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S.O.S. [ChanSoo] por Kuromitsu

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Notas del fanfic:

Se compone de un one-shot y un epílogo. Espero les guste.

La vida para las personas comienza con su nacimiento, sí; pero la sensación de estar vivo empieza con algún suceso que las marca de tal manera, que olvidan momentáneamente el ser que han sido antes. Todos parecen recordar cuándo exactamente se han sentido vivos y lo atesoran inmensamente por buenas o malas razones. ¿La muerte de un familiar? ¿La primera ilusión amorosa? ¿El primer corazón roto?

Sí, todos recuerdan la sensación de “oh, estoy vivo, esto realmente está sucediendo”, ¿no es verdad? Pero la muerte, ¿quién es capaz de mirarla a los ojos y saber, “oh, estoy a punto de morir”?

Solo unos pocos afortunados.

Cayendo a cámara lenta al piso, con el regusto metálico de la sangre en su boca y el dolor desgarrador de sus músculos resentidos, no pudo evitar sonreírle a la muerte.

Su momento había llegado.

 

[Primer Lunes]

Ese día todo había salido más o menos, lo más eficientemente posible y normalmente a Do Kyungsoo algo como aquello le tendría con el mejor humor posible, pero no era así. De hecho, distaba mucho de lo que se conocía como “buen humor”.

Incluso siendo él una persona de carácter más bien taciturno —aunque fácilmente irritable—, el entrecejo fruncido que mantenía ahora mientras esperaba el inicio de la clase no anticipaba nada bueno. Y es que cómo estar de buenas cuando había tenido que inscribirse en la estúpida clase de “Música I” de forma obligada, después de que un idiota de primera le ganase el cupo para “Introducción a la Física Cuántica I”, única asignatura a la que había deseado entrar después de conocer la gama de disciplinas electivas disponibles para el semestre. Lo peor de todo es que la asignatura se impartía los lunes, miércoles y viernes, por lo que tendría que verse cara a cara con su peor pesadilla al menos tres veces por semana. Las matemáticas le iban de maravilla y más aún la física, pero ¿música?

¡¿Música?!

La música no era eficiente, la música era descontrolada e imposible de predecir, ¿qué gusto podía tener la gente por ello?

Resopló en su asiento, en el sitio más alejado del salón y de las personas que se hablaban emocionadas entre sí porque todo aquello era demasiado molesto. Conversaban muy alto y muy rápido, como moscas zumbando de aquí a allá sin ser capaces de estar quietas ni un segundo.

Al menos había logrado encontrar una asignatura en la que podía estar sentado y que no demandaba mayor esfuerzo físico; de haber entrado a algo como básquetbol o fútbol estaría firmando los documentos de renuncia en la oficina del rector y huyendo de la universidad a toda velocidad.

Habían cosas que podía hacer a regañadientes como lo que estaba haciendo en esos instantes, y otras que no podría hacer ni aunque le pagaran… como hacer deporte.

Bajando los ojos hacia su abdomen se encontró con el depósito de grasa de su estómago. No era demasiada pero estaba ahí, como señalándole con el dedo por su falta de iniciativa. Sacudió la cabeza y volvió a enfocarse en la parte delantera del salón, porque no tenía sentido comenzar a deprimirse en un momento como aquél, no después de las palabras insistentes de Jongin cuando le había pillado cabizbajo debido al mismo problema.

“Me encantas así como eres, Soo y no estás gordo, al contrario”

El entrecejo fruncido se transformó en una expresión más suave durante una milésima de segundo, y casi logró sonreír. Jongin… cuánto lo extrañaba en estos momentos. A su Jongin, a la persona que solía despertarle con juguetones besos en la nuca, con quien había tenido su primera, segunda… décima vez; el que llegaba a ser molesto de lo mucho que repetía “te amo”.

Sonrió, pero esta vez de nostalgia porque Jongin ya no estaba y no volvería. Se había ido para siempre.

—¡Oye! —pestañeó, sorprendido ante la persona que le movía la mano delante de sus ojos con más entusiasmo del requerido. Un chico de proporciones mastodónticas (aunque delgado como una vara) estaba al frente suyo con una sonrisa tan grande que fácilmente podría dar la vuelta a toda su cabeza, y con unas orejas tan prominentes que no podía dejar de mirarlas, anonadado. Se parecían muchísimo a una persona que había conocido tiempo atrás, pero era imposible—. ¿Tú eres Do Kyungsoo, verdad?

Pestañeó una, dos, tres veces sin saber cómo reaccionar. Tenía al otro chico tan cerca que casi podía verse a sí mismo yendo a la comisaría por una orden de alejamiento. Y además, ¿cómo diablos sabía su nombre? No era especialmente popular en el colegio y jamás había asistido a una fiesta, así que aquello estaba descartado. Y ahora que estaba en su primer año de universidad las cosas no habían cambiado un pelo, solo había pasado un mes desde el comienzo de las clases y no había sido nada difícil el pasar desapercibido junto al resto.

No era como Jongin, quien parecía irradiar un aura magnética a su alrededor. Nunca podría ser como él, pero tampoco lo quería especialmente, no después de…

—¡Entonces sí eres tú! —la voz grave del chico cortó sus pensamientos en seco y se apresuró a negar con la cabeza, nervioso—. Has crecido apenas unos centímetros, ¿no, D.O.?

—¿D.O?

Ese apodo sonaba tan familiar…

Algo hizo click en su cabeza y lo recordó. Lo recordó todo. El niño con el que solía jugar en las tardes cuando eran pequeños, con quien había pasado tanto tiempo en el parque camino a la escuela. Ese niño rechoncho y fanático de los hurones, el que solía tomarle la mano y no soltársela durante todo el camino hacia el colegio donde estudiaban juntos, ese mismo niño…

Imposible que fuese la misma persona.

Delante de él no se encontraba más que un joven —casi hombre, de no haber sido por la idiota sonrisa infantil que cruzaba toda su cara— de cabello azabache y tan alto que estaba seguro, podría tocar el techo de proponérselo. Tan delgado que casi podía adivinar sus costillas a través de la ropa. Y sobre todo, tan bien parecido que distaba mucho del mocoso que por un año había sido su amigo inseparable antes de mudarse y desaparecer de su vida sin siquiera avisarle.

—¿Yeollie…? —no alcanzó a decir más antes que el mayor le envolviera en un abrazo tan apretado que apenas pudo respirar. Por suerte no duró más de un par de segundos ya que con un golpe certero terminó alejándolo de sí—. Sigues igual por dentro, al menos.

 —¿Desde cuándo que no te gustan los abrazos? —se agarró el brazo golpeado con aire dramático—. Antes siempre me los recibías, D.O.

—Éramos niños —contestó secamente, sin poder evitar que una sonrisa asomara en sus comisuras. Definitivamente era Park Chanyeol o Yeollie, como solía decirle cuando apenas tenían doce años de edad. Hasta esa sonrisa era la misma, ¿cómo no había logrado identificarla si era tan única?—. Será mejor que te sientes, el profesor acaba de llegar.

Apuntó al hombre con su lapicera y no hizo falta más para que el joven se sentara a su lado, pero no por ello la conversación terminó. O al menos, no por parte de Chanyeol, quien trataba de sonsacarle información hablando “bajito” para que nadie más los escuchase aunque era sencillamente imposible; la voz antes insoportablemente aguda de su amigo ahora había descendido al menos dos octavas pero seguía siendo igual de ruidosa. El resultado era que no pasaban más de diez minutos sin que el profesor les llamara la atención por la falta de interés y maldita sea, pensó Kyungsoo, ¿es que Yeol no podía estar callado al menos por la duración de la clase?

—Do Kyungsoo, es su turno. Díganos por qué quiso entrar a la asignatura y su talento, por favor.

El chico aguantó la respiración. Ya todos habían dicho sus motivos y aquello en lo que eran buenos, parecían ser todos unos fanáticos irremediables de la música. Dejó salir su aliento y se levantó con cuidado de no mirar a nadie a los ojos, nadie tenía por qué saber que tenía pánico escénico y que la lengua solía trabársele en frente de extraños.

—Porque… el último cupo para “Introducción a la Física Cuántica I” lo tomó un i… un chico delante mío —mordió con fuerza su lengua. Un imbécil, un idiota, un inútil; todas palabras a evitar frente a un profesor— No tengo ningún talento musical, no sé tocar ni siquiera el triángulo. Eso es… todo, básicamente.

Se sentó bajo un coro de risas contenidas. Gran idea había sido la de entrar a una asignatura artística. ¿Habría todavía cupos en Fútbol? No parecía tan mal plan después de todo.

Pero entonces vio por el rabillo del ojo que la persona que tenía justo al lado se levantaba.

—¡Yo soy Park Chanyeol! —los ojos del menor enfocaron sorprendidos al gigantón que había tomado la palabra sin que nadie se lo indicara—. Y entré acá porque quiero ser músico, pero también porque no me da el cerebro para algo tan impresionante como la Física Cuántica, ¿a ustedes sí, acaso?

El murmullo de risas se terminó en un instante y todos parecieron ligeramente avergonzados, ante lo que Kyungsoo no pudo evitar sentirse agradecido. De cierta forma le había defendido de las miradas desdeñosas del resto sin que le temblase ni un músculo del cuerpo, con una sonrisa tan inocente que no parecía haberse dado cuenta de sus palabras cortantes como un cuchillo.

Miró por un par de segundos al de sonrisa radiante. ¿Cuándo se habían invertido los papeles? De pequeños él había sido el defensor del fan de los hurones, empujando a todo aquel que intentaba burlarse de Chanyeol simplemente por ser un amante de los animales. Sí, se había metido en un par de problemas por ello pero en su momento —y ahora— no le había importado en lo más mínimo; proteger a su mejor amigo era mil veces más importante que la simpatía de un puñado de niños malvados.

“¡Algún día yo te protegeré, D.O!”

Los papeles se habían invertido y justamente en un día que, había pensado, terminaría siendo un verdadero asco.

 

 

—¿Cómo ha ido tu día hoy?

Kyungsoo siguió sirviendo la comida que con dedicación había hecho después de llegar de la universidad.

—No ha pasado nada divertido en realidad, nada memorable —mintió, sentándose a comer en la gigantesca mesa para los dos, mirando fijamente su plato correspondiente pero sin ánimos de comer siquiera un bocado.

“No hagas contacto visual, no lo hagas, por lo que más quieras…”

—Ah, ya veo.

Suspiró. Al menos esa noche sería tranquila.

