Diez días habían pasado desde los desafortunados sucesos en la mansión del lago y el Vizconde Chagny descansaba en su salón recuperándose de los mismos. Diez días desde que se habían librado a duras penas del monstruo, desde que habían huido… no, no habían huido en absoluto: el monstruo los había dejado marchar.
Sin el monstruo jamás habrían logrado salir de esa horrible prisión, de esa cámara de torturas. Se estremeció al recordar su segunda prisión, una que para él fue peor que cualquier tipo de tormento recibido; la prisión de su cuerpo, de su mente más allá de cualquier cuerda o cadena la imposibilidad de controlar sus propias acciones, el estar ahí, indefenso, quieto, sin poder tomar el control de su propio ser, sin poder quejarse y apenas consiguiendo pensar entre la bruma que envolvía su cabeza.
A pesar de todo, Raoul no podía quitarse de la cabeza aquella última visión que tuvo de la repudiada criatura mientras él y Christine se alejaban, más concretamente; De la mirada que atravesaba los rígidos bordes de la máscara blanca. Reconocía esa mirada, era imposible no reconocerla después de tantos días en el campo de batalla; era la mirada de un hombre que creía ya no tener razones para vivir. Una mirada demasiado humana para una bestia sin sentimientos.
- Se veía tan triste….
- ¿Quién?
Raoul saltó al notar la presencia de Christine en la habitación. Por unos segundos se permitió a sí mismo jugar con la idea de no contestarle, de mentirle, de ignorarla, quería preservarla de sumirse más en ese horror del que apenas habían podido escapar, pero lamentablemente no podía hacerle eso a su prometida, después de todo: pronto compartirían sus vidas y serían uno ¿no?
-… Él…. - Contestó simplemente orando por no tener que explicarse.
No fue necesario. Christine parpadeó un par de veces antes de que el reconocimiento se centrara en sus ojos azules. Se acercó a Raoul y se sentó en su regazo ágilmente acariciándole el cabello, ese fue un movimiento por demás audaz para alguien que apenas había permitido algún beso inocente en todo el tiempo que llevaban juntos.
- Está bien, Raoul. No te preocupes por él. Ya no será un problema nunca más. - Aseguró con una determinación que sorprendió a Raoul. - Ese horrible monstruo ya no volverá a molestarnos nunca más.
Raoul se calló. No encontraba la forma de explicarle los caóticos pensamientos que poco a poco habían poseído su mente, no había forma de decirle que ya no temía al monstruo, que ya ni siquiera sentía la repulsión o la rabia que debería de sentir al que fue su rival, su captor, su verdugo, al asesino de su hermano y secuestrador de su prometida. Que esa repulsión había sido gradualmente sustituida por una preocupación por el hombre que atezaba su corazón.
°~*~*~*~*~°
Estoy llenando espacio, no hay nada qué leer aquí, sólo estoy llenando espacio porque la cabeza no me dio para hacer un capítulo largo, tú tu ru tu tu.. Un elefante se columpiaba... y ya, con eso ajusta.