II. Café y un poco de amor [SooHan]
Gritos ofensivos retumban sobre los oídos de una especial pareja. Recostados sobre un techo azul, patalean al ver muecas fastidiadas por su pequeña y tal vez necesaria venganza. Los insultos han dejado de ser un tipo de veneno para su alma; su amor ya es más fuerte que cualquier hedor expulsado de bocas llenas de odio.
Y es que no es la primera vez que Luhan juega con Kyungsoo desde el techo de su casa lanzando globos y bombas hechos de mezclas coloridas y de aspecto desagradable con olor a putrefacción hacia los transeúntes, quienes pasean tranquilamente por la colonia y el parque enverdecido. Cada día, después de salir del trabajo, ellos siempre pasan sus tardes tomando un poco de café traído desde Cuba, un tipo de café de la más alta calidad, para celebra lo dulce y prohibido de su relación. Y después de ello, complacerse con muchas maneras de amar. Como esos juegos en donde a Kyungsoo le gusta mantener a Luhan en cuatro mientras éste rasguña el piso y grita rogando por más; a Luhan, sin en cambio, le fascina cuando Kyungsoo está sentado y entonces, él comienza a brincar una y otra vez sobre su hombría, apreciando con los ojos entrecerrados el rostro excitado de su novio.
Aman comportarse como niños, molestando y jugando.
Esta noche se vuelven a reunir, como siempre; una especie de monotonía a la cual ya se han hecho adictos. Pero en esta ocasión, Luhan tiene los ojos rojos y las mejillas un poco partidas. Sobre su pómulo derecho una gran montaña se alza y su nariz deja salir un lago de sangre; si bien, algunas células carmín ya se han secado, la sangre sigue fluyendo a chorros.
—¿Te lo hicieron esos cobardes? —pregunta Kyungsoo golpeando la mesa con un puño formado de coraje y furia.
—No importa —Luhan le toma la mano y le sonríe. Su sonrisa funge como un tipo de medicina que aminora el enojo de su pareja, una que se ha cansado de los malos tratos que Luhan recibe en el trabajo, en la calle, e incluso un tipo de condena perpetua para con ellos por parte de su familia entera.
Luhan continua sonriendo, queriendo impregnar aquella habitación con un poco de su amor.
—¿Lo hacemos? —insinúa el menor de entre los dos. Y Luhan sabiendo a lo qué se refiere, asiente.
Ambos corren hacia la cocina, y del refrigerador sacan mayonesa, picante y su gran variedad de salsas, además agregan alcohol, sal y otro tipo de especias, como ajo en polvo. Kyungsoo toma un recipiente en donde las empiezan a mezclar, y no obstante con haber agregado mil porquerías, Kyungsoo quiere más. Algunos alimentos caducados son también parte de esa venganza.
“¡Jodánse hijos de puta, maldita escoria del planeta!”
“¡Muéranse ya, pendejos maricones!”
Normal, muy normal para ellos el recibir esa clase de palabras; no es que la gente cambie de un día para otro, entienden muy bien, pero tampoco es que estén intentándolo. Por ello, Luhan y Kyungsoo continuarán con sus travesuras hasta que éstos decidan brindarles un poco de amor, respeto y tolerancia; no piden mucho en realidad. Esta noche y las futuras, Luhan y Kyungsoo seguirán lanzando basura, una mínima contraria a la que les lanza toda una sociedad.
Por ahora están agotados, el sudor en su frente lo indica, pero a la vez están deseosos de hacer algo más; esos divertidos juegos. Entran a su habitación para llenar su interior de aquel líquido blanco y espeso, gritando y gimiendo de placer. Expresando al mundo en esos eróticos sonidos que sus desprecios les importa una mierda, y presumiendo con orgullo la resistencia de su amor.