 

 

[Primer Miércoles]

Incluso desde antes de entrar al salón que sería su permanente locación por al menos tres veces a la semana por un mínimo de dos horas cada vez, sintió la imperiosa necesidad de salir corriendo. Después de todo aún quedaba tiempo para cambiar de electivo, ¿no? No tenía la obligación de ir a pasar vergüenza ni mucho menos, porque lo que se oía desde el interior del salón de música era efectivamente eso, música. Y lo que él podía producir era todo menos eso.

Chasqueando la lengua se obligó a sí mismo a entrar.

—¡Oh, Kyungsoo!

Y ahí estaba Park Chanyeol sentado en el banquillo de la batería, con la misma sonrisa amplia que había tenido el lunes. No le había visto durante el resto de la semana pero su buen ánimo era el mismo.

¿Es que no le dolían los músculos de tanto sonreír?

—Buenos días, Yeollie —respondió sentándose en una silla contigua.

A diferencia de lo que había pensado en un principio, no se sentía extraño llamarle Yeollie como solía hacer cuando pequeño, al contrario. Se sentía extrañamente familiar, como algo que debía ser así sin más motivo, como una pieza que hubiese encajado en un puzle.

—¿De verdad que no sabes tocar un instrumento? —las baquetas giraron alrededor de las grandes manos del mayor mientras miraba hacia la nada—. ¿Ni un poco?

—De verdad —asintió mientras recorría el espacio con la mirada. Todos parecían enfocados en su propio instrumento, y parecía que la guitarra había resultado ser la predilecta de la mayoría.

—¿Y tu voz?

Le quedó mirando, totalmente inexpresivo en su rostro pero con un caos mental en su interior. ¿Voz? ¿Cantar?

¡¿Cantar?!

Nunca lo había intentado en su vida, jamás, que recordase. La gente normalmente cantaba en la ducha o en los karaokes, o incluso cantaba porque sí y en cualquier lugar, sin embargo hacer algo como eso incluso en la intimidad de su hogar era sencillamente una opción descabellada. Si entender el ritmo de la música era una tarea dificilísima, entonces el intentar seguir la melodía con su voz era algo sencillamente imposible.

No, no había nacido para algo como eso.

—No —masculló, tomando una de las guitarras disponibles.

—Vamos, debes tener una linda voz —Chanyeol le instó, golpeando la batería con las baquetas con tanta naturalidad que parecían ser simples extensiones de sus manos—. Inténtalo, al menos.

—Definitivamente no.

Zanjó el tema con voz cortante, intentando ignorar el malestar en su pecho después de hablarle tan fríamente. De pequeño nunca había sido tan serio con él, pero con el paso de los años sentía la amargura del crecimiento tomar parte de su vida.

Chanyeol en algún momento, había sido capaz de eliminar esa amargura con sus sonrisas.

Trató con todas sus fuerzas sacar un acorde de la guitarra durante el resto de la clase, pero fue inútil. Mientras todos parecían disfrutar de la música solo una sensación rondaba por la cabeza de Kyungsoo: desagrado. Era tan molesto ver cómo el resto reía y se relajaba con la música, mientras que él lo único que deseaba intensamente era volver a sus clases de Ingeniería, volver a la seguridad que le daban los números y las teorías.

Lo impredecible no formaba parte de su repertorio de cosas favoritas, ni de asomo.

—Y bien —el profesor se levantó de su asiento donde había pasado la clase entera, tocando junto al resto una pieza musical en saxofón—, quiero que para el viernes me traigan una composición de al menos un minuto, ¿sí? Si quieren hacerlo por su cuenta o en grupo, es asunto de ustedes. ¡Nos vemos la próxima clase!

Mierda.

No, no podía estar pasando algo como ello. ¿Es que acaso lo había hecho a propósito, sabiendo que no era capaz de hacer siquiera un estúpido acorde? La cabeza comenzó a darle vueltas de preocupación.

—Kyungsoo.

Levantó la vista. Chanyeol desplegaba otra de sus tantas sonrisas, apoyando sus manos en sus caderas con pose de bufonesca autoridad.

—¿Quieres ser conmigo en la tarea? —los ojos del interpelado se abrieron lentamente en sorpresa, haciendo que el más alto se mordiera el labio con nerviosismo— Claro que si no quieres está todo bien y…

—¿Es que no estás molesto?

Kyungsoo siguió mirándolo, aún con los ojos abiertos en verdadero asombro. Le había hablado tan cortantemente pero él seguía ahí, como si nada hubiese sucedido. Insistentemente, como cuando se habían conocido por primera vez y él no había querido ser su amigo en primera instancia.

Siempre insistiendo, con su sonrisa eterna. Siempre.

—¿Molesto? ¿Por qué?

Ante la confusión honesta de Chanyeol, el de oscurísimos cabellos castaños (casi negros) no pudo hacer más que sacudir la cabeza.

—No importa, Yeollie. Seamos equipo entonces.

Y ante el grito de victoria del mayor, Kyungsoo no pudo hacer más que sonreír con melancolía. Chanyeol seguía siendo el mismo pero él lamentablemente, había cambiado tiempo atrás.

Irremediablemente.

 

 

—¿Alguna novedad, Soo?

El de semblante sereno siguió limpiando la ropa con infinita paciencia, con la espalda ardiéndole después de un día extenuante en la universidad. Necesitaba un descanso pero ya.

—No, nada —repitió como todos los días.

El silencio atravesó el departamento. Esa fría sensación que siempre se instauraba apenas llegaba a su hogar, ese horrible presentimiento de que todo se estaba desmoronando, que debía salir de allí lo más rápidamente posible.

Suspiró, aliviado al ver que su interpelante no añadía nada más. Al parecer se había tragado la mentira.

—¿Seguro que nada? —un escalofrío recorrió la espalda de Kyungsoo. Podía escuchar su voz justo detrás de él, pero ni siquiera se atrevió a darse la vuelta—. Entonces dime, ¿quién es “Yeollie”?

Entonces sí que se volteó. Tenía su celular en la mano, apuntando con la otra la agenda virtual de números que empezaban con la letra Y, el cual mostraba un solo nombre: el de Chanyeol.

 “Mierda”

 

 

[Primer Viernes]

Después de intercambiar teléfonos el miércoles —por mera presión de Chanyeol que, con gestos de niño pequeño le había rogado insistentemente—, habían terminado por quedar en el salón de música un par de horas antes del inicio de sus clases con el propósito de realizar la composición. Sin embargo, Kyungsoo no se encontraba ahí ni de broma.

Inmerso en la lectura de un clásico se había olvidado completamente de la tarea. O al menos pretendía hacerlo, leyendo y releyendo uno de sus cuentos favoritos. Había sido escrito hacía casi doscientos años atrás, pero de cierta forma se sentía como su propia historia.

Se sentía así pero no lo era, porque el final del cuento difería mucho de su propia historia. Sonrió con dificultad.

—Acá estabas…

Un agitado Chanyeol se doblaba sobre sus rodillas, intentando recuperar el aliento y secándose con una de sus mangas la sudorosa frente.

—Necesitamos… hacer… la composición —la voz le salió entrecortada y le miró a la cara, antes de que su expresión se contorsionara en una de profunda preocupación. Acercó una de sus manos al rostro de Kyungsoo—. ¿Qué te pasó?

Su mano se sentía suave, acogedora, cálida contra su fría piel. Sin necesidad de que dijera a qué se refería sabía que hablaba de la marca en la comisura de su labio inferior, la que ya estaba comenzando a cicatrizar de forma rápida. Se maldijo a sí mismo por no haber usado mascarilla, porque no quería que nadie le recordara el incidente.

—Me pegué con un mueble —desviando la vista, trató de sonreír para aligerar la tensión.

Chanyeol retiró su mano y el frío volvió a inundar el cuerpo del menor, sintiéndose repentinamente vacío.

Vacío. Realmente vacío.

—Aish, tienes que tener más cuidado —su regaño sonó más tenue debido a la sonrisa eterna que adornaba su rostro—. Vamos a hacer la composición, ¿sí?

No quería hacerlo la verdad pero no tenía más opción. Sin embargo antes de salir de la biblioteca —en la cual, afortunadamente, no solían hacer mucho problema si alguien era tan ruidoso como Chanyeol—, pidió el libro que había estado leyendo.

El que contenía ese cuento, el único que lograba estabilizar un poco su mundo.

———

Cuando llegaron al salón y Chanyeol tomó la batería, la voz de Kyungsoo no logró salir al primer intento. Ni al segundo.

Ni al décimo.

—Relájate, Soo —le repitió por enésima vez Chanyeol, sin borrar el eterno positivismo de su rostro—. Intentémoslo de nuevo.

No, no podía. Había algo malo en su interior, tal vez, pero definitivamente su voz no quería cooperar con el canto. Miró al mayor y la rabia le hirvió por dentro, porque, ¿cómo podía seguir con una estúpida sonrisa en su rostro incluso después de fracasar tantas veces?

¿Es que acaso era necesario lucir siempre tan feliz, tan despreocupado?

—No quiero intentarlo más —se levantó de la silla con las manos hechas puño. Si quería seguir intentándolo, que lo hiciera por su cuenta.

Prefería reprobar antes que seguir haciendo el ridículo y más frente a él. ¡Era un inútil ramo optativo después de todo! Su orgullo propio valía mucho más que eso.

—D.O.

Oh, no. Una sensación electrizante se extendió desde la punta de sus dedos al resto de su cuerpo. Chanyeol le estaba sujetando la mano con firmeza y suavidad al mismo tiempo, impidiendo su huida.

—Sé que cantas bien aunque te haya cambiado la voz con la pubertad, Soo. ¿Es que no te acuerdas de cuando éramos pequeños?

Y entonces los recuerdos enterrados en algún rincón de su mente se desplegaron frente a sus ojos. Lo había olvidado por completo, esas escasas veces donde él había cantado con su voz infantil mientras que Chanyeol le había acompañado con una guitarra demasiado grande para él. ¿Cómo había sido capaz de olvidarlo?

En algún momento había amado la música, igual que él… pero había dejado de hacerlo por alguna razón que no lograba recordar.

—Sigues… ¿sigues tocando la guitarra?

Le escuchó reír cortamente.

—Sí. Igual que en los viejos tiempos.

Aclaró su garganta y esta vez, la voz si salió a través de su garganta. Temblorosa al principio pero convirtiéndose en una más potente con el correr de los segundos, adquiriendo ese matiz que había olvidado por completo. Cerró los ojos, no quería ver nada mientras recuperaba poco a poco esa habilidad gastada por el paso del tiempo, solo necesitaba concentrarse en la música que salía desde la armoniosa guitarra de Chanyeol.

