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I Need your Lips por Kuroyami Mirai

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Notas del fanfic:

One-Shot dedicado al día del SasuNaru, pero como no podía esperar hasta la fecha, lo subo desde ya. Además de a los lectores de mi fic: “¿Hasta dónde llega la inocencia?” por el gran final de esa historia. Espero lo disfruten.

Todos los derechos para Masashi Kishimoto, solo la historia es mía. No lucro con esto, simplemente lo hago para satisfacer mi morbosa diversión.

Notas del capitulo:

Bueno, está de más decir que este capítulo tiene un contenido un poco fuerte y no creo que los menores de dieciocho deban leerlo, pero, como yo tampoco respetaba eso antes de cumplirlos, si quieren leer háganlo.

PD: Por si acaso no logran entender, la primera parte del capítulo está narrada por Naruto y la segunda parte por Sasuke.

 

Los nervios me mataban, no sabía cómo reaccionaría él cuando le confesase mis sentimientos, solo esperaba no ser rechazado públicamente. Yo era un completo idiota, incapaz de entender lo que en verdad conllevaba una relación de ese tipo, pero no me importaba.

Estaba enamorado desde que lo vi al comienzo del año, desde el mismo minuto en que mis ojos se clavaron en los suyos y estaba dispuesto a decirlo en voz alta. Habían pasado seis meses desde nuestro primer encuentro, no podía soportarlo más y por fin, me decidí demostrarle mis sentimientos al presidente del consejo estudiantil.

Él caminaba con sus amigos por el patio del colegio durante el recreo, seguramente patrullando, pues era el principal encargado de la disciplina de los estudiantes. Apreté los libros que tenía encima contra mi pecho y, decidido, me encaminé a su encuentro.

Algunos chicos gritaron groserías cuando me vieron pasar, groserías que ignoré lo mejor que pude, pero era incómodo de cierta forma. Estaba algo acostumbrado, puesto que muchos varones siempre se me insinuaban e intentaban tocarme sin mi consentimiento, tengo ligeras historias terroríficas respecto a esto. Desde que tengo memoria, los chicos tratan de propasarse conmigo; debido a un incidente que no quiero mencionar, desarrollé un trauma que el psicólogo denominó como: Androfobia.

Mi madre lloró cuando se lo dijeron, su único hijo padeciendo de Androfobia, fue un shock para ella y desde entonces siempre me está mostrando revistas y películas donde predomina la desnudez masculina. Según ella, me curaré de esta enfermedad cuando me enamore. Eso me lo dijo un día entre lágrimas y me sentí culpable, por eso reuní el escaso valor que tenía y decidí declararle lo que siento al único chico que me ha gustado en toda mi vida.

No estaba tan lejos, apenas a unos metros de mí, así que apresuré el paso sin aflojar el agarre que tenía sobre mis libros. Los pobres debían sentirse estrangulados por el fuerte abrazo, pero en esos momentos eran mi única base de apoyo.

Justo cuando lo iba a llamar, sentí cinco dedos enterrarse en mi brazo y voltearme con brusquedad, mis libros cayeron al suelo y no se me fue permitido recogerlos. Parpadeé confundido en el proceso, pero cuando vi que se trataba de Kimimaro, me asusté.

Él llevaba varios meses persiguiéndome, tratando de tocarme o besarme, pero siempre logré escapar antes de que lo lograra. Mis rodillas temblaron, amenazando con ceder y dejarme caer. Kimimaro se relamió los labios cuando dio otro tirón en mi brazo y caí entre los suyos como si solo fuera un muñeco de trapo.

-¡Suéltame!- supliqué, pero él no me escuchó. Intenté golpearlo, empujarlo, pero fue en vano. Como cualquier otro varón, Kimimaro era mucho más fuerte que yo, de nada servía que pataleara si con eso solo le causaba gracia a mi adversario.

-Deja de resistirte. Sé que tú también lo quieres- habló cerca de mi oído y el gesto me provocó arcadas. Comencé a temblar involuntariamente, mi corazón bombeaba con fuerza y supe en ese momento que si no me soltaba pronto, ocurriría lo inevitable por culpa de mi enfermedad… me desmayaría.

Lo empujé nuevamente, pero el resultado fue el mismo que un comienzo, nada. Oscilé mi mirada por todos lados, buscando alguna ayuda, pero todos allí solo estaban de espectadores, mirando la escena que estaba montando con diversión y sin ninguna intención de ayudarme.

-¿Qué está pasando aquí?- aquella pregunta vino acompañada con cantos celestiales para mí. Seguí la dirección de la voz y mi corazón cayó hasta revotar en mi estómago cuando vi que era él. Uchiha Sasuke, el presidente del consejo estudiantil y actual dueño de mis suspiros de “colegiala”, estaba parado frente a nosotros, con el ceño muy fruncido y los brazos cruzados en su pecho.

