columpios, sosteniendo entre sus manos una de sus viejas libretas de medidas, anotando y haciendo algunos cálculos de lo que suponía serían los pedidos de sus clientes. A Eddie le parecía que su madre era la mujer más hermosa de todo el mundo, poseyendo cabello largo y rizado, piel pálida, labios delgados y semblante amable en todo momento. La sonrisa de su madre valía más que todo el dinero en el mundo.

Algo llamó su atención al momento, notando como una señora con una pequeña carriola se acerca a paso lento directamente a la banca donde se encontraba su madre. El pequeño Eddie detuvo su andar, empezando a encaminarse hasta el lugar, como si se tratase de un pequeño perro guardián, listo para intentar rescatar a su madre en todo momento y a todo lugar. La señora parecía darse cuenta de aquello, mostrando una sonrisa cálida mientras se sentaba lentamente al lado de Helena.

—Muy buenas tardes, Alma, es un gusto verte hoy —comentó Helena mientras dirigía una sonrisa en su dirección. Ambas mujeres habían sido amigas desde que se mudaron al mismo vecindario, teniendo siempre una actitud amable y cordial al encontrarse, recordando la cantidad de veces que la una había salvado a la otra ante diversas necesidades, coincidiendo en la llegada de ambas familias al mudarse.

—Lo mismo digo, Helena. Hace tiempo que no te miraba por la calle. Dime, ¿Quién es este lindo caballerito que te acompaña? —la mujer era rubia y su voz era muy suave y amable. Eddie no pudo evitar quedarse mirando directamente sus ojos, siendo de un verde olivo bastante suave y llamativo. Eddie no pudo evitar sonrojarse ligeramente ante la pena, desviando la mirada en otra dirección.

—Mi nombre es Eddie, es un gusto conocerla —dijo con el tono más formal que encontró, aprendiendo de su madre que ante las personas mayores había que tratarse con respeto, siempre hablando de usted y comportándose de la mejor manera, levantando en poco tiempo la vista nuevamente.

— ¡Oh vaya! Sí que eres todo un caballero, ¿verdad? Bueno, mi nombre es Alma Park, soy amiga de tu mamá desde hace tiempo. Es un placer conocerte, Eddie —la señora Alma estrechó de forma lenta la pequeña mano del menor a manera de saludo, encontrando encantador aquella actitud tan propia para alguien de su edad. Era evidente que Helena había inculcado esos valores en su hijo, ya que la mujer siempre había tenido ese aire de formalidad en su manera de comportarse.

— ¿Y entonces este es tu pequeño Alma? —

—Sí, aquí traigo a mi bebé. Hace unas semanas acabo de tenerlo, el doctor me recomendó salir a dar paseos de vez en cuando, por lo que decidí traerlo conmigo en esta ocasión, ¿quieres conocerlo, Eddie? —

Eddie asintió con una genuina curiosidad. Nunca antes había visto a un bebé, no al menos a uno estando tan cerca. La señora Alma sacó con mucho cuidado un pequeño bulto envuelto entre mantas de color azul claro, revelando en poco tiempo ante el pequeño niño a una criatura de lo más particular, de semblante relajado y tranquilo, notando el pequeño mechón rubio que sobresalía por entre su frente. El bebé olía a talco, olía dulce y Eddie juraría que jamás había visto algo tan hermoso hasta ese día.

— ¡Wow! ¡Es un bebé bastante lindo! ¿Es una niña? —

—Es un niño en realidad, Eddie. ¿Te agrada? —comentó la mujer con una sonrisa, sintiendo ternura por la reacción tan encantadora y emocionada del pequeño niño.

— ¡Si, claro que me agrada! Amo a tu bebé…—dijo de forma muy suave mientras admiraba de cerca aquel suave y bonito rostro, sin perder detalle de ninguna de sus pequeñas y delicadas facciones. Eddie nunca en su vida olvidaría ese momento…

La alarma de su despertador sonó al poco tiempo. De forma perezosa abrió los ojos, levantando la mano para apagar la alarma de una vez por todas. No era la primera vez que soñaba algo así, agradeciendo que su primer encuentro con Waylon Park fuera mucho más recurrente en sus sueños que alguna de sus otras horribles vivencias de su pasado.

Eddie había estado pensando constantemente en ese preciso momento, recordando cada detalle de forma tan vivida pese haber ocurrido hace años. El tiempo había pasado, cobrándole facturas a una muy corta edad, habiendo pasado por episodios realmente caóticos y desdichados durante gran parte de su infancia y adolescencia.

