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El chico de las llaves por Charly D

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Notas del fanfic:

Un regalo de San Valentín para todos ustedes.

Notas del capitulo:

Espero que els guste tanto como a mi.

La tarde es fresca, el sol amenaza con ocultarse en poco tiempo. Los tonos naranjas de astro rey delatan que pronto la noche llegará para ser cómplice de muchas parejas de enamorados que en un rato más inundarán las bancas de este concurrido parque rodeado de árboles de Haya de troncos enormes y grandes manchones blancos. Las hojas caen, en unos días se harán secas y crujientes  cuando los pies de quién sabe quiénes las pisen. Y aquí estoy, acompañado de él. Miro su perfil afilado, esa barbilla partida, con esa barba que le luce genial, Daniel está usando aquel suéter azul que le regalé en diciembre, miramos a unos niños jugar frente a nosotros, nos tomamos un tiempo para pasarlo juntos, la vida adulta nos pone muchas trabas para tener momentos de relajación como este, aún recuerdo cómo lo conocí, hoy a nuestros treinta y ocho años, ya han pasado unos cuantos ayeres desde que teníamos diecisiete, la edad en la cual nos encontramos por primera vez…

 

I

 

 

Llegaba completamente nervioso a aquella academia militar, era un desastre, había hecho una fiesta en la casa de mis padres, hubo fuego, policía, bomberos, y con esa gran verbena me gané el pase directo y sin escalas a esa institución, ACADEMIA MILITAR ZARAGOZA, ese sitio era conocido por recibir a los chicos problemas, estaba harto de mi vida, de mis padres, de todo el mundo, lo único que deseaba era reventarme y hacer que la vida valiera. Con la boca torcida caminaba por el pasillo que me llevaría a mi dormitorio, en los brazos cargaba mi uniforme, consistente a un pantalón de vestir color azul rey, una camisa de manga larga color celeste y una corbata, era una academia  privada, por lo cual había que pagar hasta por reírse, me alegraba mucho, al menos mis padres tendrían que desembolsar una buena cantidad cada mes solo por tenerme encerrado.

 

Fue entonces cuando los vi, cuando lo vi. Él venía al frente de un grupo de chicos que corrían, sus ojos mostraban miedo, reconocí esa mirada, es la misma que yo puse cuando estrellé el auto de papá en un burdel fuera de la ciudad. Más tarde sabría su nombre, pero en ese instante solo pude ver a ese grupo dirigirse apresurado a donde yo estaba.

 

-¡Correeeeeeee!- gritó ese chico, supongo que el líder, jalándome del brazo. Me quedé atónito, no sabía de qué debíamos correr, sin embargo bastaron un par de segundos para saberlo, dos perros pastor alemán venían detrás de ellos, y entonces supe que efectivamente debíamos correr. Como me lo indicaron lo hice, ese chico que me llevaba del brazo me guio para la entrada de la sala común- ¿Dónde? ¿Dónde?- se preguntaba mientras daba vueltas alrededor de los sillones de la sala

-¡Apresúrate que los perros ya vienen!- dije asustado, entonces, él tuvo la idea de encerrarnos en el pequeño closet que estaba cerca de la puerta- Genial, y gracias a un idiota termino encerrado para que unos perros no me coman, por cierto ¿Por qué diablos los están persiguiendo?-

-Intentamos entrenar a los perros de la academia para que no nos mordieran cuando quisiéramos escapar, pero creo que los trucos que usó Irazábal no funcionaron- me sonrió, había unas pequeñas ventilas en la puerta del closet por las cuales se colaba la luz, así pude ver sus ojos color verde. Su afilado perfil y esa barbilla partida- Soy Daniel Medina- quiso estirar la mano pero debido a lo angosto del lugar no pudo levantarla mucho.

-No es el mejor lugar para conocer alguien pero en fin- resoplé algo molesto- Soy Valentín Reyes- me presenté.

-¿Y tu delito cuál fue?- preguntó con cierto toque de curiosidad

-¿Por qué piensas que tuve que haber hecho algo malo?- inquirí, él no podía presuponer sin conocerme antes.

-Pues, todos los que llegamos a esta prisión disfrazada de escuela es porque hicimos algo que si nuestros padres no nos hubieran metido aquí, estaríamos en la cárcel- sonrió, gracias a las ventilas pude ver su sonrisa, se le formaba un discreto hoyuelo en su mejilla derecha.

