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Tres deseos.~ por ShiroBlasphemy

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Notas del capitulo:

— Muy buenas gente, venía a pasar a dejar esto, algo random Que espero les guste.^^ 

La historia, los personajes y la trama NO me pertenecen, fue una historia que encontré en Taringa creo, así que daré creditos a quien la hizo, lo unico que hice fue cambiarle ciertas cosillas.

Akira Suzuki, apodado Reita, un joven de 25 años, vivía una vida despreocupada y totalmente egoísta, más que libertad, lo había convertido en libertinaje. Parecía no tener ningún propósito en la vida más que asistir a cuanta fiesta y discoteca fuera posible. El dinero no le era problema, tenía lo suficiente como para vivir esta y otras dos vidas más, era uno de los herederos de la fortuna de su padre Seichiro Suzuki y su abuelo Hideyoshi Suzuki, la cual incluía una hermosa casa bastante lujosa y una vieja fábrica que aun producía mucho dinero, pero el dinero producto de la venta de su parte de la fábrica le interesaba más. Esto último, sumado al dinero heredado, era una verdadera fortuna. 
Reita era un chico vanidoso, individualista y mezquino, no hacía nada que no fuere para propio beneficio.
 Su porte superficial y egoísta le atraía a personas similares a quienes el apenas podía llamar sus “amigos”. Siempre estuvo rodeado de gente, pero en realidad, desde que se separó de sus padres, siempre había estado solo. El objetivo de cada fiesta era tener una conquista nueva, Reita elegía siempre una mujer u quizá hombre atractivo, pues a decir verdad él también lo era y decía que solo alguien atractivo merecía una noche al menos con el, se pasaba la noche entera seduciendo mujeres u hombres, alardeando de sus riquezas y buen físico, prometiéndoles este mundo y el otro. La mayoría de veces funcionaba, y terminaba la noche en su apartamento o algún lujoso hotel cercano compartiendo la cama con su nueva conquista. Al Suzuki le gustaba tomar fotografías durante la noche, las guardaba como un trofeo. Pero siempre, al amanecer, la actitud de Reita hacia sus conquistas cambiaba drásticamente y les desechaba como a un trapo sucio. En su mente aquellas personas “fáciles” era solo eso, objetos que están a su disposición para usarlas cada vez que a él se le antoje. Había vivido así durante algunos años y no tenía la mínima intención de cambiar ese estilo de vida. 
Una noche de mayo, el veintisiete de ese mes se encontraba celebrando juntos con sus amigos su cumpleaños número 26, como era habitual, se encontraba con sus plásticos amigos en una estruendosa fiesta, cualquier excusa era suficiente como para armar escándalo como aquel, para Reita, no era nada nuevo, monótono quizá.

 Pero esa noche, lejos de su cotidiana jovialidad y despreocupación por la vida, se le notaba pensativo, casi ido, parecía no disfrutar la noche como siempre lo hacía. Sus amigos ni siquiera lo notaron, y mientras se encontraba cavilando con la mirada perdida en el espacio, una chica se le acercó y le susurró al oído: “sopla las velas y pide un deseo”; Diego, sin ver atrás, se levantó de la silla donde se encontraba, soplo las velas y en su mente, pidió su deseo: juventud eterna. Hecho esto, sus amigos comenzaron en un frenesí fiestero, cada uno ocupándose de lo propio.

 El licor fluía por montones, el humo de los cigarrillos enturbiaba el aire que se encontraba ya denso por la bulliciosa noche. Todos habían dejado de lado al festejado, cada uno ocupado en buscar la conquista de la noche. 

Reita se encontraba solo, y por primera vez parecía estar meditando sobre su futuro, dirigió la mirada hacia la pista de baile, y ahí, en medio de la multitud danzante, se encontraba una bella mujer o al menos eso le pareció a él, puesto a que sus ropas podrían describirse como tal, simplemente inmóvil, que lo observaba fijamente con una mirada coqueta; pero él se mostró indiferente y casi desinteresado, bajo su mirada al piso por un momento y cuando la levanto nuevamente, se sorprendió al ver aquella hermosa joven parada justo frente a él.

