Yamuraiha ha estado más curiosa de lo normal últimamente, pues ha descubierto en un libro algo muy interesante, una posición de amor, le ha parecido muy buena idea, porque tal vez pueda obligar a su rey a beberla, pues a todos los generales comienza a prepararles que se la pase en eterna soltería, a este paso, nunca habrá una familia real, por lo que la pone el líquido en una pequeña botella y la guarda para salir de su habitación, en busca del mayor.
Por fin lo encuentra recargado de un árbol admirando el paisaje.
-Su majestad.
-Oh Yamuraiha ¿Qué sucede?
-Acabo de inventar una poción contra la resaca.
-Eso sería genial ¿puedo probarla?
-Claro que si.- y le dio la botella de la cual el monarca tomo el contenido sin dejar una sola gota, pero la mirada que le dirige su subordinada no le inspira confianza.
-No fue una poción para la resaca ¿cierto?
-Como siempre tiene buen ojo su majestad, es un elixir para el amor, se terminara enamorado de la primera persona que vea, después de mi claro está.
La maga huyó tan rápido que ni tiempo dio a su rey para reclamar, el por su parte cubrió sus ojos para no mirar a nadie, tropezando en el camino en múltiples ocasiones, pero los golpes bien valían la pena, no podía encerrarse, no ahora, pero en un pasillo terminó por estrellarse de lleno contra una pared, y cayó al piso, tuvo que abrir los ojos, pero sintió un enorme palpitar un su pecho cuando su mirada se encontró con un hermoso par de ojos rojos, nunca los había visto de esa manera.
-¿Qué haces rey idiota?
-¡¿Judal?!!!
El oráculo del imperio había ido como siempre a visitar Sindria solo por un poco de diversión, cuando vio que el monarca se estrellaba con todo en su camino, lo que le causó gracia, le siguió y terminó en la actual situación.
El rey contemplaba al joven en silencio, ese perfecto y hermoso cuerpo, ese largo y sedoso cabello, esas mejillas rosadas que jamás había notado, y esos lindos labios.
Se puso de pie y tomo al chico entre sus brazos, que comenzó a temblar, le habían tomado por sorpresa, pero sentir la cercanía del otro cuerpo no le era incómodo, incluso podía decir que le agradaba, sonrió y el monarca tomo su rostro con una mano acariciando cuidadosamente su rostro, delineando esos hermosos labios que eran incluso más suaves de lo que esperaba, acercó sus labios a los contrarios e iba a besarlo, pero se detuvo antes de hacerlo.
-Tú no mereces esto- dijo el oji miel.
-¿No merezco tú amor?- enfureció.
De la nada saco su varita y comenzó a realizar ataques de hielo y rayos en contra del mayor, a ver si con uno de suerte uno le atinaba, pero nada, era muy bueno escapando.
-¡Eres un imbécil!!!! ¡Si vas a estar de calenturiento mejor búscate una de tus zorras!!!!
-¡Estas equivocado!!!! ¡Casi te bese porque te amo, pero todo es culpa de una poción, no mereces un amor así!!!!
El azabache detuvo sus ataques y se acerco al rey, ambos se miraban con tristeza.
-Si no querías lastimarme, no lo hubieras hecho rey idiota, yo...me di cuenta de que estoy enamorado.
-Judal yo...
-No digas nada, no importa si no son tus verdaderos sentimientos, déjame probar un poco de ti, déjame sentir aunque sea un poco de amor.
Da mayor tomo al joven entre sus brazos una vez más, poco a poco acercó sus labios, el sentimiento en su pecho era muy real como para pensar que era causado por un hechizo, o eso era lo que quería pensar, sin más acercó sus labios y los unió a los del menor en un suave y amoroso beso, para él, era lo más nítido que había sentido en su vida, se negaba a aceptar que era producto de la magia.
Ambos separaron sus labios, sus corazones latían de forma veloz y violenta, pero la tristeza les embargo a ambos, si era culpa de un hechizo, este sentimiento iba a morir tarde o temprano, se quedaron en silencio unos instantes, hasta que la maga que había presenciado todo lo ocurrido paso a un lado de ello.
-En realidad era solo agua, es que ya me tenía desesperada, me sorprende que siendo un magi no sepas que no se puede controlar un sentimiento tan poderoso como el amor.
La chica huyó a toda velocidad, pues el oráculo le miraba con expresión de querer matarla, pero cuando iba tras ella, el monarca le tomo de la muñeca y volvió a besarle.
-Lo que siento es real, ya no hay motivos para dudarlo, no te voy a dejar ir.
-Eres un imbécil- le dijo el azabache.
Pero se acomodó entre sus brazos para continuar con la demostración de amor, da igual si la poción era real o no, y que incluso hubiera dado pie a una declaración amorosa poco común, lo que en realidad debían agradecer, es que esta les había dado la oportunidad de demostrar lo que había escondido en su pecho durante mucho tiempo, está en realidad les había llevado al amor.