Música de instrumental, largos y decorados vestidos con muchachas metidos en ellos, caballeros con trajes de mínimo mil dólares.
Esa era, sin duda, una fiesta que no se veía todos los días.
Era una fiesta de los Saluja.
Más específicamente, de la empresa que llevaban. «Balbadd». Fiesta importante, porque se presentaría al nuevo dueño de ella.
Absolutamente todos los de clase alta estaban invitados, incluso competencia. Creían que era para intimidarlos, para mostrar el muy capaz e imponente jefe nuevo. Porque nadie lo conocía, era sorpresa. La mayoría había asistido por mera curiosidad, a ver quién era el que en esta ocasión se metería a ensuciarse las manos en ese podrido mundo de caretas.
Y allí estaban él, a uno de los lados, tratando de no mezclarse mucho con la multitud.
Vigilaba concienzudamente a todos los miembros de su familia. Gran parte estaban conversando con conocidos a unos metros de él. Su prima, ni idea de dónde estuviera.
Se permitió relajar cuando se reagruparon y comenzaron a hablar entre ellos. Su hermano menor, Kouha, hablaba maravillas del banquete. Sin duda, seguía siendo un inocente en ese tipo de mundo.
Fue cuando Kouha quiso arrastrar a todos al buffet, que se desprendió de ellos. Ahí podrían cuidarse solos.
Cuidando que nadie se percatara de su huída, salió por un balcón e inhaló, con los ojos cerrados.
Inhaló ese aire puro, que no se mezclaba para nada con la hipocresía que yacía adentro. Inhaló ese aire, que le invitaba a irse y perderse en él cual ave fuera. Inhaló esas esperanzas, de librarse de una vez por todas y para siempre de todo lazo con ese mundo egoísta.
Más cayó en la realidad cuando abrió los ojos. La amarga realidad, la cruda realidad. La ciudad se desplegaba frente a él, y detrás, se escuchaban las muchas risas que catalogaba como fingidas.
Suspiró, acercándose al barandal, y apoyándose contra él.
« Esas no son más que apariencias. » Pensaba. « Todos son unos doble caras. » Según su criterio, nadie se salvaba.
Él sólo se había quedado para proteger a su familia de malas influencias. Puesto que al morir sus padres, no le había quedado de otra. Estaba simplemente atado, por obligación.
Soltó otro suspiro, frunciendo el entrecejo. Miró al cielo estrellado, envidiando la libertad de las estrellas.
r13;Si tan sólo…
Un llamado lo interrumpió. Una voz a sus espaldas le habló.
r13; ¿Señor? ¿Se encuentra bien? r13;Preguntó, una voz que se notaba, era de un joven.
Kouen se volteó sin más para encarar a quien fuese el que estuviese allí. Pero se llevó una sorpresa impresionante al ver los ojos ajenos.
Eran almendrados, bastante puros. Se atrevía a decir, que eran los más limpios y puros ojos que había visto en toda su vida. Y lo desconcertaron.
r13;. . . ¿Qué? r13;Estaba sorprendido, pero no dio ninguna abertura para que dicha impresión se viese.
El joven sirviente se puso nervioso ante la imponente presencia ajena, y se cohibió. No pudo enfrentarle de frente, sólo, miraba hacia los lados.
r13;Es que… Es que la fiesta es adentro… Y-Y pronto… El anfitrión… r13;Intentaba explicarse. El sonrojo que le atacaba ferozmente, hacía juego con su rubio cabello.
Kouen cayó en cuenta de que se iba a perder la atracción principal de ese encuentro. Quedó cabizbajo.
r13;Ya entraré… r13;Anunció, mientras volteaba con lentitud y volvía a mirar aquel lienzo azul que nadie se detenía a mirar en esa lujosa mansión, esa misma noche.
Entonces los nervios dejaron al joven sirviente, y este se acercó un poco más, procurando no entrar en el espacio personal ajeno.
r13; ¿Hay algo que le moleste? r13;Osó de preguntar. r13;Sé que soy sólo parte de la simple servidumbre pero…
r13;No. r13;Interrumpió de inmediato el pelirrojo. r13;Creo que personas como tú son las que mejor entenderían esto.
r13; ¿Disculpe? r13;Se desentendió, sin comprender a qué se refería con aquello.
r13;Las apariencias. r13;Al parecer, se iba a explicar. r13;Realmente nunca sabes en quién confiar. En especial cuando se trata de esta clase alta… r13;Susurró lo último para sí, en un lamento ahogado.
r13;. . . r13;Tan sólo escuchaba atento. Parecía más como si quisiese un monólogo, que una conversación.
Ante la nula respuesta, Kouen suspiró, recordando su anhelo.
r13;Sólo… Si tan sólo…
r13; ¿“Si tan sólo pudiese escapar de esta realidad”? r13;El joven completó la frase, con una sonrisa.
El mayor tan sólo giró su rostro para verlo, sorprendido por una segunda vez, sólo que ahora, más notoriamente.
Tanto así, que se le quedó viendo.
r13;No se preocupe, Señor. Algún propósito, algo que solo usted puede hacer lo mantiene acá. r13;Declaró.
r13;. . . r13;Más no hubo respuesta.
En esos cortos segundos de silencio, una conmoción se escuchó viniendo desde adentro, mientras el presentador anunciaba que el anfitrión sería presentado, el nuevo jefe de la empresa Balbadd.
El joven, volvió a hablar.
r13;Koumei-dono, Kouha-dono, Hakuryuu-dono, Hakuei-dono y Kougyoku-dono le están esperando, Kouen-dono. r13;En todo momento, una sonrisa adornó su rostro.
Ahora sí la sorpresa quedó por completo plasmada en el rostro del pelirrojo, quien ya no sabía qué pensar.
r13;Ya debo irme. r13;Anunció, mientras hacía una reverencia, y se daba media vuelta para volver a la fiesta.
r13; ¡Espera! r13;Lo detuvo, por instinto. r13;Quién… ¿Quién eres…? r13;Debía saberlo, a cualquier costo.
Más una sonrisa de cortesía, que más parecía de Adiós, lo cortó. r13;No es necesario que lo sepa.
Sin más el rubio abandonó el balcón.
A una velocidad impresionante Kouen lo siguió, pero el joven sirviente ya se había perdido entre la multitud.
Se disponía a buscarlo, a preguntarle su identidad, cuando se topó de lleno con su prima. Aquella le detuvo, y se vio obligado a volver con su familia, y dejar ese extraño episodio, ajeno a la fiesta, en el pasado.
Cuando todos los presentes se acomodaron en el salón, y los murmullos fueron cesando, la luz se apagó, y hubo silencio completo.
Un proyector iluminó sólo una parte del escenario, donde se encontraba el presentador.
r13; ¡Les presento, con una radiante sonrisa, a la nueva cabeza de la empresa! r13;La luz se desvió a un telón, que poco a poco se fue abriendo, dejando la incertidumbre en todos los presentes. r13; ¡Alibaba Saluja!
Ahí estaba, parado en medio, con una sonrisa de confianza. Aún vestía el traje de sirviente.