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Wings of Destiny por Kaiku_kun

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Notas del fanfic:

¡¡Un nuevo fic de Kaiku-kun!!  Este fic es de aventura, mitología, no hay escenas gore ni extremadamente violentas, es (de momento) para todos :3. Pese a que el origen de este fic es un sueño de asesinos en serie que tuve hace unos días jajaja -.-'

Este fic está dividido en dos partes muy claras. Una del cap. 1 al 5 y la segunda del 6 al 11. La primera se centra en la mitología egipcia y la segunda en la japonesa tradicional.

Música: El título y el fic estan inspirados en parte de los versos la canción "Wings of Destiny" de Gamma Ray. Pero el verdadero inspirador, el que me ha dado todo el impulso necesario, ha sido la banda Lacrimosa, con su música neoclásica fundida con rock gótico, en particular el disco Fassade.

 

Para todos aquellos que querráis seguir mis otros fics y ver algunas fotitos chulas, aquí os dejo mi página de facebook! Un like es felicidad! Y si se comparte es aún mejor! https://www.facebook.com/kaikufics/

Notas del capitulo:

No es el primer fic que hago de Yu-Gi-Oh, pero sí de esta pareja jeje disfrutadlo mucho :)

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1. Pequeño souvenir

 

Botes, botes, daba muchos botes. Miraba por la ventana y era lo que su mente hacía. Dar botes. ¡Se sentía tan animado…! Estaba viendo Egipto con sus propios ojos y quería recordarlo todo.

—Yugi, parece que en cualquier momento vayas a salir disparado por la ventana del avión… —le dijo su abuelo, Sugoroku, contento y a la par preocupado por su nieto.

—¡Pero es que ya estamos! Ya llegamos…

Sonó la alarma del avión para que se prepararan para el aterrizaje y aun así ese culo inquieto no dejó de mirar por la ventana que tenía a su izquierda. Vista directa a las pirámides.

Se desilusionó un poco cuando se encontró atrapado esperando su maleta, encerrado en el edificio del aeropuerto. Estaba impaciente por dejarlo todo en el hotel y empezar a mirar cada pared, cada obelisco, cada “lo que fuera” que encontrara sobre el Antiguo Egipto.

Por suerte el hotel sí quedaba cerca, así que el abuelo tuvo que ir al ritmo frenético de Yugi para no perderle de vista. Por algún milagro, el chavalín se quedó mirando por la ventana la ciudad de El Cairo, momento que aprovechó su abuelo para hacer planes.

—Oye, Yugi, mira, entre hoy por la tarde y mañana vamos a ver las Pirámides de Guiza y los alrededores. ¿Qué te parece? Ya está todo reservado. Pasado mañana haremos una excursión por el delta y luego…

—¡Todo me va a parecer genial, abuelo! Quiero que sea una sorpresa todo lo que veamos. Sé que todo me va a gustar —contestó él, abstraído, mirando las calles cercanas al hotel. Se había fijado en un particular mercadillo, un par de edificios más allá, en el que había mucha gente. Algo le decía que le gustaría lo que vería allí—. Oye, abuelo, ¿vamos a ese mercadillo de ahí antes de ir a las pirámides?

—Vas a tener toda la semana para ir —le dijo, intentando calmarle un poco—. Además, sé que verás un montón de cosas para comprar y sabes que no nos podemos permitir de todo.

—Pero algo me dice que encontraré mi souvenir favorito allí.

“Algo me dice”. Sugoroku sabía bien de ese instinto que tenía Yugi. También lo tuvo él cuando estuvo investigando en Egipto tiempo atrás. Siempre seguía su instinto, por ridículo que fuera y aunque errara, y casi siempre le aportaba algo nuevo o importante. Y Yugi había heredado ese toque.

—Está bien. Podemos ir ahora, así tendrás tiempo para mirarlo todo.

“Total, los planes no los quiere saber y yo lo tengo todo arreglado…”, pensó Sugoroku, mientras veía a su nieto correr por su bolsa y empezar a abrir la puerta de la habitación. Menos mal que se les había ocurrido comer temprano.