Había atravesado la pista de baile y la multitud que no cesaba de moverse, todo en solo un instante; pero el asombro duro poco, pues la belleza de la joven era cautivante, era tan bella como misteriosa, era algo plana de pecho, pelo castaño con una zona rubia ligeramente ondulada, ojos color miel, labios peculiares que asemejaban el pico de un pato y ropa tan provocativa que dejaba mucho a la imaginación. Parecía ser una modelo de revista, simplemente era la mujer más hermosa que Akira alguna vez vio. Ella se le acerco y se sentó a su lado, poco tiempo paso antes que la conversación amistosa e inocente, también dándose cuenta de que por la grave pero agradable voz del aquella persona, fuese un hombre, pasaron minutos antes de que la conversación se volviera un juego de seducción y coqueteos. Era algo extraño, pues siempre el seductor era él. Como era de esperarse, aquella noche terminaría en un derroche de sexo y lujuria, tanto o más a las que Reita acostumbraba. 
Si bien la noche había acontecido de maravilla, la mañana siguiente algo era diferente. El Suzuki se encontraba solo en la cama, su misterioso y bello acompañante ya no estaba a su lado, esta vez, él había sido el objeto utilizado y desechado. Intrigado y aturdido por un fuerte dolor de cabeza producto de la noche anterior, se levantó de la cama en busca del hermoso joven, de la cual no conocía ni su nombre.

 Tras una corta e infructífera búsqueda, se dirigió al baño para asearse, y fue ahí donde encontró el mensaje que cambiaría su vida completamente. En el espejo del baño, escrito con lápiz labial color rojo escarlata, el mensaje decía: “Bienvenido al mundo del SIDA. Bienvenido al Infierno. Si quieres una segunda oportunidad, llámame 2999 – 1666  Takashima Kouyou, Alias; Uruha”. Reita se quedó incrédulo ante aquel siniestro mensaje, no podría creerlo, será una de esas historias que solo le suceden al amigo de un amigo y que todos saben que nunca son ciertas. Pero para él, esa era su nueva verdad. Ese mismo día se hizo analizar de VIH, el análisis dio negativo. Akira respiró con alivio, estaba convencido que aquello había sido una muy pesada broma de mal gusto, cometida quizá, por alguno de sus amigos. No le dio mayor importancia a aquel acontecimiento, lo cual después de algunas semanas paso a formar parte del olvido. 
Más de un año había pasado, y Reita se encontraba ingresado en un hospital debido a una simple gripe que se había vuelto una seria neumonía. Entre los análisis que le hacían estaba también el de VIH; para asegurarse de los resultados, los habían hecho tres veces; en las tres, el resultado era siempre el mismo: positivo. Akira se sentía destrozado completamente, su mundo tal y como él lo conocía se le venía abajo, recordó con ira aquel joven, Uruha, él causante de su sufrimiento, la maldijo una y otra vez, le costaba trabajo creer que le estaba sucediendo eso a él, iba a morir. 

Solo, postrado en la cama de aquel lánguido hospital, en medio de tantos lamentos y maldiciones, recordó aquel número, ¿Cómo podría tener una segunda oportunidad al llamar al tal Uruha?, ¿Cómo?; no lo sabía, pero no tenía nada que perder al intentarlo. Saco su teléfono y comenzó a llamar a aquel numero… no sabía que esperar, pero al menos quería saber quién era la causante de su desgracia, si podría remediar aquello. Una voz grave, calmada pero contesto del otro lado de la línea, era él: 

Hola Reita, he estado esperando tu llamada, sé que quieres una segunda oportunidad.´me equivoco?  —mencionó Uruha.

—Pero, ¿Cómo sabes que soy yo quien le está llamando? —cuestionó entre dientes, ocultando su sorpresa.

Yo lo sé todo, yo soy tu verdadero salvador, puedo ofrecerte lo que tu desees, solo tienes que pedírmelo.

—No me vengas con eso por favor, no estoy para bromas, así que si no tienes nada mejor que decirme entonces… —Iba a colgar sin embargo las palabras ajenas llamaron su atención.

