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Hilo Rojo (KagaKuro) por Tesschan

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Notas del fanfic:

 

Notas del capitulo:

Descargo: Kuroko no Basket y sus personajes le pertenecen a Fujimaki Tadatoshi, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Capítulo 1:

Caer

 

La mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella.

(Oscar Wilde)

 

 

 

Ya estaba dormido nuevamente.

No le era necesario voltear a mirarle para corroborarlo. Kagami podía percibir desde su posición el leve sonido acompasado de su respiración y aquella atmósfera de quietud que solía rodearlo cuando lo vencía el sueño. Como si poco a poco el chico que se sentaba tras él se fuera apagando hasta desaparecer casi por completo. Casi, porque aunque para el resto de sus compañeros Kuroko pasara constantemente desapercibido, durante el último año, para él, se había convertido en una presencia cada vez más notoria hasta el punto de que era incapaz de ignorarlo y podía saber cosas tan sencillas como el hecho de que su amigo estaba dormido sin tener la necesidad de mirarlo.

Eso, pensó Kagami, era lo inquietante.

Fijó por quinta vez su vista al frente e intentó prestar atención al ejercicio de matemáticas escrito en el pizarrón que el profesor estaba resolviendo y explicando para todos. Aunque odiara aquella clase, sabía que lo más sensato era que intentara concentrarse si no quería volver a correr el riesgo de meterse en problemas por culpa de sus malas calificaciones; sin embargo, la turbación que parecía haberse ido apoderando de él los últimos días no lo abandonaba. Aquella alarmante sospecha que le quitaba el sueño y tenía sus nervios a flor de piel.

Si realmente era así, ¿qué demonios iba a hacer? Estaba asustado de él mismo y de lo que pudiera llegar a hacer, porque si cometía un error…

Maldiciéndose mentalmente por ser tan estúpido, se dejó caer de mala gana sobre su escritorio provocando un ruido sordo que pareció retumbar en el silencio del aula cuando sus libros cayeron con estrépito al suelo al golpearlos por accidente.

La mano que se apoyó con fuerza sobre su pupitre lo sobresaltó haciendo que diera un respingo. Furioso, levantó la vista para encontrarse con su airado maestro y los curiosos ojos del resto de los alumnos fijos en él. Respiró hondo y se contuvo lo mejor que pudo para no decirle alguna barbaridad que le ocasionara más complicaciones.

—Kagami, si no tienes interés de prestar atención a mi clase, ¿podrías por lo menos intentar no entorpecer el aprendizaje del resto de tus compañeros?

—L-lo siento —se disculpó de mala gana—. No volverá a ocurrir.

—¡Eso espero! —le espetó muy serio el profesor mientras daba media vuelta y volvía a ocupar su puesto al frente de la clase.

¿Qué tan idiota podía llegar a ser?, se preguntó desanimado mientras garabateaba en su cuaderno lo que estaba anotado en el pizarrón en un vago intento de desterrar durante el resto de la hora las preocupaciones de su mente; sin embargo, menos de un minuto después tuvo que ahogar un gemido de dolor al notar el agudo e insistente pinchazo en su espalda que lo hizo girarse indignado. Los ojos celeste claro de Kuroko, del mismo color de su cabello, lo miraban llenos de su seriedad habitual, con el lápiz culpable aún entre sus pálidos dedos.

—Deberías prestar más atención a la clase, Kagami-kun. Lo necesitas.

—¡Kuroko, maldito, eso intentaba hacer! ¡Además tú estabas dormido, así que tampoco pres-! —se calló de golpe al sentir una amenazante mano posarse sobre su cabeza.

—KA-GA-MI. —El tono de su maestro destilaba enfado mal contenido en cada una de las sílabas que pronunciaba—. Compórtate de una vez o te quedarás castigado. ¡No volveré a advertírtelo!

Asintió en completo silencio, incómodo al ser consciente de que Kuroko no le quitaba los ojos encima, con aquella expresión indescifrable que casi nunca le dejaba saber en lo que pensaba. Hasta que el chico sonrió levemente; un pequeño gesto que dejaba entrever cierta mezcla de apoyo, arrepentimiento y culpa, que le hizo sentir como si le asestaran un potente golpe en las entrañas.

Volteándose a toda prisa, Kagami apoyó los brazos sobre la mesa y se recostó ocultando el encendido rostro entre ellos. Notaba el corazón violentamente acelerado, como si hubiera corrido kilómetros, y devorándole el pecho aquella sensación de ardiente necesidad y angustia que llevaba atormentándolo durante las últimas semanas, volviéndolo loco. Ya no podía negarlo más, no cuando un simple gesto bastaba para poner su mundo del revés.