Yugi se comportó hasta que llegaron al mercadillo. No se conocía para nada el funcionamiento de la ciudad, así que prefería aguardar a alguna señal que le dijera cuando cruzar la calle y esas cosas. Lo que parecía que nunca sucedía. Sugoroku vio cómo su nieto empezaba a desesperarse a su lado.

—El mercadillo no se va a mover de su sitio —bromeó.

El chico ni se inmutó, lo único que hizo fue simular que corría sin moverse. Hasta que un montón de gente empezó a cruzar la calle, entonces agarró la mano de su abuelo y ambos trotaron hasta el puñetero mercadillo.

Allí, el barullo era tal, que abuelo y nieto no eran capaces de escucharse su propia voz. Para asegurarle a su abuelo que no iba a pasar nada, Yugi mantuvo el apretón de manos así no se perderían en el mar de gente. Pasaron por puestos de comida, puestos de ropa, de bártulos normales, hasta que llegaron al rincón del mercadillo, donde había un hombre sentado en el suelo alfombrado de su más que diminuta tienda (pues lo único que había era trastos y ninguna manera de saber si detrás de ellos había edificio o pared). Esa tienda estaba bastante despoblada, así que Yugi pudo mirar con comodidad. El dueño le dijo algo, pero no entendió ni una palabra.

—¿Qué ha dicho? —le preguntó a su abuelo.

—Que puedes mirar lo que quieras, y que si le necesitas, te puede ayudar.

Yugi le sonrió con su cara de bonachón adorable para hacerle saber que había recibido el mensaje y siguió buscando con la mirada. Vio de todo. Joyas baratas, collares de piedras de muchos colores, estatuillas de recuerdo de dioses egipcios, pequeñas maquetas de templos y de pirámides, hasta un ajedrez con piezas de soldados y gobernantes. Algunas de esas curiosidades estaban sucias o desgastadas, probablemente de haber pasado mucho tiempo ahí. Pero detrás del todo, en una repisa polvorienta, había lo más desgastado de todo. Una pequeña placa, no más grande que un libro de bolsillo, con unos pequeños relieves, diminutos. Era quizás lo más antiguo e insignificante de la tienda. Era ideal.

—¡Quiero eso! —señaló Yugi al vendedor.

—Interesante… —pensó en voz alta su abuelo. El vendedor se lo dio y empezó a explicar cosas, que Sugoroku tradujo instantáneamente—: Dice que tienes buen ojo, que es una pieza a saber de vieja y que hace años que la tiene. Se supone que representa a Isis, cerca de las pirámides de Guiza, con dos chicos arrodillados delante de ella. Eso en la cara. En la cruz, está Isis de frente al dios Set, con un pájaro grande protegiendo a un ser medio pájaro y medio humano.

—¡Es perfecto! ¡Me lo quedo! —exclamó muy animado Yugi, con el relieve en sus manos.

—Nos lo llevamos. ¿Cuánto es? —le preguntó Sugoroku al vendedor, en inglés.

—Un dólar. Simplemente.

—¿Tan barato? ¿Por qué?

—Tu nieto es especial. Nadie jamás se había mirado hasta ahora este relieve. Conservadlo bien. Lleva el espíritu de Egipto.

—Muchas gracias, buen hombre —le agradeció, mientras le daba la mano.

Mientras se iban, Yugi miró atrás, hacia el vendedor. Éste se había vuelto a sentar y saludaba muy animadamente con la mano. Parecía que hubiera hecho la venta del siglo.

Subieron de nuevo a la habitación. Allí, mientras Sugoroku preparaba algunas cosas para la visita a las pirámides, Yugi sacó el relieve y se lo quedó contemplando. Pesaba lo suyo, pero no quería llevarlo en ninguna otra parte que no fuera su bolsa.

