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Let's play por FireBlueFlames

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Notas del fanfic:

Publicando a las 2 de la mañana, why not? xDD! Soy una loca, ya sé, pero es que mi mente parece sólo funcionar en las madrugadas :T Bueno, curiosamente este fic surgió mientras escribia otra historia, y todo gracias a una maravillosa canción que amo (qué raro, eh :v) En fin, la cosa es puuuro lemon, no sé cómo me haya quedado, así que espero que les agrade.

La canción que va con esta horny historia es:

-Robin Schulz ft Francesco Yates-sugar

Espero que les guste :3 Siempre estoy dispuesta a recibir comisiones, mi información de contacto se encuentra en mi perfil ?

Y bueno, a leer (~._.)~

Notas del capitulo:

(Again) Los personajes de One Piece no me pertenecen y no pretendo hacer nada más que entretener. Pero vamos! Si fueran míos se la pasarían haciendo perversiones y viviendo intensas historias *O*

Se encontraba en el segundo piso de la disco, recargado en el barandal y observando a las personas mientras sostenía un trago en la mano.

Nada que no hubiese visto en sus anteriores noches de fiesta. Personas bailando, bebiendo y disfrutando de la noche; otras tantas ya ebrias o en proceso de, y una que otra pareja a punto de tener sexo en los lugares oscuros del establecimiento. Esto último le hizo sonreír, ¿cuántas veces se había visto él en una situación parecida?

No era que Ace quisiera acostarse con el primer tipo que se le cruzara, pero, si quería ser honesto, debía reconocer que era divertido salir de rumba y encontrar a un chico bien parecido para pasar un buen rato.

Sin embargo, en ese momento no había ido para buscar sexo ocasional. A decir verdad, ni siquiera sabía qué hacía ahí.

Estaba totalmente solo y distraído en plena fiesta universitaria. Suponía que era la costumbre la que lo había llevado a aquel lugar, puesto que sus intenciones habían sido quedarse en casa viendo la primera película que encontrara en la televisión mientras se hartaba de palomitas. Había sido una semana difícil, entre trabajos, algunos exámenes y clases tediosas, que simplemente le apetecía tumbarse en el sofá y no moverse hasta que tal vez comenzaran a salirle raíces. Pero ahí estaba, examinando personas con la mirada y bebiendo sin tener demasiadas ganas.

Ace se dispuso a marcharse. En ese momento sólo quería ponerse la ropa más holgada que hubiera en su armario y dormir a pierna suelta, cuando algo, o mejor dicho alguien, hizo que devolviera la mirada a la pista de baile.

Ahí, entre tantas personas, había alguien que llamó su atención, como si tuviera un letrero a luces que dijera “mírame”. En ese mar de gente, que ya se había cansado de observar, resaltaba un rubio cabello moldeado en un extraño peinado que recordaba a una piña. Ace se hubiera reído si no fuera porque, al divisar por completo al dueño de aquel extraño cabello, todo lo que pudo hacer fue morderse el labio.

Okay, cambio de planes.

Aquel chico, probablemente unos cuantos años mayor que él, era simplemente exquisito. Tenía una piel ligeramente morena y un cuerpo que inspiraba pensamientos que escandalizarían hasta al peor pervertido. Y, aunque la luz del lugar fuera algo deficiente, Ace juraría que poseía unos ojos claros hipnotizantes. Se movía con gracia al ritmo de la música, acompañado de unos cuantos chicos que reían con él, y unas cuantas chicas que hacían uso de sus mejores movimientos para llamar la atención del rubio, sin éxito alguno.

Ace comenzó a maquilar a toda prisa un plan para robar la atención de ese chico. Por lo que veía, no estaba muy interesado en el sexo opuesto, ya que no hacía caso a las claras insinuaciones de las mujeres que le rodeaban; eso o realmente era idiota si no se daba cuenta de que no se le lanzaban al cuello por mero sentido común.

