-Ahora somos cinco.-Jean recordó a los diez primeros de la promoción 104. Quiso entrar a la caseta, pero se quedó viendo de lejos a su equipo. Sasha y Connie interrogaban a Christa… o mejor dicho, a Su Majestad Historia. El capitán Levi y Mikasa compartían unas breves palabras mientras miraban a Eren. Armin manejaba papeles junto con la mayor Hanji.
-¿Jean?-el aludido quiso retroceder-¿Pasa algo?
-Nada, hm… Vine a dejar mi taza.-Jean apuró el contenido de un trago y pasó al lado de todos, hacia la cocina, para fregar el utensilio. Sintió una molestia en sus dedos y levantó la mano doliente hasta que quedó frente a sus ojos. La analizó. Era una astilla, proveniente de las cajas que había cargado toda la tarde. Se la arrancó y luego se quedó viendo como aún sus dedos tenían marcados los surcos de las cajas. Salió de la cocina de nuevo, hacia afuera.
-…se debilita mucho. Practica diariamente y lo hace bien. ¿Cuándo cree usted que termine sus prácticas?
-Yo también estoy preocupado por Eren, niña. Voy a exigir de que no practique esta última semana antes de que partamos rumbo a María…
-…sobre todo es la seguridad del pueblo. ¿La administración? Vaya, no sé de eso. Necesitaré consejeros.-comentaba Historia.
-Lo importante es que sepas juzgar lo que es correcto y lo que no.-añadió Armin. Jean intentó no conversar con nadie, aunque usualmente le gustaba emprender largas charlas filosóficas con Armin.
Cualquiera que los hubiese visto debatiendo, hubiese pensado que Jean era la cabeza fría, pero no. Jean era el más arraigado al punto de vista íntegro; se había alejado demasiado de la imagen del cadete al que no le importaba intentar robar carne a los oficiales. Armin era radical con respecto a las medidas que se debían tomar frente a – Jean tuvo un escalofrío al recordarlo – los traidores.
Una vez afuera, Jean huyó hacia la zona pastosa y se tendió sobre esta, mirando la noche llenita de estrellas. Una semana más e iban rumbo al muro María. Sabía que no podía esperar lo mejor, le frustraba que muchos – hasta algunos veteranos – piensen que quizá el enemigo no tenga fuerza suficiente para enfrentarse a la Legión. Si alguien le frustraba en especial, ese era Marlo. Un novato podía ser presa para titanes con facilidad, hasta portando un equipo de maniobras.
-Huh.-tensó los labios. Marco no fue un novato, fue uno de los diez. Marco tenía su equipo, pero….
Jean podía ser el que tenía los días contados. Él, o cualquiera en la Legión. Obligados a dar todo, hasta sus corazones por la humanidad. Lo poco que tenía Jean estaba en su corazón. Las palabras de Marco y sus conclusiones de las charlas con Armin. “Das la orden correcta”, “Debes dejar de lado tu humanidad para derrotarlos”.
Y su decisión era que él debía mantenerse vivo, no los enemigos. Lo recordó claramente cuando todos estaban apuntando las Lanzas de la Iluminación hacia la nuca del Acorazado, sin moverse.
-¡Disparen!-gritó, bastante afectado.