Muy bien Akira, entonces te veré en tus sueños… 

La llamada se cortó en ese momento. Reita intento llamar nuevamente pero la línea siempre aparecía ocupada. No le presto mayor importancia al asunto y dejo el teléfono de lado. A medida que la noche se acentuaba, el sueño también lo hacía, no paso mucho tiempo antes que él se quedara dormido, era un sueño tan profundo, casi como una posesión, parecía que su mente se liberaba de su cuerpo y se comenzó a elevar… 

Aquello más que un sueño parecía ser una visión, el enigmático personaje del otro lado del teléfono estaba cumpliendo su promesa a cabalidad, ahora Uruha estaba visitando a Akira “dentro de sus sueños”. Ambos se encontraban en un vacío total, Reita se sentía muy lúcido, sabía que no era solo un sueño, y menos por aquel se encontraba justo frente a él. Pero a pesar de la cercanía era imposible vislumbrar rasgo alguno. Sabía que Uruha se encontraba rodeado por una densa niebla oscura que solo dejaba entre ver una sombría silueta. Aquella  voz no se hizo esperar: 

Estoy aquí, como te lo prometí —dijo  Uruha con calma pero seriedad a su vez.

—¿Qué quieres de mi? ¿Por qué estoy pasando por todo esto? 

Quiero darte la oportunidad de tu vida, puedo concederte todo lo que desees, solo tienes que pedírmelo. —Mencionó esta vez.

—¿Todo? ¿Cualquier cosa? —pregunto Reita asombrado — ¿Dónde está la trampa? ¿Qué es lo que tengo que darte a cambio? ¿Acaso deseas mi alma? —Cuestionó con burla— Que cliché.

Son muchas pregunta—Se quejó Uruha masajeándose las sienes, luego agregó— pero todo depende de lo que desees y de la cantidad de tus deseos, cuanto más me pidas, mayor será el precio dijo Takashima casi escondiendo una sonrisa. 

Reita pensó en la propuesta hecha por un momento, ya había escuchado anteriormente sobre quienes hacen un pacto y al final terminan perdiendo sus almas; no es que creyera en esas banalidades, pero la verdad no quería arriesgarse. Siempre se creyó ser alguien muy listo, así que quería salir más que beneficiado de esta situación. Lo medito por un momento, y luego negoció con su espectral acompañante: 

—Solo quiero tres deseos — Determinó con seguridad. 

Dímelos y yo te diré el precio a pagar – Susurraba ansioso Uruha.

—Estas son mis peticiones, dijo Reita y comenzó a enumerar— deseo número uno. Quiero tener vida eterna, no envejecer, ser Atractivo y tener mi hermoso cuerpo de 25 años eternamente. —Alzó una ceja y prosiguió. — el número dos, Deseo tener el suficiente dinero como para derrocharlo en lo que yo quiera, sin nunca tener la necesidad de trabajar ni tener que preocuparme por la procedencia o la falta de éste.  Y número tres  Deseo que nadie, sin excepción alguna, pueda ser dueño o dueña de mi alma, la cual me pertenecerá a mí solamente y a ningún otro ser que no sea yo, y eso te incluye a ti especialmente. —Dijo Reita al señalarle—Estos son mis deseos, ahora dime tu precio. 


¿Así que nunca podre tener tu alma? —Cuestionó Uruha frunciendo el ceño algo divertido— Esta bien, son tres deseos y el precio que tendrás que pagar son tres almas, pero no almas cualquieras, quiero tres almas que hayan sido torturadas por ti hasta morir. 

—¿Quieres que yo torture a tres personas? 

Que sean los tres que tú quieras, no me importa, y para facilitar tu tarea, tendrás salud y gozaras de mi impunidad, sin importar el crimen que cometas, nunca nadie te podrá culpar por ello. ¿Tenemos un trato? —Cuestionó Takashima extendiendo su mano.

—Trato — dijo Reita tras pensarlo un momento y estrechar aquella mano. 

Aquella niebla comenzó a enturbiarse aún más y a moverse en forma arremolinada haciéndose más grande, la voz en su interior resonaba con estrepito: 

—Tendrás exactamente 30 días de salud e impunidad, deberás cumplir tu cometido en ese lapso, luego de eso morirás, y si no has cumplido tú me pertenecerás eternamente. —susurró Uruha, Risas escalofriantes inundaban aquel lugar. Reita se alejaba flotando rápidamente hasta caer nuevamente en su propio cuerpo. En ese momento despertó sintiéndose mucho mejor, sabía que no había sido solo un sueño y ahora, sabía perfectamente lo que tenía que hacer. 