El pecoso dio otro trago al vaso que sostenía mientras se dirigía a la pista de baile. El rubio se había retirado, junto con sus amigos, a una mesa a un costado de la barra. Un lugar donde se podía contemplar perfectamente a las personas bailar, y que Ace pensaba usar a su favor. Bebió lo que restaba de alcohol en su vaso mientras se dirigía a la barra para pedir otro trago, se detuvo cerca de la mesa donde se encontraba su objetivo y  lanzando miradas furtivas, por fin pudo ver directamente a esos ojos azules.

Se miraron fijamente unos segundos, mientras Ace esbozaba la sonrisa más coqueta y provocadora que tenía. El rubio correspondió elevando ligeramente la comisura de sus labios formando una sonrisa que quitaba el aliento.

Listo, primera parte cumplida.

El moreno desvió la mirada antes de dedicarse a pedir otro trago y sentía los orbed del rubio todavía clavados en él.

Marco no podía apartar la mirada de ese chico.

Guapo no le bastaría para describirlo. Parecía tener unos 20 años, pero con las pecas que adornaban su rostro parecía un niñato de 17 años, aunque su cuerpo bien formado desmentía esa suposición. El rubio no podía dejar de admirar la despreocupada posición en la que el chico se recargaba sobre la barra, esperando su trago mientras sonreía de manera autosuficiente. De repente, al ojiazul lo envolvieron unas desesperadas ganas de borrar esa sonrisa con un beso. Pero no un beso cualquiera; realmente quería devorar aquellos labios que incitaban a adentrarse en esa boca.

El pecoso estaba la mar de feliz al pensar que su plan iba sobre ruedas. Al parecer no le era indiferente al rubio, aunque no es que pensara que no era lo suficientemente bueno como para llamar la atención de éste. Sabía que tenía buen cuerpo y que era bien parecido, por lo que sólo tenía que parecer encantador, y lo estaba logrando. Intencionalmente, se recargaba sobre sus codos en la barra, dejando que su trasero saliera un poco mientras flexionaba ligeramente una pierna. Su mente comenzó a formar una imagen de él siendo tomado por el rubio en esa posición, y sintió una oleada de calor recorrer su cuerpo.

Ni siquiera conocía a ese tipo y ya lo deseaba.

En cuanto recibió el trago que esperaba, miró rápidamente al rubio y se dirigió a la pista de baile, en donde éste podría observarle completamente.

La canción cambió y fue en ese momento en que el discreto perfil que había mantenido toda la noche se fue al carajo.

Ace se convirtió en una prostituta que bailaba esperando atraer la atención de algún buen partido. Se movía lenta y seductoramente mientras sostenía el trago en una mano. Bebió de éste e intencionalmente dejó que una gota de alcohol resbalara por sus labios y bajara por su cuello. Meneaba sus caderas al ritmo de la música mientras por el rabillo del ojo veía como su víctima no le quitaba el ojo de encima.

El rubio estaba prendado de ese cuerpo que se movía con gracia, siguiendo la música, provocando pensamientos indecentes. No sabía ni siquiera el nombre de ese chico, pero tenía una cosa bien clara: quería hacerlo suyo. Quería aferrar esas caderas mientras provocaba gritos de placer en ese moreno.

En cuanto la canción terminó, Ace se perdió entre la multitud intencionalmente. Si alguien le hubiera dicho que esa noche se divertiría tanto, tal vez no lo habría creído. Pero ahí estaba, en un juego de seducción, escondiéndose de su objetivo sólo para dejar que lo encontrara de nuevo.

El moreno bebió el contenido de su vaso de un solo trago, para después dejarlo en una mesa vacía y disponerse a sentarse en un taburete.

Reprimió una sonrisa cuando en su campo visual apareció la persona a la que había estado esperando. Se limitó a levantar la mirada y poner una expresión de sorpresa al ver al rubio frente a él.

Le sonrió segundos después, mientras en sus ojos comenzaban a aparecer pequeños matices de lujuria.

—Parece que necesitas compañía —le dijo Marco, al tiempo que en sus labios se dibujaba una juguetona sonrisa.

—No estaría mal —respondió el menor, sonriendo provocativamente—. Soy Ace

—Marco —decía el ojiazul, tomando asiento al lado del pecoso.

