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UN HERMOSO DUENDE por nurikosan

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Yhoga sale a cortar leña como cada día para llenar el leñero de cara al próximo invierno. Lleva el hacha cargada sobre el hombro derecho y va silbando una alegre melodía hasta que se detiene en lo más profundo del bosque mirando atentamente a todos los árboles que le rodean. Por fin localiza uno que esta seco y próximo a caer por sí solo por lo que con un mudo asentimiento de cabeza se acerca y lo tala fácilmente para a continuación atarle un fuerte tira de cuero en la base y tirar del mismo hasta llegar a su cabaña.

El trabajo de arrastrarlo es duro por lo que al cabo de un buen rato se detiene sentándose en un tocón y abriendo la pequeña bolsa que lleva colgando del cinturón sacar un buen trozo de queso y con una diminuta navaja cortar pequeñas lonchas que come disfrutando del sol en su rostro y del breve descanso antes de volver a arrastrar el árbol.

- Hola – escucha una joven voz a su espada lo que hace que se sobresalte violentamente.

- ¿Quién eres tú? – pregunta una vez que se ha puesto en pie y vuelto a ver al dueño de la misma- ¿Cómo no te he oído acercarte?

- Me llamo Shun y me preguntaba si podrías darme un poco de ese queso tan rico que estas comiendo. Huele muy bien.

- Ten – le dice partiendo el trozo por la mitad- No es mucho pero como ves no da para más.

- Gracias, es suficiente. Solo quería comprobar algo.

- ¿Comprobar? No te entiendo ¿qué querías comprobar?

- Cosas mías, no te preocupes. ¿Por qué tiras de ese pesado y reseco tronco? ¿A dónde lo llevas?

- Es para pasar el invierno. Cuando llegue a casa lo haré trozos más diminutos para calentarme y poder cocinar un poco de sopa con que alimentarme.

- Podías haber cortado otros más jóvenes y por lo tanto más fáciles de transportar. ¿Por qué precisamente ese?

- Porque este estaba a punto de caer por si mismo al suelo y porque el solo equivale a cuatro de los jóvenes. Además los árboles jóvenes están llenos de vida, tanto propia como la de los animales que viven en ellos. No sería justo que les dejara sin casa para calentarme yo.

- Hmmmm, una gran respuesta. Me gustas Yhoga. Eres bueno y no te importa trabajar un poco más con tal de no dañar a ninguna forma de vida. Eso merece un premio ¿no crees?

- ¿Un premio? – pregunta mirándole como si estuviera loco- No es para tanto, solo hago con los demás lo que quiero que hagan conmigo...

- Una gran forma de vivir y ahora aquí tienes tu premio: una bolsa de monedas de oro. Puedes gastar todo lo que quieras durante el día porque por la noche volverá a llenarse.

Yhoga coge la bolsa con cierto temor y mira dentro de ella para ver que efectivamente esta repleta de monedas de oro.

- Pero esto es una fortuna, no puedo aceptarlo. No...

- Claro que puedes Yhoga. Es tu regalo por ser considerado con los habitantes de este bosque. Pero recuerda solo puedes gastar por el día. Si necesitas dinero para la noche sácalo de ella antes de que esta caiga o no volverá llenarse.

- Lo recordare Shun y muchas gracias por esto.

El muchacho peliverde sonríe y agitando la mano sale corriendo hasta perderse en el bosque tan silenciosamente como llego. Yhoga mientras se queda mirando el lugar por el que ha desaparecido y preguntándose si todo ha sido un sueño o no, aunque rápidamente descarta esa duda al sentir en su brazo el peso de la bolsa de monedas.

- Nunca imagine que esto pudiera llegar a ocurrirme a mi – murmura sujetando la bolsa a su cinturón y comenzando a arrastrar de nuevo el pesado tronco- Siempre oí historias de duendes y hadas que habitan este bosque pero nunca pensé que fueran reales.

