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Cerezo en flor por ShiroBlasphemy

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Notas del fanfic:

 

Notas del capitulo:

— ¡Holaaaaaaaaaaa! otra vez yo pasandome por acá para dejar un one-shot ahí toh' random (?)

y pos... pos... ¡Vayan a leer! ÒnÓ)9

NI los personajes NI las tramas son mios, yo solamente la adapté. nwn

Cerezo en flor.

Kouyou Takashima, era un joven japonés de mirada calmada  quien a sus 21 años, se encontraba casado con su esposo Akira Suzuki, vivían en la región de Yoshino, en un pequeño pueblo llamado Hitome Senbon.


Se conocieron a escasas semanas de su enlace, pues los padres de ambos habían acordado que cuando sus hijos cumplieran la edad de 20 años, se casarían como unión de las dos familias, que en aquellos tiempos eran una tradición muy valiosa.



Cierto día el Daimyo Shiroyama Yuu mando reclutar a los mejores samuráis sin importar su edad, ni lo viejos que eran. Una mañana, con la salida del sol, un enviado de la guardia real, llamo a la puerta de la casa de la pareja solicitando la presencia de Akira en el ejército real, por lo que Suzuki tenía que marchar a la guerra.


— ¿Suzuki Akira? —Cuestiono aquel guardia, al cual, Akira hizo una reverencia afirmando su presencia junto al de su amado. — El emperador solicita su presencia así como a los demás hombres de mayor fuerte de la región entre las filas del ejército, la guerra se acerca y hay que preparar al igual que comenzar a entrenar a las tropas, debe partir hoy mismo con  el resto en cuanto el sol se ponga en el horizonte. —Dijo de forma educada pero firme.


— ¿La guerra? —Cuestionó este, terminando por asentir, no quería dejar a su esposo, le amaba y de eso no cabía ninguna duda, pero no era una opción desobedecer al sanguinario daimyo, así que asintiendo el soldado partió a dar los demás avisos.


Kouyou quien había oído todo, no le amaba, pero entristeció al saber la noticia, él, su esposo y querido amigo de la infancia iba a marcharse y a dejarlo solo. Jamás había estado solo, ni siquiera cuando era un niño y sus padres partían a recoger seda o el arroz al campo.


Takashima se había extrañado, su esposo después de un rápido aviso se había marchado, sin embargo no le quedó más que asentir y poner en marcha sus tareas empleando el papel de “mujer de la casa”, su amado volvió y aunque no fue con las manos vacías, el no tomó mayor importancia, aquella tarde Suzuki se unió con el Takashima.



— ¿De verdad tienes que partir, cierto? —Cuestionaba con voz baja y dulce, característica de aquel ojimiel largo y castaño cabello, así pues el Suzuki acomodando el hakama, asintió.



— Sabes qué es esto y tener esperanzas de volver, a que el señor envíe a ejecutarme por no acatar sus órdenes, Shima —nombró a este por aquel dulce apodo que le había colocado de niño, al terminar de ajustar su vestimenta, fue al futón donde aún se encontraba el castaño portando aquel Yukata como un pijama, Suzuki tomó sus mejillas y de esa forma se acercó a los labios del ojimiel donde dejó un casto beso.


Uruha, por más que no amara a aquel rubio de ojos cenizos, le tenía una alta estima a aquel fuerte hombre, por lo que no dudó en corresponder al beso.


Al separarse se dirigieron  a la salida de aquella tradicional casa, donde finalmente el Rubio partió aunque claro, no sin antes haber dejado una pequeño obsequio a su amado castaño.


— Prometo, que cuando esta simiente sea un fuerte y gran árbol de cerezo, volveré antes de que sus flores hagan acto de presencia en primavera, Shima. —Juró fielmente el rubio dejando el obsequio con su esposo, seguido de dejar un corto beso en sus labios, fue donde los demás que serían sus compañeros soldados de aquel pueblecillo.


— ¡Debes volver! —Gritó el risueño joven al tiempo en que con su mano se despedía de su esposo pese a la lejanía.



Fueron los días más largos que el había conocido, se sentía muy solo, y los días se transformaron en meses, y los meses en años, con la misma costumbre, que era observar aquella luna en el firmamento la cual le recordaba cada día fervientemente de la partida del Rubio. Pero, también todas las mañanas al despertar y salir el sol, salía a ver como cada día, el blanco de las flores, abrigaba cada vez más al cerezo. Takashima entonces acepto, que Su rubio esposo jamás regresaria.


