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Wickedness por Akire-Kira

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Notas del capitulo:

Estos trabajos míos son cada vez más oscuros...

Hola a todos, muchas gracias por darle una oportunidad a mi historia. Se agradece mucho, de verdad.

Para quienes estén relacionados con mis fanfics, sabrán que avisé que publicaría más historias. Aquí está otro de mis trabajos, que espero les agrade, o al menos entretenga.

Wickedness, y no podría haber escogido un título mejor:

Edward es un hombre de gustos caros, increíbles malos modos y océanos de cosas desestimables.

Está lleno de brillo metálico, transparencias multicolor, suavidad verde y pasiones incomprensibles; para muchos, disparatadas e inútiles. Es un desastre controlado. Está desecho, lo sabe, lo exhala —no lo niega, no le duele, lo disfruta, le encanta—, pero mantiene una fachada de acero sobre él la mayoría de los días. Y es capaz de mantenerla siempre arriba porque, hecho trizas o no, él es fuerte. Destructor. Indomable.

Jacob no puede decir que lo odia. Tampoco que lo ama. Lo que siente es tolerancia y un respeto forzado, fraudulento, tan obviamente fingido que las cosas entre ellos saben a drama barato y se ven decoradas por una monotonía centenaria.

Son graciosos juntos. Hilarantes. Preciosos.

También horribles. Malignos. Amenazantes.

Son seres superiores a mitad del purgatorio. Quienes resplandecen con luz propia y son inalcanzables para el resto de las almas en desgracia. Adoran serlo. Nacieron para serlo. Viene en sus genes, predeterminado junto al interés individual de quererse, de ser magníficos y letales guardándose las espaldas el uno al otro. Están podridos desde el centro y se siente bien estarlo. Es fantástico. No hay culpa, no hay remordimiento, no hay mucho además de éxtasis y deseos de más, más, más.

La vida es buena cuando no existe algo que en verdad te importe.

Es mejor cuando tienes la apariencia de un ángel y la gente piensa que no vas a dañarlos, que eres suave y estás a sus pies y que harás lo que te pidan. Jacob utiliza ese método siempre. Así fue como conoció a Edward y así es como llegó a convertirse en "su" Omega. Edward vio a través de sus perfectas actuaciones, de la tersura en su voz y el afrodisiaco que es su aroma. Lo observó y luego puso poder en sus manos a cambio de mantas cálidas, sonidos indiscretos y compañía —pseudo— estable. Darle eso no fue un gran problema para Jacob, quien es la cosa más bella a ojos de Edward, quien pertenece a la seda, al oro, al vino y a lo mejor como los santos pertenecen a los altares.

Siendo justos, Jacob es tan estupendamente malo como Edward. Es veneno. Hiere. Quema. Mata. Se entierra en la carne y sólo sale tras despegar el alma del cuerpo. No se va hasta saber que significa aire, agua y suelo para su pobre amante. Da la espalda a quien ya no llama su atención. Para su mente extraña, son bonitos adornos de carne y hueso, agradables al tacto y el olfato, ideales para dejarse montar por ellos y luego, cuando no fuesen tan bonitos, tan nuevos, irse a buscar otro. Porque muestra la misma fascinación por un bloque de plata pura que por una pila de heno seco. Imaginar cuán conmovido se siente al ver a alguien arrastrándose detrás de él es una idea sombría.

Por todo esto, Jacob representa un reto para Edward.

No le impresiona el oro, la plata o el platino. Usa como canicas las esmeraldas, los rubíes y los diamantes. Elige la franela y el poliéster frente a la seda egipcia y el algodón peruano. Se divierte recibiendo regalos, siendo cortejado, siendo deseado, pero jamás piensa en hacer recíproco el efecto del interesado en marcarlo. Ha rechazado a muchos —muchos— Alfas no sin antes orillarlos a gastar dinero, esperanzas y tiempo. Dándoles cariño falso y sexo siempre que lo quisieran y él se encontrara "de humor".

Pero, así como Jacob es estupendamente malo, el universo lo castiga haciéndolo inclinarse ante las reglas de la biología humana cada cierto tiempo. Esos periodos por los que se ve obligado a pasar están llenos de calor y malestares. La necesidad de un Alfa en sus días fértiles es la cosa más humillante que le sucede en la vida; y tendrá que soportarlo por muchos años más... Cuando Edward es quien lo ayuda a quedar satisfecho sin acabar marcándolo, aquella tolerancia se hace un poco más grande y el sabor a drama barato se diluye. Lo aprecia. A veces lo odia; pero como su odio es inconstante, las cosas entre ellos no son claras. Edward es para Jacob un montón de dinero bajo un intelecto admirable. No quiere ni necesita ver más de cerca mientras su libertad aún sea suya, mientras su cuello no tenga marca y los Alfas continúen dándole las cosas a las que está acostumbrado.

Hay momentos a lo largo del Celo en que se preguntan cómo sería un niño producto de su unión. La mezcla perfecta de sus defectos y malos hábitos, pero también de sus magníficas mentes. Alguien el doble de horrible. El doble de dañino. Tan hermoso…

Jacob imagina a una mujer que domine a grandes multitudes, que las encante con palabras y expresiones como él hace delirar a los Alfas con su olor y caricias. La visualiza al mando de la corporación de Edward, haciendo crecer sus redes hasta que los hilos se extiendan a través de los mares, entre las montañas y sobre las nubes. La ve ejerciendo su poder, doblegando a quienes la menosprecien por ser sólo una Beta —Jacob, si acaso tuviese un hijo, desearía que naciera como Beta. La vida es más sencilla así—.

Edward ve a un Alfa. Inteligente, capaz, el digno heredero de su gran fortuna. Fantasea con su apellido en la cima del todo, monopolizando el mercado y los medios. Un hijo que traiga honor y respeto a su casa por siglos, un hombre a quien las personas le teman y obedezcan. No le importan los métodos. Lo que hiciera, mientras fuese por el bien de su propio progreso, estaría bien. Carlisle estaría orgulloso de sus planes a futuro. Él es el hombre que le enseñó a Edward lo fantástico que es el mundo cuando ignoras las normas y nadie lo sabe.

Serían buenos padres. Juntos, hombro a hombro, le darían a la humanidad un espécimen superior. La grandeza del humano en una sola persona. Grandioso, bellísimo ser que pondría control a la sociedad descarriada. El ángel que se necesita en la Tierra. Ángel nacido de los caídos, purificado por las maldiciones de los mortales y glorificado por el comportamiento del infierno.

Aquel hijo inexistente podría ser la razón por la que ellos se encontraron.

Quizá son la pareja destinada, bendecida por los cielos, que las multitudes alaban y desean, que apoyan pese a sus injusticias e incongruencias varias.

Edward y Jacob son perfectos.

Unidos traerán lo mejor al planeta.

Notas finales:

Es tan obvio que están locos... oh, ente fanfic fue increíble de escribir. No espero que sea agradable de leer, pero... horrible no pudo ser, ¿o sí?

Muchas gracias por leer. Lecturas y comentarios se agradecen por igual.

Quisiera pedirles que si encuentran algún error por ahí me lo avisen para que pueda corregirlo. Sería genial que me ayudaran en eso :)

ADEMÁS, quisiera decirles que "Como el reloj que se detiene" cuenta con una continuación en Fanfiction.net. No pude publicarlo aquí porque no alcanzaba el mínimo de palabras, pero si quieren leerlo pueden buscarlo en mi perfil de la otra página. Buscándome como "AkireMG" o el fanfic, que se llama "Idéntico a los girasoles". Espero le den una hojeada :)

Nos leemos.


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