Su lugar seguro era el búnker, no el cielo. Y de hecho, esa revelación no lo sorprendió.
Recorrió cada recoveco del inmenso lugar y siempre se detenía por unos instantes en la habitación de Dean. Cas sabía que se encontraba solo y que todo era una ilusión de su mente, pero no podía quitarse de encima esa sensación de que si tocara a la puerta, Dean le respondería.
Sin embargo, para su pesar, una risa rompería aquella atmósfera en la que vivía y su nombre resonaría a través de los pasillos junto con algún tipo de canción. Todo para burlarse de él y ridiculizarlo. Lucifer disfrutaba de sus juegos mentales y Castiel se sentía cada vez mas cansado de hacerle frente.
Solamente esperaba la hora de estar cara a cara con la oscuridad y creer en las palabras del arcángel.
***
La cocina tenía la mejor recepción.
¿Va a estar bien? preguntó la voz a través del televisor.
Va a estar bien, repetía Castiel para sí mismo.
Frunció el ceño al ver que la imagen se volvía otra vez difusa. Se levantó del asiento y acomodó la antena.
¿Y qué importa si estas roto?
El ángel quedó estupefacto con la nueva voz.
No me interesa.
Castiel sintió un dolor punzante en su pecho. ¿Podría ser...? Dean. Era Dean sin ninguna duda, pero no podía ver al hombre en la pantalla. Parecía ser que Lucifer volvía a torturarlo.
Arregla tus desastres, hombre. Haz algo útil.
Quería decirle que lo estaba haciendo. ¿Qué más necesitaba sacrificar? el dolor en su pecho se agudizaba y parecía perforar su gracia, dejándolo débil.
Lo siento, Dean, murmuró con agitación.
No eres nada para mí, Cas. Porque no te largas de una puta vez y desapareces de nuestras vidas.
¿Qué?
Retrocedió unos pasos hasta tropezarse con las patas de la silla.
¿Escuchaste, hijo de puta?
Castiel cerró los ojos con todas sus fuerzas y esperó que Lucifer ya no le mostrara mas la verdad. Ya no deseaba escuchar las acusaciones de Dean.
¡Para! ¡Detente!
No podía resistir tanto dolor.
¿Va a estar bien?
Las palabras del hombre se detuvieron y todo seguía su curso normal.
El espejismo se había ido y el silencio lo reconfortó. Su mirada se centró en el viejo aparato y como si estuviera en un especie de trance, volvió a sentarse. Castiel sonrió fascinado por las imágenes y los sonidos.
La angustia en su interior desaparecía al igual que los recuerdos de Dean.
¡Todo va a estar bien!
¡Oh, apuesten que si!
Queridos amigos, Va a estar bien. Va a estarlo esta noche.