Una vez en su cabaña y después de dejar la bolsa sobre la mesa del comedor se dispone a despedazar el tronco, tarea que le lleva toda la tarde. Al anochecer se mete en la cabaña y se dispone a cenar su tomate con sal, un par de huevos cocidos producidos por sus gallinas, unas rebanadas de pan tostado con queso y un gran vaso de leche. Después de hacer sus abluciones nocturnas se mete en la cama y contempla por un rato la bolsa para darse media vuelta y dormirse pensando que al día siguiente no estaría.

Al día siguiente se levanta y una vez en el comedor contempla la bolsa convenciéndose definitivamente de su realidad. Por lo que se viste rápidamente y se dirige al pueblo en su carro para llenarlo de provisiones, sobre todo de comida. También se compra ropa de abrigo nueva y un montón de libros para pasar el tiempo cuando la nieve lo bloquee .

- Yhoga, me alegro de verte – le saluda un joven alto con largos cabellos negros y acompañado de otro más bajo y cabellos color café- Parece que has heredado, nunca te había visto comprar de esa manera.

- Hola Shiryu y Seiya – responde con una sonrisa- ¿Heredado? No, solo tuve un encuentro ayer en el bosque un tanto extraño.

- ¿Un encuentro extraño? – pregunta intrigado el más bajo cuyo nombre es Seiya- ¡Cuéntanos como fue!

- Si Yhoga acompáñanos a tomar algo y nos los cuentas.

Los tres se dirigen a la única cafetería del pueblo y con sendas tazas de chocolate caliente les relata el encuentro con el extraño muchacho de cabello verde.

- Seguro que es un duende – grita Seiya excitado- y ha querido premiar tu bondad. O a lo mejor se ha enamorado de ti y quiere llevarte con él a su mundo.

- ¡Pero que tonterías dices Seiya! Los duendes no existen y aunque así fuera seguro que tienen cosas mejor que hacer que andar premiando o enamorarse de los humanos.

- Nunca se sabe Yhoga – interrumpe Shiryu- Siempre ha habido muchas leyendas sobre ese bosque. De hecho yo mismo me he encargado de recopilarlas, si quieres puedo dejarte el trabajo que llevo hecho para que les eches un vistazo, a lo mejor encuentras a ese duendecillo en alguna de ellas.

- Te lo agradezco Shiryu, pero no quiero que tengas que parar tu trabajo por algo así. Lo he estado pensando y mañana volveré al bosque a ver si le encuentro de nuevo...

Mientras los tres amigos charlan amigablemente alguien en una mesa cercana no ha perdido una sola sílaba de lo que han hablado. Se trata de Ikki, el matón del pueblo. Su principal actividad es golpear a la gente para tomar lo que quiere y por supuesto nunca pagar sus compras. Con una sonrisa en su boca sale de la cafetería y se encamina al lugar que Yhoga a descrito en su charla. Pasea por el lugar sin encontrar nada extraño y decide volver al día siguiente con su hacha y liarse a talar árboles hasta que el duende aparezca y le de una bolsa mágica como la del rubio.

Pero al día siguiente Ikki no puede levantarse de la cama. Durante la noche la ventana de su habitación se ha abierto misteriosamente dejando pasar el frío aire de las montañas en la habitación y produciéndole una fuerte gripe con alta fiebre que le imposibilita para cumplir sus planes.

El que si aparece en el lugar es Yhoga. Esta vez se ha provisto de un cesto de paja en el que no solo lleva un queso entero, sino mermelada de frambuesa, pan recién horneado, unos ricos pastelillos de chocolate y un tarro de miel. Extiende un pequeño mantel que llevaba cubriendo el cesto en el suelo y apoyando la espalda en el tocón del árbol que corto el día anterior se dispone a esperar a Shun.

- Yhoga, Yhoga despierta. Te ha dormido, vamos Yhoga abre los ojos...

El chico abre los ojos parpadeando lentamente varias veces para ver al niño de cabellos verdes frente a él con una gran sonrisa y moviéndole con dulzura para despertarle.

