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De Invierno y Primavera por En Yao

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Notas del fanfic:

* Vampire Knight no me pertenece es propiedad de Matsuri Hino, este fanfic no persigue ningún afán lucrativo más que el de entretención de escribir de mi persona y el de entretener al posible lector.

*Campaña de conciencia de retroalimentación al escritor (porque tu opinión cuenta y ayuda cuando es para hacer crecer al escritor)

Palabras de: Angel Atenea

Adoptadas por: En Yao.

 

 

*Primer Concurso de Drabble de Vampire Knight*

De Invierno y Primavera

 

 

Acomodo su abrigo y tirito levemente refugiando su rostro de aquel frio, blanco, todo cuanto la rodeaba era blanco puro, le provocaba ganas de vomitar.

Se irguió cuan larga era y camino entre aquella nieve que quería hacerle tropezar a cada paso, sintió sus ropas húmedas y las piernas congeladas, no sabía si sentía o no en realidad a estas alturas sus piernas.

Los ojos le escocían producto de aquellas lágrimas que se congelaban en su rostro y su cabello rubio revoloteaba al compás de aquella brisa que calaba en sus huesos.

¿Cuánto llevaba caminando? No lo sabía, no le importaba ya nada le importaba y se dejaba abrazar por aquel inclemente clima, tan frio y cruel, tanto como su amor por aquel ser, ella era como la nieve, era como aquel frio que estaba por matarla.

Tan fría, tan hermosa y cruel, tan asquerosamente cruel y déspota.

Se dejó caer en aquella nieve de rodillas y comenzó a reír desquiciada, tal vez por producto de ese frio, tal vez de amores rotos, tal vez de la ironía, quien sabe, ya ni ella misma lo sabía.

Dio otro vistazo a su alrededor… Nada, blanca y pura nada, tan hermosa y tan agobiante.

Bajo su vista a sus manos y las contemplo como si fuera la primera vez, finas y hermosas, bañadas en sangre tan rojas como toda sus ropas.

Le temblaron, toda ella tembló y no solo por el frío, bajo sus manos y las enterró en la nieve con furia, trato de limpiarlo que nunca podría limpiar.

Grito desgarrando su garganta, grito todo lo que le dolía aquello.

Se levantó como pudo y vio de nuevo el camino que habían dejado sus huellas, observo más allá de lo que en realidad podía ver, sabía que ahí le esperaba una casa, una a la que jamás volvería, por el pecado por ya no ser la blanca doncella amada, por ser el demonio aberrante que condenaba y se condenaba.

Giro su rostro hacia adelante, hacia aquel valle donde no existía un camino, donde nada le esperaba, donde todo era incierto, donde no había más que nieve.

La tempestad se hizo más fuerte golpeando su cuerpo, sonrió con amargura siguió de nuevo sus pasos, avanzando hasta que su cuerpo no se lo permitiera mas, quien sabe, quizás lograba morir, eso esperaba.

Cerro sus ojos ante una nueva ráfaga y las piernas le fallaron viéndose de nuevo en aquel suelo blanco.

Suspiro preguntándose porque aún no había muerto, se odiaba.

Había amado tanto a aquel hombre, a aquel que fue toda la luz que tuviera en su vida, a aquel que amo con locura y total entrega, una entrega que nunca fue correspondida.

Aquel ser que ella amo amaba a otro, era feliz pensando en otro. Y no es que ella no intento ganar su corazón, claro que lo intento, lo intento tantas veces que pensó que lo lograría, recurrió a todas las tretas posibles hasta que se convirtió en su esposa, aquellos momentos habían sido los más felices y tristes de su vida.

Levanto su mano temblorosa observando aquel fino anillo en su dedo, sonrió amargada.

Su esposo, aquel rubio que tanto adoro amaba a aquel chiquillo de ojos bicolor, aquel que fue presentado como primo del amigo más cercano de su adoración.

Ella lo noto, noto como se miraban, como se amaban ella siempre supo que se miraban a escondidas, que se adoraban en cualquier lugar a oscuras, que se entregaban con aquella pasión y amor que ella siempre deseo y nunca obtuvo.

Lloraba en silencio en las noches, cuando él dormía a su lado, cuando entre cariños desesperados el accedía a tomarla, cuando la besaba y acariciaba y besaba pensando en aquel chiquillo que amaba.   

Tambaleo poniéndose de pie de nuevo, no, aunque quería morir no podía dejarse vencer, no ahora que había llegado tan lejos.

Se acomodó de nuevo su abrigo continuando su trayecto, buscando un lugar donde descansar, al menos físicamente ya que su mente nunca podría.

Recordó todas las veces que se quedó sola, todas las veces que con una sonrisa forzada despedía a su esposo en la puerta deseándole que le fuera bien en su viaje de trabajo, viaje que ella sabía era mentira.

Abrazaba a aquel cuerpo a su regreso, sonreí a pesar del aroma que no era propio y acunaba en su herido corazón la absurda idea que ella podría soportarlo todo. Que ella podía amar por los dos.

Pero no pudo…

Vio a lo lejos una pequeña casa, suspiro caminando con más decisión aunque su débil cuerpo ya no lo quisiera, prácticamente arrastro sus pies en aquella densa nieve, ya no podía alzarlos más.

Aquella noche de invierno discutieron, él ya no soportaba estar con ella, no la amaba, se lo decía en ese su tono conciliador como esperando que ella lo entendiera tan fácilmente.

Aquella noche que debía ser feliz él decidía irse, decidía estar con aquel que le esperaba en la sala, aquel que había tenido el descaro de presentarse en aquella casa!!!

Llego por fin a aquella pequeña casa, estaba vacía, al parecer era alguna casa hecha para tiempos de caza, se adentró y busco las sobras de aquel lugar y ramas para improvisar un fuego.

Cuando supo que aquel muchacho estaba en su casa para llevarse al que era su esposo, para llevarse aquello que por más intentos que hizo nunca le perteneció a ella.

Bramo con furia al saberlo, luego de eso no recuerda casi nada, gritos, suplicas, sangre.

Sangre que no era propia, sangre que era de aquellos dos desdichados, sangre del que amo, sangre de él que odiaba, mezcladas.

Sangres unidas, hasta en aquella tragedia ellos estarían unidos, hasta en eso se quedó sola.

Suspiro haciéndose ovillo en una esquina cerca del fuego.

-pero tengo que vivir

Sollozo levemente llevando su mano derecha a su vientre.

Un bebe, una vida gestándose en ella, lo único que le pertenecía de aquel al que amo, lo único que le quedaba para vivir.

Observo la nieve por uno de los sucios ventanales mientras acariciaba su aun plano vientre y lloro.

Lloro todo lo que no pudo, lloro todo lo que su ser le pedía, lloro hasta quedar seca

Lloro prometiéndose nunca más llorar, prometiéndole entre balbuceos a aquella pequeña criatura en su ser que le amaría, prometiéndole que viviría por él o ella y que nunca amaría a nadie más.

Porque ella era como ese arrido invierno, porque ella era fría y cruel, porque ella era aquello que solo podía verse como hermoso pero que no lo era.

Y su hijo, aquel pequeño que llevaba seria primavera, sería el inicio de las cosas hermosas, seria quien derritiera al invierno, seria todo lo cálido que su corazón frío recibiera.    

 

 

 

  

 

    

 

   


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