En ese sensación acogedora que se extendía en su pecho, lentamente.

—Cantas precioso, Soo.

Y Kyungsoo no supo qué hacer ante la voz grave del mayor más que bajar la vista, con el calor agolpándose en sus mejillas.

Igual que en los viejos tiempos.

 

 

—Hoy he tenido que cantar frente a la clase.

Lo soltó en medio de la cena, sin siquiera atreverse a mirar a su acompañante. No quería ver su rostro sorprendido ni mucho menos, solo lo había hecho porque tenía que quitar un poco el peso de su corazón. Podía mentir en mil y un cosas, pero todo tenía su límite y ese era precisamente el suyo.

—¿Y por qué no cantas para mí? Me harías feliz.

“Porque no quiero”

—Está bien —se resignó.

Lo hizo durante un par de segundos antes de que su interpelante le interrumpiera.

—¿Ese tal “Yeollie” te escuchó también?

—Sí, ¿por qué? —replicó, confundido.

—Entonces no me interesa.

Aunque esa fría decisión le dejó sorprendido por un par de segundos, una triste sonrisa no tardó en aparecer en sus labios, pero no hizo ademán alguno de querer ocultarla. Así que así iban a ser las cosas, no había arreglo alguno…

El dolor punzante de su labio inferior se acrecentó. Sí, exactamente así iban a ser las cosas y no tenía agallas para cambiarlas.

 

 

[Segundo Lunes]

Cuando Kyungsoo se levantó en la mañana, lo primero que hizo fue buscar su celular el cual reposaba debajo de su almohadón. Esa pantallita había sido su escape durante todo el fin de semana, porque estaba plagada de mensajes de Chanyeol y de la larga conversación que habían mantenido durante horas.

Se había enterado que el mayor ya iba en segundo año de Arquitectura pero que planeaba estudiar Música en un futuro no tan lejano, se había enterado también de que Chanyeol vivía solo en un asfixiantemente pequeño departamento céntrico gracias al dinero que le mandaban sus padres. En resumidas cuentas habían hablado de todo, todo lo perdido durante esos años.

O casi todo.

Sí, era un poco difícil responder a escondidas pero valía totalmente la pena.

“¿Cómo has despertado? Nos vemos hoy en clase, D.O.”

Intentó no sonreír ante el nuevo mensaje que iluminaba su pantalla, pero fue imposible.

—Ese imbécil…

———

Repentinamente después de la presentación del viernes todos querían acercársele bajo los más falsos pretextos, pero Kyungsoo sabía que era por la nota sobresaliente que habían obtenido con Chanyeol. La mejor de la clase.

Mirando al de grandes orejas, frunció el entrecejo. Estaba ahí, rodeado de las chicas de la clase quienes no hacían más que reír entre ellas y coquetear, de paso. Lo peor es que Yeol no parecía ni remotamente disgustado como él, sino que parecía disfrutar cada momento de su fama.

Bien, que lo hiciera. Si quería estar junto a gente hipócrita como esa, que lo hiciera. No le molestaba en lo más mínimo.

—Pero Chanyeol, ¿de verdad no hay nadie que te guste? —una de las muchachas alzó su voz, la cual tenía un timbre tan agudo que a Kyungsoo le zumbaron los oídos.

Se enfocó en los cálculos algebraicos que debía entregar al día siguiente. Sí, las obligaciones estudiantiles eran mil veces más importantes que saber si a Chanyeol le gustaba o no una persona. Claro que sí.

—No, no me gusta nadie.

La tinta salió con más fuerza en el cuaderno.

—Entonces, ¿por qué no salimos en una cita? Podría hacerte cambiar de opinión, ya sabes.

Suficiente, suficiente. Tomando sus cosas se levantó con más estrépito del que se había propuesto en un principio y salió lo más rápidamente posible del salón, hacia el tablero de mensajes donde sabía que se encontraban los anuncios de los cursos optativos. Pondría su firma en algún otro y al fin saldría de esa tortura, porque se sentía tan, tan molesto que estaba a punto de gritar por la rabia acumulada.

Revisó la lista de los cursos con cupos disponibles. Vóleibol, Cocina I, Jiu-jitsu…

—Jiu-jitsu —repitió, embelesado. ¿Cómo no se le había ocurrido antes? Con eso probablemente podría llevar sus pensamientos iracundos al siguiente nivel: la acción. Podría efectivamente, defenderse…

Defenderse. Llevó sus manos inconscientemente a su labio inferior, y una tímida sonrisa apareció en su rostro. Sí, definitivamente ese era el curso para él. Sacó con toda rapidez uno de sus lápices y mientras trataba de alcanzar el mensaje sobre su cabeza para inscribir su nombre, un largo brazo se interpuso entre él y su objetivo para rellenar el único cupo disponible.

No de nuevo, ¡no de nuevo!

—¡Maldita sea, yo llegué antes! —gritó fuera de sus cabales, dándose la vuelta, listo para golpear al grandísimo idiota que había ocupado su único pase a la libertad.

Enmudeció. La persona que se había interpuesto no era nadie más que Chanyeol, el que le miraba desde arriba con el brazo todavía extendido, acorralándole contra el tablero.

—Yeol…

—¿Por qué quieres salir de Música?

Bufó y trató de empujarle lejos de sí, pero fue imposible. Su cuerpo a pesar de ser delgado pesaba como mil toneladas, y ni siquiera empleando todas sus fuerzas fue capaz de moverle un mísero centímetro.

—Porque no quiero seguir aguantando a gente hipócrita como tú —soltó, golpeando el brazo del mayor—. Primero te enfrentas a esa manada de idiotas y luego eres todo sonrisas, no te entiendo.

No, no podía entender a la gente que era doble cara. Odiaba a la gente así, o mejor dicho… le tenía miedo. A esa clase de personas que parecían ser buenas en un principio y luego terminaban mostrando su verdadero rostro.

A esos monstruos de piel de oveja los conocía bien, demasiado bien.

—Lo siento.

Saliendo de sus turbios pensamientos, al fin volvió a fijarse en la persona delante suyo. Chanyeol se mordía el labio inferior con fuerza, con tanta fuerza que Kyungsoo temió que una gota de sangre saliera en cualquier momento. Le estaba viendo a través de un cristal transparente porque al frente suyo ya no estaba el Chanyeol sonriente, el Chanyeol niño, el Yeollie de su infancia.

Estaba viendo al Chanyeol hombre, ese con la respiración nerviosa, ese con el temblor en su voz. El que estaba detrás de ese positivismo aparentemente infinito.

—No importa —masculló, tratando de quitarle importancia al asunto.

El mayor se acercó más y terminó por apoyar su rostro sobre la cabeza de Kyungsoo, a lo que este respondió cerrando los ojos. Podía sentir su respiración meciendo sus cabellos, el aroma que expedía desde su cuello (a noches de verano, a recuerdos, a melancolía), y por primera vez después de muchos meses dentro de una situación tortuosa, se sintió al fin seguro.

Como en casa.

—Lo siento —repitió, con la voz ronca que tanto le caracterizaba.

Negó con la cabeza, haciendo que el mayor se despegara unos centímetros.

—No tienes por qué disculparte —contestó, sincero.

La única persona que debía disculparse con él una y mil veces (y que de hacerlo seguiría sin perdonarle) se encontraría con él dentro de unas horas; compartirían la misma cena, dentro del mismo silencio, infundados dentro del aura asfixiante que le era tan familiar.

Pero durante esos segundos lo único que quería sentir era esa sensación reconfortante que se extendía en su cuerpo al escuchar la voz preocupada de Chanyeol, su respiración tranquila revolviendo sus cabellos, su brazo gentil que en cualquier momento podía envolverlo en un abrazo pero que sin embargo, no lo hacía. Que respetaba su espacio.

Se sentía más que bien, como un sueño.

Un sueño imposible.

 

 

Soo, no has terminado de limpiar la habitación.

Sentado en el sillón ni siquiera tuvo ánimos para asustarse, como siempre. Sus pensamientos vagaban hacia los momentos que había vivido con Chanyeol y esa sensación de irrealidad, de que su situación tal vez mejoraría algún día.

Lo haré después contestó, fingiendo estar absorto en el libro entre sus manos. Estaba releyendo su cuento favorito, en búsqueda del mismo consuelo que le había permitido levantarse cada día sin decaer.

Pero esa sensación reconfortante ya no estaba ahí al releer esas palabras, sino que se hallaba ahora en la voz ronca de Yeol, en sus ojos almendrados, en su cabello azabache.

En él.

Intentó ignorar el latido de su corazón y rogó internamente para que no fuese audible desde el exterior, porque se sentía tan fuerte que parecía a punto de explotar.

—¿Después?¡¿Después?! sus manos se asieron con más fuerza al libro al escuchar esa voz cargada de furia, y se encontró deseando internamente el tener unos tapones en los oídos para no seguir oyéndole. Es que estás de nuevo hablando con ese tal Yeollie, ¿ah?

Ya te dije que dejé de hablarle respondió secamente.

Vivían en la falsa ilusión de la familia perfecta desde hacía tanto tiempo, que otra mentira no afectaba mucho el resultado, y al sentir sus pasos acercándose ni siquiera levantó la vista de su lectura. No quería verle, no quería oírle, no quería estar cerca de esa persona por más tiempo.

Mírame.

La fuerte mano en su rostro no le dejó más opción que mirar esos iracundos ojos, esa mueca que le revolvía hasta las entrañas. Y la sensación de miedo se acrecentó al ver que con la otra mano sostenía nuevamente su celular, esta vez con el historial de mensajes entre él y Chanyeol. Todas esas palabras que se habían dicho mutuamente durante el fin de semana a través de internet.

La ligera preocupación tras un “¿cómo has despertado hoy?, el cariño que subyacía a un duerme bien, incluso los emoticones excesivos por parte de Chanyeol

Lo sabía, lo sabía todo.

A ver si te atreves a mentirme de nuevo.

El más horrible de los escalofríos remeció a Kyungsoo al ver la torcida sonrisa de la persona, no, del monstruo delante suyo.

Cerró los ojos. Estaba acabado.

 

 

[Segundo Miércoles]

—Do Kyungsoo, ¡Do Kyungsoo!

La voz del profesor resonó por toda la sala, sin obtener respuesta positiva alguna. El más alto de la clase levantó la mano con más timidez de la que normalmente presentaba y habló, en representación de todos.

