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Sol en media noche. por Matsumoto Yuki

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Notas del capitulo:

One-Shot dedicado a Dark Kirito.

 

Solomon x Judar. AU.

El día estaba calmo, con un hermoso sol iluminando el cielo despejado y la faz de la Tierra.

 

Los pájaros cantaban, las ranas croaban, y los estudiantes, en sus respectivos establecimientos se hallaban.

 

Era la hora antes del almuerzo. Una de las horas escolares más desordenadas a raíz de que los insaciables jóvenes tuviesen hambre, y con una necesidad tan básica como esa insatisfecha, se rebelaban y no ponían su parte por aprender.

 

Era, sin duda, la hora que Judar más odiaba.

 

No precisamente porque tuviese hambre ni nada por el estilo. Sólo… Había otra razón.

 

El joven pelinegro se acurrucó en su rincón al final de la sala, con la cabeza apoyada en la pared, viendo por la ventana hacia afuera. Suspiró, faltaba realmente poco para que terminara la hora… Y la molestia comenzase.

 

Vio hacia el frente. Todo era culpa de ese profesor, el profesor de matemáticas.

 

Sabía perfectamente que quedaban sólo 5 minutos para el toque de timbre, pero aún así dejaba tarea. Judar rodó los ojos. Le molestaba de sobremanera. En especial porque seguía ahí sólo por él.

 

Sólo por él, ¿Eh…?

 

Se hundió más en su asiento. Ni una sola mirada le dedicaba el maldito viejo. Pero ya vería… Vería… Judar vio cómo de manera precipitada, justo en el toque de timbre, un grupo de jovencitas se levantaba de sus asientos, e iban a rodear al profesor.

 

—Solomon-senpai… —Escuchó que decía una. — ¿Podría, por favor, aceptar nuestros almuerzos…? —Estaba sumamente sonrojada, y Judar lo notaba, temblaba.

 

Frunció el entrecejo el oji carmín, viendo qué tantos almuerzos eran… ¡Joder! ¡Que eran como cinco! ¿¡Qué haría con tanta comida!?

 

—Lo lamento, señorita. Los profesores tenemos vetado el recibir cosas de los alumnos, es por ética. —Solomon le sonrió a sus alumnas, que aún estando desilusionadas, sintieron un Doki. —No quiero tener problemas, así que, por favor, que no se repita. —Pidió, como el caballero que era.

 

Se veían saltando las hormonas femeninas de aquí para allá, formando corazones y cursilerías. Realmente, ese condenado profesor traía locas a todas.

 

Judar bufó mirando con recelo la escena, mientras de su mochila sacaba lo que él consideraba Almuerzo: Un pan dulce con una caja de Jugo.

 

Tanto se quedó mirando aquel concurrido hecho, que su mirada carmín se topó con la azul ajena. El joven se sobresaltó, y desvió la mirada, haciendo como si nunca hubiese estado viendo. Más un sonrojo se coló en sus mejillas.

 

De reojo intentó ver de nuevo si seguía el profesor viéndole. Más la mirada fue de lleno. Se toparon otra vez, y ahora Judar quedó completamente rojo. Solomon, su profesor, estaba sonriendo, y le penetraba con sus ojazos comparables con joyas…

 

Judar se cohibió, y salió de manera apresurada de allí.

 

Nadie más que Solomon notó su huída.

 

 

—AAGH, MALDICIÓN. —Gritó Judar una vez estuvo solo en la azotea del establecimiento. Sentía el viento en la cara, pero ni eso lo tranquilizaba. Lo sabía, ese pequeño error… Ese pequeño detalle… Se volvería grande luego.

 

Una gran forma de molestarlo.

 

 

Sus sospechas se vieron comprobadas al final de la última hora de clases, cuando ya había olvidado el asunto casi por completo.

 

Ahí estaba, en su móvil, el característico mensaje que le daba a entender de que sí, sufriría de burlas. Suspiró.

 

La profesora de Biología, Yamuraiha, ya había acabado la clase, y ahora se estaban arreglando.

 

Judar no sabía por qué, pero esa vez no quería ir… Bueno, el motivo era más que obvio, pero no le daba la gana de aceptarlo.