-No creo que al presidente le incumba lo que una pareja haga en sus ratos libres- respondió Kimimaro como el más hipócrita. Iba a gritar que estaba mintiendo con todas mis fuerzas, pero me tapó la boca con su mano. Ese tacto simplemente me paralizó, un varón me estaba tocando y el miedo se apoderaba de mi sistema rápidamente.

Las brunas pupilas de Sasuke oscilaron desde la sonrisa torcida de Kimimaro hasta mis ojos empañados por el líquido salino que no quería derramar. Las comisuras de sus labios se crisparon hacia abajo, sus dedos se enterraron en sus brazos hasta arrugar la camisa de la escuela y su ceja derecha tembló un poco cuando apretó la mandíbula, parecía molesto, pero no podía asegurarlo.

-De acuerdo- suspiró- si solo están jugando, no los molestaré- se volteó para marcharse y con esa oración sentí que mi mundo y mi última esperanza se venían abajo.

Forcejeé un poco con la mano de Kimimaro y logré desprenderla de mi boca, dándome así la oportunidad de pedir ayuda con todas mis fuerzas- ¡Por favor ayúdame, no te vayas!

No estoy seguro, creo que fue mi imaginación alucinando por el amargo momento, pero creí ver que Sasuke sonrió cuando se dio la vuelta. Parecía estar esperando a que lo llamara y solo eso fue suficiente para que agarrara el brazo de Kimimaro que me tenía inmovilizado y lo girara en una llave. Rápidamente me aparté, trastabillando hasta que caí al césped sobre los cuartos traseros.

Mi boca se abrió al unísono con mis ojos. Delante de toda la escuela, Sasuke había tirado del brazo de Kimimaro hasta que se elevó por encima de su cuerpo y cayó de espaldas en el suelo. Al parecer eso no fue suficiente, Sasuke aún parecía cabreado. Puso un pie en el tórax de Kimimaro y torció la muñeca que aún tenía entre sus manos.

-Lo vuelves a tocar y sabrás lo que es una noche en el hospital.

Parpadeé confundido por lo profunda que había salido aquella amenaza, pero increíblemente, Sasuke no me inspiró temor en aquel momento, sino una gran admiración y respeto. Mi labio inferior tembló cuando se acercó y me tendió su mano para ayudarme a ponerme de pie. Miré a ambos lados, buscando estúpidamente a otra persona que no fuera yo, a la que en verdad, él estuviera sonriendo de esa forma tan… sexy, pero al notar que estaba completamente solo en el suelo, supe que ese gesto era solo para mí.

-¿Estás bien?

Asentí con la cabeza y él me sacudió los cabellos cual cachorrito. Seguro que me había sonrojado como farola de carnaval, porque de repente mis mejillas me ardían como si tras la piel tuviese agua hirviendo en lugar de sangre.

-Gracias- le dije entrecortadamente por su sonrisa extendida en su hermoso rostro viril- ¿Puedo hablar contigo?- le pregunté algo cohibido. No es que fuera tímido ni mucho menos, pero la imponente figura y sus rasgos maduros me intimidaron un poco, aunque, extrañamente se sentía bastante bien.

Mis hombros no temblaban como de costumbre cuando me encontraba cerca de un chico, ni sentía la vehemente necesidad de salir corriendo. Sasuke me inspiraba seguridad, justo lo que necesitaba para curarme de la jodida Androfobia.

-Aquí no- tomó mi mano y después de hacerles señas a sus amigos del consejo, salió corriendo, remolcándome de mi brazo hasta que estuvimos ocultos tras las gradas del terreno deportivo.

Mi respiración estaba agitada, no acostumbraba hacer ejercicios y ya me estaba arrepintiendo por ello. Levanté mi antebrazo para secarme el sudor de la frente, cuando lo bajé, pude ver la inquisidora mirada sobre mi persona. No entendía al comienzo, pero después de ver como la camisa se había transparentado un poco, me sonrojé y me di la vuelta con las manos cruzadas en mi torso. Puede que no tuviera pecho como las chicas, pero aun así era embarazoso que un chico devorara mis pezones con la mirada.

-¿De qué querías hablar?

Lo miré por encima de mi hombro, aún estaba encogido en mi propio cuerpo, como si eso pudiese protegerme de sus penetrantes ojos que parecían poder ver a través de todo, incluso de mi ropa- Yo… bueno, es raro lo que diré, pero…- ¿aré? ¿Acaso estaba tartamudeando? Casi podía sentir como el fantasma de mi amiga Hinata se burlaba de mí. Santo cielo, es más difícil de lo que pensé.

Di un saltito y solté un chillido nada masculino cuando sentí la mano de Sasuke sobre mi hombro- No puedo hablar con una persona que me está dando la espalda- su voz sonó severa, dura, y de cierta forma me empequeñeció. Sacudí la cabeza para alejar todos mis miedos y me volteé para encararlo, pero sin descruzar las manos de mi pecho.- Así me gusta- sonrió altaneramente. Parecía que todo esto le divertía, me molesté, yo no era ningún juego para entretenerse durante el recreo.