—Hoy no ha venido.

Mirando a la silla que se encontraba a su lado, tuvo dificultades para no suspirar de la frustración porque él no había llegado y tampoco había respondido al mensaje que le había mandado a su celular.

“Vienes, ¿verdad?”

Revisó por enésima vez su móvil. Seguía sin haber respuesta alguna.

 

 

[Segundo Viernes]

“¿Por qué no asististe hoy? Hemos visto la estructura del jazz y ha sido divertido, nadie pudo mantener el ritmo por más de dos segundos ㅋㅋㅋㅋㅋㅋ

ㅠㅠ Ya ni siquiera prestas atención a mis mensajes, Kyungsoo…”

“¿Has dormido bien estos días? Espero que sí. Nos vemos mañana”

“D.O, espero te dignes a venir hoy. Tendrás problemas con la asignatura si no lo haces”

Se detuvo justo a tiempo antes de escribir otro mensaje (siempre al mismo destinatario) porque era como tratar de mandar un mensaje a una pared: realmente inútil. Ni siquiera parecía haber leído alguno de sus mensajes, totalmente diferente al Kyungsoo de rápida respuesta con el que había conversado largamente en el fin de semana.

Era inútil tratar de esperar una réplica de su parte pero no podía evitar el actualizar la aplicación a cada minuto, deseando que fuese tan solo un problema de conexión y no de que Kyungsoo le estaba ignorando. Sus ojos se cruzaron con el tablón de anuncios donde estaba colgada la gama de cursos disponibles para el semestre, y analizando rápidamente los nombres de cada uno comprobó (con alivio) que su bajito amigo de la infancia no había colocado su nombre en otro que no fuese “Música I”. Eso solo significaba una cosa: D.O. ni siquiera había ido a la universidad durante todos esos días.

Tragó saliva y fue raudo hacia el salón de música a ocupar su lugar en la batería (como solía hacer desde el día uno), con una vaga esperanza que no tardó en desvanecerse porque a su lado la silla permaneció vacía.

 

 

[Tercer Lunes]

—¡Junmyeon!

Corriendo a través de los infinitos pasillos al fin había encontrado su paradero. El pulcro universitario —quien además, resultaba ser el presidente de la Federación Estudiantil de Ingeniería— se encontraba cerca de un lugar digno de alguien tan importante como él: saliendo de la biblioteca con una torre de libros en sus brazos tan alta que ni siquiera se veía su cabeza por sobre ella. Chanyeol vio al cúmulo de libros detenerse y suspiró aliviado.

—¿Chanyeol…? —dejando los libros en el suelo al fin pudo ver a su interpelante de respiración agitada—. Qué, ¿has reprobado una clase? Tienes una cara espantosa.

—Ojalá fuese eso —espetó el más alto, apoyando sus manos en las rodillas.

No podía ver a su amigo a la cara pero no era necesario. Ambos se conocían desde el año pasado cuando Chanyeol había entrado a su primer año de universidad, ya que durante la fiesta de bienvenida para los novatos sin querer se había caído, vaso en mano, sobre el ataviado estudiante —de ese entonces segundo año— arruinando por completo su traje. Sí, en ese entonces había sido una desgracia pero ahora no podía más que agradecer su torpeza, porque de no haber sido por Junmyeon, todavía estaría estancado en los fundamentos matemáticos de Arquitectura.

Qué mejor que tener al estudiante modelo de Ingeniería como amigo relativamente cercano.

—Tú… ¿sabes quién es Do Kyungsoo, verdad? —preguntó, todavía con el aliento entrecortado— Va en primer año de tu carrera.

—Oh, lo siento, este año no he tenido tiempo este año para conocer a los novatos —reconoció, rascándose la nuca—. Además cada año entran más y…

—Es bajito, como tú —le interrumpió y ni siquiera se percató de lo que sus palabras causaban en su amigo, porque no era para nada lindo ser llamado bajito por un hombre que, a todas luces, se salía de los parámetros normales con su altura de mastodonte—. Tiene el cabello castaño tan oscuro que parece negro, labios en forma de corazón y ojos muy, muy grandes…

—¿Grandes…?

Su mirada pasó de la neutralidad al horror total en el espacio de una milésima de segundo.

—No será… —se atragantó—. Un tipo me gritó por haber utilizado el último cupo de “Introducción a la Física Cuántica I” y puede que sea el mismo…

—¡Sí, él! —sonrió animadamente ante las palabras de Junmyeon, pero ni siquiera quiso preguntar qué había sucedido exactamente entre los dos. Si había alguien que podía poner la carne de gallina cuando se enojaba, era Kyungsoo—. ¿No lo habrás visto la semana pasada?

—No sé por qué buscas a alguien como él —susurró con los ojos perdidos, ante lo que Chanyeol no pudo más que sonreír. Era como ver a una computadora buscando entre la multitud de archivos que almacenaba, porque pestañeaba con la mirada fija en un punto del pasillo. Le vio fruncir los labios—. No, no recuerdo haberle avistado. ¿Por qué?

Suspiró. Cuando Junmyeon lograba reconocer a algo o a alguien, entonces grababa en su memoria —digna de un elefante— toda la información que obtenía de forma perfecta. El hecho que no lo hubiese visto significaba que, como temía, efectivamente llevaba una semana sin aparecer por las instalaciones. Un escalofrío recorrió su espalda.

—¿No sabes cómo puedo obtener su dirección?

Las opciones se le estaban agotando. Kyungsoo no había respondido ninguno de sus mensajes, su teléfono había sonado apagado cuando había intentado llamar y se había enterado al preguntar al profesor, que ni siquiera había presentado certificado médico alguno. Se había esfumado, sin más.

Pero no lo iba a permitir, no de nuevo.

—Va en contra de las reglas —espetó seriamente. Como presidente de la Federación tenía acceso a los registros familiares de cada uno de los alumnos, pero no podía simplemente decírselos a cualquiera que se lo preguntara porque de hacerlo el rector le mataría. Miró a Chanyeol con el ceño fruncido por un par de segundos, pero al notar la desesperación en sus ojos se estremeció. Esa expresión en su mirada… jamás, jamás la había visto—. Realmente lo necesitas, ¿verdad?

Asintió, cabizbajo. Junmyeon suspiró largamente y revolvió entre las cosas de su mochila hasta encontrar su celular. Si Chanyeol necesitaba esa dirección era por algo y conociéndolo, no sería para nada malo. No estaba mal saltarse las reglas para un caso excepcional, ¿verdad?

—Revisa tu buzón de mensajes, te acabo de mandar el registro —tomó la pila de libros nuevamente, incapaz de mirarle a la cara—. Apenas termines con lo que sea que estés haciendo, bórralo, o yo mismo haré que te echen de la universidad.

—Junmyeon, gracias… —respondió, sonriendo de oreja a oreja—. Te debo una.

—Me debes muchas —recalcó. Moviendo su cabeza de lado para poder ver al gigantón que lucía como un niño feliz, no pudo hacer nada más que negar con la cabeza—. Pero me conformo con una explicación más tarde. Y más te vale sea buena.

—¡La tendrás! —gritó mientras se despedía y salía a toda carrera hacia la sala de música.

———

“Kyungsoo, si no presentas certificado médico terminarás reprobando tus asignaturas. Aparece, por favor”

 Otro mensaje sin ser visto. Al salir de la estación de metro guardó su celular en su abrigo, el cual había sido realmente útil debido al frío viento que azotaba el sector en el que se encontraba. Sí, había revisado mil veces la dirección e incluso le había mandado un mensaje a Junmyeon, preguntando si acaso no se había equivocado (“que no Chanyeol, son los registros oficiales”), pero tenía que verlo por sus propios ojos para creerlo.

La dirección apuntaba a unos departamentos que intentaban camuflarse entre el resto de los burdos edificios. La fachada lucía típica pero Chanyeol, con sus ojos curiosos que tanto le caracterizaban, pudo fijarse en que el espacio de cada uno de los departamentos era al menos del cuádruple que uno típico. En resumidas cuentas, eran lujosos y espaciosos, ni siquiera tenían comparación con el departamento en el cual vivía, del porte de una caja de zapatos.

A punto estuvo de entrar en el edificio, de preguntar en recepción si acaso podía subir al sexto piso donde sabía que Kyungsoo vivía, pero no lo hizo. Tal vez si no aparecía para el miércoles, tal vez en ese caso…

Escribió un último mensaje antes de volver a la estación de metro, en dirección a su hogar.

“D.O, te extraño”

 

 

[Tercer Miércoles]

Entregó los papeles en la secretaría con la mayor confianza que fue capaz de reunir, tratando de ignorar la mirada curiosa de la persona a cargo. Incluso con lentes oscuros y mascarilla no se sentía lo suficientemente seguro, era como si tuviese un letrero luminoso que dijera “mírenme”.

Se concentró en los beats que salían a través de sus audífonos mientras caminaba hacia la sala de música. Sí, había algo que todavía no le convencía completamente de las melodías pero había comenzado a apreciarlas más, quizá porque —junto con el libro que llevaba en la mochila— habían sido un buen escape al dolor que había sufrido durante el último tiempo.

Porque le recordaba a Chanyeol. La música era Chanyeol, Chanyeol era música. Desordenado, imposible de predecir, a veces demasiado ruidoso…  pero de cierta forma, aquello ya no le molestaba en lo más mínimo.

¿Cuándo había cambiado?

Sin tener tiempo para reaccionar una mano golpeó su espalda con tanta fuerza que sus audífonos cayeron y escuchó una voz excesivamente alegre que conocía tan bien.

—¡D.O!

—Auch —se quejó, envolviéndose a sí mismo. Chanyeol le miraba con una de las sonrisas más amplias que le había visto hasta entonces, y el dolor de su cuerpo remitió al verle—. Ten más cuidado, Yeol…

—¡¿Dónde habías estado?! —su alegría pasó a segundo plano y desplegó un rostro de reproche por unos segundos, listo para llenarle de preguntas pero se detuvo en el momento exacto en el cual sus ojos técnicamente se encontraron. Los oscuros lentes de Kyungsoo dificultaron la tarea—. ¿Por qué estás con mascarilla? ¿Y esos lentes?

Suspiró. Estaba preparado para ese tipo de preguntas, por lo que no se sorprendió. Con cuidado levantó sus adoloridos brazos para quitarse los anteojos y sonrió ligeramente al ver el rostro horrorizado de Chanyeol.