- Shun, que bien que has venido. Perdóname por haberme dormido...

- Tranquilo no pasa nada. Es lógico que estés cansado después de trocear el árbol – mientras habla echa una mirada por la comida colocada sobre el mantel y sus ojitos se iluminan al tiempo que extiende las manos al queso- ¡Has traído un queso entero! Gracias Yhoga, me gusta mucho el queso y donde yo vivo no lo puedo conseguir.

- ¿Y por qué no bajas al pueblo a comprarlo? Eso no debería ser un problema para ti que andas repartiendo bolsas inagotables de monedas de oro.

- Veras, es que por un lado no puedo bajar al pueblo, sería peligroso para mí, y por otro lado no puedo gastar esas monedas. Son para regalar a los hombres buenos como tú no para nosotros.

- Shun ¿dónde vives? – pregunta intrigado.

- ¿De veras quieres saberlo?

Yhoga asiente con la cabeza acariciando muy despacio el rostro del niño y maravillándose por la suavidad de su piel y la blancura de la misma.

- Me gustan tus manos sobre mi piel. Por favor sigue acariciándome.

- Mis manos son ásperas y llenas de callos ¿cómo pueden gustarte?

- Me gustan porque son las manos de un hombre con un gran corazón, porque reflejan la dureza de su vida y su fe inquebrantable en los demás... y sobre todo me gustan porque son tuyas.

- Shun ¿eres un duende?

- ¿Eso te molestaría Yhoga?

- No, la verdad que no pero me gustaría saberlo.

- En efecto soy un duende, pertenezco a este bosque, soy su guardián al igual que el resto de mi familia y amigos.

- Un duende – murmura sin extrañarse por ello- No podía ser de otra forma, eres muy hermoso Shun.

Shun le mira parpadeando picaramente y sonrojándose levemente con una risa juvenil y llena de frescura se lanza al cuello de Yhoga para abrazarle y besarle en los labios pillándole por sorpresa.

- Shun ¿qué... que haces?

- No te ha gustado – le dice separándose de él- Lo siento, no debí seguir mis impulsos. ¿No estas enfadado, verdad?

- No lo estoy Shun, claro que no, es solo que me ha sorprendido, no esperaba que hicieras algo así. Es más debo confesarte que me ha gustado.

- ¿En serio te ha gustado? Entonces podemos repetirlo, seguro que ahora te gusta mucho más.

Sin una sola palabra Yhoga le rodea por la cintura atrayéndole hacia él y después de contemplarle durante unos segundos une sus labios con los de el niño en un largo y apasionado beso.

- Shun, Shun ¿qué me has hecho? Me has robado el alma y la voluntad pero no me importa, no quiero separarme de ti, no quiero el oro que me diste, solo quiero estar a tu lado para siempre... por favor llévame contigo a tu mundo.

- Si eso es lo que quieres, lo haré... vendrás conmigo... a mi mundo... pero antes disfrutemos de este rico queso ¿quieres?

Yhoga rompe a reír feliz mientras se separa del niño y comienza a partir el queso en trozos pequeños que le tiende para que elija el que más le apetezca. Mientras Shun da buena cuenta del queso Yhoga se come un par de rebanadas con mermelada y miel sin apartar en ningún momento la vista de ese chiquillo tan encantador.

Cuando acaban con todo Shun se levanta y tendiéndole la mano le ayuda a levantarse para adentrarse mucho más en el bosque. Después de un rato andando y perdiéndose en la oscuridad que va cayendo lentamente llegan a un extraño anillo de setas que rodean una amplia explanada de hierba.

- ¿Sabes lo que es esto Yhoga?

- La gente lo llama el anillo de las hadas, pero en realidad no se lo que es.

- Pues es eso exactamente. Si saltas al interior de este anillo cogido de la mano de un duende o un hada en una noche de luna llena entraras a su mundo y nunca podrás volver a salir de el.