 

— ¡Judar-chan ~! —Apareció atrás de él, abrazándolo, una de las pocas mujeres en su círculo de selectas amistades.

 

—Agh, ¡Suéltame, vieja bruja! —Reclamó el mayor, haciendo una mueca. Ante eso se ganó una mordida en el hombro. — ¿¡Y eso!? —Se alteró.

 

—Tu castigo. —Hizo un mohín Kougyoku. —Te dije que no me llamaras así. No soy vieja, ni bruja.

 

Realmente Judar no podía con esa carita que ponía la bruja. Por eso le decía bruja, tenía algo raro… Más decidió pasarlo por alto. — ¿Qué quieres?

 

—Qué queremos. —Corrigió la pelirroja. Entonces en el campo visual de Judar, aparecieron Kassim, Hakuryuu, y más a los que le daba flojera mirar detenidamente.

 

—Pues díganme, ¿Qué carajos quieren? —Eso se estaba retrasando, la mayoría de la clase ya había salido… Y el también debía hacerlo.

 

—Vamos, no te pongas así. —Bramó Kassim. —Sólo queríamos invitarte al Karaoke.

 

— ¿Irán todos? —Se atrevió a preguntar.

 

Kougyoku se desprendió del tronco de Judar, y entre todos, asintieron. Más, el pelinegro vio una oportunidad única allí.

 

—Lo lamento, tengo planes. —Confesó, tomando apresurado su bolso, y saliendo corriendo de allí. Escuchó un jaleo detrás de él, gritos llamándolo, pasos corriendo.

 

Sí, en definitiva, esa escena se repetía. Cada que se negaba a una salida, salían persiguiéndolo para obligarlo a ir. Pero esta vez sería diferente, tenía cosas que hacer, mucho más importantes que una boba salida a cantar.

 

Aunque no había que malinterpretarse, le encanta cantar, en especial porque opaca a la mayoría con su voz.

 

Tiene mucho Ego.

 

La parte más difícil de la persecución, fueron las escaleras. Por suerte Judar había aprendido la destreza de bajar por el barandal, consiguiendo un par de instantes libres.

 

Cruzando la entrada, ya estaba casi libre. Ahora el problema era el transporte. Lo vio, en el paradero de la esquina, estaba parado uno de los tantos buses que le servía para llegar a su destino.

 

Se apresuró hacia él al ver las pocas personas que quedaban por entrar, y al escuchar aproximándose a su grupo conflictivo de amigos.

 

A duras penas llegó, pagó el pasaje, y las puertas cerraron. Vio por una de las ventanas del vehículo, lo agitado que estaban sus amigos. Les sonrió elevando el dedo medio de su diestra en dirección a ellos. Les había ganado, era un hecho.

 

Escucho un par de improperios y que le devolvían el gesto, aunque ya no importaba mucho. La adrenalina y excitación le recorrían el cuerpo por esa carrera, se le había olvidado el obstáculo que pasaría después, el mal trago.

 

Tiró su existencia —porque no se puede decir que se sentó— en uno de los asientos de atrás, al lado de la ventana. Iba viendo el paisaje, lo que había afuera.

 

Poco a poco se fue calmando, y tanto su presión como ritmo cardiaco volvían a la normalidad. En cierto punto se puso sus audífonos, y comenzó a escuchar música.

 

Eran mínimo 15 minutos de viaje, no era mucho, pero sí lo suficiente como para aburrirlo.

 

En cierto momento un grupo mixto de jóvenes, que suponía amigos, se subieron en el transporte. Los miró de arriba abajo, no los reconocía. Bufó, y siguió viendo para afuera. Aunque sintió que le observaban, era molesto.

 

De seguro es una de las tipas pensó, rodando los ojos, y encogiéndose más en su puesto.

 

Grande fue su sorpresa al no soportarlo más y dirigir su mirada al grupo amistoso.

 

Un chico, de cabello rosa, le miraba con lascivia. Oh, dios… Tapó la mitad de su rostro con su mano, lo conocía. Maldito enano, lo molestaba hasta en lugares públicos…

 

Kouha, hermano de la vieja bruja. Lamentaba haber ido a su casa y topárselo. El chico tenía… Ciertos gustos extraños que le perturbaban. No era que Judar fuese muy normal, sólo que le incomodaba la presencia de ese tipo.