—Tuve un pequeño encuentro con mis archienemigos, los mosquitos —apenas podía ver a través de su ojo izquierdo, hinchado a más no poder— Se colaron por la noche el martes pasado y me dieron una horrenda reacción alérgica, sufrí un shock anafiláctico y perdí la consciencia cuando traté de levantarme en esa noche, pero ya estoy mejor— ajustándose los lentes nuevamente, se molestó un poco al ver que Chanyeol no cambiaba su expresión de terror total—. No es tan terrible, para de mirarme como si fuese un bicho raro.

—Ana… ¿ana qué? —repitió, todavía sorprendido.

—A-na-fi-lác-ti-co —deletreó lentamente, fastidiado—. Taquicardia, enrojecimiento, falta de aliento, ese tipo de cosas —su fastidio pasó a confusión total cuando vio a Chanyeol sonreír lentamente y soltar una carcajada—. ¿Por qué te ríes, siquiera?

—Si lo dices así suena como un caso grave de enamoramiento —con el comentario se ganó un golpe de Kyungsoo, quien lucía molesto incluso a pesar de los elementos que cubrían su rostro—. Lo siento, no pude evitarlo. ¿Por eso no contestaste mis mensajes y mis llamadas?

 —No es como si en el hospital me dejasen utilizar mi celular, ¿no crees? —bufó, entrando al salón de música, simulando estar enojado.

Porque cómo estar molesto con él, si después de todo le había mandado mensajes en los días de su ausencia. Le había preocupado. Y eso se sentía bien, tan bien que le hacía cosquillas en su estómago.

———

—Hoy has cantado precioso, D.O.

—Exageras.

Caminaban hacia la salida de la universidad, tan juntos que Kyungsoo temió tropezar con los grandes pies de su amigo en cualquier momento. Incluso así, no se alejó.

—Para haber salido de una experiencia cercana a la muerte, pues sí, cantaste excelente —repitió con sus ojos puestos en el celular. El más bajito le había visto investigar en internet durante toda la duración de la clase acerca de las reacciones alérgicas y del peligro que podía suponer un shock anafiláctico, pero Kyungsoo le había asegurado mil y un veces que su madre le había llevado al hospital oportunamente, que no había nada por lo que preocuparse más que de las marcas que todavía no desaparecían—. Por cierto, ¿quieres que te acompañe a tu departamento?

Su corazón dio un vuelco mientras atravesaban el portal de la universidad.

—¿Cómo sabes que vivo en un departamento?

Lo miró a través de los oscuros lentes. Chanyeol tenía la mirada perdida en el cielo.

—¿No acaso todos viven en departamentos estos días? —su voz sonó fuerte y una sonrisa apareció en sus labios, a la par que con su mano izquierda se rascaba la nuca—. Entonces, ¿voy contigo?

—Oh, es verdad —se avergonzó por su excesiva suspicacia y bajó la cabeza. Chanyeol quería acompañarle y era un lindo gesto, pero no podía permitírselo al menos por ese día—. Es que…

—¡Soo!

Se detuvo y sonrió apenas, inicialmente sorprendido por la voz que provenía de su derecha. Así que sí había venido a recogerle después de todo.

Después de tanto tiempo.

—Jongin —murmuró, mirándole.

El de piel tostada les observaba con una sonrisa deslumbrante, apoyado en el auto que se había comprado después de tantos meses de arduo trabajo. Se acercó a él, percatándose de las fuertes pisadas de Chanyeol justo detrás suyo.

—Soo, cuánto tiempo.

No respondió mientras Jongin le envolvía en un suave abrazo, y trató de sobrellevar esa sensación horrible que carcomía sus entrañas. No era necesario darse vuelta para saber que Chanyeol les estaba mirando.

—¿Quién eres…?

Su ronca voz cortó el momento y les obligó a separarse, pero ni siquiera fue capaz de mirar al de cabello azabache a los ojos. En cambio, se concentró en la sonrisa perfecta de Kim Jongin, quien no había retirado sus manos de su cadera.

—Podría hacerte la misma pregunta —respondió con amabilidad en la voz—. Pero no sería de buena educación, así que te explicaré.

Kyungsoo sintió su rostro ser descubierto por esas manos que conocía tan bien, las que le sacaron la mascarilla y los lentes con eficiencia. Cerró los ojos, anticipándose a los tersos labios que le ciñeron en un suave beso, en uno de esos besos que tanto añoraba pero que sin embargo, a estas alturas ya no quería.

No, su corazón no comenzó a latir con insistencia como antes lo hacía. Solo se sentía como un monstruo por haber hecho algo como aquello frente a Chanyeol, como un monstruo que se había traicionado a sí mismo.

—Soy el novio de Soo, Kim Jongin —respondió al más alto— Llevamos un par de años juntos, aunque por mi trabajo lo dejé un poco solo durante estos últimos meses —Kyungsoo sintió los labios de Jongin posarse sobre su cabello pero no reaccionó y se mantuvo cabizbajo— Ah, realmente pensé que lo perdería, no debe ser fácil estar con alguien que debe cambiar de ciudad constantemente… pero realmente me puse feliz cuando Soo me dio otra oportunidad. ¿No es así, cariño?

Asintió, con el corazón latiéndole dolorosamente. Las cosas no tenían por qué ser así, pero, ¿qué hacer?

—Oh, ya veo. Yo soy Park Chanyeol, mucho gusto.

Al fin se atrevió a levantar su rostro para mirar a Chanyeol. El de cabello azabache no lucía molesto, ni incómodo, ni absolutamente disgustado. Al contrario, desplegaba una sonrisa hasta de culpabilidad, como si hubiese interrumpido un bello momento entre una pareja sin querer.

Por qué, ¿por qué lucía tan calmado? La confusión devoró las entrañas de Kyungsoo.

“Enójate, enójate, demuéstrale que te importo. Demuéstramelo, por favor…”

Pero Chanyeol siguió sonriendo, con esa estúpida sonrisa que tenía ganas de borrar con un puñetazo, con esa maldita sonrisa que le hirió hasta lo más profundo de su alma.

—Entonces, lo iré a dejar a su casa —Jongin abrió la puerta del copiloto y le indicó silenciosamente que entrara, lo cual obedeció sin rechistar. No tenía sentido, nada tenía sentido— Su madre debe estar preocupada, después de todo acaba de salir del hospital.

—No sabía que vivía con su madre —le escuchó decir en el exterior.

—Yeol… —murmuró, tan bajo que estuvo seguro que nadie le escucharía.

“Yeol, Yeol, Yeollie…”

—Nos vemos el viernes entonces, Kyungsoo.

No volteó a verle, porque no quería volver a ver esa sonrisa despreocupada, esa sonrisa que hería sus sentimientos por completo. Y así, cerró los ojos.

—Te dije que no le gustaba a Chanyeol —susurró cuando el auto se puso en movimiento.

—Al parecer no mentías —la mano libre de Jongin se posó sobre su pierna, acariciándola. Incluso a través de la ropa podía sentir esa fría temperatura, característica de su cuerpo—. No le gustas a él, pero a mí sí. Y demasiado.

No hizo ademán de retirar esa tosca mano de su cuerpo, al contrario. Se dejó acariciar, se dejó amar porque después de todo nunca le había gustado a Park Chanyeol y saber aquello dolía, dolía tanto…

Y ni siquiera quería averiguar por qué.

 

 

[El último Viernes]

A punto estuvo de abrir una de las cervezas que mantenía en la nevera, pero se detuvo justo a tiempo. No era buena idea llegar a la universidad con siquiera un gramo de alcohol en su cuerpo, pero al mismo tiempo aquello no le importaba tanto como antes. Y es que tendría que ver a Kyungsoo siendo acompañado ida y vuelta por Jongin, quien no se había despegado todo el día anterior del más bajito, incluso comiendo junto a él en el almuerzo como si se tratase de un alumno más.

Genial, simplemente genial.

Dio un vistazo a su departamento. Era tan asfixiantemente pequeño pero también acogedor, y lo único que quería hacer era quedarse durmiendo allí durante todo el transcurso del día. No más universidad, no más sonrisas, no más nada. Solo dormir.

Pero era viernes y eso solo significaba una cosa: tenía clases junto a Kyungsoo. Y eso nada ni nadie, ni siquiera Jongin, se lo iba a impedir.

———

Se quedó mirando atentamente a Kyungsoo mientras él cantaba, con una voz tan dulce que provocaba el silencio inmediato de todos. Su voz había madurado tanto desde aquellas veces cuando habían cantado por las tardes, pero al mismo tiempo seguía siendo la misma que conocía tan bien. Incluso a pesar de los años seguía viendo a la misma persona que le había defendido tantas veces de los abusones (“¡no se metan con él solo porque ama a los hurones!”), ese niño que a todas luces era un enojón pero que con él se comportaba tan dócilmente, al que solía abrazar sin descanso todos los días, sacándole una sonrisa tímida cada vez.

Pero al mismo tiempo no era para nada el Kyungsoo que conocía. Sonreía menos que antes y la alegría de cierta forma no subía hasta sus ojos, se quedaba estática en sus labios mientras que su mirada derrochaba melancolía. Inclusive ahora, con sus ojos cubiertos por los mismos lentes oscuros que había utilizado desde el miércoles para cubrir su hinchazón, podía notar esa mirada triste que parecía impregnada en él. Y odiaba profundamente verle así y no saber siquiera cómo acercarse.

Porque lo único que quería hacer cada vez que notaba esos ojos tristes era envolverle en un apretado abrazo y no soltarlo jamás. No volver a abandonarle como lo había hecho cuando apenas eran unos niños.

¿Por qué te mudas? ¿Quién te va a defender de los abusones ahora?”

En ese momento no había sido capaz de decirle lo que sus padres le habían obligado a hacer. Porque cuando les había contado a sus progenitores de los problemas que tenía en la escuela, que lo llamaban un bicho raro y esas cosas, nada habían hecho. Solo habían creído firmemente que se trataba de una tontería de niños, que “no te están molestando, solo juegan contigo” y cosas así. Pero en cambio cuando les había dicho lo que pasaba por su mente, habían actuado como si de una enfermedad mortal se tratase y se habían terminado por mudar muy lejos de donde vivía Kyungsoo.

Había estado tan asustado en ese entonces, tan, tan asustado que lo había confesado todo sin dejar de llorar mientras el rostro de su madre se contorsionaba lentamente en el más puro de los horrores.

Mamá, cada vez que estoy con D.O. siento algo… es como si hubiese corrido una maratón, me duele mucho el pecho y también me dan ganas de besarlo como haces tú con papá, ¿por qué? ¿Tiene cura?”