Uno a uno los días pasaban lenta e inexorablemente. Reita no dejaba de pensar en cómo llevar a cabo su parte del trato. No es que temiera de la idea de torturar y matar a otra persona, al contrario, pues siempre le había intrigado tener semejante poder sobre alguien. El problema en sí era que la oportunidad no se presentaba, hasta que llegó aquella noche de viernes, una en la que su conquista habitual seria para mucho más que un momento placer carnal. 
Sabía que sería difícil cumplir su objetivo en su apartamento, donde las paredes nunca eran tan gruesas como para acallar los ruidos y al estar rodeado de tantos vecinos entrometidos, su labro seria simplemente imposible. Pero oportunamente se recordó de aquella vieja propiedad, la herencia olvidada de su abuelo. Deshabitada desde hacía varios años, era visitada únicamente por la encargada del mantenimiento del lugar, visita que podía ser interrumpida fácilmente. 
Reita no lo dudó y acudió con su víctima al lugar, Tanabe Yutaka, como sabía que se llamaba. Después de su habitual tributo de sexo, sometió a su víctima y la llevó al sótano, el cual, al ser tan profundo y aislado, se hacía casi a prueba de sonido, parecía estar hecho para este tipo de situaciones, simplemente era el lugar perfecto.

Dejó al chiquillo castaño ahí, atada fuertemente a una silla de pies y manos mientras planeaba su funesto destino. Reita daba vueltas y vueltas a su cabeza.

— ¡AYUDA! —Exclamaba aquel chico removiéndose en la silla, más que horrorizado— ¡AYUDA! ¡SUELTAME SUZUKI, TE LO RUEGO!

Los enérgicos gritos de aquel infeliz en suplicas de su liberación se escuchaban como música de fondo, no paso mucho tiempo para que Reita se hartara de esos chillantes alaridos. Se acercó a el y sin ninguna muestra de emoción comenzó a golpearla repetidamente, casi a punto de hacerlo desfallecer.

— ¿puedes callarte un puto segundo, Kai? —Exclamaba.

 Luego, cuando los golpes la habían dejado casi inmóvil, cosió su boca para asegurarse de no volver a escuchar aquellos ensordecedores alaridos nuevamente. Hecho esto, se percató de un par de tijeras podadoras que se encontraban en el lugar, era como si alguien las hubiera dejado ahí para él, una voz en su interior le dijo: “úsalas”, las tomó y sin titubear, comenzó a amputarle los dedos de las manos al Yutaka, los cortaba uno a uno, causándole un dolor insufrible, el chico desesperado, se olvidó totalmente de los hilos que cosían su boca e intento gritar tan fuerte como pudo, pero al hacerlo, lo único que logro fue rasgarse los labios, logró abrir su boca pero el hilo no cedió, pero sus labios si lo hicieron. 
Retazos de piel y tejido que antes eran sus finos labios, colgaban de su boca, de sus mutiladas manos fluía una enorme cantidad de sangre, se encontraba inmóvil, abrumado de tanto dolor. Luego, en un acto que no era más que maldad pura, Reita tomó un mechero de llama alta, y tras asegurar muy bien aquellos despojos de manos, comenzó a quemar hasta casi carbonizar una a una las diez heridas donde antes se hallaban sus dedos.  Kai, con la boca y manos mutiladas, simplemente no era capaz de soportar aquel sufrimiento, su cuerpo intentaba apagarse perdiendo el conocimiento momentáneamente, recuperándolo solamente cuando Reita lo golpeaba con el fin de hacerla reaccionar para que presenciara otro grotesco acto por parte de su captor: Reita tomo los diez dedos amputados, y comenzó a cocinarlos en aceite y especias en una pequeña cocina que estratégicamente se encontraba en el lugar, los cocino hasta freírlos en su totalidad. Los sirvió en un plato con sus respectivos aderezos y comenzó a comerlos, saboreándolos lentamente frente al joven, los devoraba hasta los huesos, parecía en verdad disfrutar de aquel despreciable manjar. 