—¿Abandonarás a tus amigos por hacerme compañía? —preguntó el azabache, levantando una ceja.

Demonios, con cada gesto, el rubio tenía que morderse el interior de una mejilla para mantener la compostura y no asaltar la boca de ese chico.

—Les irá bien sin mí. ¿Puedo invitarte algo de beber? —cuestionó Marco, señalando el vaso vacío frente a Ace, quien se limitó a negar con la cabeza.

—No quiero perder la conciencia y ya he bebido mucho, gracias.

Se enfrascaron en una conversación sobre cosas triviales: estudios, pasatiempos, edades; nada del otro mundo. Mientras, sin darse cuenta, se iban acercando cada vez más, luchando por descifrar la voz del otro por sobre la música, intercambiando uno que otro roce y miradas sugerentes. Hasta que, sin previo aviso, pero sin dudar tampoco, ambos unieron sus labios en un desesperado beso.

Algo que habían esperado hacer desde que se percataron de la presencia del otro en esa sala.

Sus lenguas se encontraron, desesperadas por sentir el contacto de la otra. Unos minutos, y algunas mordidas después, ambos jadeaban, con el deseo reflejado en sus ojos. Un beso no iba a saciar la lujuria que los recorría en ese momento.

Marco tomó de la mano a Ace y lo condujo por entre la multitud, en dirección al baño. Una vez ahí  se aseguró de que nadie los viera y, metiendo al pecoso en el último cubículo, entró seguido de él y cerró la puerta tras de sí.

Aferró al moreno por la cintura mientras volvía a besarlo, sintiendo como el calor se extendía por su cuerpo; tenía que hacerlo suyo, le era necesario. Ace posó una de sus manos en la nuca de Marco y enredó la otra en el suave cabello del rubio, profundizando el beso mientras sus mejillas se teñían levemente de rojo al sentir como Marco comenzaba a abrir los botones su camisa con dedos hábiles. Se estremeció al sentir las manos del ojiazul acariciar su torso, sin dejar un centímetro de piel sin recorrer. Procedió a quitarle a Marco la chaqueta que llevaba mientras éste comenzaba a desabotonar su propia camisa.

Ace deshizo el beso y le salivó la boca al ver el torso desnudo de Marco, así como el bulto que se formaba en sus pantalones.

Comenzó a recorrer con sus manos aquella deliciosa piel mientras el rubio besaba y lamía su cuello, mordiendo de vez en cuando y provocando algunos siseos por parte de Ace, quién ahogó un gemido cuando sintió como una mano de Marco acariciaba su ya erecto miembro por encima del pantalón. Sintió que podía morir entre todas aquellas sensaciones, la cordura abandonaba su cuerpo mientras sentía como el ojiazul moldeaba cada parte de su anatomía con sus manos. El pecoso comenzó a desabrochar el cinturón de su acompañante mientras volvía a besarlo desesperadamente.

Marco hizo que el moreno se girara, quedando de cara a la pared, y beso los hombros de Ace, provocando un estremecimiento en él en tanto que frotaba su erección contra en trasero del pecoso y simulaba pequeñas y lentas embestidas. Realmente se estaba conteniendo pues, de haber sido por él, se habría tirado al menor desde el momento en que lo vio.

Ace se encontró moviéndose ligeramente para disfrutar del contacto que le ofrecía Marco con sus pequeñas embestidas, cuando escuchó cómo su cinturón era desabrochado y sintió sus pantalones caer a sus tobillos, pronto seguidos por su ropa interior. Definitivamente se sentía como una prostituta, reteniendo gemidos y a punto de tener un encuentro en el baño de una disco; pero nada importaba salvo las sensaciones que ese rubio le estaba dando al tocarle y besarle como lo hacía.

Dos dedos aparecieron frente a sus labios y comenzó a lamerlos como si la vida se le fuera en ello, mientras miraba de reojo a Marco, la lujuria asomando por sus ojos y sonrió con lascivia. Cuando el rubio sintió que sus dedos estaban suficientemente húmedos, los dirigió a la entrada de Ace, y sin más, introdujo ese par de dígitos de golpe, provocando que el moreno reprimiera un grito, mezcla de placer y dolor, mordiéndose los labios al sentir la invasión en su cuerpo.