 

Agradeció a todo lo que se le cruzara el hecho de que cuando el peli rosa decidió acercársele, ya se encontraban en la parada en la que se debía bajar. Sin dedicarle una mirada más, se levantó de su asiento, esperó a que se abrieran las puertas traseras, y bajó.

 

Sólo cuando el Bus cerró las puertas, se atrevió a ver hacia atrás. Kouha le miraba con un mohín en sus labios, encaprichado, frustrado ante su quite poco disimulado.

 

Judar rió para sí y siguió su camino. Estaba loco si creía que le hablaría por gusto. No señor.

 

Vio su alrededor. Estaba lleno de edificios, y frente a él, una pileta. Se hallaba en el centro. Y el punto de encuentro, la hermosa pileta a pocos metros de él. Se sentó en el borde de la estructura, viendo hacia el frente, en dirección a la calle.

 

Los minutos pasaban, y la hora de encuentro se aproximaba.

 

Más no pasó nada exactamente a esa hora, y Judar se extrañó. Diez, quince, veinte minutos más pasaban, y seguía ahí, en la pileta.

 

Ya un par de chicos de origen dudoso le había invitado a algo, una señora le había preguntado una dirección, y había ayudado a una abuela a cruzar la calle. No, no era niño bueno, pero el aburrimiento hacía milagros.

 

Bufó. ¿Realmente se juntarían…?

 

Revisó su teléfono. Poco más de media hora después de la hora fijada, escuchó la característica bocina que lo llamaba.

 

Su mirada se desvió a la calle. Ahí se hallaba, el auto plateado promedio, ni tan feo, ni tan lindo, ni lujoso, ni mediocre. Sólo un auto simple.

 

Frunció el entrecejo, preparando su molestia al tener que haber esperado.

 

Caminó con pesadez hasta el auto, y una vez frente a él, abrió la puerta, entrando de mala gana y cerrando con un portado poco suave.

 

El conductor se ahorró comentarios, sabía el por qué de esa molestia.

 

—Tardaste. —Recriminó Judar.

 

—Tuve un par de complicaciones. —Aceptó, poniendo en marcha el trayecto del auto.

 

— ¿Comiéndote esos almuerzos? —El pelinegro enrojeció por completo al darse cuenta de lo que había soltado. Y peor aún, Solomon lo veía un tanto sorprendido. Optó por desviar la mirada.

 

Ni una palabra más se dijo en aquel auto.

 

Judar sólo se concentró en mirar el cambio de paisaje. De muchos edificios, a árboles, y posteriormente casas bastante bonitas, pero sencillas. Solomon sólo iba pendiente al camino, era un conductor responsable.

 

Creían que llegando a la casa del mayor, se acabaría tan incómodo silencio, más no pasó así. Una vez llegaron, Judar se bajó del auto y caminó hacia la casa, mientras Solomon estacionaba el auto.

 

Usó su llave personal para entrar, esperando un poco al hombre que dejaba atrás. Una vez cerca, ambos entraron, y el silencio siguió, un tanto.

 

—Puedes dejar tus cosas donde quieras. —Se atrevió a hablar el mayor.

 

—Ya lo sé. —Bramó en respuesta, dejando su bolso en un sillón.

 

Aún se veía la atmósfera tensa, a pesar de que estaban solos. O bueno, no tan solos.

 

De repente, de uno de los pasillos que dirigían a las habitaciones, salió corriendo un niño bastante animado, feliz, muy parecido al profesor.

 

— ¡Judar, bienvenido!—Le dio una cálida bienvenida, yendo a abrazarle.

 

El joven lo notó, y le correspondió, elevándolo entre sus brazos. — ¡Chibi! —Se alegró de verlo. — ¿Cómo está mi mocoso preferido? —Preguntó, restregando su cara con la ajena.

 

— ¡Bien, bien! —Se veía a leguas la buena relación que poseían.

 

Misma relación que ahora puso celoso a Solomon. Su pareja trataba con cariño a su hijo, ¿Y a él no? Y encima, su hijo le daba una bienvenida adorable a su pareja, ¿Pero a él no?