Primero lo había obligado a verlo comer, pero luego, al percatarse que es de mala educación el comer sin invitar a otro, le pidió que abriera la boca, pero al negarse el joven, le arrancó los trozos de labios que le colgaban y no conforme con eso, lo golpeo hasta fracturarle algunos dientes, para luego obligarla a comerse sus propios dedos. La joven estaba a punto de sucumbir, le rogaba a su verdugo por su muerte, en cambio, Reita tomó nuevamente el mechero colocándolo entre las piernas del joven, que permanecía desnudo y tomando entre sus dedos libres el miembro de este, encendió la llama a potencia media arrancándole de inmediato insufribles alaridos de dolor, una vez que esta se posó bajo su glande, su piel se contraía a consecuencia del fuego, mostrando la carne al perfecto color rojo carmesí que se ennegrecía lentamente al calor de la llama, la grasa corporal que emergía no hacía más que avivar la llama llegando a quemar y carbonizar el área hasta que la sangre no fluía más. 
La garganta de Yutaka ya había excedido su límite, totalmente desgarrada solo abría la desfigurada boca sin poder ya emitir sonido alguno, mientras Reita seguía quemando pequeñas porciones de su cuerpo en un patrón arbitrario. No pasó más de una hora antes que ella dejara de moverse, al fin la muerte la acogía. Dieciséis horas de tortura habían pasado, Reita ni siquiera supo su real hora de muerte, realmente nunca le importó, lo único importante es que ya había cumplido con su primer objetivo, y en realidad, lo había disfrutado mucho más de lo que alguna vez se imaginó. Comenzó a cavar una fosa en el sótano para sepultar aquel cuerpo repugnante y desfigurado, ahora solo necesita dos almas más. 

Dos días pasaron antes que el verdugo eligiera su próxima víctima. El procedimiento era el mismo, un joven era seducido nuevamente por el galán para la ritual noche de sexo y lujuria. Esta vez, Reita se tomó la molestia de conocer el nombre de su víctima mejor. Shiroyama fue igualmente sometido como su antecesor, atado de manos y pies a la misma silla metálica, fue dejado encerrado en aquel nefasto sótano.

Reita no tardó mucho en regresar, Shiroyama no dejaba de gritar algo angustiado y humillado en suplica de ayuda, a Reita le molestaban los gritos y para acallarlos, selló su boca con cinta aislante autoadhesiva. Uso un par de tijeras para cortarle la ropa y dejarlo totalmente desnudo para su próximo movimiento, luego, con un gotero, comenzó a verter lentamente gotas de ácido hidroclorhídrico, que es capaz de corroer el metal, vertía una gota en diferentes partes del cuerpo. La piel se derretía en efervescentes charcos de sangre y el ácido avanzaba lentamente hasta corroer la carne. El ácido era aplicado en las piernas, pechos, pezones, brazos, manos, abdomen e incluso en sus genitales. Los gritos enmudecidos por aquella cinta no se hacían esperar, el dolor y sufrimiento del joven eran más que evidentes. Hecho esto, Reita lo tomó por la cabeza y con un par de grapas, le clavó los parpados al cráneo haciéndole imposible el poder cerrar los ojos, esos bellos ojos azabaches. Tomó nuevamente el gotero lleno de ácido y sosteniéndole fuertemente la cabeza, le dejo caer un par de gotas en cada ojo. No hace falta decir que Shiroyama se retorcía de dolor; sus ojos comenzaron a derretirse al contacto con el ácido, aquel hermoso color azabache de sus ojos desaparecía cuando un líquido blanquecino mezclado con sangre bajaban lentamente deslizándose por sus mejillas, espeso y viscoso al igual que baja la cera derretida al calor de la llama de la vela.

Yuu comenzó a convulsionar, el dolor era demasiado abrumador para el, las convulsiones se acompañaban de reflejos de regurgitación, pero a tener los labios sellados con la cinta adhesiva, el vómito no pudo salir y sus pulmones se llenaron de líquido. Yuu se ahogó en su propio vomito. 
Al ver terminado su trabajo, Reita comenzó a cavar una segunda fosa en el sótano donde sepultaría a su nueva víctima. La tortura había durado tan solo ocho horas, acabo antes de lo pensado y se sintió de alguna manera frustrado al no tener más tiempo para hacer todo lo que hubiese querido. Ya había terminado con dos, ahora solamente le faltaba uno para cumplir su cuota. 

Veintisiete días han pasado y la salud de Reita comienza a decaer, la neumonía va tomando fuerzas gradualmente, sabe que no dispone de mucho tiempo antes que su plazo se venza. No ha ido a su departamento en semanas, ni siquiera salía de aquella vieja casa, sabe que nadie lo busca, sus amigos a penas se dan cuenta de su desaparición sin darle mayor importancia, y su familia, pueden pasar meses sin tener contacto con ellos sin causarles la mínima preocupación. El está solo, lo sabe y siempre lo supo. 

