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Cómo evitar que se roben a tu Seme por MikaShier

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Se dice que con cada suspiro, un pedazo de tu alma se escapa. Se desvanece en el vacío, robando un poco de tu existencia hasta consumirte por completo. Así mismo, se dice de las lágrimas. Cada gota salada dedicada a la tristeza que derramas por tus ojos huye de ti con un pedazo de tu corazón. Así que, entre suspiros y lágrimas, el ser humano no era más que un contenedor. Vacío y sin vida.

 

Así era como se sentía Rin en las últimas semanas. Vacío. Las lágrimas lo atacaban cada noche y descubría a winnie consolándolo como un buen perro. El mejor amigo del hombre, era irónico que no fuese un humano. Y lo entendía, porque los humanos traicionaban, apuñalaban por la espalda. Mataban a diestra y siniestra, conscientes del mal que habitaba al mundo. Y poco les importaba.

 

Pero Rin no era una princesa que lloraba por la paz mundial.

 

No, solo estaba justificando el hecho de que pensase que en el único en quién podía confiar era una bola de pelos negra, que babeaba y meneaba la cola de un lado a otro, quien no podía responder sus preguntas. Así que, llorando y abrazándose al pobre perro, Rin pensaba en Japón.

 

No en Japón como país. Si no en alguien en concreto. Un joven de cabellos azabache y mirada penétrate tan azul como el mar y refrescante como la brisa que venía del mismo. Se sentía fatal por él, por Haruka Nanase. Porque lo amaba, ambos lo sabían, y no había nada que hacer al respecto.

 

No se arrepentía, no quería volver el tiempo atrás y no comprar el pasaje a Australia. No, claro que no. Lo único que cambiaría del pasado sería el método empleado para tal cosa. Porque ahora la culpa y la soledad consumía sus días.

 

Lori y Russel se mostraban escépticos en cuanto a la actitud que Rin mostraba. Comía porque debía hacerlo, se bañaba porque tenía qué, iba a la universidad porque para eso estaba ahí. Lo único que hacía feliz a la pareja Australiana -en cuanto a Rin respectaba- era escucharlo reír en su habitación, a sabiendas de que era insano que solo un chico a miles de kilómetros de distancia pudiese elevar su ánimo.

 

Pero Rin no estaba deprimido por haberse marchado de Iwatobi, o por no estar en una relación con Haruka. El hecho era, que Haru había reducido el tiempo que pasaban “juntos”. Rin llegaba de las prácticas de natación y encendía la computadora, porque Haru siempre estaba conectado a esa hora. Pero últimamente, el pelinegro solo se conectaba los fines de semana, cuando “tenía tiempo libre”, lo cual era ridículo porque Rin se sabía por completo el horario de Haru, sabiendo así que todos los días estaba disponible después de las cinco de la tarde. Que no lo jodiera, porque no era estúpido.

 

Algo estaba pasando y no podía averiguar qué era.

 

Así que, sábado por la tarde. La espalda estaba matándolo, la posición en que se había pasado el día entero sobre su colchón había causado tal dolor. La computadora llevaba cargándose media hora, después de que uso las seis horas de vida que tenía la batería, continuas, además. Sí, había caído a lo patético. Su celular, su teléfono y su tableta electrónica descansaban en la cama a la espera de una llamada de Haru, o de que éste siquiera se conectara.

 

─Rin, has estado ahí todo el día, cariño. Baja ya a comer.

 

─No tengo hambre, gracias, Lori ─contestó amablemente. La mujer suspiró, recargándose en el marco de la puerta.

 

─ ¿Qué es lo que te tiene tan preocupado que no puedes bajar a comer un gran bistec?  Le hemos puesto picante y todo lo que te gusta.

 

─Es solo que… Mira, no quiero ser grosero, ¿sabes? Pero en verdad… ¿Puedes dejarme solo?

 

─Rin, me preocupa cómo estás llevando todo esto. Si tanto extrañas Japón, no te sientas mal por nosotros. Puedes ir y venir cuantas veces quieras. Siempre serás recibido. Sabes que eres el hijo que nunca tuvimos.

 

─No es como si extrañara Japón. Me es igual estar aquí o allá.

 

─Eso no es cierto, cariño. Lo creas o no, sé que te duele estar lejos de tus amigos. Aquí y allá no es lo mismo. Tienes costumbres y tradiciones distintas a las de nosotros… Es decir, ¡aún recuerdo que tardaste una semana en dejar de quitarte los zapatos en la entrada!

 

─ ¡Lori! ─exclamó abochornado, la mujer siguió riendo a su costa.

 

─Lo siento, lo siento. Es solo que enserio eras tan tierno… Solo mírate. Eres un hombre ahora.

