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Antes de las seis. por YamiSofia

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Notas del fanfic:

Es una corta historia de Yami y Yugi, espero que les guste.

Se me ocurrio despeus de ver una escena de otro anime que seguro ya conocen.

Notas del capitulo:

Los personajes utilizados no me pertenecen, solo diversion, no estoy ganando nada con esto.

Antes de las seis.

¿Recuerdas cómo empezó todo?

¿Cuándo empezamos con este juego?

 

Los gemelos Halakti se encontraban sentados en aquella banca, con el uniforme escolar y el cabello perfectamente peinado. Quietos, no hacían más que mirar a los niños de su clase. Algo inusual para alguien de siete años.

Una niña de cabello castaño y grandes ojos azules los observaba desde el patio de juegos, temerosa se había acercado.

—¿Quieren jugar?—no fue exactamente lo que dijo, pero el fin era el mismo.

—¿A quién de los dos le estas preguntando?—pregunto uno de los gemelos.

—¿Cómo que a cuál?—pregunto ella—, a ambos por su puesto. —respondió.

—No hay nadie aquí que se llame ambos. —respondió uno de los dos.

—Le hablo a Yami y Atem. —respondió la niña.

—¿Podrías decir quién es Atem y quien es Yami?—preguntaron ambos a la vez.

La niña no supo que responder.

 

¿Y recuerdas lo que te dije la primera vez?

Tuviste el valor de hacer tantas cosas.

 

Yami se sentía estúpido, más bien abandonado. Atem había tenido una cita,  ni siquiera le dijo su nombre, y cuando le pregunto si podía ir con él, su hermano se rio.

El no entendió el chiste, lo preguntaba con seriedad.

Así que había armado un plan, lo seguiría y aparecería en la cita, él no podría decirle que no, después de todo seguía siendo su hermano.

Él podía estar en la cita.

¡Era su derecho!

Y fue hasta la estación de trenes cerca del parque de Kingston, se sentó a esperar el que lo llevaría al centro. Solo tenía que esperar el tren que salía antes de la seis.

Era la primera vez que tomaba el tren solo.

 

 

No, recuérdalo bien.

Me estabas mirando a mí.

 

 

—¡Niño! —Exclamo Yami— ¿Sabes si este tren me lleva al centro?

El niño miraba a sus pies, cubiertos por un par de zapatos negros, vistiendo lo que probablemente era un uniforme escolar.

Pero no le respondió, solo afirmo con la cabeza.

Yami lo miro extraño, tal vez pensado que era grosero.

—Yo voy al centro —dijo después de unos segundos de silencio—. Si quieres, puedes bajarte conmigo.

Yami no respondió, solo afirmo con la cabeza.

Que ironía.

 

 

Jamás te animaste.

Lo sé, lo siento.

 

—¿A qué escuela vas? —pregunto Yami. Después de todo viajaría con ese chico un corto periodo de su vida, le parecía justo saber algo.

Mientras que el otro niño se miró la ropa, intento desviar la mirada porque en el fondo sentía pena.

—Al instituto Domino. —respondió en susurro.

—Jamás escuche hablar de él. —contesto Yami.

—Claro que no—respondió—, es porque es solo para niños japoneses.

—¡¿Entonces, eres un japonés de verdad?!—exclamo Yami con más entusiasmo del que debería. Había tenido sus sospechas al verlo, pero temía equivocarse. Y varias miradas se clavaron en ellos.

El niño enarco una ceja.

—¿Es que los hay de mentira?—pregunto. Pero Yami no perdió su entusiasmo.

—¿Y sabes Karate?—pregunto— ¿tienes un nombre como Lee, o Joon, Wong o Young?

—Mi nombre no es raro. —repuso el niño.

—¿Entonces no sabes Karate?—pregunto Yami con decepción.

—No—respondió—. Mi nombre es Mutou, Yugi Mutou. —dijo y ahora sonrió, Yami había recuperado el ánimo.

 

 

Ha pasado un tiempo.