Esa mañana, a tres días de vencer su plazo estipulado, María, la encargada de la limpieza y mantenimiento de la casa de los Suzuki, no se hace presente para sus labores triviales, al contrario aparentemente envió a Takanori Matsumoto, un rubio de ojos azulados que asistía cuando esta no podía. Él no se percata de la presencia de Reita en la casa, hasta que esté lo sorprendió por detrás golpeándole fuertemente la cabeza con un madero. Takanori perdió el conocimiento y cayó al suelo, ahora está a total disposición de su captor. 
Takanori era un joven de no más de 23 años de edad, con un cuerpo algo enano para su edad, por lo tanto a Reita no le cuesta mucho más trabajo el maniobrar su cuerpo aun cuando este inconsciente. Lo despojó de toda vestimenta, pero al no poder bajar las escaleras del sótano cargándolo, lo lleva al jardín trasero. Lo sienta en el suelo de espaldas a un árbol, le ató las manos rodeando el tronco del mismo y ató también sus pies que quedan extendidos en el suelo; lo amordazó fuertemente y se asegura que aunque despierte, no podrá emitir sonido alguno. Ya habiendo colocado a Takanori en su lugar y tomando todas las precauciones pertinentes, la despierta al verterle un balde de agua hirviendo en todo el cuerpo. Taka se estremece y despierta con la piel profundamente enrojecida y como Reita lo había anticipado, al estar atada de espaldas al árbol y fuertemente amordazada, es incapaz de moverse o emitir algún sonido audible a más de un metro. 

El estado físico de Reita era ya decadente, se veía muy limitado pues no podía realizar mayor esfuerzo físico. Tomó una navaja y comenzó a hacer pequeños cortes que no eran muy profundos en cada parte del cuerpo del ojiazul que a él se le antojara. La piel de Taka  comenzaba a ampollarse debido a las quemaduras, el dolor de los cortes no eran nada en comparación al ardor de las llagas en todo el cuerpo. Reita observo su entorno y después de una corta búsqueda, fue a la cocina, de donde regresó con varias botellas, comenzó a verter litros y litros de miel de abeja sobre el cuerpo lacerado de Taka, hasta haber vaciado todas las botellas. Esto, hasta cierto grado, daba un alivio temporal al dolor de las quemaduras, pero lo maléfico de la obra era que la miel estaba atrayendo a un ejército de hormigas rojas. El joven pelirubio se hallaba esclavizado junto a un enorme nido de hormigas, miles y miles de estas parecían hacer formaciones de batalla y desfilar hacia la miel vertida sobre el cuerpo del pequeño hombre. Un ejército que lenta e implacablemente recogía su dulce botín, llenando a la vez de miles de dolorosas picaduras. El solo correteo de las hormigas sobre aquella piel tan irritada era ya insoportable. Las ampollas abiertas en la piel, facilitaban que la miel se introdujera en ellas, así como también lo hacía en aquellos cortes hechos anteriormente, esto provocaba a las hormigas a arrancar pequeños trozos de endulzada piel, trozos tan pequeños como la cabeza de un alfiler, pero tan dolorosos como arrancarse las uñas con los dientes. 
Reita sabía que las hormigas poco a poco, terminarían con su trabajo y dejo a Taka a cargo de ellas. Abandonó el lugar en busca de ayuda médica. Su tercer y última víctima estaba lista, aunque él realmente nunca la vio morir. 


Él fue ingresado ese mismo día en el hospital local, la neumonía empeoraba a cada momento. Casi agonizante, recordó aquel número 2999 – 1666, comenzó a llamar… nadie contestaba del otro lado. Se sentía estafado, él había cumplido con su parte del trato pero nadie más había cumplido con él. Los tres días pasaron y Reita perdió la batalla contra su enfermedad.

Murió tal y como le habían vaticinado treinta días antes. Al morir, su alma comenzó el paseo por la cima. Después de su interminable descenso al foso se encontró con su negociador, aquel que le había ofrecido la inmortalidad y que a su juicio, no le había cumplido, Al mismísimo Kouyou Takashima:
 
—¿Qué estoy haciendo aquí? — Decía Reita con tono enfurecido, enojado y sin duda decepcionado— ¡Yo debería estar vivo!