A sus casi 28 años de edad, Eddie había aprendido a superar muchos de esos episodios con ayuda de terapeutas y psiquiatras. Era común para él que su rutina incluyera una visita con su doctora o tomando algún medicamento previamente recetado, estando más que acostumbrado a sobrellevar todas estas situaciones al querer mantener su seguridad de la seguridad de quienes le rodeaban. Habían sido días difíciles y oscuros, agradeciendo que parte de esos tiempos hubieran sido soportables gracias a la presencia de su mejor y casi único amigo, Waylon Park.

La amistad entre ambos jóvenes había empezado a una edad muy temprana, siendo casi vecinos y teniendo contacto especialmente por sus madres que solían frecuentarse. Eddie había visto crece a Waylon prácticamente, siendo testigo de sus diferentes etapas al empezar a caminar, hablar y aventurarse a diversas actividades, sintiendo como un sentimiento de pertenencia se apoderaba lentamente de él: Eddie tenía que estar presente en todos los momentos importantes en su vida. Eddie quería estar en sus triunfos y apoyarlo durante sus derrotas, estando dispuesto a defender a Waylon cuando lo requería. Sería como su guardián, velando por su seguridad y bienestar y estando dispuesto a hacerlo feliz en todo momento.

El vínculo entre ambos empezó a formarse, haciéndose mutuo su interés a medida que Waylon tenía cercanía con el pequeño Gluskin, pasando sus tardes entre risas y juegos, siempre siendo cuidado y protegido por Eddie en todo momento estando al pendiente de cada una de sus necesidades, por más básicas que estas fueran. Eddie no creía que pudiera sentir tal paz como la que experimentaba al tener a Waylon cerca.

El tiempo y paso y pronto Waylon fue siguiendo de cerca los pasos de Eddie, sintiéndose orgulloso de los progresos en el aprendizaje del rubio, estableciendo conversaciones y juegos a medida que iba creciendo y desarrollándose. Sin embargo, pese a disfrutar enormemente de la compañía de cercanía de Waylon, lentamente el tiempo fue poniendo pautas para provocar que ambos amigos fueran distanciándose cada vez más, siendo cada vez menos recurrentes las visitas de los Park a la casa de los Gluskin ante las diferentes actitudes tomadas especialmente por Earl.

La tranquilidad del hogar había sido interrumpida ante las diversas actitudes agresivas del hombre, llevando literalmente al infierno mismo a su familia al no haber resultado su negocio. Waylon nunca había entendido por que su madre había tomado la decisión determinante de ya nunca volver a la casa de Eddie, sintiendo tristeza por no poder jugar o estar a su lado.

Por su parte, Eddie sentía la misma cantidad de ansiedad ante los recientes acontecimientos. No sólo su padre se mostraba mucho más agresivos y temperamental que antes, sino que había perdido contacto con Waylon, quien se había convertido en poco tiempo en una prioridad en su vida, siendo la única persona quien realmente le entendía, le escuchaba y le hacía sentir feliz genuinamente, lamentando no poder estar tan presente en su vida como en aquellas tardes en el parque o aquellas pequeñas reuniones en su caso. Sin embargo, para Eddie era mejor así a la vez, no queriendo que el pequeño niño fuera testigo de la situación y el ambiente de la casa, empezando a resguardar ese secreto consigo. La infelicidad no podía reflejarse en su mirada, no frente a Waylon.

Los años pasaron rápido y pronto se encontraba en la escuela nuevamente, volviéndose aún más retraído y apartado del resto de los chicos de su edad, sin que esto fuera realmente importante en realidad. Había aprendido a andar por su cuenta, a defenderse y sobrevivir a su manera, notando como la mayoría de sus compañeros de miraran como si fuera una especie de bicho raro que debieran evitar. Eddie siempre había sido el más alto después de todo, su semblante se había tornado intimidante con el paso de los años y sus actitudes se demostraban cada vez más desafiantes.

Pese a ello, esa mañana se sentía con buen humor, recordando que hoy era un día especial, ya que sería esté el primer día de clases de Waylon. Eddie se encontraba sentado en las escaleras de la entrada, sin preocuparse si se le hacía tarde para sus propias clases: él tenía que estar presente en ese momento tan especial.

Llevaba tiempo sin poder ir a visitar a Waylon, recordando que su último encuentro había sido un tanto apresurado y fugaz. Había lamentado no poder permanecer tanto tiempo a su lado como debería, más intentaría encontrar la forma de recompensarle por todo el tiempo durante su estadía en la escuela, estando dispuesto a volver a retomar su amistad desde el momento en que habían dejado de frecuentarse tan seguido.

Eddie reconoció al momento el carro de los Park a lo lejos. La camioneta azul se detuvo al poco tiempo frente a la escuela, mientras observaba como Alma Park ayudaba a bajar al pequeño niño de rizos rubios, ayudándolo con su lonchera y su pequeña mochila color azul marino, resultando bastante tierno ante Eddie el notar el semblante de timidez y temor que Waylon poseía ante lo desconocido. Alma sonrió al ver a lo lejos a Eddie, reconociendo aquel semblante amigable frente a su hijo, antes de inclinarse a dejar un suave beso en su mejilla, acariciando lentamente su cabello.