-Lo siento por lo que diré- le dije con el ceño fruncido. Él parpadeó extrañado, pero no me interrumpió- Me gustas. Me siento atraído por ti desde hace seis meses. Eso era todo- hice una reverencia y me dispuse a marcharme, pero nuevamente agarró mi brazo y me detuvo sin dificultad.

-¿No quieres saber mi respuesta?

-No te estoy pidiendo que salgas conmigo, solo quería confesarme para dejar de sentirme como un idiota- era bastante extraña mi reacción hacia él. Normalmente, me sentiría tan cohibido que no podría ni moverme, desventajas de ser androfóbico. Pero con Sasuke no me sentía en peligro, por eso podía encararlo y fruncirle el ceño cuando tiró de nuevo de mi brazo y me envolvió con sus manos.- ¿Qué haces?

-Aceptando tus sentimientos- susurró cerca de mi oído. No sentí arcadas como con Kimimaro, solo sentí que mi piel se erizó, como cuando sales del baño después de una ducha y la brisa del aire acondicionado te hace temblar.

-Eso quiere decir que…

-Ya que no lo dirás tú, pues lo haré yo- me interrumpió cuando se separó del abrazo, mirándome a los ojos con su jodida sonrisa sexy- ¿quieres salir conmigo?

De nuevo hice la misma estupidez que hace unos minutos, miré a ambos lados buscando a alguien más, pero al saberme solo, entendí que me lo estaba pidiendo a mí. Boqueé un par de veces, pero las palabras no salían, así que solo atiné a asentir como autómata y solo eso bastó para que ajustara más sus brazos alrededor de mi cintura y me devorara los labios de forma violenta.

Nunca pensé que mi primer beso sería detrás de las gradas, ni que sería tan invasivo y obsceno, pero joder, que bien se sintió. La lengua de Sasuke se metió entre mis labios bruscamente, obligándome a separarlos, pero no me importó, se sentía genial. Torpemente, traté de seguir el paso, pero no lo lograba y me comenzó a faltar el aire. Sasuke se separó, dejándome tomar una bocanada de aire antes de volver a invadirme con ese húmedo músculo.

Todos los huesos de mi cuerpo se congelaron cuando sentí sus grandes manos rodar por mi espalda, apretándome más contra el calor de su cuerpo. Abrí los ojos, sorprendido ante el agarre en los globos de mi trasero. Eso me agarró desprevenido y gemí entre ambas bocas, lo que al parecer agradó a mi – ahora – novio, porque su sonrisa apareció dentro del renovado beso y apretó más mi trasero.

Levanté las manos hasta su amplio pecho, empujándolo un poco para separarlo de mi acalorada anatomía. ¿A dónde se había ido mi Androfobia? Normalmente la odiaba con todas mis fuerzas, pero ahora la extrañaba. Me sentía raro por esas corrientes eléctricas que me recorrían la piel, justo por donde Sasuke pasaba sus manos.

-¿Qué pasa?- preguntó, enarcando la ceja cuando negué con la cabeza, indicando que se detuviera.

-¿No crees que vas muy rápido?

Sasuke entrecerró los ojos, su ceja se levantó más cuando me escaneó de la piel a la médula. De nuevo me devoraba con la mirada, atravesándome y eso me ponía nervioso. Afianzó más el agarre en mis caderas cuando decidió responder- Se me había olvidado un pequeño detalle.- Sin esperar a que le preguntara, me besó de nuevo, delineando el contorno de mi labio inferior con su lengua- debería advertirte desde ahora- dijo rozando su boca con la mía, parecía no tener ninguna intención de alejarse- soy adicto, Naruto.

Ladeé la cabeza cuando dijo mi nombre, con todo el caos que había sucedido y la repentina confesión, se me había olvidado presentarme. ¿Entonces como lo sabía? Asumí que debía ser porque era el presidente estudiantil, pero rápidamente descarté esa idea. Es imposible que se pueda aprender el nombre de todos los estudiantes, entonces… ¿cómo?

Estuve alrededor de un minuto meditando sobre cómo Sasuke sabía mi nombre, pero cuando su sonrisa del demonio hizo acto de presencia, me di cuenta de otro detalle, ligeramente más relevante que el hecho anterior. ¿Era adicto? ¿A qué? ¿A las drogas? ¿Al alcohol? ¿A la cafeína? ¿Al tabaco? Tenía que ser más específico si quería que lo entendiera.

-¿A qué eres adicto?

Él no respondió de inmediato, se entretuvo en olfatear mi cuello y besarme antes de lamerlo. Era demasiado pervertido, nos acabábamos de emparejar y ya estaba comiendo mi piel como si no hubiera un mañana. Sus labios subieron despacio hasta mi oído y ahí se quedó, mordisqueando el lóbulo y soplando para enfriar la saliva, provocándome pequeños espasmos en el cuerpo. Entonces decidió responder cerca de la zona que estaba torturando.

