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Give Me Love por keny_shawol

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Notas del capitulo:

Hola~


Ha pasado un tiempo, ¿no es así?


Sé que dije que me desaparearía un poco de esto tomaría un descansando y eso estaba haciendo. Pero esta idea me ha estado molestando desde hace un tiempo y hasta ahora tengo un par de capítulos escritos.


Me dije la última vez que sólo publicaría una historia cuando esté finalizada, pero el MinKey es escaso y yo tenía esto y de pronto quise compartirlo. El nombre de la historia es en honor a la canción de Ed Sheeran, del mismo nombre, porque he estado escuchando la canción un par de veces en cada capítulo que he escrito. Amo realmente esa canción.


Una peque introducción a esta historia que espero les guste.


Nos leemos en las notas finales~

Aún después de muerto, su padre, era un maldito, aunque si era sincero consigo mismo, Minho como que lo imaginaba.

 

Nunca había esperado más de su padre, desde que Minho tenía 15 años había caído en la realidad más dolorosa de su vida. Él podía ganar un premio nobel, un oscar o ser un maldito súper dotado, pero nunca recibiría más que una mirada aburrida y cansada de su padre. Como si nunca fuera suficiente, como si nunca fuera lo que él esperaba de un hijo.

 

A tan sólo esa pequeña edad, Minho había aprendido una cosa, nunca sería lo suficientemente bueno, inteligente y demás para su padre. Fue un golpe fuerte, pero Minho dejó de intentar obtener algo más que un está bien, Minho de su padre. Con el paso de los años, la atención y reconocimiento por parte del hombre dejaron de importar.

 

Ahora, sin embargo, escuchar al abogado de su padre leer la última voluntad del hombre, le trajo recuerdos amargos.

 

El abogado y su padre habían sido amigos, pero ahora el hombre era todo profesional con gafas sobre sus cansados ojos y una mirada imperturbable. Minho tenía ganas de gritar, de hacer algo más que sólo permanecer callado y asintiendo.

 

Por supuesto su padre tenía que hacer algo para molestarle. Tal vez el hombre no estuviera presente, pero el aire se sentía ligeramente diferente mientras el hombre recitaba las últimas palabras.

 

—… sin embargo, —El abogado les miró un momento a los ojos antes de bajar la vista de nuevo al documento. —mi hijo, Minho, tendrá que estar casado antes de su décimo tercer cumpleaños, y su matrimonio deberá durar al menos un año, en caso de no ser así, una parte de las acciones pasará a nombre de mi esposa y el resto será vendido entre los socios.

 

Le comenzó la jaqueca, su cabeza latía dolorosamente y, muy en el fondo, hirviendo lentamente, quería golpear al hombre, y a su padre también. Era de esperarse que el Sr. Choi aún después de muerto quisiera fastidiarle la vida.

 

Minho maldijo para sus adentros y masajeó el puente de su nariz rápidamente. Después de todos los años que le había dedicado a la maldita empresa su padre, aun así, no pensaba heredársela como muestra de cariño o al menos como muestra de compromiso.

 

Le odiaba ahora, tal vez más de lo que le odio estando vivo. Era increíble como a pesar de los años a su lado, en esa empresa que estuvo a punto de caerse, ahora no era ni siquiera una recompensa por haberla levantado.

 

Su madre le miró a su lado, con el ceño ligeramente fruncido. Algo le decía a Minho que ella no estaba realmente sorprendida por la decisión de su padre. Aunque si era sincero consigo mismo, él tampoco. Lo esperaba, esperaba algo extraño más que el sí, Minho, todo es para ti.

 

No era codicioso, simplemente, como cualquier hijo, Minho esperaba una parte de la herencia familiar. Pero de nuevo, se recordó, él no era cualquier hijo.

 

Algunas veces, como en ese momento, en que su padre se burlaba silenciosamente de él y le pateaba el trasero, Minho se preguntaba si realmente era su hijo. En algún tiempo, Minho lo dudó. Diablos, ningún padre trataría a su sangre de esa manera. Había exigido respuestas, pero su madre con toda sinceridad en sus pequeños ojos, le había dicho lo que él ya sabía, el Sr. Choi era su padre. Nadie más, sólo él.