—Tiene pequeños jeroglíficos… —observó, recitando en voz alta como su abuelo siempre hacía—. En las dos caras. Los dibujos son tan bonitos… Pero no entiendo lo de los pájaros. ¿Será algún mito desconocido? —Luego alzó la voz para su abuelo—: Abuelo, ¿me podrás traducir los jeroglíficos del souvenir? Es que tiene algunos…

—Claro, suponiendo que no se los hayan inventado… —le comentó desde el baño—. Pero ahora es hora de irnos, el autobús nos espera.

A un ritmo menos enérgico que el de hacía un rato, abuelo y nieto se dirigieron a la estación de autobuses más cercana. Llegaron con tiempo, así que, cuando se sentaron en la silla del bus, Yugi sacó un poquito el relieve, lo justo para ver ese pájaro grande protegido por Isis.

—Anda, mira su cola —comentó Sugoroku, que miró de casualidad al pájaro—. Está partida.

—Eso parece… ¿es un error?

—Bueno, podría ser una golondrina. Es un pájaro protegido por Isis. Las golondrinas vienen en tiempos de cosechas a Egipto e Isis es una diosa de la tierra. Tendría su lógica.

—¿Y el otro pájaro, el que es medio humano?

—Ni idea. No se distingue tan bien…

Se pasaron el corto viaje hasta el aparcamiento especulando sobre el relieve, pero como tampoco se pusieron a traducir, al final no sacaron nada en claro.

Evidentemente, desconectaron totalmente en cuanto el guía empezó a explicar todo lo que pisaban los visitantes. Era un grupo japonés, así que Yugi se enteró de todo y olvidó su relieve por el asombro de escuchar y ver de primera mano todo lo que había en las pirámides. Tumbas pequeñas, grandes, templos, pirámides pequeñas, evidentemente las grandes, todo quedó fotografiado en masa por el propio Yugi. Se preguntó cómo le iban a caber fotos para una semana, si se iba a gastar la mayoría con todo lo de Guiza.

—No te preocupes, tenemos espacio de sobra —le tranquilizó su abuelo en un descanso antes de subir al bus de nuevo.

—Estoy reventado… Menos mal que por hoy hemos acabado.

—Ya me pensaba que pasaría esto, pero tú y el mercadillo… Parecíais inseparables.

Sonrió al notar el relieve presionándole la pierna derecha, dentro de la bolsa. Y luego miró al cielo. Estaba anocheciendo, así que se veían las estrellas y el sol a la vez. Era realmente bonito.

Entonces ocurrió algo inaudito: Casi sin verlo aterrizar, un pájaro se posó justo encima del relieve. Yugi se quedó paralizado y llamó en un susurro a su abuelo. Era una golondrina, que movía la cabeza como si esperara algo, y movía su bifurcada cola arriba y abajo.

—¡Qué monada! —exclamó controladamente Yugi. El pajarillo entonces se acercó un poco, a saltitos, y le pellizcó un dedo. Yugi no se movió, por miedo a espantarle—. Maldito, eso escuece… pero si me quisieras hacer daño, me habrías picoteado la cabeza.

—Qué escena tan curiosa… —comentó su abuelo, mientras le hacía algunas fotos sin flash, para no hacer daño a la pobre golondrina.

Cuando los del bus les llamaron, Yugi sintió pena por tener que levantarse. Algo debió de intuir el pájaro, porque levantó el vuelo, pululó al alrededor del chico y luego se fue volando hacia un sitio cerca de la pirámide de Keops. Y ya no volvió. Yugi tuvo que olvidarse de la golondrina en cuanto se cerró la puerta del autobús.

Para cuando llegaron al hotel, ya se había hecho de noche. Fueron directos al comedor (llenándolo de polvo arqueológico de las pirámides, como si fueran excavadores de verdad) para cenar rápidamente y subir a la habitación a leer los jeroglíficos del relieve.

