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Tú, mi eterna posesión por Driadel Rumsfeld

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Notas del fanfic:

Soy un desastre para los resumenes, pero bueno xD hace rato que quería hacer un fic sobre esta canción. Ya saben que lo mío son más los drabbles así que no me maten por lo corto D: 

Espero que lo disfruten.

Por lo demás, he cambiado un poco la historia original para adaptarla en favor de esta historia.

Ni Gakupo ni Kaito me pertenecen(?), yo solo los he utilizado para hacer este pequeño fic <3

Notas del capitulo:

Lo dicho, disfruten el capítulo porque es el único(?)...a menos que quieran más xD pero bueno, eso, a leer~

El aire a su alrededor se había paralizado por un momento.

 

La cuchilla había rozado la ropa ajena y sin embargo, una de las mujeres allí presentes...su adorada Miku, fue quien lo detuvo.

 ¡detenerlo! ¡A él! ¿cómo había podido detenerlo cuando todo lo que él había buscado era sacarla de aquél encierro en el que el duque la había tenido por meses ya?

 

Los orbes azules de Kaito subieron de la mujer hacia el hombre que pasaba -en ese mismo momento- de una expresión seria a una llena de petulancia y orgullo, como si realmente estuviese extasiado por la respuesta de la mujer que había evitado su muerte.

 

—Si matas al duque, todas nosotras moriremos con él. No podríamos soportar el perderlo. —Habló la chica de cabellos esmeralda.

 

No, no, el no quería oír eso y lo demostró en una firme negación con la cabeza, misma que incluso le llevó a desacomodarse la peluca que hasta entonces había llevado puesta. Claro que antes de que pudiese hacer algo más para atacar, la cuchilla ya había sido atrapada por el duque, quien con un ágil movimiento la arrebató de sus manos para lanzarla por los aires.

El sonido metálico lleno el lugar en el que todos ahora guardaban silencio, aunque esta vez fue el duque quien rompió el mismo, tocando uno de los hombros de la muchacha para que se apartara y le dejase enfrentar directamente a quien había intentado asesinarlo.

 

De repente la mano en la que Kaito antes había sostenido el cuchillo, comenzó a temblar ¿Por qué Miku se había tenido que interponer? ¿Por qué protegía a aquél hombre?

De pronto sintió la necesidad de huir de allí, de librarse de la mirada lejana de la que antes había sido su prometida, pero una mano le atrapó antes de que pudiera girarse, haciéndole imposible el escapar y obligándole a voltear la vista una vez más.

 

En ese mismo momento el duque tomó con su mano libre por el mentón al contrario, obligándole a mirarle de manera directa mientras aquella sonrisa siniestra se asomaba en sus labios.

 

—Has venido a este lugar a recuperar lo que era tuyo, pero ¿qué tal si tú también pudieses pertenecer a este lugar? —Los orbes violáceos del duque brillaron de forma sobrenatural mientras observaba con irremediable deseo al que ahora dejaba caer de forma definitiva su peluca. El encanto del duque no solo funcionaba con mujeres, pero nunca se había sentido motivado a atraer un hombre hacia su castillo, pero ahora que había venido uno por propia voluntad, ¿podía simplemente dejarlo escapar? No, claro que no y menos cuando poseía un rostro tan bello. La experiencia seguramente sería inigualable, como nada que hubiese hecho hasta ahora con cada una de sus mujeres.

 

Kaito quiso mover el rostro, alejarse de la vista ajena, porque sabía que algo malo sucedería si le seguía viendo, pero el duque no cedió en su agarre y pronto recitó las mismas palabras que había dicho a cada una de las mujeres que componían su harem.

 

—Tú, desde ahora me perteneces solo a mí, harás lo que te pida, tu único objetivo será el satisfacerme por siempre.

 

Aquellas palabras hicieron eco en Kaito y por un momento tuvo el impulso de querer salir corriendo, pero un segundo después, su cuerpo entero pareció reaccionar ante las palabras ajenas y sus pensamientos dieron un vuelco. Su corazón se cubrió de una espesa neblina que consumió poco a poco sus recuerdos, la razón de porqué estaba allí, su amor por la muchacha de cabellos esmeralda, todo, todo le fue arrebatado, todo, a excepción de su unión con el duque, el hombre al que debía servir por siempre como su devoto esposo.

 

Desde ese momento, Kaito formó parte del harem de Gakupo y con aquello, comenzaron sus noches en aquella habitación cubierta de un espeso y delicioso perfume, una esencia que le llenaba de deseo por el duque.

 

Fue una noche en particular cuando el duque volvió a pedir por él. Kaito esperaba por ese momento, por poder complacerle, como cada miembro del harem esperaba también.

 

Kaito se mordió los labios en lo que su cuerpo se apretaba contra las sabanas. Las manos del duque se paseaban lentamente por su cuerpo desnudo, delineando por sobre la piel, aquellas zonas por donde pasaba su columna, deteniéndose en un punto donde sabía que Kaito era muy sensible, todo con el obvio objetivo de oírlo gemir.

