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Roma por Samu

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Notas del capitulo: Antes que nada anunciaros que el prox capitulo de Cazadores se retrasara un poco pero intentare que me salga bastante mas largo.
He aquí otro d emis fanfics, este es algo mas serioq ue los demás. Un fanfic que os dejara intrigados y que podra llegar a conmoveros.
 

Desde que nací mi destino como esclavo ha estado sellado. Nunca podré llegar a ser nada mas. ¿O si?. Desde hace un par de semanas un hombre llamado Alejandro me compró en el mercado de esclavos para ser su sirviente y el de su esposa, Penélope.

Me llamo Julio. Y espero que mi historia os interese. Han pasado muchas cosas desde que Alejandro me compro, leedlas vosotros mismos y decidid pues si fue merecedor del castigo que recibí.

 

Un hombre alto, moreno, de ojos marrones y cuerpo atlético caminaba por el mercado en busca de algo que pudiera regalarle a su esposa. Ninguna joya, ninguna prenda, tenía todo eso, quería algo especial para ella.

Una voz captó su atención, una voz desde la otra punta de la plaza, la cual se encontraba abarrotada de gente y carretas con diversos productos traídos de los lugares mas recónditos de todo el mediterráneo.

-¡Joven y fuerte. Hecho para el trabajo duro! ¡Con piernas y brazos fuertes! ¿Quién da más por él? Diecisiete años solamente-dijo el vendedor de esclavos.  Era un hombre zafio y grosero. Una barba desaliñada adornaba su cara. Aunque fuera guapo por fuera, por dentro estaba podrido. Era conocido por todos los burdeles de la ciudad.

-¡Yo! Mil denarios-dijo Alejandro mientras subía a la plataforma donde se encontraban los esclavos.

Se acercó hacía el joven. Tenía el pelo corto, rizado y rubio, unos ojos azules como el agua del mar y un cuerpo bien formado, como había dicho el vendedor, hecho para el trabajo.

-Buena elección señor-dijo el mercader mientras le tendía la cuerda que ataba al esclavo.

Mientras caminaban por las calles de la ciudad Alejandro observaba repetidas veces al chico quien, a veces correspondía las miradas.

-¿Cómo te llamas?-dijo Alejandro mientras acariciaba los rizos rubios del esclavo. El chico no contesto- ¿No hablas mi idioma?- Obtuvo el silencio como respuesta.-Parece que no-

Caminaron en silencio durante un rato. Las calles comenzaban a quedarse vacías.

-Me llamo... Julio-dijo de repente el esclavo. 

-¿Por qué no has hablado antes?-dijo Alejandro sin inmutarse.

-Me cuesta hablar vuestro idioma-dijo Julio. 

-Se nota que no eres de estas tierras por el color de tu piel. ¿De donde eres?-

-Yo... no recuerdo nada. Según me contó mi madre soy de un pueblo del oeste. Cuando cumplí los nueve años me pusieron al servicio en una casa de aristócratas romanos. Estuve allí trabajando hasta que cumplí los dieciséis, hace un año. Entonces me echaron y el mercader me capturo y me intento vender por distintas ciudades. ¿Te puedo hacer una pregunta?-

-Adelante-

-¿Por qué me escogisteis a mi?-

-Eres un esclavo singular. He visto a poca gente como tú por estas tierras-

-¿Cuál será mi tarea?-

-Harás lo que te ordene mi esposa, Penélope. Eres un regalo para ella. No estaré mucho tiempo en mi hogar debido a que tendré que ir de campaña-

-Comprendo. Cumpliré fielmente las ideas que me de vuestra esposa-

 

Tras unos cinco minutos caminando por fin llegaron a la casa de Alejandro. Por fuera era como las demás, pequeñas ventanas y una puerta de entrada.  Al pasar por esta Julio observo un patio en el interior de la casa con una pequeña fuente en el centro. Unas escaleras conducían a lo que parecía ser el dormitorio de Alejandro.

Una mujer de largos cabellos rubios corrió al encuentro de Alejandro y le beso.

-Por fin has venido. Me tenías preocupada. Oscurecía y todavía no venías y... ¿Quién es este muchacho de aquí?-

-Tu regalo de cumpleaños-

-¿Un esclavo? Pero si ya tenemos a dos mujeres trabajando en la cocina-

-Este ayudara con las tareas más duras, es joven y fuerte-

El aludido agacho la cabeza para saludar a su dueña.

 

Los días pasaron y tal y como fue dicho Julio ayudo en todas y cada una de las tareas del hogar. Este ahora llevaba ropas propia de un sirviente y no de un esclavo.

Al acabar el día era bañado por las sirvientas. Dormía debajo del dormitorio de Alejandro por lo que oía todo lo que arriba ocurría.

Al llegar el miércoles Alejandro se despidió de Penélope, se iría de campaña durante unos meses. Fue acompañado por Julio durante todo el viaje hacía la salida de la ciudad.

Julio cargaba con la espada de su señor, no sabía el por qué pero Alejandro le trataba como uno mas de los habitantes de su hogar todo lo contrario que en otros lugares donde había servido. Alejandro andaba tras Julio a quien, de repente se le cayó la espada.

-Disculpe mi torpeza señor-dijo rápidamente Julio quien se agacho a coger la espada.

La vista de Alejandro se dirigió rápidamente hacía el trasero del muchacho.

Cuando Julio se irguió se fijo en la extraña mirada de su señor.

-¿Os pasa algo?-

-No, no es nada-contesto lentamente Alejandro.

Siguieron andando. El señor no podía apartar la mirada del trasero de su sirviente.

Pasaron por un callejón para acortar el camino. Julio caminaba nervioso, aquello no le gustaba, estaba demasiado solitario.

De repente un matón salió a su encuentro blandiendo una espada, detrás suyo surgió otro.

Rápidamente  uno de ellos ataco a Julio quien torpemente esquivo el ataque. Le dio su espada a su señor, quien la desenvaino y se lanzó contra ambos bandidos. A uno le rebano la cabeza haciendo que la sangre brotara sin final, un poco cayó sobre la cara de Julio quien no daba crédito a lo que veía. El hombre que momentos antes estaba tan tranquilo le había rebanado la cabeza sin mirar si quiera a uno de esos rufianes.

Alejandro cogió al otro y le corto el brazo.

-No volveréis a molestar a nadie más-Luego volteo su mirada hacia el asustado muchacho quien yacía en el suelo con manchas de sangre por toda la cara.

Lentamente Alejandro se acerco al chico, saco un pañuelo y le quito la sangre.

-Ahora vuelve. Adiós-Y así Alejandro se despidió de Julio quien observo como se marchaba hacía la guerra, hacía su posible muerte.

 
 
 
 

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