Yhoga contempla el anillo en silencio durante unos minutos, procesando la información que acaba de darle su niño peliverde. Lanza una mirada en la dirección de su cabaña y hacia el pueblo para volverla al rostro de Shun y quedarse prendido en sus hermosos y grandes ojos.

- Adelante, llévame a tu mundo. No tengo nada de valor en este salvo un par de amigos y unos cuantos libros que no he leído, nada comparado con pasar el resto de mi vida junto a ti.

Shun asiente y cogiéndole de la mano a una inclinación de su cabeza saltan al interior del anillo. De pronto la oscuridad les rodea, el bosque se difumina rápidamente a su alrededor y Yhoga se aferra con toda su fuerza a Shun al sentir el suelo desaparecer bajo sus pies y el vacío del estomago cuando el cuerpo cae libremente por el espacio. Al cabo de unos minutos que a el le parecen una eternidad una hermosa luz proveniente de miles de antorchas ilumina todo a su alrededor descubriéndole un lugar muy hermoso. Un lugar cuyo suelo esta alfombrado de hermosas y fragantes flores, con unos árboles majestuosos y más altos que el mismo cielo. Unas hermosas construcciones de ramas y flores se sostienen entre sus ramas y de ellas empiezan a descender hermosos jóvenes de ambos sexos, algunos de ellos con alas a su espalda.

- ¿Te gusta lo que ves amor? – le pregunta Shun arrancándole de su estupor.

- Todo esto es increíblemente hermoso... pero ¿por qué no hace frío? Y el cielo, oh Shun, esta cuajado de hermosas estrellas... nunca había visto tantas ni siquiera en las noches más claras de verano...

- Mi niño, aquí es primavera eternamente. Al igual que tu juventud será eterna a partir de este momento. Nunca envejecerás ni enfermaras, la magia blanca es la que sustenta este lugar, y mientras una sola persona crea en ella y por consiguiente en nosotros, nunca desapareceremos ni cambiara este sitio.

Shun se suelta suavemente de su abrazo y le tiende un vaso labrado en el más fino cristal lleno de un líquido color ámbar.

- Bébelo, no temas. Es ambrosia, dulce y refrescante como será tu vida a partir de ahora.

Yhoga toma el vaso en sus manos y bebe hasta la última gota bajo la mirada satisfecha de Shun que le abraza y besa cuando termina.

- Ahora ya formas parte de nosotros. Puedes elegir que hacer en el futuro: quedarte en el pueblo y vivir sin ninguna preocupación o bien y al igual que yo, dedicarte a premiar o castigar a los humanos según sus actos hacia el bosque.

- Creo que me dedicare a repartir bonanzas o penurias como haces tú. Me gusta la idea de hacer feliz a la gente.

- ¡Estupendo Yhoga! Así podremos estar siempre juntos. Y ahora vamos a disfrutar de la fiesta, bailemos y amémonos hasta que amanezca.

Y efectivamente eso es lo que hacen, aunque hacen más hincapié en el hecho de amarse y conocer mutuamente sus cuerpos a la perfección. Al día siguiente después de un satisfactoria descanso aparecen en el bosque donde se conocieron. Permanecen ocultos a los ojos de las personas que pasan por el hasta que escuchan el ruido de un hacha cortando madera. En silencio se acercan al lugar del que procede el ruido y se quedan paralizados al ver el destrozo causado: dos hermosos árboles, muy frondosos y con varios nidos en sus ramas junto con pequeñas madrigueras de ardillas yacen en el suelo. Un hombre joven y fuerte esta talando otro árbol igualmente lleno de vida del que escapan volando varias especies de pájaros piando alarmados.

- Es Ikki – murmura Yhoga horrorizado por lo que esta haciendo.

- ¿Le conoces amor? – pregunta Shun con lágrimas en sus ojos por la muerte de semejantes ejemplares.

- Si, vive en el pueblo. Y ahora que recuerdo, cuando conté nuestro encuentro a unos amigos míos él estaba sentado tras nosotros. Debió de escucharnos y ahora quiere una bolsa de oro para él.