-Incendié mi casa- respondí sin poder evitarlo más, era cierto, estaría en prisión de no estar en esa academia- ¿Y tú?- era mi turno.

-Organicé arrancones- comentó muy quitado de la pena.

-¿Sólo eso?- me sorprendí, no es que fuera tan grave.

-Sí, no fue tan problemático hasta que ese idiota del auto naranja se estrelló contra el cajero automático y los presentes aprovechamos para robar veinte de los grandes…- me retracto, era todo un delincuente.

 

-Tiene veinte segundos para salir de dónde esté si no quiere que usted y sus amigos comiencen a cavar letrinas con cucharas soperas, el tiempo corre Medina- una voz gruesa nos interrumpió.

-¡Demonios!- maldijo ese chico de ojos esmeralda- Ni hablar, otra semana de ver el canal cultural, pero la próxima vez no le haré caso al imbécil de Irazábal, te veo luego amigo- inhaló, exhaló y salió del escondite- ¡Señor!- desde mi escondite pude ver como ofrecía el saludo militar- Acabo de cerciorarme que el polvo no entra al closet, tiene un magnífico diseño- ¿ese cretino pretende que le crean eso?

-Ha dicho mentiras más convincentes, esa de los aliens que lo quisieron secuestrar era más interesante- el hombre que vestía un impecable uniforme y gorra se posicionó frente a él- Quince días del canal cultural, sin agua caliente, desayuno, comida y cena a base de producto de trigo endurecido y líquido vital para tomar incoloro e insaboro-

-¡Señor! Es una crueldad ese castigo que nos está aplicando- al menos mantenía el respeto

-No se confunda Medina, es medida disciplinaria particular, ahora, diríjase a la explanada porque debe recoger las partes de ropa de sus compañeros que los perros dejaron intactas- ese chico era un problema enorme.

 

II

 

 

Mi primera noche en ese lugar, las luces apagadas, todos y cada uno de mis compañeros en su respectivo dormitorio, y ahí estaba, acostado en la cama contigua a la del tipo más problemático en un lugar para chicos problemáticos. Medina, recostado tratando de descansar luego de que el director, el sargento Recio le obligara a recoger cada uno de los pedazos de pantalones, camisas, cabellos y papeles de la explanada. Y en verdad era un desastre lo de ahí afuera.

-Estoy molido, amigo- respiraba cansado

-Pues te lo buscaste, nadie te dijo que entrenaras perros- le comenté, estábamos completamente a oscuras, el castigo para todos era apagón eléctrico a las nueve, por lo que no había mucho qué hacer en esas condiciones.

-Me lo agradecerás el día que queramos salir y esos animales no nos muerdan el trasero- sonrío, al parecer no escarmienta.

-¿En verdad disfrutas meterte en estos líos?- le pregunto, volteo a su lugar, pero obviamente no puedo verlo.

-No lo sé, quizás sí, pero no sé, soy un sujeto que suelo hacer cosas estúpidas, sin sentido, yo creo que por eso desde niño me mis papás me decían imbécil, pero, no importa, ahora lo hago como parte de mi vida…- comentó muy tranquilo.

-Pues, pareciera que sí eres un imbécil- reí, en verdad lo creía.

-De acuerdo, no eres el primero que me lo dice- él también rio- a ver qué tal me va mañana, con eso de que estoy castigado, me siento como un mocosito de ocho años- suspiró sonoramente- Da igual, que descanses amigo, y por cierto, bienvenido- escuché el crujir de su colchón, al parecer se dio la vuelta.

-Tú igual… y gracias- hice lo mismo, era momento de dormir, tuve un recibimiento muy “cálido”.

 

 

III

 

Pleno sol, medio día, era momento de los ejercicios físicos, el brazo derecho del sargento Recio, el cadete Romero, nos estaba haciendo marchar alrededor de la cancha deportiva.

-Mi camino está torcido- canturreábamos mientras avanzábamos- Porque soy un vil bandido- era algo muy estúpido- Soy un delincuente encerrado, porque no soy ser humano- el calor era insoportable, estaba sudando hasta la parte donde la espalda pierde su nombre- Mi sargento es un dios y yo soy un caracol- llevábamos cerca de una hora haciendo eso, hasta que no acostumbrado a esa actividad física me desplomé.