 

─ ¿Puedes ir al punto?

 

─Sí, sí. Es completamente entendible que quieras regresar. Aunque nosotros te queramos aquí, porque te amamos, no te pondremos objeción alguna si tú decides marcharte a Japón. Siempre tendrás nuestro apoyo, ¿sabes? Eres nuestro hijo. Y puedes contarme lo que sea… ─Rin asintió, sin inmutarse, a lo que Lori se adentró en el cuarto e hizo a un lado la portátil para sentarse y tomar las manos del chico─ Anda, te estoy diciendo que me lo cuentes.

 

─ ¿Segura?

 

─Completamente.

 

─Soy gay.

 

─Ya lo sé. Pero eso no te tiene así ─el pelirrojo suspiró, sintiendo la calidez que las manos de aquella mujer le trasmitía. Asintió suavemente y sopló el flequillo de su propio rostro, apartándolo.

 

─Escucha, hay un chico…

 

─Sí, siempre hay un chico.

 

─ ¡Lori, no te diré nada si no me dejas hablar! Llevo cuatro palabras y ya interrumpiste ─La mayor sonrió apenada y lo incitó a continuar─. Bien, entonces te lo contaré todo… Verás, éste chico era amigo mío desde que estábamos en la primaria, aunque no me trataba dignamente, siempre ha sido muy serio, pero de pequeño parecía falto de modales. Solo decía las cosas y ya ─sonrió un poco, mirando sus manos entre las de Lori─. El punto es que en ese entonces, me enamoré de él. Nunca se lo dije y yo vine a Australia, por mí. Siempre quise superarlo y, después de los cinco años que pasé acá, pensé que había podido hacerlo.

 

“Causé muchos problemas cuando regresé, porque ellos seguían siendo los mismos y yo estaba molesto con todo el mundo. Me esforzaba y aún así no lograba vencerle. Y encima me quedaba ese sabor amargo de no haber dejado de amarlo. A mi rival… Bueno, al final todo se resolvió y volvimos a ser amigos, todos. Pero otro chico se me declaró y, bueno, yo pensé que el primer chico era agua pasada, así que acepté salir con él. Y todo marchaba muy bien, hasta que me enteré de que el primer chico estaba planeando… Es decir, él también me quería. Y quería que dejase de estar con el otro chico. Entonces con mis otros amigos hizo una especie de reglas con las cuales “logró conseguirme”. Fue muy lindo y creo que, a pesar de que es muy extraño, también fue romántico. Fui la mujer de la relación y eso no…

 

─ ¿¡Qué!? Espera, creo que estoy malinterpretándolo ─Rin enrojeció por completo, dándose cuenta de lo que acababa de decir─. Rin Matsuoka, ¿te acostaste con ese chico?

 

─Soy un adulto.

 

─ ¡No! Eres un niño que se la pasa en el ordenador porque otro niño está ocupado chapoteando en una piscina y no puede contestarte.

 

─Lo estás viendo de tu punto de vista. Tengo dieciocho años, Lori. Soy lo suficientemente grande como para iniciar mi vida sexual.

 

─Ah, y la mujer que te mantiene, tu madre… ¿Qué opina de eso? Apuesto a que no se lo has dicho, porque sabes que está mal. Y como ella no lo sabe, me toca a mí, tu segunda madre, regañarte. Y por tu bien espero que solo haya sido una vez ─Rin apretó los labios y desvió la mirada al computador─. Por la hija del vecino… ¿No fue solo una vez? Rin Matsuoka, vas a apagar todos esos aparatos y vas a bajar a comer.

 

─Pero… Si me dejas terminar de contarte…

 

─No, niño. He oído lo suficiente. Sé que Haruka Nanase no está arrepentido, pero tú si vas a estarlo, ¿crees que estás solito? ¡Él está solito! Tú tienes una familia que te cuida. No puedes ir y meterte a la cama con otros hombres ─Rin comenzó a reír suavemente antes de rascarse la nuca─ ¿Qué es tan gracioso?

 

─Vienes aquí como una madre comprensiva y ahora me estás echando la bronca. Si te preocupa mi integridad como hombre, no te preocupes. No volveré a acostarme con nadie, ¿te satisface eso? ─Los ojos de Rin se abrieron como platos─ ¡¿Cómo sabes que era Haru?! ─La mirada de Lori se suavizó.

 

─Siempre es Haru. Bien, bien. Sigue contándome.

 

─Bueno, rompí con él el día de su cumpleaños, viniendo aquí sin despedirme ─la mujer lo observó incrédula─ ¡Le dejé una nota! No solo desaparecí. Bueno, el punto es que… Después de un mes comenzamos a comunicarnos por video llamadas, todos los días. Hasta que hace dos semanas dejó de conectarse todos los días. Ya no me llama ni me envía un mísero mensaje. Solo se conecta los sábados y ni siquiera es a una hora en concreto.