—Que tengas un buen primer día de clases, Waylon. Vendré a recogerte por la tarde—

—Claro, mamá —comentó Waylon con cierta inseguridad, empezando a encaminarse a la escuela con la mirada siempre fija en el suelo. Eddie creía que cada gesto por parte del menor era sumamente tierno, no pudiendo evitar ensanchar una gran sonrisa mientras levantaba la mano, despidiéndose de la señora Park.

Waylon miró fijamente en dirección a Eddie, quien se levantó al apenas verlo acercarse, no pudiendo evitar sentirse un tanto intimidado en primera instancia. Eddie era mucho más alto de lo que recordaba, admirando como su cabello negro enmarcaba su rostro cada vez más afilado, notando como la intensidad de sus ojos le devolvían la mirada al momento. A veces olvidaba lo profundos y brillantes que resultaban sus ojos, además de claro, la firmeza de su voz, que pese a ser infantil aun, poseía siempre un toque de formalidad impropia de alguien de su edad.

El vestuario de Eddie ya no se conformaba de trajes o de corbatines tampoco, ahora portaba unos pantalones desgastados, un par de botas negras, una camisa negra y una chamarra militar, dándole a su apariencia un toque de mucha más intimidación por su look. Waylon miró de reojo su atuendo, dándose cuenta de la diferencia entre ambos, intentando omitir este detalla el disipar sus pensamientos, regalando una sonrisa ante el mayor.

—Buenos días, Eddie. Me alegra que al fin podamos ir a la misma escuela. —

—Lo mismo digo, Waylon. No tienes idea de lo feliz que me hace este momento —la voz de Eddie siempre mostraba una particular amabilidad y entusiasmo con todo lo que rondaba a Waylon.  Era como si fuera feliz ante cualquier detalle, por más insignificante que fuera, haciendo sentir al pequeño rubio como si se tratase de una especie de celebridad ante los ojos de Eddie. El mayor siempre lo hacía sentir importante.

—Y dime, ¿listo para tu primer día de clases? —

—No realmente…estoy bastante nervioso. Me da miedo que no pueda encajar con los otros —

— ¡Tonterías! Claro que encajaras. Sólo tienen que notar lo genial que eres y verás que te aceptaran rápido. Serían muy tontos si no te aceptaran en realidad —

La campana sonó al poco tiempo, encaminándose ambos menores para dirigirse a sus respectivos salones. Por ser de primero, el salón donde Waylon se ubicaría quedaba cerca de la entrada, siendo el salón de Eddie un poco más retirado por ser  unos cuantos grados mayor que Waylon. A veces Eddie detestaba tener esa diferencia de edades con el rubio, no pudiendo estar tanto tiempo como quisiera a su lado, esperando que al menos durante el almuerzo pudieran volver a tener conversación.

— ¿Te parece si comemos juntos hoy, Waylon? Podría mostrarte los alrededores de la escuela, hay muchas cosas que ver por aquí. —

—Eso sería estupendo Eddie, me encantaría —comentó el rubio con una sonrisa antes de adentrarse al salón. Eddie lo miró por un momento, intentando mantener su mejor sonrisa antes de que desapareciera de su vista nuevamente. Había hecho una promesa consigo mismo, una promesa de estar presente para Waylon en todo momento, sin importar la circunstancia, sin importar lo que ocupado que pudiera estar. Incluso sin importar si era el mismo rubio quien no mostrara interés en realidad.

Por su parte, Waylon se adentró al salón de forma insegura, notando como algunos de los otros niños se encontraban ya sentados en sus asientos. Había pocos lugares disponibles, optando por sentarse justo al lado de un niño de cabello castaño que dibujaba y anotaba algunas cosas en una hoja de su cuaderno. Waylon no pudo evitar sentirse extrañado ante la concentración que presentaba ante sus notas.

El rubio dio un vistazo al resto de sus compañeros. Algunos parecían conocerse de antemano y algunos otros parecían empezar a socializar con rapidez. Waylon No se sentía en lo particular una persona muy social, optando por mantenerse callado y un tanto apartado de todo. No era que no le agradaran las personas, únicamente se sentía nervioso ante la presencia de desconocidos, más aún ante un ambiente tan inhóspito y abrumado como una escuela pública.

— ¿Qué piensas de este dibujo? —comentó el niño a su lado, mostrando una sonrisa de oreja a oreja frente a él. El dibujo era una especie de rana amorfa que interactuaba con alguna especie de animal con alas, no logrando identificar muy bien de que animal se trataba. Los colores habían sido usados como si estuvieran a punto de romperse, mostrando trazos muy mercados sobre el papel.