-Soy adicto al sexo.

Aquella confesión me paralizó por completo y tardé en analizarla adecuadamente. ¿Adicto al sexo? ¿Cómo es que me había metido en la boca del lobo? Parecía el chiste mal contado de alguien. Un androfóbico y un hipersexual. No había forma en el infierno de que las cosas funcionaran. Tarde o temprano Sasuke terminaría intimidándome, además de que yo no podría ayudarlo con su adicción por mis miedos. ¿Cómo podríamos ser novios? Era imposible.

-Lo siento, Sasuke- cuando dije aquello, se apartó bruscamente, mirándome con el ceño fruncido como si hubiera ofendido a su propia madre.- Tú y yo no llegaríamos a ningún lado, lo mejor es no llevar las cosas más allá y quedarnos… como amigos.

-¿Bromeas, verdad?- sus manos subieron hasta mis hombros y los sacudió bruscamente- ¡No soy un enfermo violador, si es lo que estás pensando! Puedo controlarme.

Negué con la cabeza, las lágrimas a punto de aparecer junto con las secuelas de mi trauma, decidí apartar sus manos y dar un par de pasos hacia atrás- No es eso…- mi voz salió quebrada, pero necesitaba explicarle para que no me odiara por el resto de mis días- Soy androfóbico. ¿Qué pasará cuando quieras saciar tu adicción? ¿Recurrir a tu mano? ¿Pegarme los cuernos? Ni tú ni yo lo soportaríamos. Lo siento, fui un idiota por aceptar en primer lugar. Yo no puedo estar con nadie y…

-Naruto- me interrumpió de repente- cállate, ¿quieres? No me interesa tu androfobia, ni tus miedos, ni tus lloriqueos- se acercó dando largas zancadas y tiró de mi nuca para darme otro beso cargado de deseo- tampoco me interesa mi adicción- me siguió besando, envolviéndome de manera posesiva- lo único que me importa es estar contigo.

-Pero…

-Ya sabía sobre tu enfermedad- me interrumpió una vez más- cuando tenías doce años, un imbécil intentó forzarte, por eso les temes a todos los hombres.

-¿Cómo lo…?

-Juro que si pudiera, yo mismo lo mataría. Pero me es imposible- Sasuke apretó en su puño los cabellos de la parte trasera de mi cabeza y tiró de ellos hacia abajo, obligándome a alzar la mirada hacia él cuando bajé la cabeza- aunque no puedo matarlo, puedo arreglar lo que hizo.- Y con esas últimas palabras, me besó con violencia, empujándome contra la pared de las gradas para acorralarme con su cuerpo. A esas alturas, ya había entendido que no tenía intención de dejarme ir.

Sasuke era impulsivo, era brusco y algo violento en todo lo que hacía, pero contrario a la idea que tenía sobre cómo curarme, no hacía falta la delicadeza para mandar mi Androfobia al caño. De esa forma tosca y obscena, Sasuke había logrado que me olvidara de mis temores y levantara mis manos por encima de su nuca para abrazarlo y corresponder con el acto.

No había delicadeza, sino pasión; no había ternura, lo que había era lujuria pura, pero me gustaba y no tardé en saltar entre sus brazos y abrazar su cintura con mis piernas. Sasuke me sostuvo con sus manos en mi trasero y presionó más su cuerpo contra el mío, haciendo que mi espalda quedara prensada contra la pared y la rozara de arriba a abajo cuando simuló envestidas con sus caderas.

Sentía mucho calor, prácticamente estábamos follando con la ropa puesta, entonces pensé que no sería tan malo. De alguna forma podríamos arreglárnosla para llevar esta extraña relación hacia adelante, yo sin mis miedos y Sasuke sin su adicción.

-De acuerdo- le dije entrecortadamente por los jadeos- podemos intentarlo.

Sonrió, en serio que esa sonrisa sexy me ponía a mil porque no tardé en besarlo, esta vez siendo yo quien metía la lengua en su cavidad. Traté de imitar sus movimientos labiales, pero Sasuke era todo un maestro. Por supuesto, parecía que a él no le gustaba que le estuviesen dominando, porque rápidamente domó mi lengua con la suya y retomó las envestidas que había pausado. Era toda una locura y no podíamos detenernos, mucho menos él que era adicto a estas cosas.

Después de ese día, no pensé que Sasuke realmente mandaría a mi Androfobia de vacaciones con su carácter. No me arrepiento de haberlo aceptado con su adicción, al contrario, eso fue lo que me curó y me permitió ser feliz a su lado. De lo único que me quejo es de los dolores de espalda que me dan a veces, en las caderas y por supuesto, en el trasero. Sasuke no se contiene en lo absoluto, se desfoga desbocando todos sus instintos animales y me deja casi inmóvil después de cada sesión, pero igual me hace feliz, porque lo amo.