No te precipites Reita, Ruki, como apodaban a Takanori, tardó tres días en morir y al final murió justo unos momentos antes que tú, solo quería estar seguro que cumplirías con el plazo. —Respondió Uruha con simpleza— Además, para tener un cuerpo joven y eterno primero debías deshacerte de ese enfermizo que poseías. 

—Yo he cumplido con mi parte, ahora cumple con la tuya y dame esos tres deseos —Reclamó Akira.

Admito que lo has hecho, has cumplido aquí están tus tres deseos:
1. Tu alma es libre ahora, no le pertenecerá a nadie más que a ti. 
2. Tendrás todo el dinero que necesites de aquí a la eternidad, al despertar solo debes buscar en el bolsillo derecho de tu pantalón y ahí lo encontraras. 
3. Tendrás también juventud y vida eterna, poseerás tu embellecido cuerpo de 25 años, saludable y fuerte, jamás morirás ni envejecerás. Pero has de esperar tres días para esto pues a nadie le es permitido levantarse de entre los muertos antes de esos tres días
. —Explicó Takashima con el ceño ligeramente fruncido.

Reita se notaba complacido, sabía que estaba obteniendo lo que tanto anhelaba; todo ese esfuerzo al fin estaba dando frutos. Permaneció en el limbo durante tres días, y como le había sido prometido, al tercer día despertó. Akira moría de ansias por encontrarse con su nuevo futuro. 

Lentamente sus ojos se abrieron. La oscuridad era total. Su cuerpo se hallaba entumecido debido a la falta de movimiento. Poco a poco iba recobrando la vida y poco a poco también el horror se acrecentaba al infinito. Se hallaba encerrado en un espacio reducido, apenas y había espacio para él. Palpando desesperado a su alrededor pudo darse cuenta que su temor se estaba volviendo realidad. Las paredes acolchonadas con algodón y lino le comprobaban su realidad, se encontraba dentro de su ataúd, sepultado a tres metros bajo tierra. Desgargantes gritos de pavor y auxilio comenzaban a emerger de aquel cuerpo antes inerte, gritos que eran apagados por las paredes del ataúd, semejantes alaridos eran solo comparables con aquellos que sus víctimas habían hecho antes. En un atisbo de esperanza, comenzó a revisar sus bolsillos en busca de un teléfono… no encontró nada. Pero en la bolsa derecha de su pantalón había algo: una moneda de un centavo, no era ninguna fortuna, pero seguramente nunca iba a necesitar más que eso estando ahí adentro. A medida que el tiempo pasaba, el aire enrarecía, el oxígeno se acababa lentamente, esa no era una preocupación pues sabía que no podía morir; pero sin embargo, al agotarse el aire comenzó a asfixiarse lentamente, la falta de oxígeno en sus pulmones le hacía retorcerse de angustia en busca de una bocanada de aire, se sofocaba, pero la muerte no llegaba ni llegaría jamás. Estaba confinado a una agonía eterna de la cual le era imposible escapar, se asfixiaría por la eternidad. Se encontraba totalmente solo, como en toda su vida había estado; pero no por mucho, pues con el tiempo, los gusanos que se moverían debajo de su piel, serian la compañía que nunca lo abandonaría. 

Akira quería pasarse de listo y beneficiarse egoístamente de la situación como lo había hecho en toda su vida, intentó aprovecharse de alguien, del mismísimo satanás, porque eso era Uruha, el señor de las tinieblas. Intentó hacerse el listo pero Uruha fue más listo que él, y al final creó su propia perdición pues sus deseos, al ser tan egoístas, le habían condenado, él nunca se dio cuenta que al pedir un deseo que no fuese para sí mismo, se salvaría de todo sufrimiento. 
Sus tres deseos estaban cumplidos: 
1. Vida eterna, jamás moriría. 
2. Todo el dinero que podría necesitar 
3. Su alma jamás le pertenecería a Dios o Demonio alguno, solamente a él de aquí a la eternidad

Y Uruha...

Uruha estaba satisfecho de su pequeña obra de maldad.

Notas finales:

— ¡Woh! Gente, por favor dejen un rw si les gustó y acá dejaré algunas preguntitas -w- :

¬¿Creen que Reita se lo merecía lo que le sucedió?

¬¿que personaje odiaron mas?

¬¿que parte les dio mas asco?



Tambien quería avisar que; ¡Pronto se vendrá la continuación de almohada para abrazar! o/


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