 

Había que ser tonto para no ver las similitudes. Minho era la viva imagen de su padre cuando era joven. Los mismos grandes ojos, el cabello ligeramente ondulado, mandíbula dura y firme y esa encantadora sonrisa con la que enamoraba a todos. Era su hijo.

 

—Estás diciendo, —El abogado le miró mientras le invitaba a continuar con un movimiento de la cabeza. —¿Qué tengo que casarme para ser dueño de la empresa Choi?

 

—Sí, básicamente es eso. —El hombre removió los papales señalando con el dedo. —Antes de cumplir 30, Minho, sino todo pasara a tu madre y los socios.

 

Su cabeza palpitó de nuevo, esta vez más fuerte.

 

—No es tan malo, Minho. —Su madre murmuró a su lado mientras le veía rápidamente. —No es como si no te fueras a casar, ¿no es así, querido?

 

Bueno, era de esperarse de su madre. Ella siempre había estado de acuerdo con las decisiones que tomaba su padre. Sin embargo, su madre nunca le había tratado como el hombre, tampoco es que ella fuera la madre amorosa que todos debían tener. Ella si limitaba a sonreírle en algunas ocasiones y abrazarle cuando la ocasión lo requería. No era mala, sólo diferente.

 

Pero de cierta manera esperaba algo más que un recordatorio de lo que su padre siempre había querido para él.

 

—Como si eso fuera a suceder. —Murmuró para sí, evitando la mirada de su madre y centrándose esta vez en el abogado. —Por favor dígame que esto es un error.

 

El hombre le miró ligeramente desconcertado, su ceño ligeramente arrugado. Bien, no eran las mejores palabras, pero Minho en verdad esperaba que todo esto fuera una broma de su padre, aunque eso sería demasiado maravilloso para que pudiera ocurrirle a él.

 

—Discúlpelo, abogado Park. —Su madre se apresuró a intervenir, sonriendo al hombre amablemente. —Minho sólo está bromeando, ¿no es así, Minho? —Sus palabras tenían un borde amenazante para seguir su juego, y Minho terminó asintiendo simplemente para evitar alguna pelea más.

 

—Joven Choi, su padre quería las cosas de esta manera, y sí, todo se tendrá que cumplir según los deseos de su padre o todo quedara en manos de otros.

 

Sus deseos.

 

Sus malditos deseos. Siempre era así, Minho no podía recodar alguna cosa que no fuera por los deseos del hombre.

 

Minho recordó entonces. Su mirada viajó a la fotografía enmarcada en la oficina de su padre, esa fotografía familiar que los allegados de su padre siempre alababan. El hombre era significado de familia, pero Minho sabía que estaban lejos de serlo.

 

La fotografía había sido tomada justo el día después de que su padre le hubiera encontrado —algo más bien como atrapado, besando a un chico. Era un compañero en el instituto y las cosas se habían calentado cuando ellos se quedaron sólo en su habitación. Sólo había sido un beso, pero había bastado para hacerle saber lo que él sospechaba. Le gustaban los hombres y nada más que los hombres. No habría pechos grandes para él, ni diminutas cinturas, ni caderas anchas. No, él sería un hombre de penes.

 

Lamentablemente para él su padre le había descubierto y ahora estaba aquí años después, jugándose todo, siempre y cuando se casara con una bella señorita.

 

Le odiaba.

 

Una parte de Minho quería gritar e irse sin siquiera pensar que su padre estaba ganando una vez más, pero otra parte, la parte que aún le dolía por todos esos años de falta de amor, quería ganar para restregarle al hombre, aunque no estuviera presente, que al final, por la empresa que había trabajado se quedaría con él.

 

Minho le había tomado cariño al lugar, había trabajado duro por lograrlo, pero ahora, estaba un poco perdido sobre su decisión.