—Perdóname por ser tan brusco, pero ya no resisto —se disculpaba Marco, comenzando a mover sus dedos para dilatar a su amante.

Pronto introdujo un tercer dedo, y cuando sintió que era suficiente retiró sus dígitos y liberó su miembro de entre su ropa. Con una mano lo dirigió a la entrada de Ace, haciendo presión hasta que la punta estuvo dentro. El moreno gimió al sentir el miembro del rubio, aquello era mejor de lo que había pensado, y sin esperar más embistió contra Marco, introduciendo por completo el miembro de éste en su interior, mientras se mordía el labio inferior en su mejor intento por ahogar un gemido que rozaba un grito.

Gracias a los dioses, la música sonaba fuerte y no había nadie más en el baño.

Marco, al sentir la urgencia de Ace y lo apretado de su interior, comenzó a embestir, en un ritmo rápido y certero. Los gemidos de Ace iban en aumento mientras, moviendo sus caderas, seguía el ritmo del rubio e incluso iba más rápido.

—Ahhhh sí, sigue —le pedía mientras gemía y apretaba los puños. Si eso era un pecado, estaba dispuesto a ir al infierno después, pues en ese momento sentía que ya estaba en el cielo.

El ojiazul sonrió un poco  mientras con una mano aferraba la cadera de Ace con la otra tomaba el negro cabello de su compañero, tirando un poco de él y provocando más jadeos del pecoso.

—Marco —rogaba Ace entre gemidos el moreno—. Más fuerte, dame más fuerte.

El nombrado aumentó el ritmo y la fuerza un poco, pero sin apresurarse de más. Quería disfrutar el estar dentro de Ace y lo haría durar lo más que pudiera.

Liberó el cabello del pecoso y, después de lamer la palma de su mano y dejar una capa de saliva en ésta, procedió a masturbar el miembro de Ace, procurando marcar el mismo ritmo de sus embestidas. Entonces sacó casi por completo su miembro de la entrada de Ace y volvió a introducirlo de golpe, provocando que el moreno soltara un sonoro gemido al sentir como su próstata era estimulada.

—Sí, ahí —indicaba con voz suplicante, pues ya se sentía cerca del final.

Marco embistió con más fuerza y velocidad, los gemidos de Ace y escuchar su nombre con ese tono lleno de placer lo hacían encenderse aún más. Un espasmo recorrió su cuerpo, un par de estocadas más y se vino en el interior de su amante mientras mordía con fuerza el hombro de éste, ahogando sus propios gemidos. Ace, al sentir como su interior era llenado con el caliente líquido, no pudo más y, arqueando su espalda, casi gritando por el placer, se vació en la mano de Marco.

Se recargó en la pared, intentando regular su respiración y recuperar la calma.

—Eso ha sido genial —confesó entre jadeos, mirando a Marco, que estaba recargado contra la puerta del baño, sonrojado y respirando irregularmente.

—Sí, fue maravilloso —contestó el mayor mientras sonreía. Lucía tan encantador con esa sonrisa inclinada y el cuerpo cubierto por una ligera capa de sudor.

Sería mejor que Ace saliera pronto de ahí o volvería a arrojarse a sus brazos como si el autocontrol no existiera para él.

Ambos rieron un poco mientras volvían a vestirse y se arreglaban, antes de salir del cubículo.

—Vamos a mi casa —sugirió Marco, antes de volver a besar a Ace, quien  con las mejillas rojas, fue arrastrado fuera del baño y la disco.

Al parecer sería una larga noche; o al menos eso esperaba.

Notas finales:

Y bueno, eso fue todo jeje :3 Espero que les haya gustado el lemon de estos dos ¬u¬ Me voy a dormir en paz sabiendo que descargue mi pervertida mente a altas horas de la madrugada xDD!!!!

Gracias por leer ^^

¿Reviews? Please *O*

 

(Comisiones en canwenut@gmail.com)


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