Ya en la habitación, ambos se tumbaron en la cama y pusieron una lupa entre ellos y el relieve. Sugoroku empezó a leer en voz baja mientras se apuntaba su traducción instantánea en una libreta y Yugi aprovechó para mirar mejor a las figuras. Eran bien curiosas. Parecía como si el pájaro que protegía al medio humano fueran solo uno y fueran como fases de transformación. En el otro lado, esos dos chicos juntos a los pies de Isis le resultaban monos. Estaban el uno frente al otro (uno de espaldas a Isis y el otro de cara), arrodillados, mirándose. Parecían enamorados…

—Mira, ya lo tengo traducido. En la primera cara, que resulta que es la del pájaro, pone esto: “El enviado de Isis (que tiene el símbolo de la golondrina) aparecerá en su templo para protegerlo cuando Set quiera apoderarse de él”. En la cruz, la de los chicos, pone: “Solamente saldrá victorioso con la ayuda del amor inocente.  Entonces la señora de las pirámides (Isis) convertirá el amor en eterno en la sombra de su dominio”.

—Vaya, es todo un enigma… —comentó animado.

—No te creas. Fíjate: Set siempre fue enemigo de Isis y sus hijos y sus otros hermanos. Es normal encontrarse esto. Además, Isis solía bendecir con la paz y la prosperidad a sus creyentes. Luego está esto de las pirámides… sus dominios aquí son las pirámides de Guiza y todo el complejo.

—¿Cómo se sabe eso? ¿Hay más jeroglíficos?

—Pues sí. Isis tiene un templo al pie de la pirámide de Keops. Esta pieza debe de ser una antigüedad perdida de ese templo. Aquella estructura está bastante deteriorada.

—¡La golondrina! ¡Ella se fue hacia el templo!

—Sí, supongo que sí, pero… Yugi, no pensarás que todo esto es de verdad, ¿no?

—Pe-pero… la golondrina…

—Mañana iremos al templo, tranquilo. Y avisaremos a un responsable para que se cuide este relieve.

Yugi se tumbó en la cama, boca arriba, algo enfurruñado. Dejó el relieve a un lado para pensar y no quiso hablarle a su abuelo. Sugoroku encendió la tele para ver las noticias, pero claro, no entendían nada de lo que daban en ese país. Y no había canal japonés. Tuvo que contentarse en poner subtítulos en inglés. Acabaron escuchando de fondo un canal de noticias local. Yugi levantó la cabeza para ver lo que pasaba y ambos vieron en la tele a muchos policías acordonando una tienda.

—¿Qué ocurre?

—Hay un grupo de gente que está matando a buscadores de antigüedades, al otro lado de la ciudad. Dicen que buscan reliquias antiguas y quien no se las da, lo matan.

—¡Es horrible!

—Sí… pero no podemos hacer nada.

Abuelo y nieto se quedaron mirando la pantalla, hasta que las noticias cambiaron y empezaron a dar el tiempo. Entonces ambos apagaron la tele y decidieron que se prepararían para irse a dormir.

*  *  *

En el mercadillo, una tienda apartada estaba replegándose por última vez. Asim, el vendedor, se iba de la ciudad. Había oído sobre esos asesinos buscadores de tesoros. Sabía quiénes eran. Y no le convenía seguir cerca de ellos. Él ya había tenido su papel en esa historia.

Un canto agudo le distrajo de su trabajo y sus pensamientos. Se giró hacia la calle y casi en el borde de su alfombra encontró una golondrina que le miraba, curiosa.

—Eh, pero si eres tú… —le dijo con una sonrisa, mientras dejaba que el pajarillo le picoteara amistosamente el dedo—. No deberías estar aquí, es peligroso para ti. Dile a tu señora que su antigua profecía se está llevando a cabo. Un chico se ha llevado hoy vuestro relieve. Le encontrarás fácilmente. —El pajarillo movió la cabeza de arriba abajo, como si le instara a hablar más—. Yo tengo que irme. Los adoradores de Set van a venir a por mí. Otros sirvientes de Isis se han sacrificado por mí, no quiero que nadie más muera. —La golondrina le picoteó el dedo varias veces, moviendo la cola, y luego salió volando—. Adiós, viejo amigo.

Y Asim siguió con su laborioso trabajo de recoger todos sus objetos preciados.

Notas finales:

Comentarios son siempre bienvenidos! Y dadle una oportunidad a la música!


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