 

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Creo que tenía catorce años cuando lo vi por primera vez. Estaba saliendo de una tienda de dulces y corría por la calle hasta el parque que estaba cerca. No sabía por qué, pero me sentí atraído por las ascuas en la profundidad de sus ojos azules. Se notaba a leguas que era más pequeño que yo, tal vez uno o dos años menor, era casi un niño mientras yo ya estaba entrando a la adolescencia a pasos agigantados.

Lo seguí de cerca, camuflajeando mi existencia entre el resto de los transeúntes hasta que llegué al mismo parque. Él puso la bolsa con los caramelos a un lado en el suelo y se subió a los columpios. Adorable. Fue lo que pensé y antes de darme cuenta, ya tenía un problema dentro de mis pantalones. Bufé fastidiado y di media vuelta para marcharme. Esas eran las desventajas de comenzar a ser un adulto, mi cuerpo reaccionaba por sí solo.

A los pocos días lo volví a ver en el mismo parque, correteando detrás de un perro que tenía en el hocico un collar, tal vez le pertenecía y el pulgoso lo robó. Pensé que esa sería mi oportunidad para acercarme y fácilmente atrapé al chucho para quitarle el collar. Se lo di al pequeño chico rubio y su sonrisa me deslumbró unos segundos.

-Gracias, me llamo Naruto- me dijo animadamente. Iba a presentarme también, pero cuando separé los labios para hablar, el llamado de una mujer me interrumpió. Naruto se giró algo apresurado y corrió en dirección de la pelirroja que lo llamaba- nos vemos- se despidió agitando su mano en el aire.  Me quedé tan frustrado que terminé lanzando al pulgoso que aún tenía cargado bien lejos y me fui arrastrando los pies.

Por supuesto, yo era un Uchiha y eso significaba orgullo hasta por los poros. No me iba a rendir tan fácilmente. No acababa de descubrir la razón, pero había creado una fijación con el rubito que no podía retener. Me propuse conquistarlo y hacerlo mío fuese como fuese.

Durante todo un mes seguí sus pasos. Cuando salía del colegio iba directo a la tienda de dulces y después pasaba un rato en el parque hasta que su madre lo recogía en el auto. Una rutina algo infantil, pero viniendo de él, la veía bastante tierna. Nunca más pudimos entablar conversación, me limité a verlo desde la distancia y protegerlo de los idiotas que querían imitarme, los cuales eran demasiados para mi gusto.

El día de mi cumpleaños número quince, mi hermano me llevó a un bar, diciendo que era hora de que disfrutara la vida de un adolescente y no sé cuántas chorradas más. Al comienzo no quería, pero gracias a la insistencia del imbécil de Itachi, bebí hasta por los codos. Pensé que nos echarían, puesto que yo era menor de edad, pero mi familia tenía ciertas influencias que hacía que otras personas nos tuvieran miedo. El Barman ignoró el inconveniente de mi edad cuando Itachi le aseveró la mirada, y bueno, está de más decir que terminé tan borracho como él.

En serio, no sé en qué estaba pensando cuando me llevó a un lugar como ese y se fue sólo. “Busca a alguien para follar y no vuelvas hasta mañana”. Fueron sus palabras antes de irse del bar y dejarme allí. Me dejó algo de efectivo en el bolsillo antes de marcharse, el cual ignoré porque ya no quería seguir bebiendo. Joder, tenía quince años y me estaba portando como un idiota universitario que se siente libre solo porque ya no está bajo el yugo de sus padres.

Algunas chicas se acercaron a mí en cuanto me vieron, se veían mayores y bastante guarras, pero yo estaba tan colocado por el porro que Itachi me obligó a ingerir que poca y ninguna importancia le di a su cercanía. Mas sin embargo, una de ellas llamó mi atención, era rubia y de ojos azules, sonreía mucho cuando nuestros ojos se cruzaban y no pude evitar pensar en Naruto.

No recuerdo cómo llegué a esa situación, pero antes de darme cuenta ya la estaba penetrando en el auto de Itachi. Él, muy amablemente lo dejó para que pudiese volver. ¿Será imbécil o se entrena? Yo no tenía licencia y estaba ebrio, no podría conducir. Pero así era él, demasiado “considerado”.

La rubia gemía sonoramente contra la ventanilla polarizada, empañándola con su aliento. Yo me estaba desfogando como nunca, no era la primera vez que hacía esto, pero extrañamente se sentía mejor que otras veces. Tal vez por el alcohol en mi organismo, porque estaba colocado o porque simplemente estaba viendo a Naruto en lugar de la chica, ya no estaba seguro.