Y una vida también.

 

 

—No puedo faltar a mis clases. —respondió Yugi.

Ya habían bajado del tren, y Yami había perdido el interés en perseguir a Atem por todos los cines del centro.

—Sera solo una vez. —respondió Yami insistente.

—He dicho que no, mi madre me mataría. —ahora su rostro demostraba seriedad. Yami no insistió más, ahora debería irse a casa.

—Bueno, te veo luego. —dijo Yami.

Yugi solo inclinó un poco la cabeza.

—¿Voy a volver a verte?—pregunto Yugi mientras se rascaba la cabeza.

En un gesto desinteresado, Atem sonrió mientras caminaba a la estación.

—¡Por supuesto que sí!—exclamo parando su paso—, solo dime dónde encontrarte.

Yugi pareció pensarlo, su madre era una mujer autoritaria y de educación inflexible. No admitiría nunca que se relacionaría con gente que no era de su tipo.

—Siempre tomo el tren, antes de la seis.—le dijo. Yami sonrió, parecía satisfecho.

—Entonces estaré allí, mucho antes de la seis. —dijo y se dio la media vuelta.

Yami corrió a pasos torpes a la estación, mientras Yugi sostenía su maletín, jugando con sus pies por los nervios y rasgando sus zapatos negros. Su madre lo regañaría al llegar a casa.

 

 

Hemos durado mucho tiempo, casi ocho años.

¿Nos queríamos igual de no haber sido algo prohibido?

 

 

—¡Llegas tarde!—grito un molesto Yugi. La puntualidad era uno de sus puntos fuertes. A decir verdad, estaba loco por el control.

Yami solía burlarse de eso. En especial cuando Yugi le confeso, que el masticaba cada bocado diez veces antes de tragarlo.

—No fue mi culpa—respondió Yami llegando a su encuentro, la estación de trenes nunca dejaba de verse igual, la misma gente molesta, las bancan mal conservadas y cada cinco pasos encontraras a un niño que está llorando, siendo jalado por una madre que está a punto de perder la paciencia.—. No podía cerrar la puerta.

Yugi lo miro divertido.

—¡Eso es genial Yami!—exclamo Yugi con ironía—, veinte años y aún no puedes cerrar tu puerta sin ayuda.

—¡Oh, cállate enano!—respondió Yami con la sola intención de molestarlo—. Ya dime, ¿qué haremos hoy?

Yugi ahora lo miro sonriente, la diferencia de edad no era ninguna barrera entre ellos. Después de todo solo eran dos años.

—Solo vámonos juntos.  A algún lugar, el que sea. —dijoYugi.

—A donde quieras. —respondió Yami. Yugi le había dado la espalda, no dejando que viera su rostro, Yami sabía que sonreía pero aun así no dijo nada.

Esta era la primera vez que Yugi le mentía a su madre, la primera vez que se escapan juntos a cualquier lugar.

 

 

 

No podemos culparnos siempre por lo que no hicimos.

No, solo podemos lamentarlo. Pero aun así estoy aquí.

 

 

—¿Por qué no admites que te da vergüenza?—pregunto Yami. Casi al borde del llanto, tiritaba de frio, las bajas temperaturas del invierno hacían eso con cualquiera.

—Porque no es así —respondió Yugi—. No lo entiendes, mi madre—pero fue interrumpido.

—¡Tu madre debería aceptarlo, tu deberías aceptarlo, todos en el maldito mundo deberían aceptarlo, y si no que se jodan!—grito un enfurecido Yami. La gente a su alrededor les dedicaba miradas curiosas, esperando un escena.

—Eres tan egoísta…

—¿Yo soy egoísta?—pregunto Yami con incredulidad—, ¿Yo Yugi? —Y su gesto aprecia endurecerse, estaban gritando demasiado.—, ¿Qué me dices de ti? ¿Crees que me gusta ser una puta de medio tiempo?

—No quise decir eso…—respondió Yugi con seriedad. Se sopló las manos, no había llevado guantes y la temperatura seguía bajando.