 

Le gustaba Kuroko Tetsuya, el chico más raro que había conocido en sus casi diecisiete años de vida. Sí, le gustaba muchísimo y no solo como compañero y amigo.

En verdad estaba perdido. Había caído.

 

——o——

 

Kagami nunca se consideró un completo estúpido a pesar de que para la mayoría de sus conocidos solo fuera un idiota obseso del baloncesto. Era evidente que no era un chico extremadamente brillante, pero sí creía contar con una inteligencia más o menos normal; no obstante, esa tarde de viernes, después de terminar el entrenamiento, se estaba preguntando si quizá realmente algo no iba del todo bien con él ya que, sin saber cómo y a pesar de su firme propósito de mantener la distancia con Kuroko durante un tiempo después de lo ocurrido en la clase, terminó pasando a comer al Maji Burger con él y ahora ambos se encaminaban como tantas otras veces hacia la cancha, donde solían jugar a veces.

Sí, seguramente era un idiota. Un idiota masoquista.

Aquel había sido un día agotador. El entrenamiento para el próximo campeonato estaba siendo duro, en parte porque el hecho de que hubieran sido los campeones de la pasada Winter Cup era una carga añadida que presionaba y animaba en partes iguales, pero a él eso lo motivaba. Amaba el baloncesto y por ese motivo siempre intentaba esforzarse lo más posible en las prácticas, pero ese día había utilizado el ejercicio como una válvula de escape a su frustración que, sin embargo, no había dado el resultado esperado, porque a pesar de su evidente cansancio todavía era extremadamente consciente de la presencia del chico que caminaba a su lado y que lo estaba volviendo loco.

—¿Te ocurre algo, Kagami-kun? —le preguntó su amigo, sacándolo de sus sombríos pensamientos—. Hoy te has comportado de un modo muy extraño.

—Nada —le dijo a Kuroko sin mirarlo y dedicando intencionalmente toda su atención al balón que hacía girar en su dedo—. Solo estoy un poco cansado. Y vuelvo a tener hambre.

—Mmm… Tienes razón, hoy la entrenadora ha sido muy dura con nosotros. Por un momento pensé que iba a morir.

—¡Eso es porque tu resistencia apesta!

—No puedo evitarlo. No seas injusto conmigo, por favor —dijo Kuroko con su seriedad habitual—. Pero si en verdad estás muy cansado podríamos irnos directo a casa en vez de ir a jug-

Kagami se volvió a verlo extrañado al notar que este se calló de golpe. Kuroko, un poco sonrojado, observaba atentamente un punto que se mezclaba casi a la perfección entre las sombras del parque más cercano y al seguir su mirada pudo distinguir aquello que aparentemente había llamado la atención de este, ya fuera por curiosidad o conmoción. Una pareja de estudiantes que estaban besándose de manera apasionada y a quienes no parecía importarles en absoluto que alguien pudiese ver sus muestras de afecto.

Realmente ese no era su día, se dijo. Si seguían ocurriendo cosas así, iba a acabar muriendo a causa de la frustración.

—Ven —le dijo de mala gana al otro chico mientras lo jalaba sin mucha delicadeza de un brazo para dirigirlo hacia la cancha que a esa hora se encontraba vacía—. ¿Por qué pareces tan sorprendido? No es la gran cosa —comentó Kagami restándole importancia a la escena que presenciaron—. En América es algo bastante común, ¿sabes? Pasa casi todo el tiempo.

—No estoy sorprendido —comenzó a decir Kuroko a la defensiva. Se mostraba un poco ceñudo, como si algo lo molestara—, solo me preguntaba cómo sería… Kagami-kun, ¿has besado alguna vez a alguien?

Quizás a causa del cansancio físico y mental al que se había visto sometido ese día, la pregunta del chico sí lo pilló desprevenido y sin saber muy bien que decir. Aprovechando que habían llegado ya a la cancha, Kagami soltó el brazo de Kuroko y dándole la espalda comenzó a quitarse la chaqueta del uniforme deportivo para dejarla junto a sus cosas antes de empezar a jugar.

—Sabes que sí —le espetó pasados unos minutos—. Estabas en mi casa el invierno pasado cuando conociste a Alex, ¿no? —dijo, recordándole a su compañero el incidente con su efusiva maestra de baloncesto.

—No me refiero a eso. —Kuroko se puso frente a él y le tendió el balón—. Me refiero a besar a alguien porque te guste. Porque estuvieses interesado en esa persona.

Kagami guardó silencio, inquieto ante la atenta mirada del otro chico. Pasados unos segundos le dijo con desgana:

—Un par de veces, cuando estaba en América —reconoció. Botó el balón con fuerza, saltó y lo lanzó hacia el aro fallando el tiro. Maldijo por lo bajo—. Pero como te he dicho, no es la gran cosa.