— Disculpe —decía un joven un día, aparentemente no era de la región, mucho menos de aquel pueblo, buscaba trabajo, sin embargo a los lugares que llegaba era rechazado, pues realmente en aquellos tiempos, el trabajo era entre las filas del ejército o abasteciendo el pueblo. — ¿No sabe dónde podría encontrar un pequeño trabajo al menos?  No importa de que sea —suplicaba el aparente muchacho aunque si bien, tenía sus 26 años encima.


Un rubio de ojos azulados y de baja estatura quien llevaba junto con un acompañante, las ordenes de ostentosos Kimonos y Yukatas para la venta, se acercó y solicitando la presencia de aquel chico, comentó.


—Hay alguien que quizá pueda precisar su ayuda, vive en una de las mansiones más ostentosas del pueblo, un amigo, Se llama Kouyou. Prueba, quizá tengas suerte —comentaba el pequeño hombre.


— ¿En verdad? Muchas gracias, le agradezco la información…señor…esto —intentaba pensar avergonzado.


—Takanori, Matsumoto Takanori , reconocerás la casa de Kouyou con facilidad, solo busca un cerezo puramente adornado de blanco y sabrás que vas en el camino correcto.—dijo él y luego de una corta risa por parte de ambos, el curioso muchacho desempleado partió en búsqueda del hogar del Takashima.


Paso delante de la casa de Uruha, y vio como el gran árbol blanco se alzaba entre la maleza del jardín de la casa, por lo que decidió entrar y ofrecer sus servicios como jardinero.


Cuando Takashima vio al joven, no pudo evitar sentir como su mirada se clavaba en el fondo de sus ojos y no pudo gesticular más palabras que sino entre algunos balbuceos algo ahogados y torpes.


— No tengo mucho con lo que pagarte, pero puedo ofrecerte comida aparte de un pequeño sueldo si es que precisas mucho del trabajo, además de hospedaje— Mencionaba con algo de duda de que el extraño aceptara, pero para su suerte y alegría el muchacho acepto.


— No, es perfecto, se lo agradezco mucho, al contrario de sus palabras es un trato por demás justo y generoso, Takashima-dono—Respondió el de cabellos color chocolate.


—Entonces así será, ¿Cuál es tu nombre? —Cuestionaba Kouyou observando y examinando con el mirar a aquella persona ante él.


— Yutaka, Tanabe Yutaka—Respondió y esbozó una sonrisa que dejó al pobre del de kimono ostentoso en el limbo, un hoyuelo en la mejilla adornaba aquella que a su vista era una más que preciosa, aquella sonrisa que simplemente le había dejado atrapado.


 A la mañana siguiente, antes de que la niebla pudiera diluirse del aire, el joven Yutaka comenzó a trabajar en el jardín.

Los dos pasaban mucho tiempo junto, ya que Kouyou también colaboraba en el mantenimiento del jardín. Pasaban largas horas hablando y riendo, compenetraban muy bien, y poco a poco fueron enamorándose el uno del otro sin notarlo.


Hasta cierto día…


— ¿Takashima, puedo llamarte “Uruha”? —Cuestionó Yutaka a la sombra de aquel cerezo, donde ambos estaban reposando.

— Claro, sin embargo… ¿por qué Uruha? —Cuestionó el aludido con algo de confusión.


, —Porque, de donde vengo… significa que es alguien encantador, resplandeciente, deslumbrante, ¡Takashima-san a mi vista usted, es simplemente bellísimo!—Exclamó tomando el atrevimiento de acercar su mano al rostro del castaño quien también se había sentado, pudiendo de esa forma apartar un mechón de cabello que seguramente obstruía su visión, luego acercó su rostro al de quien era su jefe y depositó un corto beso en aquellos labios que le habían tenido tantas noches en vela, preguntándose; ¿Cómo sabrán? ¿Cómo se sentirá besarlos?


Uruha quedo ruborizado en un principio, pero no aparto sus labios de los de Setsu, ya que descubrió en aquel mismo instante, que el pequeño hormigueo que sentía en su estómago cada vez que Yutaka lo rozaba, era amor.