Escuchó su dulce voz entonar las últimas palabras y aplaudió más fuerte que cualquiera, completamente orgulloso. Por esa voz se había animado a aprender más instrumentos, por esa voz su sueño seguía siendo la música y algún día estaba seguro de lograrlo.

—Entonces, tienen hasta el lunes para hacer el cover de una balada, es el primer paso para que comencemos con composición de canciones, ¡suerte!

Antes de que siquiera terminara de hablar ya estaba mirando a Kyungsoo a su lado, y sonrió ampliamente al ver que él le estaba mirando igualmente. Aunque no podía estar completamente seguro, esos horrendos lentes oscuros no le dejaban ver a esos grandes ojos tan expresivos.

—¿Quieres ser conmigo?

Y sonrió más ampliamente al escuchar la voz de Kyungsoo preguntándole aquello, como si le hubiese leído la mente.

—Jamás podría decirte que no —respondió, con unas enormes ganas de estrecharlo contra su pecho.

Pero como siempre, se contuvo. Ya se sentía suficientemente feliz con verle casi todos los días después de tantos años separados, no tenía por qué arruinar ese balance perfecto con una tontería como aquella.

—Pero cómo lo hacemos, es para el lunes y antes de eso no tengo tiempo libre para que ensayemos…

—Oh, pero esta es la última clase que tienes hoy, ¿verdad? —mencionó tratando de no darle importancia. Sí, le había visto “sin querer” y había comprobado que luego de esa clase salía de la universidad para no volver—. También es la mía. Podría acompañarte a casa con mi guitarra y ensayar juntos allá, ¿no?

Mentía. No era su última clase pero nada grave sucedería si faltaba a Diseño Urbano por un día…  aparte de que tendría que falsificar un certificado médico para no reprobar la asignatura por inasistencia.

Pero valía totalmente la pena.

—No.

Intentó mantener la sonrisa pero fue imposible.

—¿Por qué no? De todas formas tenemos que ensayar…

—No, ¡NO! —su grito sonó tan fuerte que los pocos compañeros que estaban aún en la sala se quedaron mirando, ante lo que Chanyeol no hizo más que hacerles un gesto con la cabeza para que salieran de allí. Por suerte, obedecieron—. A mamá no le gusta que lleve extraños a la casa y ella está ahí ahora, definitivamente no puedes venir.

Tardó varios segundos en reaccionar, pero porque lo que Kyungsoo decía no tenía sentido alguno. La madre de Kyungsoo, años atrás, le había tratado como si de otro hijo se tratase. Siempre le invitaba a comer a su casa cuando se hacía muy tarde, e incluso en un par de veces le había preguntado si acaso quería quedarse a dormir con Kyungsoo.

“Es que mi pequeño te adora aunque no lo demuestre, Chanyeol”

Un escalofrío le recorrió la espalda. Porque sí, un día se había quedado a “dormir” pero eso había sido precisamente, lo que menos había hecho. Esa noche había sido la detonante para contarle todo a su madre con lágrimas en los ojos.

Quería olvidar y recordar al mismo tiempo. Era su recuerdo más agridulce.

Se fijó en el rostro incómodo de Kyungsoo. Incluso a pesar del tiempo que había pasado era imposible que la madre del bajito hubiese cambiado tan repentinamente de actitud.

—Pero entonces, si no puedo ir allá… —entonó lentamente, hasta que una sonrisa se formó brillante en su rostro— ¡Tú puedes venir a mi casa! Seguro que tu mamá no te hará problema, ¿verdad?

Podría haber sido por la iluminación de la sala de música, pero juró ver el rostro de Kyungsoo de un ligero color carmín por el espacio de un par de segundos.

—Es que…

—Vamos, es solo para cumplir nuestras obligaciones universitarias. Sé que no te haría mucha gracia el sacar la peor nota solo por no hacer el trabajo, ¿verdad?

Lo vio morderse el labio inferior con fuerza. Esos labios carnosos en forma de corazón, tan característicos de él.

—Supongo que está bien —se rindió.

Aguantó un suspiro de pura felicidad. Al fin, al fin a solas con él.

———

—Es bastante… acogedor.

Rio a carcajadas con el comentario cortés de Kyungsoo. Siempre era tan cuidadoso al hablar, procurando ser bien educado en toda situación que lo requiriese pero definitivamente esta no era una de esas situaciones. Quería ver su personalidad al natural, sin máscaras de por medio.

—Dilo de una vez, es pequeño —se quitó el abrigo y lo dejó sobre la silla del comedor para dos.

La sala de estar consistía en un sillón de dos cuerpos, el comedor y un pasillo tan estrecho que era necesario caminar de lado para llegar al resto de las habitaciones. En la primera de las puertas se encontraba la inmaculada cocina, hacia donde se dirigió Chanyeol para sacar un par de latas del refrigerador.

—Entonces lo diré, Park Chanyeol, vives en una maldita caja de fósforos.

La risa le hizo atragantarse y tosió con dificultad.

—¿Bebes? —preguntó todavía ahogado, sosteniendo una de las latas de fría cerveza provenientes de su reserva personal, la cual se aseguraba de mantenerla siempre con una cantidad mínima de seis latas. No era muy aficionado al alcohol pero definitivamente ayudaba a capear el calor… incluso en el invierno que estaban atravesando—. ¿O prefieres que te prepare un café?

—No, una cerveza está bien —agarró en el vuelo la que Chanyeol le lanzó, provocando una sonrisa en el mayor—. Siempre y cuando no lo uses como excusa para embriagarnos y no hacer la tarea.

—¡Nunca sería capaz de eso! —respondió, simulando estar completamente herido y ordenando los platos del lavavajillas de espaldas al de carnosos labios.

Escuchó los pasos del menor alejarse pero no le detuvo. Que husmease todo lo que quisiera, estaba feliz por solo tenerlo ahí.

—Woah, tienes un piano acá —le escuchó desde la habitación y lo siguió. Sentado en el banquillo. sus manos tocaban con suavidad la superficie de las teclas, sin presionar ninguna de ellas—. Por eso es que no tienes espacio para tus otras cosas, ¿verdad?

Sonrió. Sí, había puesto un piano electrónico en vez de un clóset para su ropa (la cual permanecía eternamente amontonada en un rincón minúsculo) y en la ya pequeña habitación apenas cabía una cama de una plaza y media, más un velador microscópico donde yacía la lata de cerveza de Kyungsoo.

Sin embargo la falta de espacio no le molestaba en lo más mínimo. La música era mil veces más importante.

—Algo así —admitió, dejando la lata junto a la del menor y sentándose al borde de la cama la cual quedaba tan cerca del banquillo que podía mecer con su respiración los cabellos de Kyungsoo. Su sonrisa se hizo más amplia—. Sería mejor si tuviese también una batería pero entonces tendría que sacar la cama y dormir sobre los platillos. Un poco incómodo.

—Conociéndote, Yeol, probablemente termines haciendo algo así tarde o temprano.

Rio un poco antes de ser interrumpido por el sonido que hizo una de las teclas al ser tocadas. Fue un sonido que quedó suspendido en la quietud del departamento, sin que nada lo perturbase hasta que se desvaneció en el aire.

—¿Qué nota es esa? —le escuchó preguntar, volviendo a pulsar la misma tecla—. En la asignatura no hay nadie que toque el piano, siempre está ahí juntando el polvo. ¿Por qué no te he visto tocarlo?

—Porque no aprendí a tocar profesionalmente —respondió, suspirando—. Y por lo mismo no tengo idea de qué nota es.

—¿Pero cómo sabes tocar entonces… ?—se dio la vuelta y se sacó los lentes, revelando sus ojos expresivos en sorpresa total. Su ojo antes hinchado ahora apenas era un pequeño bulto amoratado, ¿siempre había tenido esa coloración? No podía recordarlo.

—Mira.

Tragó saliva mientras se sentaba de tal forma que terminó rodeándole con los brazos hasta alcanzar las teclas con sus manos, apoyando su barbilla en el hombro de Kyungsoo y colocando ambas piernas alrededor de su menudo cuerpo. Desde ahí tenía un ángulo perfecto de visión del piano y sus brazos tenían libertad suficiente como para tocar una melodía sin equivocarse; sin embargo, en lo único que pudo concentrarse fue en la espalda de Kyungsoo contra su pecho, la forma en que su propio corazón latía tan fuerte que era imposible que el menor no se hubiera dado cuenta y los nervios que no hacían más que aumentar en intensidad, porque justo así estaba en una posición perfecta.

Podría dormir así, justo así, apoyado en su hombro.  Podría apoyar sus labios “sin querer” sobre la superficie inmaculada de su cuello, hundirse en su piel hasta llegar más allá de las clavículas que tentadoramente sobresalían por sobre su camisa, reclamar como suyo el lóbulo de su oreja y susurrarle todas las palabras que había guardado por tantos años. Podría hacer tantas cosas… pero el sentido común se lo impedía férreamente.

Tenerle ahí entre sus brazos era mucho más de lo que podría haber imaginado.

Concentró sus esfuerzos en el piano y trató de recordar la melodía de esa canción que solía practicar en su cuarto a solas. Esa canción con aroma a Kyungsoo.

Y así, comenzó a cantar al son del sonido de las notas.

 

Cause all of me

Loves all of you

Love your curves and all your edges

All your perfect imperfections

Give your all to me

I'll give my all to you

You're my end and my beginning

Even when I lose I'm winning

'Cause I give you all of me

And…

 

Al llegar a la última línea del coro no pudo evitar que la voz se le quebrase un poco.

And you give me all of you, oh oh

Sonrió, cabizbajo.

Amaba a Do Kyungsoo con tanta fuerza que dolía. Desde que era pequeño nunca había cambiado, ni con la distancia, ni siquiera con los cambios que le habían marcado por completo. Al contrario, el pasar de los años no había hecho más que avivar esa llama y ahora se sentía a punto de explotar, tal como esa noche que había estado a punto de robarle un beso mientras dormía. Sus primeros recuerdos comenzaban recién cuando lo había visto por primera vez, todo lo anterior parecía tan insulso y vacío que había terminado por eliminarlo de sus memorias.

El comienzo de su existencia era Do Kyungsoo y  lo único que quería era que fuese también su desarrollo, su final, su todo. Que le permitiera permanecer a su lado silenciosamente incluso si elegía a otro, como Jongin.

Se mordió el labio con brusquedad.