-¡Alto ahí!- grito el pedante y rapado chico moreno oscuro, grande y musculoso, el cadete Romero.- ¿Me puedes decir por qué te acuestas a descansar, niña?- me miró directamente.

-Estoy…- respiraba agitado- cansado- contesté mientras me limpiaba el sudor de los ojos.

-¡Vaya! La niña se cansó, pero, aparte de ello, se atreve a romper el protocolo, ¿sabes cómo dirigirte hacia mi?- me preguntaba y sentí como su saliva me caía en la cara. Con asco la limpié y contesté.

-Eres el cadete Romero ¿no es así?- noté como varios compañeros se tensaron, no así Medina, el miraba curioso la escena, no sé por qué los demás ponían esas caras.

-¿Con que el cadete Romero? ¿Así me has llamado, cierto?- yo asentí, me faltaba el aire y las piernas me temblaban- ¡Levántate ahora gusano!- me ordenó, pero aunque quisiera no podía- ¡He dicho que te pongas de pie!- ordenó de nuevo.

-No puedo- lo miré furioso, ¿acaso no entendía que no podía moverme?

-¡Eres un cretino! ¡¿Cuál es tu nombre?!- se comenzaba a enojar, lo percibía de inmediato.

-Soy Valentín- contesté con molestia- nuevamente noté como los demás se erguían más, al parecer estaban un poco tensos.

-¿Valentín?- se preguntó, incorporándose, miró a mis demás compañeros, los cuales sudaban como cerdos- ¡A ver tú! ¡Irazábal! – el chico dio un paso al frente

- ¡Sí señor!- respndió con el saludo militar.

-Le puede decir a ese gusano que está aplastado en el suelo cómo debe dirigirse a mi, y cuál es su nombre…- le ordenó.

-¡Sí señor! Le debe hablar de usted y anteponer el “señor”, a partir de que entra a esta ilustre institución, el nombre de pila se pierde y solo es conocido por apellido, señor- miraba al frente, no dirigía su vista ni al negro ese ni a mí.

-Vuelve a tu lugar- le dijo y este en silencio lo obedeció- ¿Te ha quedado alguna duda gusano?- me preguntó.

-Ninguna- ahora por cabrón no lo obedecería.

-Vaya, Valentín- dijo mi nombre con sorna- Un valiente sirve solo en el campo de batalla, en la escuela, un valiente solo sirve para ser inmolado- y sin esperarlo me propinó un puñetazo en la cara que de inmediato me estampó en el suelo.

-¡Señor!- vi como Medina dio un paso al frente y se ganó la atención de ese sujeto.

-¡¿Qué quieres?!- le gritó, estaba molesto.

-Señor, es usted un imbécil y un cerdo, señor- contestó sin verlo a la cara.

-¿Qué me ha dicho?- preguntó con molestia.

-Señor, he dicho que es un imbécil y un cerdo, señor- lo repitió con seguridad y con un tono muy serio.

-¿Así que eres muy valiente Medina?-

-Solo digo lo que es, señor- y en ese instante lo vio a la cara- y le recuerdo señor, que en la primaria, yo le pateaba el trasero todos los días, señor- en automático los demás bajaron el rostro, no lo podía creer, mi compañero le daba palizas a ese abusón- Y si se atreve a agredir a alguno de mis compañeros nuevamente, aparte de ir como niña a reportarlo con los superiores, le juro que le volveré a patear al trasero, señor- lo seguía viendo a la  cara, el tipo de color lo veía con furia, pero su seguridad ya no era la misma como cuando me golpeó.

-Vuelve a la fila- dijo entre diente con mucha ira- ¡Y ustedes! ¡¿Qué esperan para seguir marchando?!- dejándome sentado, siguió con sus actividades, miré a  Medina con un gesto de agradecimiento a lo que él solo asintió.

 

IV

 

 

Era tarde, las ocho de la noche, me enteré que por el desacato del medio día, la cena para mi compañero de cuarto había sido suspendida, entonces, aparte de que le daban solo pan y agua en desayuno y comida, lo dejarían sin alimento en la noche, y parte de su castigo era quedarse de  pie mirándonos a nosotros, fue incómodo para todos verlo hambriento mientras nos saciábamos a gusto.

