"Otra vez la maldita luz del sol...", maldijo al despertar de mala manera, y con una poderosa resaca, cómo no.
Se levantó algo mareado y con un quejido, llevó una mano a su trasero sin más. "Otra vez", pensó, y maldijo de nuevo, como si le pagaran por cada vez.
Se arrastró al baño y se lavó la cara, despejándose del todo. Ni se molestó en mirarse al espejo, no quería ver a la cara a ese imbécil otra vez, no hoy.
Bajó por las escaleras sirviéndose de la barandilla y entró en la cocina, había tanto silencio que le daban ganas de vomitar, a pesar de la resaca, era demasiado silencio.
Abrió un armarito y sacó la tetera, en breve se vio preparando té, Earl Grey, para ser más precisos. Se sentó a esperar mientras se calentaba y sacó el teléfono móvil de su bolsillo, lo desbloqueó y revisó si había algún tipo de mensaje, ninguno. No le sorprendió en absoluto, ¿quién iba a mandarle nada?
Fue pensar eso y que al instante su suerte se quebrara con un whatsapp, que se presentó con el estridente sonido del politono, resonando en su cabeza, que dolía como nunca, cómo echaba de menos el silencio que despreció hasta hacía segundos.
Le dio a "abrir" sin más y lo leyó.
"Oye, Inglaterra, que hay reunión hoy a las 17:30 en el congreso, como llegues tarde te arreo con la tubería de Rusia. América." Una mueca se dibujó en su rostro, sabía de sobra que se trataba de un intento del impertinente mocoso de ser "simpático", o "gracioso", o "vete-tú-a-saber-qué-cojones".
Miró por la ventana con pesar y suspiró, lo cierto es que no podía quejarse, se le había olvidado que hoy había reunión, a decir verdad, no sabía ni en qué mes estaban.
Le dio por mirar el calendario, uno de septiembre del año 2015, era mediodía.
Se levantó olvidándose del té por completo, si no salía ya derecho al aeropuerto, no llegaría ni de coña. Cogió el primer traje que vio y se lo puso, llamó a un taxi, se tomó un par de analgésicos ayudándose de un trago de whisky para tragarlos, se subió al taxi, y entró de cabeza en el avión, en primera clase, no estaba para aguantar ruidos molestos.
Se le hizo largo, la verdad, nueve horas en el puto avión, llegó acojonado pensando que serían las nueve de la noche, y no fue hasta que puso pie en tierra que recordó todo el tema de las franjas horarias, eran las dos de la tarde, y, de nuevo maldijo, pero esa vez a sí mismo por imbécil, ¡¿qué narices iba a hacer hasta que fuera la hora?! El congreso quedaba a veinte minutos del aeropuerto...
Caminó enfurruñado por las transitadas calles de Nueva York, hasta dar con un pub irlandés, lo más "cercano a casa" que pudo encontrar, se metió dentro y empezó a beber, total, no tenía nada mejor que hacer, de alguna forma habría de matar el tiempo, ¿no?
Fue un pestañeo, juró que uno sólo. Y justo después, al revisar la hora, eran las seis de la tarde. Bravo.
Pagó dejando una desorbitada propina con tal de no esperar a que le dieran la vuelta y salió corriendo, llegando en un tiempo récord, diez minutos, dos de ellos andando debido al flato.
Irrumpió en la sala medio muerto, tratando de recobrar el aliento, y unas pérfidas miradas asesinas le dispararon para rematarle.
- Siento llegar tarde... Je...- dijo y se rascó la nuca, tratando de quitarle importancia por todos los medios, pero el resto no puso de su parte.
- ¡Siéntate de una vez!- le gritó el estadounidense, y como un resorte corrió hasta su asiento.
La reunión avanzó a buen ritmo, eso era innegable, pero no es que el británico estuviera muy atento, los efectos del alcohol se hicieron presentes en breve, y uniendo esto a que en su estómago lo único que había a parte de ésto eran analgésicos, le costaba mantener los ojos abiertos.
- ¡Estoy en contra!- gritó el francés carcajeándose y esperando contras de aquel que siempre estaba dispuesto a joder, miró de lleno a Arthur, y Arthur se dio un cabezazo impresionante contra la mesa, "quedándose dormido" sobre la misma.
- ¡Se nos muere el cejas!- gritó prusia de buen humor, aunque no tan enérgico como siempre, tener la reunión esta vez en Estados Unidos le quitó horas de sueño, como a la mayoría.
- De cabeza contra la mesita del café, ¿se ha desnucado?- pregunta el español risueño y de buen humor.
- ¡¿QUERÉIS DEJAR DE HACER EL IMBÉCIL DE UNA VEZ?!- gritó Alemania desde el otro lado de la sala- si se ha dormido, es su problema- espetó regio- prosigamos con la reunión, es mi turno de palabra- dijo, y comenzó a exponer su propuesta de convenio.
Rusia miró de reojo al inglés y una ligera sonrisa se formó en su rostro. No es que se hubiera dormido, se había desmayado, tras tanto tiempo disfrutando de torturar a sus prisioneros de guerra, sabía diferenciar de sobra. Esperó a que le reunión terminara y se acercó al inglés, tratando de ocultar bajo una máscara de preocupación sus verdaderas intenciones, necesitaba desquitarse, y el error de Arthur, iba a costarle caro sin él saberlo.
Echó un vistazo alrededor, el único problema que veía era Francis, que no le quitaba el ojos de encima desde la puerta, quizá preocupado... No, seguro que con las mismas intenciones que él, pensó Ivan.
Le cogió y se lo llevó en brazos, ignorando de lleno al francés.
Un motel barato a las afueras, una pequeña visita a una armería, una "amigable" charla con un camello y ya lo tenía todo listo. Una sádica ronrisa se formó en su rostro.