 

Aclaró la voz de su garganta, llamando la atención de ambos menores.

 

— ¿Y a papá? —Cuestionó, disimulando su inconformidad.

 

—Ah, sí. —Con una de esas miradas a las que nadie se le resistía, pidió a Judar que lo acercara. Cosa que él hizo. —Bienvenido, papi. —Le depositó un beso en la mejilla.

 

—Así me gusta, Aladdin. —Le desordenó los cabellos con su diestra.

 

Y sólo ahí Judar lo dejó en el suelo.

 

Aladdin, el hijo de Solomon, quien actualmente tenía cinco años, y desgraciadamente no poseía madre. A Judar se le encogió el corazón al verlo recibir de manera tan grata. Desde hace un par de meses que lo había conocido, cuando su actual pareja lo había llevado ahí, para presentárselo a su hijo.

 

En un principio no le hacía mucho caso, y se notaba que se hallaba reacio a tener una relación afectiva con él.

 

Pero con el tiempo esa testarudez se fue, y ahora se llevaban de lo lindo. Como una familia.

 

Judar enrojeció un poco al pensar en ello, y vio con poco disimulo cómo Solomon, mientras se quitaba la corbata azul marino que solía usar, se dirigía a la cocina seguido por un patito Aladdin.

 

—Oye, tú. —Un llamado lo desconcertó. — ¿No crees que olvidas algo?

 

Judar entrecerró los ojos, arisco. — ¿Te lo mereces?

 

Solomon le engatusó con una simple sonrisa. —Ven. —Soltó, suave.

 

Y ya no pudo resistirse más. Judar dejó de lado su papel de estudiante, y fue hacia el mayor, rodeándole el cuello con sus brazos, y depositándole un pasional beso en sus labios.

 

En eso, Aladdin se tapó el rostro divertido, simulando vergüenza. Realmente, sólo en un principio se sorprendía, ya no. Porque ellos eran pareja. O eso le habían dicho. Y las parejas se amaban, y hacían el tipo de cosas que ellos dos hacían. Así que estaba bien.

 

Sólo después del beso de bienvenida, comenzó la rutina.

 

—Bien, ¡A preparar la cena! —Soltó animado Solomon.

 

— ¡Sí ~! —Aceptaron Judar y Aladdin, entrando a su vez a la cocina.

 

Tenían que hacer la cena, y como cada vez que Judar iba a casa, la hacían los tres en conjunto.

 

Aladdin pasaba los utensilios y aderezos que necesitaban, Judar se encargaba de la ensalada y Solomon del plato principal. Aunque siempre había rodeos entre medio.

 

Algo de ingredientes caían al suelo, Aladdin sacaba algo de harina para tirarles a ambos mayores —Costumbre de la que se había hecho desde que hicieron juntos cupcakes, comparando la harina con nieve—, Judar lo retaba, reían, esperaban a que la comida estuviese casi lista, y Judar colocaba la mesa, con ayuda de Aladdin. Para que finalmente Solomon sirviera.

 

Sí, era casi como una familia, bastante divertida.

 

La comida generalmente se tardaba entre media hora y una entera. Pero siempre sabían cómo divertirse el rato de espera.

 

El plato de esta ocasión era Omelette, con tortilla de huevo, arroz, y decorados con Kétchup. La ensalada, Lechuga con aderezo, y por otra parte tomate.

 

— ¡Que aproveche! —Soltaron los tres juntos, antes de probar el primer bocado.

 

— ¡Delicioso…! —No pudo evitar apreciar Aladdin.

 

—Bastante, a decir verdad. —Apoyó Judar. Era mucho mejor que su almuerzo.

 

—Gracias, gracias. —Se jactó de ello Solomon, riendo un tanto. —Aunque es el fruto de un trabajo en familia.

 

Todos sonrieron, pero Aladdin se animó demasiado.

 

— ¿Entonces es verdad? ¡Yay! —Celebró algo que ninguna de los mayores entendió.

 

— ¿Qué cosa, Chibi? —Preguntó Judar.

 

—Es que, es que. Si papá es mi papá, y tú eres su pareja, entonces eres mi mamá, ¿No?