 

-Medina, no te duermas- estábamos solos en el cuarto.

-Créeme que con esta hambre, lo que menos puedo hacer es dormir- oí como sus tripas rugían- ¡Tengo mucha hambre!- se quejaba pero reía, este tipo siempre tiene una sonrisa en la boca.

-Ten- me puse de pie en medio de la oscuridad- aproveché un descuido del sargento y de su perrito faldero para esconder esto- saqué dos pequeños panes, un cuadrito de mantequilla, uno de mermelada, una guayaba y una barra de chocolate que saqué de la máquina, la cual era férreamente vigilada, porque teníamos prohibidas las golosinas como castigo por lo de los perros, sin embargo, siendo un casi delincuente, me di mis mañas. Él se incorporó de la cama y con rapidez tomó todo lo que le di.

-¡Valentín eres mi héroe!- con mucho gusto comenzó a comer lo que le había dado.

-No pude conseguirte agua, pero a lo mejor con la del grifo te puedes bajar el pan- sonreí.

-Defcuida, a brincof- engullía con avidez.

-Siento que por mi culpa te hayan castigado- me disculpé, era mi culpa. El tragó su bocado y por la poca luz de luna que entraba por la ventana pude ver que me sonrió…

-Nada, ese cretino de Romero se cree el jefe solo porque Recio le dio un poco de poder, pero es tan importante como cualquiera de nosotros, es un estúpido abusivo, tu no te preocupes- me alborotó el cabello.

-¡Oye! No soy tu mascota para que me acaricies la cabeza- lo reprendí.

-Nah- me contestó y siguió comiendo sus panes. Me acosté de nueva cuenta y él pudo seguir cenando a gusto, cuando terminó dio un sonoro eructo que me asustó el ruido.

-Eres un asqueroso Medina- le dije poniendo mi cara de asco, aunque no la pudiera ver.

-Ya, es que debía sacarlo, además, yo no digo nada de los gases que te avientas en la noche- me responde acostándose.

-No lo hago a propósito, pero ya que insistes…- y se lo cumplí, me aventé un gas.

-¡Maldito puerco!- se rio mientras me regañaba- pero no es indio el que no se venga… ¡Contraataque!- y se echó uno él.

-¡Medina! Eres el hombre más asqueroso…- me dieron ganas de vomitar- ¡Apesta horrible!- mi garganta hacía como si fuera a devolver la cena.

-No ataco para perder amigo- se burlaba y entonces le aventé la almohada- ¡Oye! Ese fue ataque a traición…- tomó otra y me la regresó. Poniéndome de pie lo empecé a golpear con la misma.

-¡Toma cerdo asqueroso!- me reía, no podía ver dónde le pegaba, pero no importaba, él a su vez hacía lo mismo.

-¡Tú eres más cerdo que yo!- golpeándonos, llegué al borde de mi cama, sentí como me caía, y por acto de inercia jalé de la mano al cerdo ese, ambos revotamos en mi colchón y caímos al suelo, yo primero y encima de mí el pedorro de Medina. Sentía su aliento en mi cara, sentía el subir y bajar de su pecho.

-Este es el momento en el que nos besamos apasionadamente para romper la tensión, Valentín- la seriedad se acabó porque empezamos a las carcajadas.

-¡Quítate maricón!- lo empujé y ambos tirados en el suelo seguimos riendo- Eres un imbécil- las risas se agudizaron y luego de un rato cada uno volvió a su lugar.

-Que descanses amigo, y gracias por la comida- oí como se dispuso a dormir.

-Igual, gracias a ti por lo de la tarde- me giré hacia la pared, ese chico es genial.

 

 

V

 

 

Día de visitas, luego de un mes encerrado en ese lugar me iba adaptando, y era mucho más fácil teniendo un compañero como el que tenía, el cual, pese a los castigos, los ejercicios, las pruebas, exámenes, tareas, porque era una academia militar pero también colegio, él hacía muy divertida la estancia.

-¿Y cómo vas aquí hijo?- mi papá me preguntaba.