 

La respiración de Kaito se hizo irregular y su cuerpo buscó alguna forma de materializar el deseo que sentía por el ajeno, pero todo lo que podía hacer desde el lugar en el que se encontraba, era bambolear sus caderas contra la pelvis del duque, acto que le generaba un continuo éxtasis al rozarse de paso contra el miembro contrario.

 

—Mira como estas de encendido, Kaito. —Susurró el duque contra la espalda ajena, dejando que sus labios apenas y tocaran la piel. Le gustaba provocar al ajeno porque sabía que aun era muy sensible ante su tacto y aquello le encantaba. —Ahora has algo por tu señor... —Gakupo se lamió los labios antes de dejar algunos besos sobre la suave piel ajena. —Pídeme por que te haga mío...hazlo como me gusta y quizá te de un premio. —Dejo más besos por la espalda del contrario, sabiendo que lo convencería sin necesidad de pedírselo una segunda vez, aunque aun así le gustaba escuchar los nervios en la voz ajena.

 

—Mmm... —Kaito levantó apenas el húmedo mentón. Sabía lo que quería, en verdad, deseaba como nada los labios del duque, quería sentir los besos de su amado contra su propia boca y por lo mismo, no dudo en hacer lo que él le pedía, aunque incluso si no conseguía aquél premio, de cualquier forma lo hubiese hecho. —C-Duque...por favor... —Se frenó al sentir un nuevo beso sobre su espalda, precisamente sobre uno de sus costados, un punto donde la piel se erizaba de gusto. —P-Por favor duque...hágame suyo, cójame de una vez y acabe con mi tortura. —Kaito sabía que al duque no le gustaba que se fueran con rodeos, por lo que su vocabulario se había vuelto mucho más directo, todo con tal de complacer al contrario. Pero la respuesta ajena fue un ligero toque sobre uno de sus pezones, un toque que lo hizo abrir la boca para liberar otro jadeo. —¡A-Ah!

 

Gakupo apretó el pezón entre sus dedos, liberándolo un momento después solo para hacerle girar entre sus dedos, haciendo que el mismo y aquél que aun no era atendido, se pusieran erectos. Estaba de más decir que el miembro de su querido también estaba en alza, pidiendo por la liberación que Gakupo le proporcionaría a su tiempo.

 

—Creo que no le estás poniendo demasiadas ganas, Kaito ¿Será que en verdad no quieres que te tome aquí y ahora?

 

Esas palabras bastaron para que Kaito moviera frenéticamente la cabeza en señal negativa. —No...no duque, eso es imposible. Yo...yo le quiero, lo deseo con todo mi ser, lo necesito dentro de mí, duque. —El rostro de Kaito se giró hacia un costado para poder ver al contrario, para implorarle con sus orbes llorosos y sus pómulos enrojecidos, que le tocara, que le hiciera suyo de una vez. —Por favor, duque, necesito sentirlo dentro de mí.

 

Ah. Esas palabras, ese bello rostro. Gakupo no podía resistirse a Kaito, era una de sus posesiones más exquisitas y en verdad deseaba tenerlo a su lado por siempre.

 

—Te amo, Kaito. Te amo. —Los besos volvieron a cubrir el cuerpo desnudo del muchacho.

 

Ese amor era oscuro y estaba poseído por los demonios que se habían llevado la humanidad de Gakupo, pero claro, para ellos aquello estaba fuera de discusión. Todo lo que quedaba en los residentes de aquella mansión era el deseo a flor de piel.

 

—¡Duque! ¡Yo...en verdad...! ¡...! —Las palabras quedaron en la punta de la lengua de Kaito y es que podía sentir los dedos de su señor hurgando mojados contra su entrada. No, no, el no quería eso, pero a su amo le encantaba verlo jadear por la sola sensación de ser llenado por un par de dedos.

 

—Déjame escucharte...deja que te oiga...si jadeas para mí, te daré lo que desees. —Mencionó el duque mientras los dedos se abrían paso en el interior ajeno, llevados por un aceite que lentamente le llevarían a alcanzar aquél delicioso punto con el que siempre conseguía hacer gemir a Kaito. Llevarlo hasta el momento en que se sintiera venir y entonces detenerse, ese era uno de los divertimentos del duque; otro era escuchar a Kaito rogar por que le dejase venir y ni por nada se perdería de aquello, ni esta noche ni ninguna otra.

 

Gakupo lo haría lento, tal y como le gustaba cuando se trataba de aquél, porque al fin y al cabo, tenían todo el tiempo del mundo para amarse. 

Notas finales:

Espero que les haya gustado y plz, no me maten por dejarlo ahí. Pensé en la posibilidad de escribir más a futuro, pero bueno, sino se quedará como un capítulo único. 

Ya saben que me encantaría que me dejaran un review, pero sino, me conformo con que hayan leído <3

Saludos y buen comienzo de semana~


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