Pasaron la mejor primavera que los dos jamás habían pasado, como Uruha jamas la había pasado con Suzuki quien había tomado largas vacaciones de su mente, les encantaba sentarse al sol bajo el cerezo en flor y ver como las mariposas y los pajarillos volaban entre las flores. Uruha amaba a Yutaka como nunca antes había amado a nadie y viceversa, le encantaba la forma en la que el acariciaba su pelo y la forma en que lo miraba cada mañana al despertar, era tremendamente feliz, como nunca antes lo había sido.
Habían pasado al menos dos años, dos años en que Uruha parecía vivir en un cuento de hadas.


Aunque supieran que la felicidad y la vida era algo efímero…



— ¿Puedo decirte Kai? —Cuestionó de pronto Uruha un día, ambos habían pasado el día entero echados en aquel futón, de donde no se habían levantado más que para comer.

— ¿Por qué “Kai”? —Cuestionó a Uruha con extrañeza pero ternura.


—Porque eres como el mar—Respondió entre risas el ojimiel.

— ¿Cómo el mar? —volvió a preguntar Yutaka.

— Si, llegas a ser completamente hermoso, sin embargo a veces eres poderoso e implacable, como el mar —Repitió el castaño con una sonrisa en los labios, volteando a ver a su amado, tomándose el atrevimiento de ir aprovechando, sentarse sobre la pelvis de Yutaka— ¿Si te gusta?

— Claro, siendo ese el caso, me gustaría —respondió entretenido, puesto a que nunca el otro había tenido tal atrevimiento.

El de hebras castañas esbozó una sonrisa y luego inclinándose, se inclinó para de esa manera lograr depositar un corto beso en el cuello del fuerte hombre bajo el, luego susurró a su oído— Entonces Kai será.




Una tarde, vieron como un caballo paraba en el patio de su casa, y como un hombre alto, delgado y con unos músculos bien formados se acercaba a ellos, al estar bajo el floreado cerezo, Akira había regresado de la guerra.

Suzuki al descubrir la traición de su esposo, dejo que fuera cegado por la rabia, la ira se había apoderado de él, tanto que sin pedir explicación ni menos mediar palabra decidió acabar allí mismo con la vida de ambos, a los pies del cerezo que un día había regalado a su amado esposo, a su dulce Takashima. Fue tanta la rabia con la que Akira usó su espada, que se creó un gran rio rojo que tardo horas en desaparecer bajo la tierra, a raíces de aquel árbol de magnifica belleza.

 

Llego el Otoño, el gran cerezo empezó a perder sus flores y con la llegada del gélido invierno, las tristes ramas de aquel pelado árbol quedaron heladas y friolentas. Un buen día, Suzuki decidió que al comenzar la primavera, antes de que floreciera el árbol, lo talaría, pues cada vez que lo miraba, le recordaba a Takashima, y lo que era aún más doloroso para su corazón, a SU Uruha en los brazos de Kai.

 

Al primer día de primavera, cuando la tenue luz del sol se filtró entre las nubes y bañó sus delicados pétalos, el árbol, aquel magnifico cerezo emitió un resplandor entre rosáceo y blanquecino, hermosos colores. Akira se acercó asombrado e incrédulo a los pies del inmenso árbol, pues las pequeñas flores que habían brotado de las ramas del árbol a diferencia de las demás primaveras, estas eran rosas, no un rosa intenso ni mucho menos, era un rosa pálido sumamente hermoso, entonaba perfectamente con aquel árbol. Akira quedó prendado del color de estas de tal modo que decidió no talar el árbol y mantenerlo en su jardín.

 

Cuenta la leyenda, que a partir de que el amor de Uruha y Kai fuera culminado frente al majestuoso cerezo, este que había vivido el romance a sus pies, aquellos dulces gestos, las cálidas risas que ambos solían compartirse, los buenos momentos casi siempre fueron ante ese hermoso árbol. Tanto que absorbió tristemente el amor de estos mediante sus raíces y comenzó a tornar sus flores rosas para mantener vivo su espíritu y que Uruha y Kai vivieran eternamente su amor, que todo aquel que viese esas hermosas flores, pudiera sentir aquel cariño puro de aquellas personas  que realmente no tuvieron culpa de nada.
Que aun así, sus vidas les fueron arrebatadas injustamente.





«”Dado que las flores del cerezo caen tras una breve floración, se han convertido sin duda en el icono de la belleza efímera de la vida"»

Notas finales:

— Pues, gracias por leer. Nos vemos besitos~
dejen un review para saber si les gustó, si lo odiaron etc.~  nwn

¡Hasta la proxima! n.n


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