En silencio, Kuroko recibió el balón que ahora él le tendía. Tomó posición para lanzar, respiró hondo e hizo un tiro perfecto. Una mejora notable de la que Kagami aún se sorprendía.

—Puede que sí esté un poco curioso —confesó su amigo—. Yo nunca he besado a nadie.

Aquella revelación no sirvió para calmarlo en absoluto. Kagami apretó nervioso el balón que había ido a buscar, sintiendo como nuevamente esa necesidad y desesperación que crecían dentro de él cuando estaba tan cerca de Kuroko volvían a devorarlo. ¿Por qué le estaba pasando eso? ¿Por qué no podían regresar a ser las cosas como antes entre ellos dos? ¡En verdad él quería que siguieran siendo amigos, solo amigos! Pero al mirar en ese momento sus ojos claros, comprendió que nada podría volver a ser igual. Nuevamente lo estaba estropeando todo.

—Me marcho.

Enojado consigo mismo, le lanzó el balón con más fuerza de la necesaria a Kuroko para devolvérselo y a toda prisa se fue a buscar sus cosas sin explicarle nada más, dejando al chico pasmado por su reacción. Estaba a punto de ponerse la chaqueta cuando su amigo lo sujetó del brazo para detenerlo.

—Kagami-kun, puede que no sea mi problema pero hoy no pareces estar bien. Si necesitas hablar con alguien…

—¡Te he dicho que no es nada! —le gritó furioso—. ¡Este no es tu problema, Kuroko! ¡Déjame en paz! —Se zafó de su agarre con más fuerza de la necesaria y vio la sorpresa en los ojos del joven al perder el equilibrio y dar un traspié al tropezar con el balón que estaba en el suelo.

Sin pensarlo dos veces, Kagami lo jaló con fuerza hacia él para evitarle la caída y el inminente golpe. Kuroko chocó violentamente contra su pecho, haciéndole perder el equilibrio y que cayera sentado sobre la dura cancha de cemento. Dejó escapar un quejido de dolor cuando sintió el duro golpe en el trasero al azotarse contra el piso y luego el del codo de su amigo clavándosele en las costillas cuando cayó semitendido sobre él.

—¿Estás bien, Kagami-kun? ¿Te has hecho daño? Por favor, perdóname.

Al abrir los ojos, la mirada preocupada y culpable de Kuroko estaba a la par que la suya. La distancia entre sus rostro era tan mínima que pudo sentir la respiración agitada y el cálido aliento del chico sobre sus labios. Incluso notaba como a este el pulso le latía desbocado sobre la base del pálido cuello, tan acelerado como los latidos de su corazón que parecían atronarle en las venas y encenderle los sentidos.

Kagami rasguñó con fuerza el áspero suelo de la cancha, haciéndose el daño suficiente para lograr que sangraran, esperando que el dolor mitigara su deseo, pero no funcionó. Una sonrisa irónica curvó sus labios al comprender que había perdido. Se rendía. Por él, ya todo podía irse al infierno, le daba igual.

Notó como Kuroko abrió los ojos con sorpresa y contuvo el aliento cuando él cerró su mano con gentil firmeza sobre la parte posterior de su cuello, rozando con el pulgar suavemente el punto donde latía su pulso, dejando a su paso la mancha carmín de su propia sangre. Kagami vio que Kuroko separaba un poco los labios, nervioso, como si fuese a decirle algo pero él no se lo permitió, porque antes de que pudiera articular palabra alguna, acercó su rostro al suyo hasta que los labios de ambos se rozaron y él pudo cubrir los del chico en aquel beso que estuvo deseando con absoluta desesperación.

Sí, caer en la tentación era un pecado terrible, pero Kagami sabía que de no haberlo hecho, aquel anhelo hubiese acabado con él. Porque la necesidad que sentía de tener a Kuroko lo eclipsaba todo, lo sobrepasaba todo y ya no podía negarlo.

Notas finales:

Bueno, aquí es donde confieso que estoy muerta de nervios por escribir esto y subirlo. Amo a esta pareja y me dije, “quiero escribir algo sobre ellos”, luego se me ocurrió publicarlo y aquí estoy, esperando que les guste. De antemano pido disculpas por errores, después de las correcciones y cambios llegué a un punto en que creo ya me sabía el capítulo de memoria y la concentración juega en contra.

Hasta quien haya llegado hasta aquí, muchas gracias por leer. Dudas, preguntas, quejas, sugerencias, todo es bien recibido.

Nos leemos en el siguiente capítulo.


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