Juri estaba tendida en su cama. Acarició delicadamente sus rizos esparcidos por la almohada. Una lágrima solitaria nació de sus ojos y, cruzando la mejilla, murió en sus labios. Notó el sabor salado en fundirse con su boca.
Se sentía sola.
Sola.
Entonces, empezó a recordar, la razón de su tortura, su desgracia, su soledad.
Todo comenzó el día en que su espada pudo por fin desgarrar la rosa blanca que yacía en el pecho de Utena. Ese día, Anthy Himemiya, conocida también como la Novia de la Rosa, paso a ser de su propiedad. El poder de los milagros, era ahora suyo.
Señorita Juri, a partir de hoy, yo seré su flor.
Juri la miró con indiferencia, mostrándose como siempre seria, y entro en su casa sin decir palabra.
Eran ya las once de la noche, Juri estaba sentada en una silla, mirando por la ventana. Pensando en esa persona. Entonces Anthy irrumpió en la sala, abriendo la puerta.
- Te he dicho que no me molestes. - Anthy no dijo nada, se quedo mirando con sus misteriosos ojos, a través de sus enormes gafas.
- Vete – Anthy entró lentamente en la habitación, se acercó cuidadosamente a Juri, y la besó.
Juri la apartó con un golpe. Se levantó frenéticamente, y lanzo una mirada de ira hacia la chica que ahora yacía en el suelo.
- ¿Es esto lo que querías no? – dijo esta, sonriendo.
Juri abandonó la estancia con un fuerte golpe de puerta.
El día siguiente, Juri volvía de dar clase de esgrima a otros alumnos. Al entrar en su casa, sintió una extraña sensación. Subió las escaleras sin hacer ningún ruido. I empezó a abrir la puerta lentamente…
La espada de esgrima cayó con fuerza al suelo. Lo que hizo que las dos personas que se estaban en esa sala tuvieran conciencia de quien había entrado.
El cuerpo desnudo de Shiori estaba cubrido con el largo y ondulado pelo de Anthy.
- Hola Juri – Dijo Shiori, con una sonrisa cruel en su rostro.
La cabeza de Juri empezó a dar vueltas, empezó a sentir rabia, celos, agonía… cuando despertó, el acero de su espada había atravesado los cuerpos de las dos chicas. La sangre empezó a derramarse por la cama.
Pero Shiori aún sonreía.
Sonreía.
Esa sonrisa, vivió para siempre en la mente de Juri.