-Pues bien, la pregunta sería mejor para ustedes- me dirigía a mi madre también- Digo, ya teniéndome aquí encerrado es más sencillo para ustedes llevar una vida tranquila ¿no?- los veía, y ellos ponían cara de culpabilidad.

-Es lo mejor para ti, te estabas desviando mucho, todo lo que hacías era andar de fiestas, borracheras, desmanes, te hacía falta disciplina- argumentó mi madre.

-Tienes razón mamá, la mejor disciplina que un hijo puede tener es la de la militarizada, es la mejor, ¡Hurra!- levanté los brazos como si festejara, era sarcasmo y lo sabían.

-Veo que sigues resentido- mi progenitor tomó la palabra.

-No, en verdad, ¿no ves mi sonrisa?- sonreí como mico- Soy feliz como lombriz.

-No nos odies, hacemos lo mejor para ti, hijo- esa mujer me miraba compasiva.

-Sí, sí, sí, lo sé, y me estoy regenerando, ya casi no voy a fiestas, bueno, aunque a veces, en los baños se pone un ambiente… ¡Huuuuh! Deberías verlo, te invitaría, pero es solo para chavos- les respondí.

-Creo que es mejor que nos vayamos, al parecer no estás de humor, te amamos hijo- se pusieron de pie ambos, tenían cara de funeral.

-No, estoy de humor, enserio, yo también los amo, cuando sean seniles les demostraré ese amor cuando los vaya a visitar al asilo- les sonreí, pero ellos pusieron sus caras largas de nuevo.

-Hasta pronto hijo- mi padre abrazó a mi madre y salieron por el largo pasillo, creo que me pasé, pero ellos empezaron al meterme en este hoyo.

 

Luego de la visita de mis padre fui a mi dormitorio, menos mal que ese día éramos libres de actividades, a parte que era domingo, algo bueno debía tener esa maldita escuela- reformatorio- militar. Abrí la puerta  y lo que vi me dejó helado, no lo podía creer, nunca me hubiera imaginado lo que vi en ese momento…

 

 

VI

 

 

Medina, estaba sentado, con ambas manos en la cara, se cubría y cuando notó que entré, se volvió a su cama. Se enterró en la almohada. Lloraba, desde que lo conocí hasta ese día solo veía en su cara sonrisas, bromas, juegos, locuras, pero nunca lágrimas o llanto. Me quedé helado, no sabía qué hacer, me parecía imposible que alguien como él llorara, era estúpido pensar así, pero se me hacía difícil imaginarlo siquiera, y viéndolo me parecía increíble. Con cautela caminé a mi cama, luego de poner seguro  a la puerta, y me senté. Oía sus sollozos, ¿estaba sufriendo por algo?

-Medina…- susurré su apellido- Hey, amigo…- volví a hablar.

-Hey…- yo pensé que no me iba a hacer caso, pero se incorporó y pude ver restos de lágrimas en sus mejillas, los ojos los tenía rojos, a mi parecer llevaba un buen rato llorando.

-¿Qué sucede?- estaba consternado.

-Que soy de carne, amigo, eso sucede- su labio inferior temblaba- y duele jodidamente sentir esto- una gruesa gota bajó por su mejilla izquierda.

-¿Te puedo ayudar en algo?- torpemente pregunté.

-No creo, en esto nadie puede ayudar al imbécil- contestó con un dejo de amargura…

-¿Qué pasa amigo? Puedes contarme si quieres, prometo no decir nada- nos miramos unos segundos.

-Pasa que llevo aquí adentro dos años, desde los quince estoy encerrado en este lugar, este dormitorio, las canchas de allá afuera, el pequeño bosque del lado este, esta maldita escuela en sí, ha sido mi hogar- gimoteaba- desde el día que mis padres me trajeron han únicamente pagado las colegiaturas, los uniformes, los viajes escolares, pero ni una sola cabrona vez me han venido a ver- más lagrimas se aglomeraron en sus ojos- He estado solo desde entonces, y me intento convencer que todo está bien, que me aman, que el siguiente fin de mes los veré, pero nada, veo a muchos emocionados, sonrientes por tener la visita, el obsequio de mamá o el abrazo de papá, sin embargo yo hace mucho que no lo espero, hace mucho que dejé de sentarme en las bancas de afuera pretendiendo verlos entrar- sonrió forzadamente- Y por estúpido que parezca, guardo una pequeña esperanza de que algún día vendrán…- estaba destrozado, no me lo decía abiertamente, pero podía inferir que ese es el motivo de su aparente alegría de todos los días, era una máscara, una con la cual disfrazaba su dolor. Sin pensarlo, me levanté y tomando asiento a su lado lo abracé fuertemente.