Después de una hora revolcándome con aquella zorra, la eché como un perro abandonado y me fui de ese lugar, buscando despejarme. La adrenalina estaba golpeando mis venas, el calor aún envolvía los asientos y cerré los ojos unos momentos para relajarme. Cuando los abrí, patiné en la avenida al ver una figura deslumbrarse frente a las farolas del coche. Logré desviarlo a tiempo, sin llegar a golpear al chico rubio que apareció de la nada.

Cuando rebobiné en mis propios pensamientos, me di cuenta que aquel chico era nada más y nada menos que Naruto. ¿Qué hacía sólo a esas horas de la noche? Deseaba averiguarlo ahora que el pudor se fue de vacaciones por lo ebrio que estaba. Di marcha atrás, estacionando a un lado de la calle. Bajé del coche con pasos tambaleantes, acercándome a Naruto que estaba tirado en el piso, recogiendo unas bolsas del supermercado.

Me puse de cuclillas para ayudarlo y pedirle disculpas, pero me mareé y terminé acostado sobre él. Naruto me miraba con ojos sorprendidos, trató de incorporarse, pero no se lo permití. Estaba tan excitado, tan ido dentro de mi propia adrenalina, que no medí mis actos y lo tomé del brazo para cargarlo sobre mi hombro como un costal.

Naruto pataleó buscando que lo liberara, pero yo era más fuerte y no me costó demasiado inmovilizarlo. Mis pies caminaron por sí solos hasta el callejón más próximo, entonces lo bajé. Intentó huir, pero lo acorralé con mis brazos contra la pared y me acerqué hasta que estábamos completamente pegados.

-¡Déjame!- rogó como pudo cuando me dispuse a olfatear su cuello y lamerlo, su fragancia, su olor natural me estaba volviendo loco.

Como no quería que se fuera, justo como la primera vez que logramos hablar, agarré sus muñecas con una mano y las sostuve por encima de su cabeza mientras con la otra trataba de desnudarlo. No podía contenerme, deseaba penetrarlo duro, justo como hice con la rubia en el auto de Itachi, pero Naruto no ponía de su parte, moviéndose bruscamente para que lo dejara libre.

Estaba cansado de tanto forcejear con él y lo tomé de la cintura para lanzarlo contra el húmedo suelo y después ponerme encima. Naruto rogó una vez más, lo ignoré, saturando mi deseo carnal con su piel. Mordí su muslo cuando le retiré el short, saciándome con el alarido que se escapó de su garganta.

Deslicé mi lengua por la zona, buscando mitigar el dolor y que él también se excitara. Eso fue un error. Naruto temblaba incontrolablemente, llorando con la cabeza ladeada. No quería mirarme, ya ni forcejeaba, solo hiperventilaba entre espasmos de miedo. Quedé paralizado cuando analicé lo que estaba a punto de hacer...

Violarlo.

Negué con la cabeza sin dejar de verlo. ¿En qué me estaba convirtiendo? Me llevé las manos a las sienes y las presioné con fuerza, buscando el control necesario para no comenzar a golpearme allí mismo. Me quité la camiseta y lo cubrí con ella mientras le decía: Lo siento.

Corrí a la salida del callejón, sin mirar atrás me metí en el coche y huí a toda velocidad. Era un idiota de lo peor. Lastimé a la persona de la que estaba enamorado y ahora de seguro no querría volver a verme. Golpeé el volante cuando un par de lágrimas se escaparon de mis párpados. Me insulté con todos los sobrenombres que conocía y mi frente imitó a mis manos cuando también se estrelló contra el volante.

Al llegar a casa, Itachi quiso interceptarme para saber cómo me fue. Lo ignoré, pasándole de largo hasta meterme en mi habitación. No deseaba ver a nadie, quería meterme por la cañería y desaparecer de la faz de la tierra. Me dejé caer en la cama, golpeando la almohada con rabia una y otra vez hasta que quedé dormido.

No quise acercarme a Naruto de nuevo, ya no lo vigilaba en el parque y no lo protegía de los imbéciles que eran como yo, solo me alejé. Pensé que había superado esa etapa cuando ingresé en la preparatoria, me centré en los estudios, sobresalí con los profesores y “olvidé” a Naruto.

En mi segundo año me nombraron vice-presidente del consejo estudiantil. Era trabajoso y tenía que quedarme hasta tarde en el colegio, pero no me importaba, de esa forma podía mantener mi mente ocupada y no pensar en ese chico de ojos azules que por tanto tiempo me mantuvo embobado hasta que lo eché todo a perder.

Cuando pasé a tercer año, me ascendieron a Presidente del consejo y se me pidió el primer día que escoltara a los de primer año en un recorrido por la escuela. Ahí lo vi. Naruto ingresó a mi misma preparatoria. No podía creerlo, era como un castigo del cielo. Lo estuve mirando por un par de minutos hasta que sus cerúleos ojos se posaron en los míos y permanecimos así un tiempo.