- Si hace esto con los árboles por avaricia imagino que no será nada amable ni caritativo en su vida.

- ¿Ikki caritativo y amable? No, no lo es. Se pasa la vida sin trabajar, cogiendo todo lo que quiere sin pagar y golpeando sin ningún pudor a quien se enfrente a él.

- Hmmm, eso merece una “recompensa”, ¿quieres hacerlo tú o prefieres que sea yo?

- ¿Y si lo hacemos los dos juntos?

- Muy bien cielo, los dos juntos. Vamos a aparecer ante él antes de que tale ese hermoso ejemplar.

Ambos aparecen justamente delante de Ikki por lo que se queda con el hacha en alto mirándolos totalmente sorprendido. Cuando se recupera deja el hacha clavada en el tronco y cruzándose de brazos se encara con Shun.

- Tú debes ser el que anda repartiendo monedas de oro por cortar árboles. Muy bien, he cortado dos y medio así que quiero tres bolsas.

- ¿Tres? – responde Shun mirándole fijamente- En todo caso serían dos y media, ese árbol aún esta en pie.

- Eso es fácil de solucionar, en unos minutos estará en el suelo.

- No es necesario – se apresura a decir Shun- serán tres bolsas.

Con un ligero movimiento aparecen tres bolsas a los pies de Yhoga y de Shun. Este último indica a su compañero que le de a Ikki las bolsas.  Yhoga las coge una a una y se las da en silencio mirándole con mucho enojo por la tala de esos árboles llenos de vida.

- Bien, bien... esto es fácil. Mañana vendré con una sierra eléctrica y me darás más bolsitas de oro ¿verdad que sí pequeñín?

- No le toques – exclama Yhoga apartando de un manotazo la mano de Ikki de la mejilla de Shun- Ya tienes tu oro márchate.

- Vaya, vaya, parece que ya has encontrado quien te de calor por la noche. Hacéis una linda pareja – se da media vuelta y se dispone a marcharse no sin antes decirles por encima del hombro- Y recordad que mañana vendré a por más.

Cuando desaparece de su vista Yhoga se vuelve a Shun con una gran angustia reflejada en sus ojos.

- ¿Qué vamos a hacer? ¿Cómo vamos a detenerle mañana?

- No te preocupes Yhoga, no va a volver. En cuanto meta la mano en esas bolsas te aseguro que se le quitaran las ganas de volver.

- ¿No hay oro en ellas?

- Por supuesto que no. Las bolsas de oro son para las personas con un bello corazón como tu amor. Para las de negro corazón hay otro “premio” más adecuado.

Shun se acerca al árbol a medio talar y poniendo sus manos sobre el corte consigue regenerar la madera quedando solamente una leve cicatriz blanquecina pero intacto. Los pájaros vuelven a sus ramas piando una alegre melodía en agradecimiento por salvar su hogar.

Mientras en el pueblo Ikki entra en la mejor sastrería del lugar dispuesto a comprarse todo un ropero nuevo de la mejor calidad y de los más caros paños. A la hora de pagar en vez de monedas de oro lo que saca son trozos informes de carbón totalmente embardunados de excrementos de vaca poniéndose la mano y el mostrador totalmente negro y pegajoso. El sastre al ver lo ocurrido lo primero que hace es llamar a la policía que vigila el pueblo y después sacando una gruesa estaca de detrás del mostrador molerle las costillas a un sorprendido Ikki que no puede entender lo que ha ocurrido con el oro. De ese modo el truhán acaba encarcelado pagando por todos los delitos que ha cometido en su vida y maldiciéndose por su avaricia, pues lo que más lamenta es haber perdido su libertad.

En el bosque Yhoga y Shun replantan dos arbolillos en el lugar de los caídos y se dedican a cuidarlos con mucho amor. Arbolillos que crecen cada día más fuerte y frondosos al compás del amor que igualmente crece entre ellos dos.


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