 

Un carmín pasó por el rostro de ambos, observando la ingenua alegría del pequeño. La verdad, es que casi se atoraron.

 

—Aladdin, eso no… —Solomon vio de manera abrupta una preocupación en los ojos de su hijo, y se tuvo que medir. —Judar actualmente no es tu madre… Además, es hombre. —El llanto, que no viniese el llanto. —Pero puede serlo.

 

— ¿Eh? —Un desconcertado Judar y un confundido Aladdin soltaron eso en un unísono.

 

—Judar tiene que terminar de estudiar. Está en su último año, así que después de eso podría intentar ser tu madre. —No quiso decir porque sería legal. Tenía claro que salir con un estudiante era delito, pero iba en último año. Mientras no los pillaran.

 

— ¿¡En serio!? —Aladdin se emocionó otra vez.

 

—Bueno, así sería si tu padre fuese más precavido con quién habla, y con sus almuerzos, y con todo ello. —Bufó Judar, siguiendo con su comida.

 

— ¿Hee…? —Una discusión comenzaba con Aladdin en medio. Lo bueno, es que Solomon sabía jugar sus cartas.

 

—Es por eso que ahora tu futura madre es quien le preparará el almuerzo a tu papi. —Sonrió.

 

Judar se levantó de su asiento, boquiabierto. — ¿De verdad…? —Preguntó.

 

Solomon asintió. Y entonces el menor se sonrojó de lleno.

 

—Entonces… ¿Si será Judar mi mamá…? —Preguntó, un tanto enredado Aladdin.

 

—Si él, quiere…

 

De nuevo esa mirada. Tanto padre como hijo la tenían, y le rogaban por formar esa linda palabra. Judar no tuvo de otra que esconder su mirada detrás de su flequillo.

 

—Podría… ¿Intentarlo…? —Susurró.

 

— ¡WIIIII! —Aladdin saltó en su asiento. — ¡Ahora tengo mamá y papá! —Celebró.

 

Judar estaba que lloraba. No sabía si de la emoción o vergüenza.

 

Solomon por su parte sólo sonreía, viendo la escena. ¿En qué clase de embrollo los había metido…?

 

No importó realmente eso en el resto de la cena. Se la pasaron entre risas, felices, como familia.

 

Para luego ver una de las películas favoritas del pequeño, y mandarlo a dormir, obviamente bañándolo antes.

 

Mientras Solomon bañaba a Aladdin, Judar se dedicó a preparar el desayuno para ambos mañana. Cosa de que lo calentaran y se lo comieran. Una vez terminó, depositó cada uno en un recipiente marcándolos con sus nombres y los guardó en el refrigerador.

 

Luego los tres fueron a la habitación del menor, para hacerlo dormir.

 

«Buenas noches, papá… Mamá… »

 

Había sido el susurro antes de caer en los brazos de Morfeo.

 

Judar se emocionó un tanto ante eso. Pero acababa otro día, y al siguiente volverían a ser estudiante y profesor, hasta que se juntasen de nuevo en ese nidito de amor.

 

Un beso se dio la pareja antes de salir de la casa. Y Solomon lo fue a dejar a su casa, despidiéndose nuevamente de beso en el auto.

 

 

~ * ~ * ~ * ~

 

Judar llegaba, como siempre, casi atrasado a clases. Su profesor le reprendía, sus amigos lo molestaban por dejarlos el día anterior, pero a él lo importaba otra cosa.

 

Ese mismo día, a primera hora, tenían matemática.

 

Se relamió los labios al ver cómo entraba una profesora, suplente.

 

—Tenemos información. —Anunció, al escuchar los murmullos provocados por su aparición. —El profesor de Matemáticas no podrá asistir al establecimiento hoy, por dolor estomacal. —Más murmullos. —Posiblemente una intoxicación.

 

Judar no podía salir de su goce. Hizo tronar sus dedos, y se inclinó para atrás en la silla.

 

 

 

¿Qué creía Solomon, que saldría ileso?

Notas finales:

¿Qué les pareció? A que no se esperaban esa pareja [??]

 

Bueno, el próximo será SinJu, ¡Espérenlo ~ !

 

Hasta la próxima.


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