Creí que me había reconocido y que me echaría una bronca frente a todo el mundo, pero contrario a ese pensamiento, Naruto me sonrió ampliamente. Aquello me desconcertó bastante. ¿Me había perdonado? No. Automáticamente  deseché esa idea y la remplacé por la que sería la más probable. No me recordaba.

Igual que unos años atrás, me propuse vigilarlo de cerca. Naruto parecía ser bastante popular con los varones y eso me molestó. Pensé que se había vuelto un chico fácil, pero al ver cómo le huía a todo el mundo y lloraba cuando intentaban tocarlo, me di cuenta que no era así, que no le gustaba como lo trataban y por eso escapaba.

Traté de defenderlo sin que él lo supiera. Lo hice lo mejor que pude, pero era increíble como siempre había un zopenco queriendo rondar las pertenencias de alguien más. Porque sí, yo ya había denominado a Naruto como de mi propiedad y no permitiría que nadie más lo tocara. El problema radicaba en mi trabajo con el consejo estudiantil, no siempre podía estar cerca para Naruto y eso me alarmaba.

Un par de meses después, comenzó a faltar al colegio. Estaba preocupado, pero no podía visitarlo porque ni siquiera sabía dónde vivía. Entonces se me ocurrió revisar su expediente estudiantil, aprovechando mi posición privilegiada en el consejo. Allí descubrí por fin cuál era su dirección, pero otro dato, relativamente más importante, me llamó la atención.

Entre las enfermedades que figuraba su expediente, decía que Naruto padecía de Androfobia debido a un choque traumático que tuvo a los doce años. Mis manos temblaron cuando recaí en lo que eso significaba. Haciendo una cuenta mental, llegué a la conclusión de que esa sería la edad que tendría Naruto cuando yo… Sacudí la cabeza, exorcizando mi propio calvario interno al ver que yo tenía toda la culpa. Decidí mejor enviar a uno de mis compañeros del consejo para que averiguaran sobre su falta, si iba yo en persona, terminaría lanzando mi máscara indiferente para pedirle disculpas en todos los idiomas que conozco.

Ese día no dormí en casa.

Algo raro estaba pasando conmigo, no lo había mencionado a mi familia y tampoco quería hacerlo. Era bien extraño, siempre me sentía excitado cuando pensaba en Naruto, solo un flashback de sus ojos en mi memoria y ya tenía que correr a algún cubículo de los baños para saciarme.

Dejé de dormir en casa. Gracias a dios vivía solo con mi hermano y éste hecho a él lo enorgullecía. Algo de que por fin me había convertido en un hombre o algo así. A la salida del colegio, iba directo a la zona roja de la ciudad. Necesitaba desfogarme, necesitaba tener sexo… varias veces.

Pensé que con el tiempo se me quitaría esa fijación de querer follar todas las noches, pero no fue así. Además de que necesitaba que mi pareja de sexo fuera rubia y de ojos azules. No lo entendía, en el fondo, yo mismo me daba miedo, pero no podía detenerlo.

Contrario a lo que creí en un comienzo, no mejoró mi situación, sino que cayó en picada hasta el punto que tenía que escaparme del colegio para tener relaciones. Ahora sí estaba preocupado y hablé con Itachi. Él parecía mirarme como un padre orgulloso en un comienzo, pero cuando le empecé a dar detalles de lo necesario que se volvió el sexo para mí, su mirada se tornó preocupada.

Después de un par de meses visitando al psicólogo, me diagnosticaron por fin… que padecía de Hipersexualidad. Según los análisis de algunas semanas y mis propias confesiones, el doctor llegó a la conclusión que un detonante post-traumático lo provocó.

Normalmente los adictos al sexo no son tan jóvenes, así que me hicieron varios interrogatorios y al final, la conclusión llegada, fue el susodicho choque traumático adherido al consumo de alcohol y drogas…, y el rechazo que sufrí por mi “pareja”. La necesidad de buscar amantes sexuales que se le asemejaran, fue el primer síntoma, el lívido desenfrenado y por último… el sentimiento de culpa.

Esa noche creo que perdí parte de mi cordura. Tanto Naruto como yo desarrollamos un trauma y todo fue por mi culpa. Él se volvió androfóbico, y yo un hipersexual… un jodido sátiro. Me acosté bocarriba en mi cama y observé el techo durante horas, pensando en cómo podría estar cerca de Naruto si yo era exactamente lo opuesto a lo que él necesitaba.

Aquel día en que se acercó a mí, sentí que el suelo tembló bajo mis pies. Lo vi “jugando” con un chico de cabellos blancos y los celos me nublaron la visión. Había decidido alejarme para no volverlo a lastimar, pero no podía retener mis sentimientos y terminé parado frente a ellos con la cólera desbordando por cada poro.