—Ah, he sonado terrible —espetó, retirándose de la posición en la que había estado tan cómodamente para echarse de espaldas en la cama—. Definitivamente mi destino no es ser cantante.

Se cubrió los ojos con sus grandes palmas, sin ganas de seguir despierto por más tiempo. Se había sentido tan pleno durante unos segundos y ahora, sin el contacto de Kyungsoo, se sentía repentinamente frío. Muy, muy frío.

—Yeol…

Un sonido quebró la atmósfera en un segundo. El indiscutible sonido de un ringtone que no resultaba ser el suyo porque siempre lo mantenía en silencio, así que debía ser…

—¿Aló?

Separó los dedos lo suficiente como para ver a través del espacio que formaban, sin quitar las palmas de su cara.

—Ah… sí, ya estoy en casa —incluso con la visión limitada que tenía vio el sudor frío que perlaba la piel blanquecina de Kyungsoo, y cómo el color seguía yéndose lentamente de su rostro—. ¿Ahora? Pero es que debo…

Una voz se hizo audible incluso a través del auricular, pero las palabras fueron inentendibles para los oídos de Chanyeol. Solo pudo distinguir el sonido bien, muy bien, digno de su capacidad para distinguir distintos matices; esa habilidad única que le había llevado a aprender piano sin siquiera saber una mísera nota.

—Sí… lo entiendo. Cuídate, nos vemos.

Apenas al apretar en su pantalla para cortar, el más alto se levantó de la cama y se acercó al contrario con los brazos cruzados a la altura de su pecho.

—¿Quién era?

—Qué te importa, Chanyeol —replicó mordazmente, antes de bajar la cabeza y buscar el bolso que había dejado apoyado contra el piano—. Si tanto quieres saber fue mamá, piensa que estoy en casa y a menos que llegue allá en menos de cinco minutos estaré en problemas, el doctor dijo que debía reposar en casa aún y ella es muy estricta así que…

—Mientes.

—¿Qué…? —vio a Kyungsoo palidecer aún más.

—La voz que te gritó no era ni remotamente de mujer, D.O. —bufó, molesto e infinitamente preocupado a la vez—. Era la voz de Jongin. No es necesario que mientas.

Sus ojos se abrieron tanto que a Chanyeol le dio un escalofrío. Estaba en lo cierto.

—Sí, era él —le escuchó admitir con voz baja—. Me ha dado el recado porque mamá no ha podido. De todas formas necesito irme.

Lo tomó de la muñeca más bruscamente de lo que había intentado en un principio, haciendo que el bolso cayera nuevamente al piso.

—¿Por qué te ha gritado, Kyungsoo? Una persona que te ama no te trata así.

—No te inmiscuyas en mis asuntos —le oyó pronunciar con seriedad—. ¿Cómo podrías tú saber de esas cosas?

Lo despectivo de la voz del más bajito le cayó como un balde de agua fría. Insinuaba que no sabía nada del amor. Y sí, en teoría era así, porque por buscarle todos los años y estar enamorado perdidamente no había tomado en serio a ninguna de sus parejas anteriores. Ni mujeres ni hombres existían en sus recuerdos, solo D.O.

—Lo sé porque una persona que te ama lo sigue haciendo a pesar de los años —comenzó a avanzar hasta que terminó acorralando al de ojos en forma de corazón contra la pared más cercana, y soltó la muñeca del mismo para posicionar un brazo cómodamente por encima de la cabeza del más bajito, dejándole tan cerca que incluso podía sentir su aliento en el rostro. Así, estaba más que perfecto porque ya no aguantaba más—Una persona que te ama se queda a tu lado aunque estés con otro, una persona que te ama se inscribe en la maldita asignatura de Música a pesar de que eso signifique retrasarse un año completo en su carrera, solo porque se ha dado cuenta que el amor de su infancia está ahí. Y aun así, una persona que te ama no haría nada que tú no quisieras, como faltarte el respeto como Jongin hizo contigo. Jamás lo haría.

Se mantuvo ahí, estoico. Kyungsoo le miraba hacia arriba con una ligera tonalidad carmesí haciéndose exponencialmente más fuerte a medida que pasaban los segundos.

—Tú… —su rostro seguía impávido, y de no haber sido por el rubor que adornaba sus mejillas Chanyeol habría podido jurar que no había causado cambio alguno en él—. Significa que tú me…

 —Sí —le interrumpió, sonriendo. Ante todo no quería hacerle sentir culpable por algo como aquello, porque después de todo no era su culpa. Kyungsoo no le había puesto en ningún momento una pistola en el corazón obligándole a enamorarse de él. Y por lo mismo, no tenía por qué cargar con culpas que no le correspondían—. Pero no te preocupes. Sé que no correspondes mis sentimientos así que…

No fue capaz de decir más porque los carnosos labios de Kyungsoo le acallaron presionándose limpiamente contra los suyos. Ni siquiera pudo cerrar los ojos ante ese toque tan suave, tan casto, tan puro que le logró mandar una oleada de calor a través de todo el cuerpo.

Pero no duró mucho antes que se diera cuenta de qué estaba haciendo y con quién, hasta que la necesidad de reclamarle como suyo se interpuso a la razón y sujetándolo de la cintura le obligó a intensificar el beso, forzándole con un suave mordisco en el labio inferior a abrir paso a su lengua que, desesperada, exploró por completo el terreno que tantas veces había querido probar y dios, se sentía tan bien.

Coló una de sus manos por debajo de la holgada camisa de Kyungsoo para sentir por fin el tacto de su espalda, subió recorriendo lentamente toda su columna vertebral y enterró sus dedos en uno de sus omóplatos para acercarle a sí mismo, a la par que con su mano libre acariciaba la piel sensible detrás de su oreja izquierda sacándole más de un suspiro.

—Yeollie… —esa voz ahogada fue más que suficiente para que, sin dejar de besar sus embriagantes labios en ningún instante, le guiara hacia su cama, recostándole suavemente contra ella y subiéndosele encima. Se separó de sus labios solo para dejar pequeños mordiscos en toda la extensión de su cuello expuesto—. Yeol…

—D.O. —gruñó con voz ronca, aprisionándole con su cuerpo contra la mullida cama, depositando besos en la piel que iba quedando al descubierto gracias al trabajo de sus manos que, desesperadas, abrieron cada uno de los botones de su camisa sin mayor cuidado.

Las caricias aumentaron en intensidad y Chanyeol sintió su miembro palpitar con fuerza a través de la ropa pero intentó ignorarlo y siguió en su labor de pasar con sus labios por toda la adictiva piel de Kyungsoo, llenándole de mordiscos y deslizando su lengua desde la base de su cuello hasta el final de su abdomen, donde podía ver que la tela de sus apretados pantalones dejaban al descubierto una latente erección.

Sin embargo cuando levantó la vista se fijó en algo que no había notado antes: la piel blanquecina del menor mostraba inequívocas marcas de tonalidades purpúreas y verdosas, resaltando por sobre el resto del color uniforme: eran las marcas que le habían dejado esos estúpidos mosquitos a los que tenía alergia. Con cuidado las besó una por una deseando con todas sus ganas que ya no estuvieran allí, porque no era necesario ser un genio para entender que a Kyungsoo le dolían.

—Yeol… deja eso —ante el suspiro entrecortado del afectado no pudo hacer más que obedecer, y le miró a los ojos. Su pecho subía y bajaba debido a su respiración errática—. Ven.

No fue necesario nada más para que volviese a posicionarse frente a él, sonriendo de alegría al mirar esos tiernos ojos entrecerrados, al ver esos labios brillantes debido a la humedad de su boca, al ver esas mejillas carmesíes que le daban un exquisito color a su rostro.

Pero al ver con más detenimiento notó una expresión distinta en sus ojos. Estaban vidriosos.

—¿Es que ya no quieres seguir…? —preguntó, ronco, con el dolor de su erección acrecentándose de tan solo pensar en detener todo aquello— Es por Jongin, ¿verdad?

—No lo menciones hoy —los menudos brazos de Kyungsoo le atrajeron hacia sí nuevamente y lo mantuvo tan cerca que bastaba una suave inclinación para alcanzar sus labios—. Solo… no hagas que me arrepienta de todo esto.

Sonrió, extasiado.

—No te arrepentirás —afirmó antes de volver a hundirse en su húmeda boca.

Durante todo el proceso en el que besó sus labios en forma de corazón hasta saciarse por completo, reclamando cada uno de los rincones de Kyungsoo como suyos, quitándole la ropa con la necesidad que fluía a través de sus venas… afortunadamente no vio una pizca de remordimiento en sus ojos expresivos que se cerraban con fuerza cada vez que le tocaba en sus puntos sensibles. Y tampoco él se dejó abrumar por la culpa y los celos al encontrar en sus nalgas la clara marca de una boca que no era la suya, porque procedió a succionar con más fuerza con el claro objetivo de delimitar su dominio.

Jongin ya no tenía jurisdicción sobre la tersa piel de Kyungsoo y no dejaría que eso cambiara.

Trató de no pensar en el porqué de la docilidad de D.O, porque solo quería fundirse con él y olvidar todo lo que había sufrido en el pasado, todas esas noches en las que se había sentido como un completo imbécil al recordar a su amigo de la infancia con pasión y añoranza dolorosa; ahora le tenía entre sus brazos como tantas veces había soñado y no podía ser más perfecto.

En el único momento en el que se despegó de él fue para buscar en su minúscula mesita de noche el lubricante junto con los condones que almacenaba allí, aunque habían sido escasas las ocasiones en que los había necesitado. Y cuando volvió a donde estaba Kyungsoo, en vez de proseguir con el acto lo envolvió entre sus brazos, enterrando sus dedos entre los sedosos cabellos del menor.

—Te amo, D.O.

Lo sintió suspirar y alejándose un poco de su cuello levantó la vista, para seguidamente besar cada pequeña parte de su rostro con el cariño que le profesaba desde hace tanto. Se detuvo en sus párpados y con incluso más cuidado besó el que se mantenía de un color oscuro, escuchando un pequeño quejido de su parte.

—Eres un idiota por dejar que esos mosquitos te picaran, pero aun así te amo —rio al sentir las ahora débiles manos de Kyungsoo golpearle en la espalda antes de enterrar sus uñas en ella, llenando a Chanyeol de una sensación eléctrica y deliciosa. Besó por última vez la punta de su nariz y notó que el menor seguía con los ojos fuertemente apretados, como sintiéndose vulnerable—. Soo, mírame por favor.

