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Dulce Aroma por Insane15

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Notas del fanfic:

Okay... em... Trata de Sasuke como un confitero de Paris que, ademas, es un escritor frustrado. Esta perdidamente enamorado de Naruto y este nisiquiera lo sabe. No es de extrañar pues tiene un historial bastante malo en el amor.

Notas del capitulo:

okay, esta forma de escribir, tan metaforica, es nueva asi que.. diganme que les parece y cualquier cosa avisen en los comentarios poruqe, la idea es que ustedes puedan leer y entender con tranquilidad la historia.. 

Las calles frías de París que me recuerdan la soledad y el amor entre las paredes de un desventurado confitero como yo, el dulce aroma del pan recién sacado del horno, proveniente de la vieja panadería de enfrente, junto con las calles empedradas tan características de mi amada Francia, hacen de mi pequeño piso en los suburbios acogedor a la vista y el olfato, aun si de lejos solo parece un olvidado piso rentable por un precio considerablemente bajo.

 

Todos los días, después de mi querida rutina por las mañanas, me encamino de esta manera hacia la cima de la torre eiffel, caminando solo, aferrado a mi bufanda verde de 3 chelines, pasando al lado de la gente que camina a paso desesperado por llegar temprano al trabajo, mientras que yo soy solo con una mancha colorida entre siluetas grises que vienen y van una y otra, y otra vez. O al menos eso me gusta pensar. Es mejor eso a creer que soy solo un confitero fracasado con el sueño de ser reconocido algún día. Un marginado.

 

Es con ese pensamiento, que miro perdido el suelo del ascensor hasta oír el "Ding" que anuncia mi llegada a la sima de todo París. Es con ese pensamiento que me asomo a la orilla, apoyo mis brazos en el frio del barandal y me pregunto... "¿Qué hay de malo querer amar y ser amado?"

 

También es entonces cuando me golpeo mentalmente a mí mismo y me dedico a observar el mismo lumbral que el de esta mañana. Ahora se ve más pequeño y el violín reposa tranquilamente sobre la silla de plástico pintado, aguardando el regreso de su artista.

 

Debería preguntarle un día de estos su nombre.

 

Siempre lo veo volver de su trabajo, cansado y con los ojos hinchados. Pero no sé si es cobardía o respeto lo que me impide acercarme y pedirle su número de teléfono.

 

Que bajo he caído. No me extraña que me vaya tan mal en el amor.

 

Es irónico. Se supone que París es la cuna del romance.

 

Que desventurado romance mío. ¿Sabrás acaso de mí siquiera? Asumo que no.

 

 

 

*/*/*/*/*/*/*/*/*/*

 

 

 

Camino por las calles, directo al único local de la cuadra, a dos manzanas de mi piso, que tiene un vergonzoso espiral de caramelo falso en la puerta, según mi jefe, "como decoración".

 

Entro y el olor a chocolate y miel invaden todo mi ser.

 

No existe mejor olor que el del chocolate mezclado con otros dulces y café.

 

-Buenos días Sasuke.- Mi Jefe, el señor Jiraiya, me saluda desde el mostrador, mientras entrega una bolsa marrón con el característico caramelo en espiral en el centro a una joven de sonrisa picarona.

 

-Bonjour.-Saludo sin mirar, colgando mi boina en el perchero y amarrando mi bufanda debajo.

 

-Hoy tendremos un día ajetreado. Se acerca San Valentín y los pedidos caen como copos de nieve en navidad.- San Valentín... ¿Cómo olvidarlo? El día que más amo y odio de todo el año. Quizás lo amaría más si tuviera alguien con quien compartirlo, pero Cupido nunca fue de los que juegan limpio.

 

-¿No cerraras la confitería? Tu esposa debe de ansiar pasar el día contigo.-

 

-Sí, pero prefiero hacerlo sin los jóvenes tonteando por las calles como si nadie les viera. Es más cómodo cuando no hay "presión" alrededor.- Buen punto. - Toma.- Me entrega una caja purpura con un llamativo lazo amarillo. Huele a crema y limón.-Tienes que entregar esto a las ocho en punto; la dirección está debajo de la caja registradora.