Al parecer estaba en problemas, quería intervenir cuando me di cuenta, pero estábamos en público y yo era el presidente. Si el albino con cara de idiota alegaba que solo estaban jugando y Naruto no lo contradecía, entonces no podía hacer nada. Me giré, simulando que me marcharía, muy despacio, buscando darle tiempo para que pidiera ayuda… y así lo hizo.

-¡…no te vayas!- fue lo último que escuché de su alarido y solo eso bastó para que dejara escapar toda mi cólera y golpeara al tal Kimimaro. Estaba enojado, demasiado, no quería que se volviera a acercar a mi pequeño, así que me desquité en cada golpe y lo amenacé, enfatizando cada sílaba con el acento exacto para que entendiera de una sola vez.

Resoplé, soltando el aire caliente como los toros para relajarme y me acerqué a Naruto para ayudarlo a ponerse de pie. Debía aprender a controlarme, no quería que él saliera lastimado ni que se asustara cuando yo estuviese cerca. Naruto miró a ambos lados cuando le tendí mi mano, parecía confundido y temí que me rechazara, pero no lo hizo y agarró mi mano, correspondiéndome.

Estaba sonriendo por dentro, al ver nuestras manos juntas, sentí un calorcito apoderarse de mi sistema. Naruto dijo que necesitaba hablar conmigo, su oración dicha con repentina seriedad, pensé que por fin me había descubierto… y decidí enfrentarlo.

-Aquí no- le respondí. Le hice una seña a Suigetsu para que se encargara él de patrullar el patio y después me llevé a Naruto a un lugar donde nadie pudiese escucharnos. Si quería insultarme, golpearme o lo que sea, estaba dispuesto a aceptarlo, me lo merecía.

Nos detuvimos detrás de las gradas, no estaban muy cerca que digamos, por eso lo carrera terminó agotándolo, pero la situación ameritaba privacidad y no se me ocurrió un lugar mejor para que él pudiese sacar todo lo que tenía dentro. Desvié mis pensamientos hacia Ponilandia cuando vi su camisa escolar transparentada, podía ver casi todo su torso y mi lívido se disparó.

Naruto se dio cuenta algo tarde porque yo ya había escaneado su figura varias veces, deleitándome con lo hermoso que se había vuelto. Giró avergonzado con los brazos en su pecho y tartamudeó algo inentendible. No parecía enfadado, entonces asumí que no me reconoció después de todo y era de otro tema de lo que quería hablar conmigo.

Lo hice girar para que me mirara a los ojos, no por la razón que le dije, sino porque quería aprovechar este momento que sabía duraría poco, para embriagarme con todo de él y después seguir fingiendo que no estaba pasando nada.

Me encaró algo pusilánime, sin embargo se molestó por algo que no entendí y habló rápidamente, confesando todo en una sola línea que me desencajó por completo. Naruto se me acababa de confesar y yo sentí que mi mundo se detuvo en ese instante.

Lo tomé del brazo antes de que se marchara, aún sin podérmelo creer. Me correspondía, solo eso bastó para que sacara todo a flote, o al menos la parte “buena”. No quería que Naruto me odiara, así que omití el hecho de que fui yo el chico que yo mismo quería matar, el que lo intentó forzar aquella noche.

Después de la efímera discusión, no pude aguantar ni un segundo más, lo besé todas las veces que quise, una por cada vez que lo añoré y no podía tenerlo. Naruto era androfóbico, yo un hipersexual; era un contraste que definitivamente no funcionaría, pero lograríamos que funcionase, porque ambos nos necesitábamos el uno al otro.

Podía ser un jodido sátiro, pero jamás engañaría a Naruto. Teniéndolo a él a mi lado, no necesito de nadie más para cubrir mi adicción. Prometí que nunca más lo forzaría, pero no dije nada acerca de no provocarlo.

Con esa idea en mente, debo admitir que los siguientes años que vivimos juntos, fueron realmente divertidos. Se quejaba después de cada sesión de sexo, pero siempre admitía que lo había disfrutado y nada me hacía más feliz.

La única vez que nuestra relación pendió de un hilo, fue cuando estuvimos en la universidad. Naruto perdió algunas clases por su estado de gestación y nos distanciamos un tiempo, culpándome por dejarlo como balón de playa hasta que nos reconciliamos con el cortejo sexual más placentero de nuestra vida, pero eso… eso es otra historia.

 

Fin.

Notas finales:

Bueno, esta historia no tuvo el lemon que planeé en un primer momento, pero me gusta así como está. No me pregunten cómo fue que se me ocurrió emparejar a un adicto sexual y un androfóbico, la idea simplemente surgió mientras escuchaba una canción de Lady Gaga ¬¬.

Espero de corazón que les halla agradado a pesar del contenido nada “fresa” (o sí lo era?) pero aun así, espero que me den sus opiniones en un rew, de esa forma sabré si hice un buen trabajo o escribí pura mierda… nos leemos por ahí, tal vez en otra de mis historias y… gracias por leer!!!  *-*/


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