Y entonces sí le vio directamente a los ojos, a su alma.

—Ya sea contra tus alergias o lo que sea, yo te protegeré desde ahora en adelante —le mantuvo la sonrisa mientras le observaba directamente, más feliz de lo que había estado nunca—. Tal como te prometí.

“¡Algún día yo te protegeré, D.O!”

Y no dejó de hacerlo ni siquiera cuando lograron al fin encajar sus cuerpos, ni cuando los suspiros entrecortados de Kyungsoo comenzaron a transformarse en gemidos ahogados y sus uñas se aferraron más en su espalda, ni tampoco cuando comenzó a embestirle con más rapidez ante la necesidad de ambos de aumentar el contacto entre sus cuerpos. Menos aun cuando con una de sus manos comenzó a masturbar a Kyungsoo al ritmo de las arremetidas y se sintió desfallecer al arrancarle un “¡Yeol!” de sus  labios hinchados por los besos.

Nunca dejó de hacerle el amor con el mayor cuidado posible, porque debía que proteger al frágil joven que se había robado su corazón, su todo… sin siquiera proponérselo.

Con un gemido que murió en medio de un profundo beso, Kyungsoo terminó por liberarse entre los cálidos dedos de Chanyeol y él le siguió después de un par de intensas emboscadas, derrumbándose sobre el sudoroso cuerpo del menor.

Y luego de salir de su interior pasó minutos aferrado al de cabello oscuro, intentado recuperar el aliento y los latidos normales de su corazón el que parecía a punto de estallar. Solo quería quedarse así por más tiempo, valorando el momento y que nunca terminase, pero…

—¿Es que no vas a limpiarme? —la voz de Kyungsoo le regañó—. Me está entrando el frío, sabes.

Estalló en carcajadas y rodó sobre sí mismo para tenderse a su lado, sin dejar de reír.

—En ningún momento dejas de ser cascarrabias —suspiró y se levantó sonriente para buscar papel higiénico en el baño, pero la mano del menor se lo impidió obligándole a acostarse nuevamente. Lo miró pero Kyungsoo no le devolvió la mirada, tenía nuevamente los ojos cerrados—. ¿Qué?

—Mejor quédate un poco más.

Obedeció y lo estrechó contra su cuerpo con una sonrisa deslumbrante de pura felicidad, pero no duró mucho porque un sonido interrumpió el momento.

Y se miraron, aterrorizados. Era el indiscutible sonido de una mano golpeando con fuerza la puerta de entrada.

———

—Oh, Jongin.

Delante suyo estaba el de piel tostada con cara de pocos amigos, vestido con un traje que a todas luces podría valer incluso más que el departamento mismo.

—Kyungsoo no está en casa, ¿acaso está acá?

—Eh… —se rascó la nuca, nervioso. Había logrado vestirse en menos de un suspiro debido al insistente golpeteo en su puerta, pero Kyungsoo había terminado encerrándose en el baño para vestirse a toda carrera—. Él…

—Sí.

Se dio la vuelta. Ahí estaba la persona a la que le había hecho el amor tan solo unos momentos atrás, con un rostro tan inexpresivo que parecía que nada hubiese sucedido entre los dos.

—Vamos —la voz autoritaria de Jongin se impuso—. Tu madre está preocupada porque aún no llegas a casa.

Cruzó los dedos para que no se fuera con él, que le dijera que todavía necesitaban hacer la tarea, que dios santo, le dijese toda la verdad a la cara.

Acabo de engañarte con Chanyeol”

—Está bien.

Dolió esa docilidad de Kyungsoo pero más dolió ver que Jongin tomaba de la cadera al menor y le besaba apasionadamente como si nada delante de sus narices.

Y que Kyungsoo no se resistiera…

—Te extrañé, amor —le escuchó susurrar a Jongin, antes de que sus ojos desviaran la atención hacia su persona—. Park Chanyeol, gracias por cuidar de mi Kyungsoo.

Hizo lo contrario a lo que necesitaba desesperadamente hacer (golpearle, gritarle que en realidad ya no era “su” Kyungsoo porque le había hecho gemir minutos atrás y no podía hacer nada para borrar ese hecho de sus vidas) y terminó por sonreír ampliamente.

¿Qué más podía hacer, aparte de aparentar que todo estaba bien?

—De nada. Soo, nos vemos el lunes —le dirigió una mirada fija pero se encontró con un Kyungsoo de mirada triste y cabizbaja que casi le convenció de confesarlo todo.

Casi.

———

Se había quedado tendido sobre la cama que había sido testigo de tanto. Pocos minutos habían pasado y todavía tenía la horrible necesidad de besar esos deliciosos labios una vez más, pero lo único que quedaba de Kyungsoo era su lata de cerveza a medio tomar y su bolso en el costado del piano.

No pudo contra la tentación de inmiscuirse entre sus cosas pero realmente lo único que le llamaba la atención era el libro que había sacado ese día de la biblioteca, ese que leía constantemente. Pasando las páginas rápidamente se encontró con la inconfundible marca de un rotulador verde y sufrió un escalofrío en toda la médula. No, no porque rayar los libros de la biblioteca fuese algo prohibido, sino porque…

El cuento que estaba destacado era uno que conocía muy bien, lo había tenido que leer tiempo atrás en sus años escolares.

“El pozo y el péndulo. Edgar Allan Poe”

Y al pasar las escasas páginas que constituían el cuento, el escalofrío se intensificó. Había un unas cuantas frases destacadas de verde…

Una náusea mortal revolvió mi ser y comprendí que no debía esperar ningún auxilio”

“De pronto, la idea del reposo que llega con la muerte me pareció balsámica”

“Yo conocía bastante bien el carácter de mis jueces como para dudar de que, en cualquier caso, el resultado sería la muerte”

“…y un brazo alargado me sostuvo cuando, ya desfalleciente, me precipitaba en el abismo”

…y al final, la diminuta letra de Kyungsoo se amontonaba en uno de los márgenes.

“¿Y si no alcanza a rescatarme del abismo?”

Dejó caer el libro con manos temblorosas, porque había logrado entenderlo todo. Las marcas desvanecidas en el cuerpo de Kyungsoo, su ojo amoratado e hinchado, la vez que su labio inferior había tenido un corte profundo, el porqué de su negativa a visitar su departamento que supuestamente compartía con “su madre”, su docilidad frente a Jongin, todo.

Kyungsoo le había gritado sin palabras que le rescatase de Jongin.

Salió corriendo estrepitosamente de su departamento.

 

 

[El último Viernes, segunda parte]

De vuelta en su “hogar” sintió el punzante dolor de un escalofrío recorriéndole todo el ser, pero mantuvo su expresión facial impasible como siempre.

—La comida está sin hacer y me muero de hambre —sintió las ásperas manos de Jongin enterrándose en su cabello con brusquedad, obligándole a levantar la vista. Ahí estaba de nuevo, mirándole con desprecio y asco, esa mirada que le asustaba en lo más profundo de su ser—. No sé qué te crees al meterte a la casa de ese estúpido Park Chanyeol, pero no te va a salir gratis.

—No le digas así a Yeollie—respondió, tembloroso.

¿…Qué?

Ni siquiera se quejó al sentir el golpe en su rostro, ya se había acostumbrado tanto que parecía rutinario. Cayó al suelo debido a la potencia pero no duró mucho tiempo allí; Jongin le había sujetado de los cabellos nuevamente, obligándole a levantarse.

—Repítelo, atrévete a repetirlo y te juro que esta vez te haré faltar dos semanas a la universidad de la golpiza que te daré.

Lo miró con desprecio. Estaba aterrorizado igual que siempre pero había algo que le impedía obedecer como siempre lo había hecho.

Y eso eran los recuerdos de los besos de Chanyeol. La forma tan perfecta que había tenido de amarle, esa sensación de que nada podía salir mal a su lado.

—No le digas así —repitió, sonriendo ante la incredulidad en los ojos de Jongin y terminó por escupirle a la cara como tantas veces había querido. Sí, estaba voluntariamente firmando su condena de muerte como lo había predicho pero se sentía tan liberador—. No le digas así porque me ha amado mejor que tú, fracasado.

Y un nuevo golpe le mandó al suelo pero no se dejó pisotear como antes, no. Desde el piso intentó pelear de vuelta, lo intentó a pesar de darse cuenta progresivamente que era algo inútil porque por mucho que lo quisiese no podía quitarse el cuerpo del bruto abusador con el que había convivido por dos años. Dos años de maltrato, dos años de sexo por obligación, dos años de esperanzas perdidas, dos años en los que había llegado a creer que si un auto lo arrollaba de camino primero al colegio y ahora, a la universidad, era lo mejor que podría pasarle.

Dos años en los que había pensado que su celópata novio al que solo veía en las noches debido a su horario de oficina, terminaría por matarle tarde o temprano. Y había tenido tanto miedo de rebelarse porque Jongin era un gerente con poder e influencia, que podría haber hundido su vida incluso sin golpes de por medio. Sí, había dejado de amarle al mes después de mudarse con él porque los celos habían aumentado en intensidad pero no había podido salir de esa relación tan tóxica, tan horrenda que se sentía violado cada vez que Jongin le obligaba a tener sexo con él.

Pero no. Si Jongin hubiese utilizado de objetivo directamente a Chanyeol, claro que hubiese permanecido sumiso para que al de cabello azabache no le hicieran daño, pero si era a su persona… podía pelear de vuelta.

Ahora sí que podía, tenía un objetivo en la mira. Y ese era volver junto a Chanyeol porque le había salvado de sí mismo mostrándole que podía tener un futuro mejor. Junto a él.

—¡Suéltame! —le gritó cuando sintió las garras de Jongin quitarle la ropa en contra de su voluntad. Ahí sobre su piel estaban las indudables marcas de los labios de Chanyeol que habían succionado con suavidad.

—Lo hiciste, realmente lo hiciste…

Jongin volvió a levantarle por la nuca solo para empujar con fuerza la cabeza de Kyungsoo contra el piso y la visión se le nubló por completo. Una, dos, tres veces lo repitió, machacándole incesantemente, tanto así que a la tercera sintió la consciencia deslizándose para dejar paso a la inconsciencia, al eterno sueño.

Y cayendo a cámara lenta al piso, con el regusto metálico de la sangre en su boca y el dolor desgarrador de sus músculos resentidos, no pudo evitar sonreírle a la muerte.

Porque Jongin no pararía hasta matarle.

Notas finales:

Esperen el epílogo, muchísimas gracias por leer <3

¡Nos vemos! 


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