— ¿Qué animal es el que esta la lado de la rana? —

—Es un mosquito. La rana está a punto de comérselo, por eso se mira tan suplicante ante ella. Le está pidiendo que lo deje ir —comentó el niño, quien parecía muy orgulloso de su creación, dejando el papel de lado para concentrarse en mantener la sonrisa frente a Waylon.

—Mi nombre es Miles Upshur. ¿Cómo te llamas? —

—Me llamo Waylon. Es un gusto —dijo de forma baja, sin saber muy bien cómo llevar la situación. Miles parecía estar muy entusiasta en aquel encuentro, no entendiendo él porque, pero agradeciendo de que al menos no fuera monumentalmente ignorado durante su primer día de clases.

El resto de las clases pasaron rápido, por fortuna de Waylon, resultando ser una experiencia más agradable de lo que pensaba. Los chicos de su salón eran participativos, alegres y animados, participando todos en conjunto en las diferentes actividades de ese día, estando bastante contento de que el día no resultara como lo tenía pensando, más aun ante la constante plática y energía de Miles.

El pequeño castaño parecía ser muy enérgico, siempre dispuesto a participar, platicándole a Waylon sus planes a futuro en donde se miraba como un reconocido y aventurero periodista, a la caza por la noticia al momento. Waylon se limitaba únicamente a escuchar, estando más que impresionado por las diferentes actitudes y determinación de alguien a tan corta edad, disfrutando de su compañía entre clase y clase, logrando incluso hacer que el rubio se relajara y riera en un par de ocasiones.

Pronto la campana sonó y fue hora de ir a almorzar, siendo llevado casi arrastras por los pasillos de la mano de Miles, quien siempre parecía estar lleno de energía para continuar con la jornada.

— ¡No vayas tan deprisa Miles! Siento que me vas a arrancar el brazo —comentó Waylon con queja, recibiendo una carcajada por parte del castaño.

—Tonterías Way, si no llegamos a tiempo nos ganaran los mejores lugares, hay que llegar a tiempo —las palabras de Miles parecían tropezar unas con otras, llegando al poco tiempo a la cafetería.

Waylon se sintió impresionado ante la gran cantidad de niños que había a su alrededor, notando que eran de diversas edades y grados, sin poder evitar tomar lentamente de la camisa de Miles de forma instintiva.

— ¡Vamos! No tengas miedo, ninguno de ellos come niños, al menos no que yo sepa —

—No estás ayudando en nada, Miles —

Eddie se encaminó a paso apresurado hacía la cafetería al salir de sus clases. Se sentía cansado y enfadado, más la idea de poder escuchar a Waylon hablar de sus primeras clases fue el incentivo para que el día no se tornara desagradable.

Esperaba que Waylon  no se sintiera intimidado ante la gran cantidad de niños, estando dispuesto a explicarle los diferentes grados y las diferentes edades de los chicos que se encontraban en esa área de la escuela, estando consciente de la timidez y la inseguridad del rubio ante lo desconocido. No era de esperarse que fuera sorpresivo encontrárselo al lado de otro niño, pareciendo platicar y reír de forma bastante fluida y animada.

—Oh Eddie, te presento a Miles, Miles, este es mi mejor amigo Eddie —

— ¡Wow! ¡Eres muy alto! —comentó Miles al apenas mirar a Eddie, quien intento mantener la más cordial de las sonrisas ante él, esperando que la tensión en su postura no fuera del todo notable.

—Mucho gusto en conocerte, Miles. Me alegra que Waylon allá pasado un muy buen primer día de clases entonces —la voz de Eddie era suave y baja, intentando mantenerse amable ante todo. Miles terminó por convencer a Waylon de que fueran a formarse a la cola para conseguir comida, pese a la insistencia de Waylon de que ya poseía lonche.

Eddie se limitó a asentir, notando como ambos chicos se alejaban mientras lo seguía con la mirada, recargándose en una pared cercana. Una sonrisa apareció en sus labios mientras pensaba en lo rápido que había conseguido ganar un amigo, sabiendo de antemano que los demás no tardarían en darse cuenta de lo especial que era Waylon. Sabía bien que Waylon era inteligente y divertido, que únicamente necesitaba tener confianza en sí mismo y relajarse para lograr congeniar con los demás, siendo de carácter gentil y amigable, bastante tranquilo y respetuoso.

Claro que lograría tener más amigos en poco tiempo. Su sonrisa desapareció lentamente mientras bajaba la mirada, sintiendo como una punzada aparecía en su pecho al momento. Quizás había sido demasiado rápido, pensó, quizás las cosas tarde o temprano cambiarían entonces.

Notas finales:

Siento que quedó un poco raro. Intentaré darle una revisada más a profundo para ver si en un futuro modifico este capitulo. Gracias por leer.


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