-No siempre se puede ser fuerte Medina, llevas mucho tiempo siéndolo, a veces se vale llorar, y es justo que te rompas de vez en cuando… tranquilo amigo…- lo ataje hacia mí, y aquel fortachón, risueño y busca problemas se aferró a mis hombros mientras dejaba su llanto en mi camisa.

-Duele como no tienes una puñetera idea…- lloraba, recordaba la visita de mis padres y un nudo en la garganta se me formó, él esperando una oportunidad de sentirse amado, y yo desperdiciándola.

-Va a pasar, ya lo verás- sin pensarlo, y guiado por el momento le di un discreto beso en el cabello, no lo tomó a mal, solo siguió llorando, a veces no sabemos, ni siquiera imaginamos que detrás de una amplia sonrisa se esconde un corazón destrozado.

 

 

VII

 

Han pasado varios meses desde mi ingreso a ese lugar, varios compañeros, Medina y yo incluidos, hemos intentado el plan de escape en cuatro ocasiones, en tres los perros nos han mordido una pierna, un brazo, e  incluso el culo, y en una lo hemos conseguido, no sin llegar a la academia y que una manguera con agua helada nos esté esperando. Siendo castigados en tantas veces que ya se me olvidó cómo se siente bañarse con agua tibia o el sabor de las galletas cubiertas de chocolate.

 

-Esto es una arbitrariedad, pero cuando salga de este cárcel demandaré a este lugar- comentaba molesto, ahora el toque de queda se reducía a las ocho y media.

-Ya relájate, total, ¿te acuerdas de la fiesta de aquella vez?- la ocasión en la que pudimos huir- lo bailado nadie nos lo quita. He aprendido a conocer a Medina, es un desastre en clases, en los ejercicios, en las obligaciones, ¡en todo! Pero tengo la fortuna de conocerlo mejor que cualquiera en ese sitio, sé que es un ser humano que sufre y que a veces hace todas esas cosas imbéciles solo para ver si con eso sus padres le ponen atención, cosa que nunca ocurre.

-Eso sí- rio y me quito la camisa, por lo menos, esta vez el castigo no consistió en quitarnos la luz.

-Y para el viernes, tengo planeado tapizar la entrada con globos llenos de pintura- me comenta mientras se quita los pantalones, dejando al descubierto sus velludas y torneadas piernas.

-¿De dónde sacarás globos y pintura?- le cuestiono mientras yo también me deshago de mi uniforme.

-En la bodega vi unas cubetas de pintura roja, los globos, tengo una bolsa que me robé de la fiesta, así es como lo haré- sonríe como niño travieso. Estamos únicamente en calzoncillos.

-Eres un imbécil Medina- rio y entonces el se acerca.

-¡Oye! si yo no hago la diversión este maldito internado nos aburriría- Se excusa

-Eso no implica que no seas un imbécil- le aviento mi camisa golpeándolo, entonces se acerca y me taclea tirándome a la cama, ahora somos dos hombres semidesnudos luchando por demostrar quién es más imbécil.

-Tú eres más imbécil que yo- sonreímos y siento nuevamente su aliento en mi cara, su pecho está sobre el mío, su piel está directamente con mi piel. Me siento nervioso, nos estamos mirando, no hablamos, desde hace meses jugamos de esa manera, nos hemos vuelto amigos muy unidos.

-Creo que…- digo sin romper el duelo de miradas.

-Yo también creo que…- se está acercando a mi rostro, no me muevo, no quiero hacerlo, respiramos agitados y nuestros corazones comienzan a latir fuertemente, su cara está más cerca de la mía, y pronto nos estamos besando, Medina me besa en los labios y yo lo beso a él.

Lo tomo de la nuca e intensifico el beso, con las yemas de mis dedos recorro su espalda desnuda, él acaricia mi cabello, estamos en calzoncillos, gran parte de nuestra piel está expuesta, ambos permitimos esos roces, esos tocamientos.