 

-Pero...-

 

-Tengo asuntos en la pastelería; parece que hubo un error con la entrega de chocolate blanco de la semana pasada. Tengo que ir a supervisar las cosas por allá, hasta entonces, te harás cargo de la confitería.- Habla muy rápido, acentuando las S y forzando las R, mientras toma su bombín y abre la puerta del local, haciendo resonar el atrapa sueños colgado en la esquina derecha.

 

Suspiro cuando ya no está y me dirijo al mostrador.

 

No es la primera vez que me encuentro solo con el local.

 

La primera vez si estaba asustado y estaba al borde del colapso nervioso por no saber si sería capaz o no de sobrellevar con tal responsabilidad; recuerdo que me tropecé y tire media charola de muffins sobre la señorita Haruno, se enojó conmigo y me perdono solo a cambio de una cita. Fue así como inicie mi última relación, que termino hace ya seis años, luego de que la confitería cayera en una pequeña crisis económica momentánea, lo que la asusto y la hizo correr a por un mejor partido. Quizás un hombre de negocios, algo que un confitero nunca podría aspirar.

 

Lo que me pone en un aprieto es el pedido que debo entregar. ¿Y si está demasiado lejos?

 

Lo único que quiero a las ocho de la noche es pasar el tiempo en mi casa, esperando a que el violinista de enfrente toque una balada más antes de dormir.

 

No solo mi amor es desventurado, si no también mi suerte.

 

 

 

*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/

 

 

 

El día se terminó rápido.

 

Apoyado sobre el mostrador, observo desde el gran ventanal del local como cesa el ir y venir de la gente. Los últimos rayos de sol caen junto con el último cliente, y ya es hora cerrar.

 

Me pongo mi boina, enredo mi bufanda en mi cuello y abro la puerta dispuesto a irme a casa, cuando veo al lado de la caja registradora el lazo amarillo resaltar en la oscuridad sobre el papel crepe purpura. ¿Será que es muy lejos? Vuelo a preguntarme. Aún estoy a tiempo para las ocho, y si no lo entrego Jiraiya se volverá loco.

 

Me acerco a la caja registradora para tomar de debajo un cuadricular papel amarillo escrito con rojo. Grande es mi sorpresa al descubrir que tal entrega era frente a mi casa. Lo que me significaba un golpe de suerte después de una racha tan miserable como la mía.

 

Tome el paquete y salí del local. Las calles de París parecían el calco de una historieta de superhéroes; me hacían sentir especial sin razón alguna, y esa era una de las tantas cosas por la que amaba esta bella ciudad.

 

Al llegar a casa me pare frente a mi puerta y comencé a mirar a los alrededores con la dirección en la mano y el paquete bajo el brazo.

 

Fundclerr 1563.

 

Eso es enfrente. Justo en el edificio en donde vive aquel joven del violín desgastado.

 

Cruzo y busco de entre todos los timbres el que corresponde al piso 1B.

 

-¿Hola?- Una tranquila voz contesta al otro lado.

 

-Traigo su pedido.-Respondo, acercándome inútilmente hacia los augeritos de donde proviene su voz, como si así fuera a escucharme mejor.

 

-Enseguida bajo.-

 

Espero con los dedos helados y la nariz rosada. Parece que mañana nevara.

 

Una cabellera rubia se acerca a abrirme la puerta y dos orbes azules me miran profundamente. Como si me clavaran dagas en los míos.

 

-Hola, soy Naruto, ¿eso es para mí, verdad?-

 

Asentí atontado. Mudo.

 

-Pero que bellos ojos...- El joven bajo la vista apenado. Si es que soy lo suficientemente tonto como para susurrar cosas indebidas en el momento indebido.

 

Lo diré una vez más: Realmente no me extraña que me vaya tan mal en el amor.

 

-Ya le pague a Jiraiya lo que debía así que ya puede irse.- Le entrego el purpurino paquete, o más bien, el me lo saca de las manos de la manera más cortes posible con la que se puede tratar a un indecente como yo.

 

-Lamento mucho esas palabras. No fueron dichas intencionalmente.- Trate de disculparme, apretando levemente la punta de mi bufanda. Estaba nervioso, y no lo niego.-Solo por curiosidad... ¿Usted conoce al jefe?- Me mira de arriba a abajo con cautela sorpresiva.