—Siempre es lo mismo.—dijo Yami.

—Sí, tienes razón —con desinterés—. Y si no puedes entenderlo, entonces debes irte.

Yami se rio con ironía, esperando que sus palabras no fueran ciertas. Al comprobar que la dureza de su rostro no dejaba paso a ninguna otra expresión.

—¡Bien!—grito con fuerza, mientras intentaba despegar sus pies del suelo. Temeroso y a la vez dolido. —Si eso es lo que quieres.

—Tal vez, es lo que necesitas.

—O tal vez deberías irte a la mierda Mutou.

Yugi rio apenas.

—No lo entiendes.

—No, discúlpame por no ser tan inteligente como tú. —respondió con ironía.

 

 

En verdad lo necesitabas. ¿Cómo ibas a saberlo entonces?

No lo sabía, siempre has sido más fuerte que yo.

 

 

Y un tiempo más tarde, Yami volvió a la estación del tren, se sentó en una de las bancas mal cuidadas. Miro a las personas que pasaban y busco entre ellos un chico de aspecto cuidado, que cargara consigo un maletín.

Y lo vio venir, siempre con la cabeza en alto, en una postura erguida, con su característico maletín negro, pero de la mano de alguien más.

El tren de antes de las seis llegaba esperando a ser abordado, pero Yami solo miraba a la pareja de la cual tan cariñosamente se veían.

Yugi lo vio cuando aquella muchacha tiro de su mano, sonriente lo jalo hacia el interior del vagón. Y Yami se sintió tan avergonzado.

Y solo se fue, Yami se fue y se perdió el tren antes de las seis.

 

 

¿Por qué no viniste a mí?

Nadie en mi lugar tendría el coraje.

 

 

—Debiste preguntármelo. —dijo Yugi.

—Ya te lo dije, era muy joven y tonto en ese entonces.

—Siguen siendo tonto.

—Pero aún sigo aquí —respondió Yami. Y camino un paso al frente de Yugi. —. Ha pasado un tiempo.

—¿Recuerdas cómo empezó todo?¿Cuándo empezamos con este juego?

—¿Y recuerdas lo que te dije la primera vez?, tuviste el valor de hacer tantas cosas.

—Admítelo, estas locamente enamorado de mi desde la primera vez que me viste.

— No, recuérdalo bien.

—Me estabas mirando a mí. —dijo Yugi con seguridad.

— Jamás te animaste. —dijo Yami.

—Lo sé, lo siento.—respondió con pena.

— Ha pasado un tiempo.

—Y una vida también. —agrego.

—Hemos durado mucho tiempo, casi ocho años.

—¿Nos queríamos igual de no haber sido algo prohibido?

— No podemos culparnos siempre por lo que no hicimos.

—No, solo podemos lamentarlo. Pero aun así estoy aquí. —Sonrió. Esta vez había un nuevo tono en su voz, uno que jamás se había oído antes.

—En verdad lo necesitabas. ¿Cómo ibas a saberlo entonces?

—No lo sabía, siempre has sido más fuerte que yo.

—Sabes que eso no es verdad. ¿Por qué no viniste a mí?

—Nadie en mi lugar tendría el coraje.

—Bueno, ahora necesito que lo tengas, mi madre nos espera.—dijo restándole interés, Yami lo sabía, pero no dijo nada.

 

El tren llegaba, y la gente a su alrededor se preparaba para abordarlo.

Yami se dispuso a ir delante, pero Yugi lo freno.

—¡Espera!—casi fue un grito.

—¿Qué?—pregunto él.

—¿No vas a tomar mi mano?—pregunto Yugi, y Yami extendió la suya. Y así, por primera vez se tomaron de las manos. Y caminaron juntos hacia el tren, Yugi miro su reloj, asegurándose de llegar con puntualidad, y  vio que la hora marcaba antes de la seis.

 

Notas finales:

¡Muchisimas gracias por leer! 

Espero te gustara.


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