 

─Está bien… Haru es un buen chico. Si te ama tanto como parecía amarte, entonces ya te llamará. Mi consejo, como mujer, es que tú tampoco le busques. Si Mahoma no va a la montaña…

 

─ ¿Qué la montaña venga a Mahoma? ─terminó Rin con un deje de duda. Lori asintió, levantándose y besándole la frente.

 

─Lo que dije es cierto, apaga ese ordenador y guarda esa tabla inservible. Después bajas a comer. Dios santo, Rin, ¿cómo se te ocurre perder el más preciado de los tesoros cuando apenas dejaste de gatear? ─el pelirrojo bufó, obteniendo una mirada divertida de Lori, a pesar de que la mujer estaba molesta.

 

Rin se sintió conmovido por todo lo que Lori le había dicho, porque demostraba lo mucho que ella lo amaba. Desvió la mirada a la red social abierta en su portátil. Sabía que eso estaba haciéndole mal. Lo entendía. Y Lori tenía razón, él no debía rogarle.

 

Si Haru ya no lo quería, Rin no podía hacer nada desde Australia.

 

El punto de Haru se encendió con un “disponible” y el pelinegro estuvo a punto de llamarlo, pero Rin apagó el portátil y la tableta, guardándolas en su escritorio. Haru suspiró pesadamente y apagó el ordenador tras entender que Rin no volvería ese día. Sonrió melancólico. Aún sin él, podía estar bien.

 

Se dejó caer en la cama, intentando borrar a Rin de su mente.

 

La problemática era esa, precisamente. Bueno, él. Rin. Rin era el problema. Tras charlar con Makoto sobre la situación, el castaño lo convenció de que aquello solo terminaría hiriéndolos a ambos. Las relaciones a distancia necesitaban mucha confianza, porque habían muchos celos. Y confianza era lo que menos había después del acto de Rin.

 

Haru se sentía enfermo. Porque el único consuelo que encontraba en pasar el rato sin escuchar o ver la voz y la sonrisa de Rin, lo dejaba exhausto. Y era precisamente indecente. Extrañando la proximidad del otro, llevó las manos a su pantalón. No era de piedra.

 

Y una mierda, él tenía anhelos y deseos.

 

SSSSSSSSSS

 

Rin, castigado en su habitación durante una semana, tenía mucho en que pensar. Los deberes de la universidad eran sencillos y las prácticas de natación iban de maravilla. Pero eso ocupaba la mitad de su tiempo y la otra mitad terminaba atormentándose con la espantosa realidad.

 

Estaba perdiendo a Haru.

 

Eso no lo sabía a ciencia cierta y no había ser humano alguno al que pudiese preguntarle sin tener que renunciar a una pizca de su orgullo. No, no era la solución. Entonces, como él era listo y podía actuar solo, lo decidió. Haru había planeado robarlo, ¿no? Bueno, él planeaba recuperarlo, costase lo que costase. Decidido, tomó su libreta y se echó en la cama sobre su estómago. Bien, una regla. Un movimiento, la primera jugada.

 

¿Qué era lo correcto?

 

Era todo o nada, debía esforzarse al máximo, vivía para ello. Al diablo con su antiguo pensar de que el amor le ponía trabas a su futuro, que no lo dejaba avanzar. Haru era su todo y no había poder en el mundo que pudiera cambiarlo, ni siquiera la fuerza de voluntad. Fue estúpido creer que podía invertir la situación, que podía recuperar su corazón. Pero no, Haru lo había robado y tenía grabado ese mismo nombre por todas partes. El amor si era una traba, pero no era la única traba que la vida le pondría y Rin empezaba a entender que no podía deshacerse de todas las trabas. Si tenía lo suficiente, podría amar a Haru y cumplir su sueño. Todo al mismo tiempo. Sí, que bonito era pensar eso.

 

Así que tomó una pluma y se mordió el labio, pensando en lo que debía hacer. Cerró los ojos con fuerza, invocando una idea lo suficientemente buena. Aceptable, siquiera. Con una sonrisa, volvió a abrirlos. Bien, ahora era su tablero.

 

Primera regla. Sedúcelo.

 

No, eso era estúpido. Es decir, seduciéndolo, obviamente Haru iba a caer, pero… Si su relación comenzaba basándose en sexo, entonces habría perdido todo en el primer intento. Sintiéndose estúpido, modificó aquello.

 

Primera regla para recuperar a Haru. No importa que tan indiferente sea, demuéstrale lo mucho que lo amas. Y si no, sedúcelo.

Notas finales:

¡Se actualizara cada jueves!


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