All this money can't buy me a time machine,
Can't replace you with diamonds and rings,
I should've told you what you meant to me,
'Cause now I pay the price
- The One That Gone Away -
-Buenos días- saludó aquel hombre pelinegro, con su habitual galantería, ingresando a la cocina donde me encontraba.
-Hmm- respondí con un breve gruñido por inercia, dejando la tasa de té a medio tomar frente a mi, no sólo el desayuno me parecía completamente insípido en este día particular, sino también todo lo demás, incluso el mero hecho de haber despertado.
Me levanté de la mesa de forma algo brusca, no podía estar allí, me sentía bastante incómodo, a pesar de saber que mi acompañante comprendía mi comportamiento.
-Zoro...- la sola mención de mi nombre con aquel peculiar tono de voz, debía admitir, lograba calmar mis emociones, no podía negar que gran parte del afecto que le tenía a aquel hombre era por ello. Nuestra comunicación era escasa, pero suficiente, algo que agradecía aún más en días como estos.
-Lo siento- murmuré, deteniéndome unos segundos en la puerta de aquel recinto -No me esperes- agregué antes de salir de allí. Tomé mi abrigo de la sala, junto con las llaves del vehículo, rumbo a un lugar, por desgracia, más que conocido.
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-¡Cuidado!- ya demasiado tarde, aquel grito alertó al peliverde, que alzó la vista para observar cómo un bento con abundante comida caía sobre él. A los pocos segundos, un joven moreno descendía de la frondosa copa de uno de los tantos árboles que rodeaban ese lugar, para quedar frente a él. -¡Rayos! Mi almuerzo...- se lamentó de forma lastimera, frunciendo los labios, al ver cómo toda su comida estaba esparcida sobre las extrañas ropas de un desconocido. -Moriré de hambre...- comentó el azabache rascándose la cabeza.
El espadachín no podía negar, aunque tampoco admitir, que había quedado ciertamente desconcertado por la actitud jovial e infantil de aquel chico. Si bien había sido un accidente, al hecho de manchar su vestimenta de entrenamiento lo tomaría de mala manera, pero por algún extraño motivo más allá de su razón, una leve sonrisa se dibujó en su rostro. -Vamos, te comparé el almuerzo- aquellas palabras simplemente salieron de su boca, mientras señalaba la cafetería a lo lejos.
-¿Lo dices en serio?- preguntó emocionado el chico con la cicatriz bajo el ojo, sonriendo ampliamente. Sin esperar una respuesta, tomó al peliverde por el brazo, comenzando a caminar hacia la cafetería del campus. -Soy Luffy- se presentó en el camino, sin dejar de mirar su objetivo.
Aquella sonrisa había dejado la mente del mayor en blanco por unos segundos, reaccionando cuando se sintió arrastrado por el contrario -Oye, oye- se quejó, soltándose del agarre, para comenzar a caminar junto al moreno. -Zoro- respondió con simpleza.
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Aquel recuerdo atormentó mi cabeza, justo al momento que aparcaba el vehículo en ese lugar. Descendí lentamente, con los sentidos abrumados y un vacío aterrador en mi pecho. Me acerqué al borde de aquel acantilado, donde la brisa chocaba mi rostro; el viento parecía traer tu risa a mis oídos, mientras mi mente era bombardeada por los incontables recuerdos que teníamos juntos. No pude resistirlo y caí de rodillas, dejando que las rebeldes lágrimas salieran de mis ojos, limpié con mi brazo la placa que estaba frente a mi, quebrándome aún más de lo que ya estaba. ¿Por qué tuviste que irte de esa manera? Arremangué mi manga izquierda, observando el tatuaje que había cerrado nuestra promesa, seríamos los dos contra el mundo, y aquí estoy, llorándote con mi orgullo mancillado. -¡Te amo!- grité al viento, esperando que pudiera llevar mis palabras a donde quiera que te encuentres, para luego emitir un ligero murmullo -Siempre lo haré, hasta el fin de mis días, Luffy...
"Aquí perdió la vida, en un trágico accidente vial, el artista Monkey D. Luffy. Sus familiares, amigos y allegados lo recuerdan con el más sincero cariño."