 

—Está bien, abogado Park. —Su madre dijo, incorporándose, como si todo estuviera claro y en orden. —Minho se comunicará con usted una vez que esté casado.

 

Y con eso su madre, había dado todo por resuelto.

 

 

 

 

—Sabes, querido. —Minho miró a su madre cuando ella habló. Ella no le miraba, sus ojos recorrían cada calle y edificios por donde el automóvil se movía. —Tu padre siempre quiso lo mejor para ti. —Aunque él bien podía decir lo contrario. —Casarte, querido, sólo es parte de la vida.

 

Ah, pero no su vida. Él quería decirle, sin embargo, se mantuvo callado.

 

—Aún no sé lo que haré. —Murmuró, queriendo terminar la conversación.

 

Faltaba a penas y un poco más de un año para su décimo tercer cumpleaños y para él era tiempo suficiente para saber lo quería hacer, o lo que no quería hacer.

 

—Soy tu madre y no me puedes engañar. —Ahí había otro punto que podría debatir. —Has trabajado duro por ese lugar que parecía no tener salvación, y de nuevo, Minho, el matrimonio es algo normal, tendrás que formar una familia con el tiempo.

 

Sí, ella tenía razón, pero él había pensado algo como un chico lindo que le quisiera totalmente y tal vez perros, entonces ahí tendría su familia.

 

—Ahora no, mamá.

 

Ella suspiró y esta vez le miró. Se veía cansada, pero tal vez era por todo en los últimos días. La muerte de su padre, el funeral, las llamadas de condolencias, las flores, el testamento, todo en esa semana había sido caótico.

 

—Conozco un lugar. —La mujer sonrió un poco, elevando ligeramente las comisuras de sus labios. —No es algo que yo aprobaría, pero Ga Hee me dijo sobre esto, y ahora su hijo está felizmente casado.

 

—¿De qué estás hablando?

 

—Digamos que es como una agencia. —Minho frunció el ceño ante sus palabras. —Vas, hablas con ellos y te consiguen una chica compatible.

—¿Me buscarás un matrimonio? —Inquirió y entonces negó con la cabeza, divertido por las palabras de su madre. —Estás diciendo que una agencia podrá encontrar a la persona ideal. —Fue una afirmación, no una pregunta y era tan divertido que Minho dejo escapar una risa, una carcajada completa.

 

—Estoy hablando seriamente, Minho. —La mujer reprendió. —Estoy segura que no te casaras con la primera jovencita que encuentres en las calles. —Aunque, eso no sonaba nada mal. Podría llevar su maldita acta de matrimonio y después divorciarse. Ah, pero había olvidado una de las clausulas. —Ga Hee dice que su hijo es feliz y tú también podrías serlo.

 

Su madre tenía cada idea, pensó. Una sonrisa bailó en sus labios y desapareció rápidamente cuando su madre le miró desde el otro lado.

 

—Discúlpame, madre, pero suena absurdo.

 

—Sólo dale una oportunidad, Minho, —Su mirada regresó a las calles y Minho se dio cuenta que estaban llegando a su departamento. —Se encargarán de encontrar a la adecuada, y si no, habrá otras jovencitas para ti.

 

—Mamá… —De alguna manera la idea sonaba extraña, peligrosa y a Minho no le convencía.

 

Pero, una vocecita cantó en su mente, podría tenerla contenta y él pensaría en lo que realmente podría hacer después, mucho tiempo después.

 

—Sólo dale una oportunidad.

 

Bien, él podría hacer eso.

 

—Bien. —Murmuró, no convencido realmente.

 

—Muy bien, querido. —Su madre asintió. —Mañana mismo concretaré una cita.

 

Minho negó con la cabeza, y algo le dijo que estaba por meterse en grandes problemas. Lo ignoró, sin embargo y cuando el vehículo se detuvo, se despidió de su madre y se repitió que nada malo podría suceder.

 

O al menos eso esperaba.

 

 

Notas finales:

Mi plan es actualizar cada sábado, y espero se mantenga así.


¡Nos leemos pronto!


 


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