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El momento fue rápido pero lento. Mis ojos evitaron cualquier contacto pero él parecía ser un imán para mí. Lo miré y me sonrió ampliamente. No podía creer lo que pasaba y fue por eso que no le devolví el gesto. Tal vez pensaría que fui un grosero, pero era mejor así.
Mi trauma se formó cuando iba en primero de secundaria. Era un chico un poco animado, friki, tierno y gordito. Siempre había tenido problemas con mi peso y era por eso que era inseguro y a veces tímido. Tampoco me sentía lo que se dice guapo; era lo que mi mamá solía decirme: una papa sin sal. Así que crecí creyendo eso y cuando entré a secundaria deseé jamás haberlo sido. Había un chico en nuestro salón; era pequeño, lindo y me gustaba. No me gustó exactamente al principio del ciclo escolar. Ahora que lo pienso, no recuerdo cuando fue que me empezó a gustar, pero desde un principio sabía que jamás tendría una oportunidad; en primera porque ambos éramos hombres y en segunda porque yo siempre sería para él el chico gordito que caía bien. Un día ambos descubrimos que nos gustaba la misma saga de libros y como yo ya me había leído todos, me pedía todos los días que le contara sobre el último libro. Tal vez fue así como empezamos a "llevarnos" más y que mi corazón me traicionara y me enamorara de él. A veces sus acciones me confundían y llegué a pensar en más de una ocasión que yo también le gustaba, pero sufrí el primer desamor de mi vida y me hice una promesa silenciosa de que esa sería la última vez que me sucedería.
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Después del primer y lo que creía que sería el último desamor de mi vida, tuve mi primer novio. Debo de admitir dos cosas: una, me gustó porque su forma de ser se parecía mucho a la de mi personaje favorito de una serie; y dos, aún seguía enamorado del otro chico. Llegados a este punto, cabe mencionar que gracias a dios el chico que me había vuelto una piedra se había ido a otra ciudad pero aun así no pude superarlo hasta después de casi un año y medio.
No estuve mucho tiempo con mi novio, cinco meses a lo mucho. Fui una persona fría y distante y prácticamente al mes me encontraba ignorándole. Terminamos y en lugar de sentirme triste, me sentía liberado.
En tercero de secundaria tuve mi segundo novio. A este lo había conocido en una fiesta y gracias a la ayuda de unos amigos comenzamos a salir. Tal vez por él llegué a sentir un poco más de cariño, pero casi no nos veíamos y al final todo se volvió monótono.
La fiesta de mi mejor amiga se acercaba y yo sería parte importante de esta, así que decidí dejar de lado mi gordura y me puse a dieta. Bajé bastante de peso y comencé a tener más confianza en mí, pero siempre he sido un descuidado y al igual que mis relaciones amorosas, la dieta y mi peso se fueron al traste.
Entré al bachillerato y tenía la estúpida ilusión de que algo pasaría. Siempre había pensado en encontrarme con un chico perfecto: que me amara, se preocupara por mí, me quisiera tal y como era.... en fin, un chico como Mr. Darcy o Cain, o me conformaba con un Park, pero ellos eran ficticios y yo estaba viviendo la realidad. Durante esta época comencé a tener problemas conmigo mismo. Pensamientos raros me atacaban y no sabía qué hacer. Mi autoestima estaba por los suelos, pisoteada por todos y hecha mierda. Tenía fijo en la cabeza que nadie nunca se fijaría en mí y que no existía nadie en el mundo capaz de querer a alguien tan asqueroso como yo. Era verdad y quería que siguiera siendo así, después de todo el amor sólo te lástima y tener una pareja te retrasa. Era lo que pensaba y sentía, yo tenía un plan hecho para mi vida: estudiaría psiquiatría y sería un gran escritor. Pero mis planes se vieron jodidamente frustrados.
¿Nunca les ha pasado que llega alguien a tú vida, que conociste en el lugar más estúpido e imposible de conocer, y que te cambia todo al grado de resultar molesto? Bueno, eso fue lo que me pasó.
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Era un día soleado, en mi último año de bachillerato, esperando a que mi camión llegara. El clima era extremadamente horrible: el sol te quemaba y sudabas sin hacer nada. Aun así me encontraba algo animado puesto que ese día tendría mi clase de bajo.
El camión tardó en llegar, pero al fin me subí en él. Estaba casi lleno y había un lugar junto a un chico, pero decidí irme de pie. Siempre he tenido ese extraño y molesto hábito de desviar la mirada cuando me encuentro con alguien que llame mi atención. Y eso fue lo que hice al fijarme en el chico del asiento disponible. Siempre era lo mismo: encontraba a alguien que me parecía "atractivo", hacia todo lo posible por acosarlo sin que se diera cuenta hasta que bajara del camión y luego me olvidaba de su existencia puesto que solo había sido una persona más en mi camino.
Los meses pasaron y el fin de semestre se acercaba, los finales de mi escuela estaban cerca y los ensambles de mi academia de música comenzaban en esa semana. Ese día tenía el primero y fui el primero en llegar. Estaba emocionado, hasta que los demás comenzaron a llegar. Debo mencionar que siempre he sido un antisocial de primera y no estaba muy seguro de saber cómo había conseguido amigos. La clase de ensamble fue una tortura, aburrida y estresante. No veía el momento de irme y cuando lo fue, salí corriendo de ahí. Mi padre tardaría en llegar pero aun así decidí quedarme de pie afuera de la escuela. Mi cabeza estaba llena de pensamientos aburridos y comunes hasta que sentí una mirada sobre mi espalda y de reojo lo vi.