 

-¿Disculpe?-

 

-Lo siento-Me disculpe rápido otra vez como todo un imbécil.- Es solo que lo llamo por su nombre así que... solo supuse que...-Sus ojos me pierden. Son tan azules y penetrantes.

 

-Es mi tío.-

 

-¿Tu... tu qué?! - Mi sorpresa debió de haber sido bastante evidente, pues parece ser que lo asuste, a tal punto, que aquel portazo en la cara casi me rompe la nariz.

 

Qué carácter.

 

Algo triste por tener una mente totalmente desequilibrada, camino hasta lo que se supone es mi "hogar" hoy en día.

 

Las llaves se sienten frías y suaves en mis manos. Tanto que no comprendo cómo es que lograron entrar en la cerradura si haberse escurrido entre mis dedos como manteca derretida.

 

Al entrar y cerrar la puerta detrás de mí, me recibe mi querido amigo y conserje, Sai, que parece estar bastante contento la noche de hoy, a pesar de que su enterizo de jean esta rasgado en la pierna izquierda. Probablemente por causa de Bizcocho, el pequeño Pomerania del señor Sabaku no.

 

-Parece cansado el día de hoy, señor Uchiha. ¿Sera que unas bellas doncellas le partieron el corazón otra vez?-

 

Que gracioso y desalentador es tener un amigo sarcástico.

 

Es como tener a un diablo con cara de ángel sentado en mis hombros, susurrándome al oído.

 

-No parezco ser el único desventurado de hoy.-

 

-JA- Ríe.-Este casi certero mordisco perruno no es más que un simple obstáculo. - Ruedo los ojos. ¿Cuantas veces será que ha dicho lo mismo? - Algún día de estos ese perro tendrá una correa. Y yo estaré gozando de una melodiosa charla con el señor Sabaku no.-

 

-Ese "algún día" del que tanto alardeas, será el día en el que yo huela a bombones de San Valentín.-

 

-Es usted un hombre muy cruel, pero sincero, que lo único que ansia por las mañanas es oír un viejo violín destartalado...-

 

-Y tu un sarcástico soñador que canta con escobas y baila con baldes, imaginando una futuro que quizá nunca llegue.-

 

-Es por eso que somos amigos.-Lo miro a los ojos y sonrío. Lo peor y lo mejor de los amigos sarcásticos, es que nunca mienten.

 

-Buenas noches.-

 

-Buenas noches, señor Uchiha.-

 

 

 

*/*/*/*/*/*

 

 

 

Son las doce.

 

Ya no se oye ningún carruaje en las calles. Mi café está casi frio y mi acolchado huele a humedad.

 

Apostaría mi cordura, a que soy el único atontado que espera fielmente el cantar de un violín a altas horas de la noche, sentado en el sillón, envuelto en un acolchado como si no tuviera los suficientes abrigos en el armario, bebiendo el mismo café de hace una hora.

 

Sé que lo he dicho mil y un veces pero... Que bajo he caído. No me extraña que me vaya tan mal en el amor.

 

No los culpo pues, ¿quién amaría a un ojeroso obsesionado como yo?

 

Las doce y diez.

 

Aun no lo oigo.

 

¿Sera que se le olvido? Lo dudo. No hubo ni una sola noche en la que no tocara antes de dormir.

 

Quizás se aburrió después de seis largos años. Espero que no. Porque, si así fuera, eso me partiría el corazón... otra vez.

 

¡Un momento!... ¡Lo oigo! Suena bajo pero lo oigo.

 

Es una melodía nueva. Jamás la había oído.

 

Son sonidos dulces e inquietantes. Pareciera como si el violinista sintiera angustia pero paz al mismo tiempo. Que linda paradoja. Me hace sonreír.

 

Presiento que mañana será un lindo día. Uno mejor que este.

 

Esta melodía me hace pensar que tal vez este año si logre tener un feliz San Valentín, uno que pueda compartir con alguien especial. No importa si ese alguien es mi pareja o no. Solo quiero compartir un dulce día con alguien que sea verdaderamente importante para mí.

 

Espero que yo y mi torpe corazón podamos hacer realidad ese día.

 

Suspiro al oír las notas finales que parecen darme las buenas noches.

Notas finales:

Okay, avisen en los comentario sobre los errores y depaso me cuentan que les parecio :333


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