 

 

VIII

 

Luego de aquel beso nada más pasó, nos separamos y fue algo muy incómodo, era la primera vez que yo besaba a otro hombre, y por lo que sé, la de él también. Estamos con la luz apagada, no duermo, y estoy casi seguro que Medina tampoco. Fue algo raro, un impulso, no lo sé, hemos estado tan juntos, tan unidos, que inevitablemente nos tomamos cariño, y uno muy intenso.

-Medina…- digo mientras miro a donde se supone está el techo.

-Dime…- me contesta, imagino que seguramente está en la misma posición que yo.

-Ese beso…- menciono.

-Ese beso fue extraño, muy extraño- responde con la tranquilidad que le caracteriza.

-Demasiado…- le digo.

-Sabes, alguna vez platicando con mis amigos de antes, mencionábamos a “la chica de las llaves”- relata con suma calma.

-¿Qué es eso de la chica de las llaves?- pregunto

-Es la chica con la cual nos amarraríamos, aquella que lograría atraparnos, aquella a la que le daríamos nuestro apellido y las llaves de nuestro auto o nuestra casa, sabríamos que algo iría enserio si algún día la chica que fuera nuestra pareja tuviera nuestras llaves, pues tendría la mitad de nuestro corazón…- se detiene un poco y toma aire- No eres una chica, pero te tengo tanta confianza que te daría con todo el gusto del mundo las llaves de mi casa- me dice, yo me quedo callado.

-¿Sería entonces el señor Valentín de Medina?- le lanzo la pregunta con un dejo de broma.

-Sí, serías el señor de Medina- se comienza a reír, de esa forma acabamos con la tensión.

-Gracias- me sereno y digo con seriedad.

-Te lo has ganado, chico de las llaves- su respiración se torna calmada, imagino su rostro en paz.

-Te quiero Medina, aunque suene gay- comento en voz baja, pensando que no me escucharía…

-Te quiero también, Valentín…- me responde, no sé por qué motivo, pero ambos estiramos el brazo al mismo tiempo, yo el derecho y él el izquierdo, nos tomamos fuertemente de la mano entrelazando nuestros dedos… uniéndonos.

 

IX

 

Una voz me saca de mis pensamientos, muevo la cabeza dirigiéndome a Daniel, ese imbécil con su sonrisa optimista me ve fijamente…

-¿En qué tanto piensas?- le parece divertido.

-En cosas- me encojo de hombros.

-¿En qué cosas?- el sol comienza a ocultarse y las primeras farolas se encienden.

-Pasado, mi vida, nuestra historia…- le digo.

-Yo también la recuerdo, y muy seguido- sonríe dejando al descubierto ese simpático hoyuelo que se le forma.

-Eres un imbécil, ¿lo sabías?- sonrío

-Lo sé, me lo han dicho tantas veces…- me mira y posa su brazo en mi hombro. De repente una voz infantil nos interrumpe.

-¡Papá, tío ya llegó mi mamá!- el niño de seis años corre donde una esbelta y guapa mujer de cabello recogido.

-Lamento la demora, había un tráfico insufrible- dice la mujer excusándose- toma, no quiero conducir de regreso a casa- le devuelve sus llaves a Daniel.

-De acuerdo, yo manejo- carga a su hijo.

-Espero que este esposo mío no te haya dado problemas Valentín- me besa en la mejilla a forma de saludo.

-En lo absoluto, señora de Medina- así acostumbro a saludarla, ella es ahora la que porta el apellido, le sonrío.

-Bueno, nos vamos Vale- me abraza fuertemente, así acostumbra a hacerlo- campeón, despídete del tío- el niño se me acerca y me abraza.

-Que les vaya bien- me despido.

-No lo olvides, el sábado comemos en mi casa- me dice Medina- ya sabes, el perro te conoce, no te morderá, entra con las llaves que te di- me dice y en automático las saco.

-Claro, aquí las tengo- las enseño, tanto él como su mujer me sonríen.

-Hasta luego Valentín- se despide de mí y caminan rumbo a su auto, son una bonita familia, ella es su esposa, pero yo sigo siendo su amigo y “el chico de las llaves”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

FIN

Notas finales:

¡Gracias!


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